Una expedicion a Guipuzcoa

VIII

SAN SEBASTIAN

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Ya hemos llegado con nuestros lectores a la ciudad mas bella de Guipúzcoa, á San Sebastian, preciosa joya de que con razón se envanecen las provincias Vascongadas. España cuenta en su seno ciudades mas populosas, pueblos mas importantes, tal vez mas ricos, sin disputa mas extensos, pero . ninguno mas notable por• su armónica belleza, por la hermosura de su conjunto, por lo lindo . de sus detalles, que esa célebre y graciosa ciudad que sus . esforzados y generosos moradores hicieron renacer en 1816 , cual nuevo fénix; de entre las cenizas de su heroísmo .

Su situación topográfica, su forma . sus calles, sus edificios, sus iglesias, sus habitantes, sus costumbres, hasta su historia; todo en esta ciudad embelesa, todo cautiva . Al contemplar por primera . vez su posición agradable y caprichosa, al fijar los ojos en aquella graciosa peninsula que en su parte de Mediodía se /100/ une al continente por el istmo de San Martín, cuyas murallas baña el mar por Oriente y Poniente, que . ostenta al Norte el magestuoso monte Urgull coronado por el castillo de la Mota, y que ofrece por el Sud el mas lindo panorama de praderas , montes y graciosos valles, la única cosa que derrama cierta especie• de tristeza sobre aquel hermoso paisage •es la existencia de aquellas murallas ya ennegrecidas por el humo de los combates y por el fuego de la artilleria, que, cual la apretada faja que oprime las tiernas formas de un hermoso niño, parece que impiden, el crecimiento y desarrollo de aquel pueblo , industrioso y mercantil por escelencia.

Pero antes de entrar por la puerta de tierra en esta ciudad flotante sobre el Océano como la llaman unos, en este perfecto tablero de damas como dicen otros, indiquemos algo del camino que hemos traído desde V ergara, • de los pueblos que hemos atravesado y, sobre todo, de la capital de la provincia que recorremos, pues acreedora es la villa de Tolosa, de que nos hemos alejado cuatro leguas, á no pasar desapercibida en una expedición como la nuestra, no solo por la importancia que como capital tiene, sino por el mérito real que la dan su belleza y su civilizacion.

De la una á las dos de la madrugada es la hora en que pasa por Vergara la diligencia de Madrid que se dirige á Bayona. A esa hora, pues, si trae asientos vacantes, se introducen en ella los viageros que esperan flete para San Sebastian en el parador de San Antonio /101/

La noche es oscura, y hasta que asoma la aurora por el horizonte, es forzoso renunciar al placer de examinar las fisonomias de los compañeros de viaje, cuyo sueño ha interrumpido la detencion del carruaje en Vergara . Resignémonos, por tanto, á pasar algunas horas> encajonados con personas de las cuales, á pesar del roce inmediato que con ellas tenemos, ignoramos todo hasta el sexo. La oscuridad de la noche y el sueño que nos acomete con el empeño del que reclama la satisfacción de cuentas atrasadas, no son los elementos mas á propósito para decir, algo de Anzuola, primer pueblo con que tropezamos, consagrar alguna reflexion semi-filosófica, semi-patriótica á la famosa cuesta del puerto de Descarga, célebre en los anales de la última guerra civil, y ocuparnos siquiera sea con la misma rapidez con que los cruza el coche , del . pueblo de Villareal y de su bello palacio titulado de lpenarrieta, sentado á la falda de un monte; de la villa de Zumarraga, á la 'que solo separa de la-anterior un puente de piedra sobre el Urola; de Ormaistegui; modesto pueblo que escitó nuestra curiosidad por haber servido de cuna de un célebre caudillo  del ejército carlista, á cuya historia . hemos consagrado un libro; de Beasain, de la murada Villafranca y de los renombrados palacios que allí tienen para su recreo los marqueses de Valmediano y Zabala; y de las villas de lsazondo; Legorreta y Alegria: Pero al llegar aqui, vuelve también la: alegria á nuestros corazones, porque los rayos de un sol . vergonzante /102/, medio velado entre nubes, nos permiten distinguir ya los infinitos caserios que esmaltan aquella campiña, y adelantando algo mas, divisamos un edificio de construccion moderna cuya forma nos revela que es uno de los templos levantados a la industria por este siglo especularlor, no tardando én saber con el auxilio de •la Guia del Viajero del señor Mellado, que es la fábrica de paños que tanto ha contribuido á aumentar la celebridad de Tolosa.

Serian las nueve de la mañana cuando atravesábamos esta bella y rica . poblacion una de las mas hermosas de Guipúzcoa y de . las mejores de España, con el sentimiento de no detenernos en ella mas que el tiempo preciso para un ligero desayuno. Nunca hemos lamentado mas que en esta ocasion la proverbial inflexibilidad de los mayorales de diligencias. Sin separarnos de esta, pudimos ver desde la plaza en que está el parador, algunas de sus calles rectas y bien cortadas, los bellisimos edificios que las forman y sus graciosas y elegantes fuentes. Para calmar el desconsuelo producid o por la imposibilidad de recorrer esta linda capital, aparecióse alli providencialmente un amigo nuestro, el señor Oñativia, caballero rico de Tolosa, que ha acrecentado mucho su fortuna en América , y por él pudimos  formar una idea aproximada de todo lo . que vale la capital de Guipúzcoa.. Encierra esta templos tan suntuosos como la iglesia parroquial dedicada á la Virgen de la Asuncion, templo que es uno de los mejores del pais, y en el cual dice el señor Miñano que se ve /103/ reunido lo mas elegante de los griegos y romanos, á la sencillez y forma de las primitivas basílicas cristianas. La iglesia de San Francisco, construccion que se atribuye a Herrera, no es menos magnifica . Por lo que hace a edificios públicos, la antigua casa consistorial, situada en la plaza nueva, labrada de piedras  sillares y de buena arquitectura, con un pórtico de siete arcos, es muy digna de mencion especial, y entre las casas particulares, todas notables por su arquitectura, por su reparticion y ornato interior, oímos citar entre las que mas sobresalen las de los señores de Colmenares y la del conde de Villafuerte.

Tolosa, en el lujo y buen servicio de las fondas y cafés, en la finura de sus habitantes, en su aspecto , en su policía urbana, en todo tiene el aire de una ciudad francesa, y con decir esto creemos hacer su mayor elogio . No se estrañe, pues, que la abandonemos con la pena de no haberla conocido, y que al atravesar el suntuoso puente de Arramele sobre el Oria, considerado como el mejor de la provincia, venga a aumentarse aquella por tener que limitarnos á dirigir una triste é investigadora mirada al lindo edificio de la casa de Misericordia, que . se encuentra á la derecha sobre el camino de Francia, y á la nueva y magnifica fábrica de papel que se levanta enfrente, elemento de vida y justo motivo de orgullo para Guipúzcoa toda.

Cuatro leguas escasas nos separan de Sag Sebastian, y esta idea nos llena de júbilo. Rápidamente pasamos por los pueblos de Villabona /104/ Andoain y Lasarte, y á medida que nos aproximamos á la jóven ciudad guipuzcoana, las ruinas de caserios incendiados; de templos demolidos, nos recuerdan que allí, mas que en parle alguna, descargó su brazo de hierro la funesta guerra civil. Esos recuerdos , aunque horribles, duraderos, parece que la providencia se complace en hacerlos eternos, para que teniendo siempre á la vista aquellos pueblos los estragos de las civiles discordias, se hagan sordos á los consejos de la sedicion y de la perfidia , que les •pudiera hacer oir la proximidad de la frontera.

Mas dejando á un lado ideas desconsoladoras, saludemos á San Sebastian cuya preciosa concha salpica casi con sus olas de plata las ruedas de nuestro . carruage: entremos en la plaza fuerte por la puerta de tierra que esta en el lienzo meridional de la muralla, penetremos por esa lóbrega fortificación que en dias criticos dejó en buen lugar el pabellón de España, y sa!iendo á la plaza que :solo tiene de vieja el nombre, nos llevará el coche a la de las Escuelas, y se detendrá á la puerta de un gran edificio de bello aspecto, que es el Parador de Isabel.

