CALLES DE SAN JUAN (DONIBANE)
Las calles de San
Juan constituyen una delicia para el paseante. Los rincones inesperados
se suceden uno tras otro. Parece como si el tiempo se hubiera escondido
tras una esquina y quisiera jugar con visitante.
No hay demasiada
elección para pasear por el núcleo urbano. Una sola calle separa y une a
la vez dos únicas hileras de casas. Unas abiertas hacia el mar, las
otras encaramadas en la montaña. De trecho en trecho encontraremos
estrechas callejas perpendiculares que terminan en el mar y una multitud
de escaleras que se ascienden hacia el monte.
Entre ambas
alineaciones de edificios se tienden con alguna frecuencia uniones, que
para no interrumpir el fluir de personas y vehículos forman pasadizos de
una veintena de metros de longitud. En su interior encontraremos
frecuentemente el portal de una casa, la entrada a un comercio, una
escalera que lleva sabe Dios dónde...
Al cabo de unos
minutos de agradable paseo, el visitante llegará a un espacio más
despejado: la plaza del pueblo, abierta, como no, al mar. Allí se
encuentra la Casa Consistorial y el frontón. Más adelante, la basílica
del Cristo de la Bonanza; fuera ya del núcleo urbano, las ruinas del
castillo de Santa Isabel y, aún más allá, lo que los lugareños denominan
“puntas”, el finis terrae particular de los sanjuandarras,
materializado en los acantilados próximos a la embocadura del puerto.