Al apearse los viageros, mientras saludan y dan cuenta de su persona para . recoger sus equipages á un cabatlero gordo y colorado qué es el administrador de diligencias que ahi tiene la empresa, se ven rodeados por las agraciadas muchachas del parador que cargan con los sacos de noche y las sombrereras /105/ por los gallardos mancebos de blusa azul, dependientes del mismo, que toman por su cuenta los bultos de mayor peso. Acto continuo se ven instalados los viageros en un bonito cuarto, cuyas camas adornan blancas colgaduras.

Dos son en San Sehastian los . paradores que se disputan por turno el honor de dar albergue á los forasteros, el de que hemos hablado y el• Parador Real. La' celebridad de este último se halla tan estendida, que raro es el viagero á quien la casualidad, ó por mejor decir, el rigoroso turno de los coches lleva por . primera vez al Parador de Isabel, que no sienta no hospedarse en el otro . pero á los pocos dias se convence prácticamente de que nada ha perdido en el cambio, pues uno y otro parador rivalizan en: esmero por complacer á sus huéspedes, que encuentran en ellos satisfechas cómoda y hasta espléndidamente todas las condiciones de la vida. Por lo que á nosotrós toca, no tardamos en darnos el parabien por la buena estrella que nos condujo al Parador de Isabel . ,Por mucho tiempo recordaremos los agradables dias que, alli pasamos, en medio de la mas fina sociedad, al lado de la amable y simpática familia . del séñor Andrea Perez, dueño de la casa, servidos á las mil maravillas y agradablemente distraídos con el movimiento de animacion que ofrece un establecimiento público de esta clase, y con interesantes episodios que si entonces proporcionaron solaz á nuestro espíritu y licito entretenimiento á nuestra . imaginacion, ahora nos /106/ darán materia mas que abundante, para entretener  con su pintura á nuestros sufridos lectores.

La primera impresion que produce la entrada en esta ciudad es tan agradable, que es preciso hacer un gran . esfuerzo para no lanzarse desde luego á recorrerla. Pero antes que el aguijon de la curiosidad, son las necesidades . de la vida, y con el firme propósito de examinarla en todos sus pormenores, apenas acallemos los clamores del estómago, salimos de nuestro cuarto, no sin haber asomado antes mas de una vez las narices -por las ventanas que dan á la plaza de las Escuelas y nos dirigimos á la espaciosa pieza de comer, que se halla en el cuarto entresuelo del parador. Sencilla y elegantemente adornada, ostenta en su centro una gran mesa redonda, que ya se aproxima á la forma-circular, ya toma la figura de una elipse segun es menor ó mayor el número de cubiertos . A las dos, que es la hora prefijada para dar principio á la comida, van entrando en el comedor todos los huéspedes, y-suelen hallarse ya sentadas á la mesa tres ó cuatro personas, que en la priesa que se dan a esperar los manjares, indican bien á las claras , si ya no lo dice su trage, que son víageros procedentes de Madrid, que se han detenido solo á comer para continuar dentro de una hora su viage á Bayona. Los demas comensales se van sentando á la mesa con mas calma, y en los saludos ya familiares que mútuamente se dirigen, revelan que no es esta la vez primera que tienen el gusto de comer juntos /107/ Nada mas fácil en una mesa redonda que . distingiir á los que se sientan á ella por primera vez, de los que hace ya algun tiempo frecuentan. Estos ú!timos hablan como si estuvieran en su casa, hacen platos á todos, ponen defectos á lo que está mas en su punto, vocean á las muchachas que sirven la mesa, inician a sus nuevos compañeros en los secretos mas reconditos del parador, y les escitan a romper el silencio con que alli se han inaugurado a fuerza de preguntas y observaciones de las que reclaman una respuesta á todo trance. Sale la sopa á la mesa; y aun no han ocupado sus asientos todos los comensales. Tres sillas están vacantes, las dos juntas, la otra al estremo opuesto. Las primeras no tardan en ocuparlas dos caballeros que entran en la sala asidos del brazo, y con sus gorritas de camino. Sin duda acaban de apearse de la diligencia de Madrid. El mas joven es de blanquisima tez y de pelo rubio que cae en romanticos rizos sobre el cuello de su gaban. Habla poco, y pide por señas á su compañero lo que quiere. Ya está cubierta la mesa con los cinco principios de costumbre, y entra desaforado en el comedor un joven elegante, que viene, como suele decirse vulgarmente, jadeando. Las espuelas que luce en el tacon de sus botas de charol indican que el dandy ha salido á caballo; los botones de brillantes que relumbran en su camisola nos dejan adivinar que no es victima de la crisis monetaria, sus ojos grandes, tristes y como espantados, declaran harto manifiestamente /108/ que su corazon sufre tremendas borrascas, que está, en una palabra, perdidamente enamorado. Otros síntomas de los mas indudables descubren el estado azaroso de su alma. No come; habla, pero no le comprendemos. El dia es lluvioso, es un verdadero dia de las provincias. Pues no obstante lo triste y nebuloso del cielo, he aqui las primeras palabras que salen e los lábios del joven desganado: ¿Ha visto Uds. el sol? !que brillante, qué magnífico, quéesplendoroso ha aprecido hoy!. Todos nos miramos unos á otros y le compadecemos. !Pobre muchacho, no esta en su juicio! Pregunta por el sol y no ha asomado por el horizonte, y él sin embargo le ha visto, y no asi como se quiera, sino brillante, esplendoroso. Pues esta noche, prosigue, aun estará mas radiante, yo juro que sus divinos rayos me han de abrasar el corazon. !Infeliz, se dicen par sí lo que comen y no hablan, confunde la luna con el sol !a lo que conduce el estravio de la razon! á creer que el sol sale de noche. Suena un ruido, es un carruaje que pasa por la calle, el joven tira la servilleta que tenia pendiente del ojal de su frac, y se precipita a´la puerta. A poco vuelve mas triste de lo que bajo; el carruaje no era ninguna elegante carretera, sino un omnibus francés que conducia á la playa para bañarse a los niños varones del señor duque de Riánsare, que habitaban con su ayo en la casa contigua al parador. Pero ya los postres han cubierto la mesa; el dandy desaparece, los dos caballeros que tardaron en presentarse /109/en el comedor , se retiran despues de hacer á todos un respetuoso saludo. Los blondos cabellos y las maneras finas del mas jovencito han llamado la atencion de todos. Un joven aleman que habla nuestro idioma graciosamente; es decir, como estrangero, pregunta á las muchachas por aquella pareja misteriosa, y satisface su curiosidad sabiendo que son un tío y un sobrino que viajan juntos . El tío es un . verdadero modelo de tíos, no todos los sobrinos los tienen tan buenos y tan cariñosos . Ya se han levantado los manteles, y lo celebramos , porque respetando, como los que mas, los sagrados secretos de la familia, temiamos que siguiese avanzando en su indiscreta curiosidad el jóven aleman .

Brillantemente servida ha estado la mesa; el parador de Isabel nada deja que desear en este ramo al mas denodado gastrónomo. La . cocinera merece un voto de gracias .

Despues de comer, algunos huéspedes, y en particular las señoras, pasan á la sala de recibo del parador, donde conversan agradablemente un rato con la señora y las hijas del señor Andrea Perez . Nada puede darse mas simpático y complaciente que esta apreciable familia. Dos de las niñas son gemelas; á los atractivos de su belleza reunen una elegancia y un buen gusto que sirven como el hilo de Ariadne á las señor para salir con fruto del intrincado laberinto de las tiendas. ¡Las tiendas! Hé aqui la primera, la única ocupacion de las forasteras madrileñas en San Sebastian. Compadezcamos /110/ á los papás y a los maridos. ¡Sea allí su permanencia breve.

Pero el rumor de un carruaje corona de curiosos todos los balcones y ventanas del parador . Es una silla de postas . Su forma poco comun choca á todos. Tiene cuatro asientos, ademas del pescante, al aire libre y enmedio de estos una buena caja de berlina . Abrese la portezuela y sale del coche un caballero, á quien siguen dos criados . Es lo que suele llamarse un buen mozo, de tez tostada, buenos ojos, figura corpulenta. Todas las muchachas y criadas del parador corren á su encuentro y al tropezar unas Con otros se dicen gozosos !Es el principe, el príncipe!. En . el estado de revolucion en . que se encuentra la Europa, cuando nó pasa  un mes sin que se hunda una • dinastía, ó se cambie un gobierno, se nos ocurre. Si aquel personage será algun principe proscripto que ha buscado su salvacion en nuestro suelo hospitalario. Mas pronto sabemos que no, que aquel principe no huye, sino viaja por recreo . Hombre tal vez gastado por los goces que proporciona una fortuna colosal, varía a cada instante dé residencia y . puede decirse que vive en su silla de postas. Claro • indicio de que en todas partes se le aparece el fastidio.

La llegada de este personage mueve mucho la curiosidad de todos, y la fama de su generosa esplendidez trae muy activos . á los sirvientes . Nunca sale del parador sin poner lo menos un doblon de oro en la mano de cada uno de ellos, y nunca permanece alli mas de /111/dos dias. Calcúlese cómo se verá servido en aquel . pais, en que tan bien se sirve aun sin este aliciente . E! príncipe manda á uno de sus ayudas de cámara, jóven delicado y fino, que le traiga el mozo mas vigoroso del parádor. Se cumplen sus órdenes cómo las de un rey, y despues de presentarse el mozo en su cuarto, vuelve á salir, y las muchachas le preguntan con impaciencia si quiere comer . S . E . Contéstalas el interrogado que no, que lo que quiere es que le azoten, y todas creen que se chanzea el guipuzcoano . Pero lo que toman por chanza es una realidad, y el mozo con las . manos bien limpias vuelve á entrar en el carto á dar gusto al principe . Seis ú ocho minutos dura el vapuleo, el mancebo descarga con todas, sus fuerzas sobre la parte que es fácil adivinar, y el viajero misterioso empieza á dormir dulcemente . No puede conciliar el sueño de otro modo, sino llamando la sangre á aquella parte del cuerpo. Estas escentricidades escitan poderosamente la curiosidad de los habitantes del parador; todos se deshacen á preguntas, y de las mal coordinadas respuestas de los sirvientes se deduce, la verdad en su lugar, que el personage de los azotes es un principe oriundo de la India, en uno de cuyos pueblos reinaron sus padres, que la compañia inglesa de las Indias le ha comprado recientemente fincas, por valor de millones de duros, (tan grande es la cantidad, que no nos atrevemos á consignarla porque parece inverosímil); que esta casado con una rica . señora inglesa de sin igual hermosura /112/de cuyos brazos le han desprendido sus escentricidades tal vez; y que sostiene un ruidoso litigio sobre intereses con su esposa, que segun dicen, pretende despojarle de la . administración de sus inmensas riquezas, á titulo de que está demente. Declarado tal por los tribunales ingleses, apela á los de Francia para que decidan sobre el estado de su cabeza, y seguramente que si está loco no podia haber haber acudido á mejor nacion para alcanzar un fallo favorable. La nacion francesa convertida hoy en una gran casa de locos, no desairará con una declaración de demencia al que se presente á pedir esta clase de justicia con mas juicio, por poco que tenga, que muchos de sus primeros ciudadanos.

Hemos pasado en el parador la tarde que nos proponiamos dedicar á recorrer las cal!es de San Sebastian; ya es de noche y tenemos que aplazar el paseo para el dia siguiente. Quiera el cielo que nuevos y raros accidentes no nos detengan en el parador de Isabel, privándonos del placer que ansiamos, de la comezon que nos devora por recorrer las calles, visitar los templos; los establecimientos públicos, las tiendas, y sobre todas esa famosa y renombrada tienda de Bola, que en el ramo de quincallería y bisutería ha adquirido tan justísima como universal celebridad.

El• forastero que por primera vez recorre las lindas •calles de San Sebastian y ve sus benos edificios, y entra en sus numerosas y provistas tiendas, y tropieza á cada paso con carruajes elegantes, con personas muy conocidas /113/ y de la mas alta aristocrácia y con otras . que aunque no pertenecientes á esta clase elevada se distinguen por la compostura y elegancia de su trage, no puede persuadirse, sin un grande esfuerzo, de . que se halla en una pequeña ciudad de provincia. Todo allí se encuentra con el lujo, con la abundancia , con la profusión de una Córte . No hay capricho . ¡que no pueda ser en el momento satisfecho; no hay necesidad que no se vea en el instante cumplida, aun decorando con ese nombre todas esas exigencias que han hecho nacer los opulentos de la época en su insaciable deseo de goces y comodidades. San Sebastian, pues, bajo el punto de vista de la comodidad y de los goces de la vida, ofrece ventajas inapreciables. El rico puede hacer alli la regalada vida que reclama su posicion; buena casa, lujosos muebles, mesa opípara, teatro regular, trato • finísimo, todo esto encuentra; las fortunas medianas, que necesitan de una prudente economia para vivir y prosperar, tienen todos los . elementos que les son precisos para no salir de los limites de aquella y hacer al mismo tiempo un papel en sociedad tan distinguido como el de las clases ricas. Los articulos de primera necesidad no son caros . á escepcion de los meses del estio, en que la concurrencia de consumidores los encarece; las mejores casas tienen fijados los alquileres mas módicos; los muebles, las colgaduras, los trajes en fin, sobre ser muy elegantes y del mejor gusto, se adquieren por una cuarta parte del precio que aqul nos cuestan, porque . está Bayona á /114/ la puerta, por decírlo asi. Los pobres, si los hay en San Sebastian, que lo dudamos mucho, dejan pronto de serlo, porque ó bien son acogidos los que pueden llamarse de solemnidad en la magnifica casa de Misericordia, modelo en su género, ó el espirito de mutua y fraternal proteccion, que allí . domina como en ninguna parte, les proporciona medios honrosos de ganar la subsistencia . En aquel país hay un verdadero comunismo en sentido inverso del que dan á esa palabra los modernos socialistas franceses. Estos no conciben que nadie puede, ni debe ser rico, y allá en los delirios de su trastornada imaginacion proponen que !os bienes del que posee se distribuyan entre los que no poseen. En Guipúzcoa, y especialmente en San Sebastian, no se concibe que nadie puede, ni debe ser pobre, y cuando por alguna de esas catástrofes tan frecuentes en la vida humana, quiebra un comerciante de buena fé ó se arruina una familia honrada , aquellas personas que son de la• profesion ó estan mas en contacto con el comerciante quebrado ó la familia arruinada, movidas por un impulso de verdadera caridad cristiana, se reunen espontáneamente, y de la manera mas generosa y mas delicada ofrecen á • la desgracia los medios de levantase, y •cuando algunos años después, gracias a este auxilio generoso, vuelve á prosperar aquella . familia, recogen el fruto de su buena acción. En otros pueblos fundan algunos su fortuna sobre la ruina de los demas; alli no , allí la miseria del vecino alarma , se mira como un /115/mal que exige pronto remedio, y el mal se cura y no se propaga. !Ciudad dichosa donde se considera como un axioma la máxima de que la felicidad y el bienestar general se forma solo de la. suma de felicidades individuales.

Pero sin querer nos hemos engolfado en reflexiones que si bien dan á conocer al San Sebastian moral, si se nos permite la frase, nada tienen que ver con el San Sebastian material que nos hemos propuesto recorrer al salir del parador. Como tiene este dos puertas, hemos salido por la de la calle que conduce á la Plaza Vieja, nombre que le dan porque en otro tiempo fué la única de hr ciudad. Esta plaza elegante y nueva, que es la primera con que se tropieza al entrar por la puerta de tierra, tiene la figura de un paralelógramo rectángulo con trescientos pies de longitud y 76 . de latitud, formando varias casas á cordel con soportales de piedra, cuyos claros se cierran con arcos á regla . Todos los vanos y aleros siguen una misma: linea, y por uno y otro costado estiéndese á escuadra con dos magnificas casas que trazan los• lados menores del paralelógramo. En la de la izquierda, según se entra en la ciudad, está el Parador Real, que ha tomado sin duda este nombre por haber servido de palacio á las personas reales cuando han visitado San Sebastian . El resto de la población no es menos belio que la . plaza Vieja . Construida toda bajo un plan uniforme, al recorrer aquellas calles rectas y formadas por casas que tienen una misma altura, é igual forma, nada mas fácil y frecuente que confundirlas, /116/ nada mas dificil que acertar con una tienda ó con una casa. Por-eso debemos pasar á la linda Plaza Nueva, que como está situada en el centro de la ciudad, nos hará concebir una idea clara de la posicion y distribucion material de las calles.

 Nada puede sorprender mas agradablemente al forastero, que la vista de la Plaza Nueva. Desde luego al contemplar la belleza de la ciudad, presume cualquiera que la Plaza Mayor corresponderá al conjunto, pero de seguro que al verla, aun le parece mas bonita de lo que se figuró. Su area comprende una estension de 150 pies de anchura y 240 de largo ; su planta baja consiste en un soportal de piedra con 55 arcos de medio punto en sus cuatro frentes, y sobre los cuales descansan tres pisos con balcones corridos por toda la linea Estos soportales forman un paseo cómodo y enlosado, que es muy concurrido los dias de fiesta despues de la misa de doce, y en los dias lluviosos, allí tan frecuentes. El aspecto elegante a la par que sólido que se nota en el alzado de las casas y particularmente la belleza y magestad de la del ayuntamiento y consulado que ocupa el frente principal, y en la cual puso el rey don Fernando VII la primera piedra en junio de 1828, componen un todo tan agradable y tan magnifico, que el forastero está embelesado en su contemplación por muchos instantes.

Aumentan la belleza y dan animacion á la Plaza las tiendas mas vistosas. Las muestras que en gruesos caractéres ostentan sobre las /117/  puertas, revelan desde luego el buen gusto y los adelantos de la . industria. Magnificas tiendas de quincalla, entre las . cuales es la mas notable la de Champion; lujosas perfumerías, establecimientos litograficos; librerías y alguna tan provista como la de de Pio Baroja . de cuyas acreditadas prensas . han salido ediciones tan bellas, como la traduccion por Miñano de la Historia de la Revolución francesa de Mr . Thiers, elegantes talleres de sastreria, numerosas zapaterias, tiendas de generos de todas clases, cafés, restaurans deliciosos, todo esto se encuentra en la plaza, de manera que asi como los guerreros de la mitología solo pedían luz a los dioses para pelear en Sao Sebastián, y sobre todo en el corazon de la ciudad, esto es, . en la plaza; solo hay que pedir dinero y ningun capricho quedará por satisfacer . Pero sigamos mas adelante; y saliendo por uno de los arcos de la plaza, por el que está á la izquierda de • la casa municipal nos . hallaremos en la calle de . San Gerónimo, .que diciendo que viene á ser la, calle del Carmen de Madrid, nuestras lectoras comprenderán todo lo que tendrá dé seductora• y entretenida. Antes de llegar á esá calle,  en la que conduce a ella desde el arco y en el mismo edificio del ayuntamiento, nos llama ta atencion una tienda de paños y sastreria, cuya anáqueleria y cuyos escaparates, llenos de los mas ricos génerós, denotan el mas refinado•buen gusto . Es la tienda de los señores Bardy y Denghen, sastres franceses, que con /118/ su hábil tijera dan alli la ley á la moda con no menos fama y nombradía que la dan aqui Utrilla y Miquel y Rouget. Finos, amables y galantes como buenos franceses, seducen tanto sus cualidades como sus satenes y sus paños, y raro, muy raro es el forastero . de buen gusto que marcha de San Sebastian sin •llevar una prenda de su trage cortada en el taller de Bardy y Dengben. El elegante mas exigente es allí complacido, y alguno que con justísimo titulo pasa en Madrid por tal, pudiéramos citar, jóven calavera de buen tono, muy conocido en aquella ciudad por haber contraído en ella matrimonio con una señorita de las mas principales, estando como oficial del ejército de guarnicion durante la guerra civil, que sólo por la tijera de Mr . Bardy ha vislo realizada toda la idealidad de su elegancia fantástica y sublime y que Aristarco severo de todos los sastres del mundo, para el táller de que nos ocupamos, y donde es muy apreciado, solo tiene elogios y admiraciones.

Desde la• puerta de este afamado taller se . ve en la opuesta esquina de la calle de San Gerónimo una tienda de quincalla, atestada de gente . Es dificil penetrar en ella, mas dificil aun llegar al mostrador; pero no debe estrañarse esa dificultad, ni el gentío alli reunído debe dar cuidado á la policia . Aquella es la tienda de Bola.

 la famosa tienda, el celebérrimo almacen de quincalla, bisuteria, joyería, porcelana , china, etc., etc., donde puede decirse que muchas señoras pasan casi toda la temporada de baños . ¿Quién arriba á San Sebastian /119/ sin apresurarse á visitar al señor Bola? ¿Quién se vá sin -dejarle algun dinero como recuerdo de cariño? Muchos se dirijen á la 'bella ciudad con preferencia á otras, por ser un puerto de mar, por contemplar el magestuoso Océano. Pues esos mismos que miran este como el primer objeto de su viage,  será mas fácil y mas probable que se vayan sin ver el puerto, que sin visitar la tienda de Bola. Tan universal es su fama, tan colosal su nombradía. ¿Y qué se encuentra en esa tienda cuya entrada hay que tomar por asalto? Todo lo mas fino, lo mas elegante, lo mas caprichoso, que en sus buenos tiempos producia la industria francesa, en el ramo de adornos, y de interesantes frivolidades; todo lo que de útil, de necesario, de indispensable  para la vida produce la positiva industria inglesa; todos los instrumentos y juguetes infantiles que dá de . si la industria alemana; en una palabra, fiado lo que se encuentra en Madrid en la Corona de Oro , en el Gran Bazar . en la Córte de España , en la Villa de Madrid . Pero cuando los forasteros madrileños se dan tal priesa á . proveerse en la tienda famosa de géneros que con tanta abundancia tienen en la Córte, indudablemente será porque la tarifa del señor Bola sera mas moderada, estará mas al alcance de todas las fortunas, tan lastimadas por la crisis. Algo . de verdad hay en este cálculo ; pero no una verdad que pueda llamarse matemática . Algunos objetos se adquieren alli por la mitad del precio; los paraguas, por ejemplo, . se compran /120/ por, una tercera parte menos del valor que aquí tienen; otros vienen á costar lo mismo que en la capital de la monarquía. Pero . aun estos últimos en que no hay para el comprador ventaja, tienen allí aficionados, ¿por qué? porque en la tienda del señor Bola hay algo mas que el comerciante con su candorosa sonrisa, con su buena pasta, hay algo mas que buenos y abundantes géneros; ese algo mas es el que atrae, el que seduce, el que cautiva, y ese algo mas es la señora de Bola, que es en su ramo una verdadera especialidad. Risueña unas veces, mas seria y como afectando ingenuidad otras, es imposible entrar en su tienda solo con el ánimo de saludarla y pasar el tiempo, sin que al salir hayamos comprado algo. La persona mas indiferente, mas económica, mas inapetente , si se puede decir asi , en el ramo de bisutería , frente á frente de la señora de Bola tiene que comprar ; inevitablemente cae en tentacion. Calcúlese cuánta no será la habilidad, la diplomacia, la lógica, y sobre todo, la: amabilidad y la sonrisa mercantil de esta señora. Tiendas hay tan surtidas como esta, y todo el dia están desiertas, y no por la falta de objetos preciosos y de gusto , sino porque el comerciante ó es soltero, ó aunque casado, no ha tenido la suerte que Bola, que ha encontrado en su esposa el elemento mas poderoso y mas activo de su prosperidad comercial. Si fuera posible; no lo quiera el cielo que el señor Bola se divorciase allá donde se estableciese su señora, acudiría á posarse sobre el mostrador la fortuna; la fortuna, que /121/ no es siempre ciega en nuestra opinion; como la pintan, sino que vé mucho y sabe bien á quien favorece y cubre con sus alas.

En la •misma calle de San Gerónimo en que está situada la tienda de Bola, en esa calle que se parece tanto a nuestra calle del Cármen hay otras muchas tiendas de lienzos, percales franceses, sedas, terciopelos y de toda clase de géneros . Estos abundantes depósitos de la moda de dia y de noche se ven concurridos por todas las señoras espedicionarias que no avanzan hasta Bayona; pues las que coronan su viaje haciendo una visita á la frontera, como en esta se proponen, hacer sus compras favoritas, muestran en San Sebastian la abstinencia tan rigorosa y tan firme, que ni la misma señora de Bóla es capaz de vencer. Pero las señoras que por razones económicas, que respetamos, ó por razones politicas, que si van acompañadas de sus maridos comprendemos, no pasan mas allá de las . murallas de la plaza fuerte, hacen aquí la pro vision de géneros que necesitan, casi con la misma ventaja en el precio que en la ciudad francesa . Elegantes modistas que por la proximidad á esta han tomado en sus cortes todo el aire frances, reciben la mision de convertir en vestidos y manteletas aquellas preciosas telas, que de otro modo podrían correr grave riesgo en los registros de Andoain y Miranda de Ebro.

 Pero hemos entrado y salido en tantas tiendas, que necesitamos que la brisa consoladora del mar despeje nuestra cabeza . Dirijámonos /122/ al puerto . ¡Vano propósito! Las tiendas otra vez retardan el cumplimiento de nuestro deseo. Los géneros que lucen en sus puertas son tan seductores á veces, que maquinalmente , en vez de dirigirnos á la puerta del mar, nos entramos en otra tienda, y deteniéndonos ante el mostrador, preguntamos al comerciante por el precio de la tela que nos llama la atencion. El comerciante nos acoge con amable sonrisa, y -con un acento y una pronunciacion francesa que encantan, nos dice: "Bueno, señor, y barato: en mi tienda no haber marrolla", como la que en otras ha . recogído la señora marquesa de . . . 11 Y pronunció el título de una . señora que es una autoridad en materia de buen gusto. El marrolla nos hizo prorrumpir en una carcajada. Sin duda el mercader francés quiso decir morralla, para indicar que la señora marquesa . de... . se dejó engañar en otras tiendas, llevándose lo que habia en estas de desecho, sin comprender toda la cuenta que la hubiera tenido hacer sus provisiones en casa de Mr . Marrolla. Para indemnizar á este del desaire de la marquesa, que en esta ocasion no miró seguramente por sus intereses, le . compramos lo que nos habia hecho entrar en la tienda, y nos despedimos de él dándole palabra de consignar en letras de molde que en su tienda, una de las mejor surtidas de la ciudad, todo se encontraba menos marrolla, esa marrolla á que tan aflcionada se mostró en opinion del francés la señora marttuesa.

Ya debemos poner aquí punto á las tiendas; pero pecaríamos de injustos si solo hiciéramos /123/ mencion de la de la calle de San Gerónimo. Otras hay en otras calles no menos acreedoras al favor público y entre todas recomendamos á aquellas de nuestras lectoras que deseen ademas de buenos y elegantes géneros, precios módicos, amabilidad sin limites y una figura simpática, risueña y agradable detras del moslrador, la bien surtida tienda de la señora de Goñi, viuda de Elosegui, que hace esquina á la Plaza de las Escuelas.

Basta ya de paseos por las calles, que tenemos curiosidad de ver el muelle. Salimos por la puerta del Mar, y al momento nós . encontramos en él Damos media vuelta, y ya le hemos recorrido. Con esto comprenderán nuestros lectores que no es de gran capacidad. San Sebastian por su importancia mercantil, por sus recuerdos históricos por su movimiento actual, merecía un puerto mas espacioso. Proyectos muy adelantados ha habido de ensancharse; pero en esta época de las . dificultades y de los tropiezos, los pensamientos mas benéficos se estrellan en la escasez de nuestros recursos. No son muchos los buques allí anclados; sin embargo, los que hay, para darse a la vela tienen que poner en movimiento á los demas , porque la concha es tan reducida, que' los buques están alli como empaquetados, y es imposible toda maniobra. Tampoco es hoy grande por desgracia el movimiento del puerto que no hace muchos años vivificaba el comercio de importacion de géneros de Ultramar. Llegan, es verdad, á animar aquella playa algunos buques de América con azúcares /124/ y cacaos, llegan otros con manufacturas inglesas; pero segun los guipuzcoanos, aquel . puerto no es ni sombra de lo que fue hace algunos años, cuando por su gran comercio con Ultramar se sostenía aquella plaza en la categoria de poder marítimo que le conquistara la famosa compañia de Caracas fundada á principios del siglo XVIII. En este siglo de infortunio para la humanidad entera en que parece haber sonado la hora de la postracion y de la decadencia para todos los pueblos, el puerto de San Sebastian no podía eximirse de esta ley' general, y harta fortuna ha alcanzado en mantener la activtdad comercial que le da vida, siquiera no sea la de otras épocas, enmedio de lo . perturbado y critico de los tiempos.

El espectáculo que ofrece un puerto de mar, es siempre en estremo agradable. Prescindiendo de lo que embelesa la vista del mar, escitan generalmente una curiosidad simpatica los tostados habitantes de aquellas casas de madera flotantes sobre las aguas. Aquellos hombres que viven siempre en el mar y para los cuales pudiera decirse que está demas la tierra, ocupados en su bergantín ó en su fragata en las faenas que ellos pueden llamar domésticas, que ni se cuidan de saber si la ciudad cuyas casas descubren desde el buque, pertenece á América ó Europa, que en todas partes hacen la misma vida y en todas les va bien, familiarizados con los azares y los peligros del mar, y acostumbrados al trabajo y: á las fatigas, son verdaderamente unos seres dignos de simpatía y que no pueden menos de escitar la curiosidad /125/ . los buques anclados en el puerto el dia que le visitamos eran de vela; pocos dias antes babia partido un buque de vapor inglés, el mas magnifico de cuantos han salido de los puertos de la Gran Bretaña.

Del puerto pasaremos a la playa, mas no sin volver á salir por la puerta por donde entramos en él y dirigirnos á la de . tierra. La , playa de San Sebastian cuenta muchos apasionados, su tersa planicie, su finisima arena, y hasta la misma figura de una concha perfecta que tanto la embellece . justifican en alto grado esta pasion muy arraigada entre los bañistas . El acto del baño tiene aquí cierto colorido de solemnidad. En primer lugar hay separacion de sexos. Las señoras se bañan én la parte del mar mas cercana á la ciudad; los hombres en la que está mas lejos. Guardias civiles muy vigilantes están encargados del cumplimiento de esta ley que pudieramos llamar del pudor. Para obedecer las condiciones de este en toda su rigorosa extensión, no son hombres como en Deva, los que conducen á las señoras al agua, sino robustas muchachas, de tez curtida, que solo en el trage revelan su sexo. Esta severidad indudablemente despoja al baño de algunos alicientes; . asi es que el que no se baña no va a la playa, porque como espectáculo . ofrece poquísima distraccion. Las casetas de los bañistas son por lo general de lienzo con techos de madera. Para la temporada próxima se construirán con mas solidez y se adoptaran otras mejoras, que ha: anunciado ya el ayuntamiento de /126/ aquella ciudad y que redundarán en comodidad y seguridad de los bañistas. En punto . á los trages de baño de las señoras, como allí se lucen poco, la mayor parte llevan anchos ropones de bayeta oscura. La regular distancia que hay que atravesar desde la ciudad á la playa hace de todo punto indispensable el servido de los omnibus. Este servicio no está, cual debiera, organizado, pues este último año solo un ómnibus francés era el que se presentaba. Esta necesidad debe llenarse para el año próximo, porque es de las mas urgentes. Por lo demas, reconociendo nosotros que la playa de San Sebastian es sin disputa una de las mejores y mas cómodas de España, no aconsejamos que la prefieran á la de Deva, á las personas que se propongan tomar dos baños al dia. La vida que se hace en . San Sebastián es casi la vida de la corte, las visitas por la mañana, la hora de comer, el paseo de la tarde, el teatro por la noche, ocupan demasiado todas las horas del dia para que sea posible hacer dos visitas diarias á la playa. Para conseguir este objeto es necesario renunciar á un pueblo tan culto y tan adelantado como San Sebastia , y elegir uno atrasado, insignificante y modesto, de escaso vecindario y de ninguna distracción. Ténganlo así entendido nuestros lectores.

Aun no hemos visitado los templos, que en está ciudad son magníficos; aun no hemos ido una noche al teatro, que es nuevo y muy lindo; aun vivimos sin saber donde está ese sol que se aparece en los días mas nebulosos y que /127/ alumbra hasta de noche; aun no hemos subido al castillo de la Mota; en una palabra, todavía nos resta mucho que ver y mucho que decir de San Sehastian, y necesitamos que nuestros lectores, si los tenemos, nos continuen . dispensando su indulgente atencion.

Para poder formar una idea cabal del sinnúmero de forasteros que en los meses del estio acuden a San Sebastian, ya para tomar baños, ya para librarse de la rigorosa canícula de Madrid, es necesario ir los domingos y días festivos á la misa de doce que se celebra en la grandiosa iglesia matriz de Santa Maria. Las tropas de la guarnicion concurren á esta misa, completamente armadas, y una banda de música militar colocada en el coro atruena con sus armoniosos ecos las bóvedas del hermoso templo: Este aparato militar, que á veces distrae la devocion de los fieles, derrama sobre el santo sacrificio un colorido de pompa y de magestad indefinibles. Las tres naves de la espaciosa iglesia están ocupadas por un inmenso gentío. La del centro •la llenan los soldados, las otras dos y la parte que está debajo del coro las ocupan en su mayoría las señoras, haciendo oracion apoyadas en el respaldo de las sillas que las sirve de reclinatorio. Todas aquellas sillas• tienen el nombre y apellido de la señora á quien . pertenecen.

Durante la celebracion de la misa, nuestros ojos absortos en la' contemplación de aquel templo magnifico no saben donde fijarse con preferencia. La solidez, la inmensidad y la belleza del edificio admiran y seducen; los elegantes /128/

retablos que adornan la Iglesia, llaman notablemente la atencion, empezando por el mayor, que es de órden compuesto y de un solo cuerpo, obra de don Diego Villanueva . Los altares de la Virgen de la Soledad y de la del Socorro no son menos bellos por su esquisito gusto, como trazado por el famoso don Ventura Rodríguez. Hermosas efigies adornan el altar del Consulado, debidas al célebre escultor Pascual de Mena. El coro, que llena todo el testero de la Iglesia, compite con esta en mérito por su primorosa balaustrada, por su silería en semicirculo y por sus magníficos organos . Este templo de fundacion inmemorial empezó á construirse de nuevo en 1743, por los arquitectos don Ignacio de Lizardi y don Miguel Selezan . y lo terminó 21 años despues en 1764, don Francisco Ibero.

Concluida la misa, detiénense en el átrio del templo formando calle todos los curiosos que llevan la estadistica de las familias forasteras que hay én San Sebastian. Alli ninguna señora se escapa de una revista minuciosa, y como todas saben que ha de tener lugar . pues para eso está-la falange de curiosos formada en orden de parada, asisten á este acto religioso lujosa y ricamente ataviadas. Las niñas solteras al atravesar por aquellos grupos, viendo que son el blanco á donde se dirige el fuego graneado de tantas miradas tiernas é insinuantes, se ruborizan y estremecen; las señoras casadas, que aun gozan del honor de las ovaciones, arrostran con mas serenidad el tiroteo, defendidas por el brazo de sus buenos /129/ esposos, que poco amigos de apreturas se dan prisa á salir de aquel estrecho. Pero huyen de Scila para caer en Caribdis, salvan el peligroso Atrio del Templo, para refugiarse en el soportal de la Plaza Nueva, a donde vuelan con mas ardor los combatientes . Allí se pasea basta las dos de la tarde, siendo aquel paseo una miniatura muy parecida de lo que era el Prado en sus buenos tiempos, de lo que es hoy el favorecido paseo de Atocha

Ya se han dispersado los grupos que dificultaban en la puerta del templo la salida de los fieles. Solo permanecen allí cinco ó seis jóvenes como esperando algo; entre ellos está el dandy de las botas de charol del parador; ¿qué esperaran? ¿Acaso la salida del Sol? Aquel día, aunque nos diga que es brillante, no le llamaremos loco, porque en efecto nos favorece con todo el esplendor de sus rayos de fuego. Pero no es este sol es el que abrasa a . nuestro amigo . Ese sol asoma ya por la puerta . de la iglesia, es una elegante señorita, muy conocida en la corte, donde por ser sin duda muchos los astros del dia, solo tiene categoría de estrella. En una ciudad de provincia las estrellas se convierten en soles. Acompañan á la niña varias señoras, y la escolta su papá, general de muy buena presencia, que ha embellecido recientemente con una corona de conde sus blasones militares. El grupo de jóvenes que esperaba es el estado mayor de la hija del general; la saludan y se reunen á ella con respeto . El elegante del parador no es tan dichoso, y como no tiene la suerte de tratar /130/ á esta familia, se contenta, por todo desahogo a su amor volcánico, con decir tiernamente, al pasar por delante de él la señorita que . h trastornado su razón, estas palabras que ella á veces no oye: "Bendito sea el Sol de San  Sebastian". Mas si no las oye la interesada, las oímos nosotros, y oyéndolas sabemos ya cual es el Sol á que se refiere el jóven . enamorado, cuando basta en los días . lluviosos nos pregunte al sentarse á la mesa si Ie hemos . visto esplendoroso y radiante.

El paseo de la tarde es aun mas concurrido que el de la mañana en la plaza. Fuera de las murallas y saliendo por la puerta de Tierra hay á la izquierda una vastísima esplanada con sus calles de árboles y sus asientos de piedra. Al final de este paseo se tropieza  con el magnífico puente que conduce a la casa de Misericordia, á Pasages y otros sitios no menos deliciosos. A uno y otro lao de este paseo se estiende una hermosa llanura, entapizada de yerba, donde juegan los niños y retozan las niñeras. Aquella gran estension de terreno cubierto de árboles aumentaria mucho la belleza y los atractivos de la ciudad; pero el rigorismo de las ordenanzas militares no permite la plantación de árboles que pudieran obstruir en caso de un ataque los tiros de la plaza. Siempre la desastrosa idea de la guerra se levanta, . como un fantasma negro y horrible, á impedir el completo embellecimiento de un pueblo á quien por fortuna hoy arrulla la paz con todos sus encantos.

La luz del crepúsculo pone término al paseo /131/y anuncia que está ya muy próxima la hora del teatro. Aquellos dias era muy difil obtener un billete. Todos los palcos y muchs lunetas eran de abono, los billetes restantes se los disputaban con empeño los qu llegaban al despacho. Este entesuiasmo por el teatro tiene dos espliaciones muy naturales. es la primera la de no haber en San Sebastian otro punto de reunion donde pasar la noche, y la segunda, que pudieramos calificar de principal, la cirsunstancia de salir a  las tablas el actor don Vicente Caltañazor, que es sin disputa el mas gracioso de todos nuestros graciosos.

El teatro de San Sebastian, de construccion reciente, es uno de los mas lindos de Espaa, y en su estension y repartimiento se parece mucho a los teatros de nuestros sitios reales. Apenas llegamos á nuestra luneta, y á lfavor de los gemelos, pasamos una ligera revista á la concurrencia: nos pareció que nos hallábamos en el teatro el Circo ó en el del Príncipe de Madrid. Todos los palcos estaban poblados por las señoras mas bellas y elegantes, prendidas ocn tan buen gusto y tanto riqueza como pueden hacerlo en la corte para asisitir á uno de los bailes de Palacio. Alli lucia su espléndida elegancia la señora duquesa de Frias, alli hacia el alarde de su amabilidad y de su gracia la señora condesa de Torrejon. En otro palco se veia á l familia del general, conde de San Antonio, ,ocupando el preferente sitio que reclamaba su belleza una de su hijas: en otro etaba el señor don Joaquin Maria Ferrer con sus graciosas hijas, una de las /132/ cuales tenía á su lado al jóven general Leymerick, con quien se ha casado no hace mucho; alli vimos tambien á la señora condesa de Mendigorria, al respetable general Oraa, al señor Luzuriaga, al capitalista señor Vela, al señor don José Ciudad, subcontador general, al diputado señor Blanco de La Toja con su señora y sus preciosas niñas, en un palabra, á otras muchas personas muy conocidas en Madrid que no nos es posible recordar. Digasenos, pues, si la ilusion de que nos hallábamos aquella noche en un teatro de la corte, podria ser mas completa. Al lado de todas estas señoras, qu en nuestro Madrid figuran en primera linea por su posicion y por su buen tono, competían sin vivalidad en lujo y en buen gusto las señoritas mas principales de San Sebastian. Una entre todas llamaba particularmente la atencion por vestir un elegante traje de boda. Preguntábanse al oido los curiosos si se habia casado aquella noche, y contestaban los mejor informados, que estando ya próxima á l nupcial coyanda, s habia desistido del adelantado proyecto, y como sin duda tenia ya hecho su tren de novia, no quiso por temor á necias murmuraciones dejar de lucirlo. Escusamos decir que el teatro estaba brillantemente iluminado, pues ademas de la magnifica araña, derramaba sus fúlgidos resplandores el consabido sol quien servia de horizonte á uno de los palcos principales.

 La comedia gustó mucho, porque la compañia,-si bien no contaba en su seno ninguna /133/ notabilidad indígena, era regular y disciplinada. Caltañazor estuvo felicisimo y fué aplaudído estrepitosamente. Despues de la comedia, pareja y media francesa nos distrajo con su habilidad coreográfica, y decimos pareja y media, porque eran dos bailarinas y un bailarín, los cuales, en el gusto de los trajes y en la ligereza y gracia de sus movimientos nada tenían que envidiar á . las Guys y á los Petipás. Aquel público, acostumbrado en su rmayor parte a las piruetas de estos , acogió con aplauso á los bailarines franceses que vinieron á . recordárselas y que aun hubieran lucido mas su habilidad artística si la mal arreglada orquesta no los hubiera perturbado con sus desacordes compases en lo mas sublime de sus vuelos y trenzados.

Algunas noches, y como para hacer mas . agradable la permanencia en San Sebastian de los huéspedes de verano, se dieron en uno de los salones de la casa del Ayuntamiento y Consulado . conciertos muy brillantes, si no por el número de artistas que en ellos tomaron parte, por su indisputable mérito, y por la escogida concurrencia que los favoreció. Uno de esos conciertos fué á' beneficio del niño Monasterio, de ese pequeño Ole-Bull español, que dentro de algunos años eclipsará en el violín las glorias del artista aleman. El distinguido tenor de la capilla real , señor Cajigal, dio realce a la fiesta cantando con todo el raudal de su hermosa voz, todo el repertorio de esas canciones españolas que siempre escitan la hilaridad y el entusiasmo de nacionales y estrangeros /134/ y para las cuales tiene Cajigal una disposicion privilegiada.

Los forasteros del sexo masculino que en vez de ir al teatro ó al concierto , preferían por la noche entregados á la politica ó á la sociedad de hombres; conseguían este objeto en el Circulo, reunion de amigos, establecido en un espacioso cuarto principal de La Plaza: Nueva, donde hay un gabinete para la lectura de periódicos; mesas de villar y de tresillo. Este local :está perfectamente adornado, y amueblado con tanto lujo y elegancia que puede competir con nuestro Ateneo y nuestros Casinos. Los socios amigos contribuyen con una cuota mensual para el sostener tle la casa y pago de los criados y tienen el derecho, de que usan con galante prodigalidad de presentar á los forasteros que permanecen en San Sebastian por breves dias. No debemos abandonar la mas bella población de Guipúzcoa sin hacer: una visita á la antiquísima fortaleza qué la defiende y cobija con sus cañones. La subida es un poco fatigosa, pero aun lo parece mas antes de emprenderse, porque á medida que se va, enciendo, recreados los ojos con aquel espectáculo imponente del mar que azota con sus olas los cimientos del monte sobre que se levanta el castillo, olvidanse fácilmente los espedicionarios de la aspereza de la cuesta. No menos ocupada que los ojos, está pronto . la imaginacion, de la cual se apoderan las ideas mas tristes y  melancólicas, si bien mezcladas de cierta grata dulzura, al contemplar á la . derecha y como /135/ á la mitad del camino que por el monte conduce al castillo, varios elegantes al par que sencillos sepulcros donde descansan en paz, arrullados por el Océano y á la sombra hospitalaria de algunos árboles, los restos de un ilustre general español y de cuatro bizarros oficiales ingleses, que encontraron una muerte gloriosa defendiendo la cuasa de la libertad en la última guerra civil. Estos sencillos monumentos solo tienen un nombre y una fecha grabada en su dura piedra. El nombre del valiente cuyas cenizas guardan el dia en que hizo a su patria el sacrificio generoso de su vida. Nos aproximamos llenos de respeto á leer una de aquellas inscripciones funerarias, y el nombre del malogrado y bizarro general Gurrea se prensento á nuestros conturbados ojos, cercado de aquella aureola de heroísmo y de gloria que adorna siempre la tumba de los que, fieles . á su bandera, pierden la vida en un• combate. Las demas inscripcione, . elocuentes tambien por su laconismo, están en idioma ingles. La naturaleza, que en casi todo el monte es árida y poco amena , en aquel recinto donde están los sepulcros de los guerreros parece que se ha complacido en mostrarse risueña y florida y las mas lindas florecillas silvestres y los arbustos mas lozanos crecen erguidos y vigorosos como si les sirviese de . savia la sangre preciosa de aquellos héroes.

Pero no turbemos con . nuestra . importuna curiosidad la . paz de aquellas tumbas y trasmitamos á nuestros lectores las noticias que nos dió del castillo el . apreciable y entendido /136/ oficial que tuvo la bondad de servirnos de Cicerone . El castillo llamado de la Mota, nombre dado antiguamente á toda fortificación, asienta en la cúspide de un mogote nombrado monte Urgull de unos 5,000 pies de elevación . que sirve como de muralla y defiende por el N. á la ciudad, hallándose cabalmente construido sobre las ruinas de otro castillo que en el mismo sitio erigió don Sancho el Fuerte de Navarra. En las obras del que existe gastó la ciudad crecidas sumas, segun consta de una real cédula de Carlos V en Monzon á 16 de agosto de 1541 . El perimetro de esta fortaleza es un cuadrilátero de no gran superficie, pero con dos cuerpos, uno alto a manera de gran torreon que se llama el macho, donde debía estar la torre del homenage y otro bajo, que, aunque elevado tambien, lo es solo con respecto al anterior y al que se llama plataforma inferior del macho; uno y otro son de sillería. Se asciende á la entrada de este último por una escalera de piedra, y frente á la puerta vése una bóveda que está inservible, segun nos informaron, por la humedad de que adolece; continuando ótro tramo de escalera, se logra el acceso al-referido cuerpo bajo del macho, en el que se encuentra un cuartel como para 200 infantes, un cuerpo de guardia, una cisterna que recoge las aguas de todos estos edificios y una capillita con la devota imágen del Santo Cristo llamado de la Mota, que sirve de parroquia castrense . Súbese desde el cuerpo bajo al macho ó parte alta del torreón por /157/ otra escalera tambien de piedra, á . cuya derecha, y como á su medio, estan los pabellones de los ayudantes y no lejos de este punto está la puerta que da entrada al torreon, desde la que nace una escalera, nada cómoda por su corta inclinación, que desemboca en el centro de otros pabellones que hay en la parte alta para el señor gobernador oficiales y arrestados, que no son de consideración, pues para los que merecen esta hay calabozos al pié de la última escalera. Desde estos pabellones salese por un tránsito á la puerta superior del torreon ó macho y queda compensada la fatiga de haber subido á tan alto punto, por las encantadoras vistas que desde él se descubren: vése el mar Océano cantábrico desde el cabo de Machichaco basta el cabo Breton; y por la parte de tierra preséntanse á la vista gran poreion de caserios y multitud de cerros, collados y llanos; ése el monte Aya, cúmbre del principio de los Pirineos y otras varias cordilleras de la vecina república de Francia, de Navarra y Viscaya y de la provincia de Guipúzcoa la mayor parte de sus altos montes, cómo el Hernio, Aralar, Adarra, lzarri, Alzania, y un grandísimo horizonte. Encuéntrase aqui otra cisterna para las aguas de los tejados y una puerta que da á una escalera por la que se desciende á un subterráneo que sirve de prision. Tambien hay una asta de bandera para que el vigia haga en ella las señales y comunique á la capitanía del puerto la clase de buques que se aproximan. En esta es donde caen generalmente algunas exhalaciones /158/  cuando hay tempestades que suelen ser muy frecuentes en invierno, pero felizmente hasta ahora no ha ocurrido desgracia alguna en los pabellones que están próximos. Entre las varias tormentas . de . que se hace mencion, . la mas deshecha fué la del 7 de diciembre del año de 1688, en la cual cayó un rayo e inflamó uno de los almacenes de pólvora, que produjo una horrorosa esplosion, de cuyas resultas quedaron resentidas algunas obras y voló un trozo de la parte alta del monte, cuya rotura se ve aun . Igual fracaso aconteció en 4 de diciembre de 1575, aunque no tan horroroso, porque no fué tan fuerte la esplosion, pues se reduje á la de un corto número de barriles de pólvora que se inflamaron del mismo modo.

A mas de la obra descrita que en 1610 hubo proyecto de aumentar y que es á lo que se llama el castillo, hay una porcion de baterias diseminadas por el monte, situadas en parages convenientemente elegidos para el objeto que . cada cual de ellas ha de llenar en la . defensa . Algunas se han reparado en este año, otras lo necesitan, pues estan bien deterioradas; de todas hablaremos aunque con brevedad.

Dos son los caminos que desde la ciudad dan subida al castillo envolviendo de uno y otro lado todo el monte y sobre los que se encuentran situadas todas las baterias, esceptuando una que por hallarse en parage escesivamente bajo y casi á orilla del mar . ha sido preciso darle un ramal de comunicacion en /139/rampa que conduzca á ella . :Empezaremos á citarlas.

A la parte del S . del monte y á sus estremos de derecha e izquierda, casi á un nivel, hay dos espaciosas baterías apellidadas del Principe y de la Reina, la primera muy deteriorada, la última reparada en este año, se encuentra en el mejor estado: una y otra . tieen el competente número de piezas para hostilizar todo el frente de tierra en caso necesario. Ambas son abiertas de sus golas y forman un saliente en ángulo casi recto.

Al S O . del monte, pero en situación mucho mas baja que las anteriores, está la batería de los ataques ó del mirador; tiene dos Cuerpos uno bajo y pequeño sobre el mismo camino, •con solo dos piezas para tierra; el otro alto, espacioso y con fuegos para la mar y tierra, pero su pavimento está muy deteriorado, lo que origina que una bóveda hermosa que hay debajo de él y á la que se baja desde la misma batería por una buena escalera, sea húmeda é inservible para alguno de los usos á que pudiera destinársela. Toda esta obra es de silleria y la de: mas consideración de todo el monte.

Al S . O . del monte y en situación menos elevada aun que las ya citadas, hay otra bateria denomína de Sta Clara baja para cuatro piezas, de las que dos defienden la . entrada al puerto y las otras dos baten la bahia y el frente de tierra . Esta •bateria es abarbetada . en ángulo saliente y abierta de su gola . Tambien:es de las recompuestas /140/ Desde la gola de esta bateria baja un camino á un gran peñascal á orilla del mar donde hay una fuente, de cuya agua usan algunos de los vecinos de la ciudad por conceptuarla mejor que la del pueblo.

Al S y como en el centro del monte, casi a igual altura de la de Sta . Clara baja, está la nombrada de las Damas para cuatro :piezas que batan en caso necesario la babia y el frente de tierra. La forma de esta batería redúcese a la de un parapeto en linea recta con sus correspondientes cañoneras. Es de las rehabilitadas este año y está en muy buen estado.

Resta indicar la última y mas baja de todas las del monte, que es la de Bardocas, para cuatro piezas de grueso calibre que baten la mar y entrada al puerto. Está abierta de su gola y su figura es la de un saliente en ángulo muy obtuso. Es abarbetada y tiene algunos espaldones. Tambien es de las compuestas. En esta batería, como en todas las demas, hay sus correspondientes cuerpos de guardia para la tropa que las cuida.

Almacenes de pólvora son tres los que hay en todo el monte, uno en lo alto y no distante del castillo á su O, al que denominan almacen del Cristo, y otros dos cercanos á la batería de Bardocas próximos á la mar . Estos, bien colocados bajo cierto aspecto, porque aun cuando ocurriese una voladura por un rayo no podria ocasionar grandes estragos, no lo están militarmente considerados, porque en caso de un ataque maritimo serian /141/descubiertos desde el mar y en breve los volaria el enemigo.

Todas estas obras importantes, y algunas otras que omitimos, se han llevado á cabo bajo la dirección cientifica é ilustrada del apreciable y distinguido comandante de ingenieros don Julian de Angulo, que con un celo ejemplar y con un entusiasmo por todo lo que pertenece á aquel país, que solo puede sentir quién como él tiene allí todos los vínculos de su corazón y todos los elementos de su bienestar, se consagra afanoso al cumplimiento de sus deberes militares y desde que asoma el sol por el horizonte hasta que se pone permanece en el castillo recorriendo las obras y examinando y dirijiendo por si todos los trabajos.

Olvidábasenos decir que al llegar al torreon del castillo tropezamos con otro objeto que de nuevo trajo á nuestra memoria la idea de la guerra civil. Era un hombre corpulento, no muy alto, dé torva mirada y tez ennegrecida que, apoyando los brazos sobre la muralla del torreon, estaba como distraído en la contemplación de aquellos campos tan risueños y tan tranquilos, que su fanatismo político intentára, aun no hacia dos meses, convertir en campos de desolacion y de ruina, sustituyendo á los limpidos arroyos que los fecundan, raudales de sangre española, que cubriéndoles de rogizo color los esterilizaran para la riqueza y para la vida. Aquel hombre fué uno de los caudillos del último y felizmente frustralo alzamiento, que costó la vida al /142/ malogrado Alzaá; y tenía por prision él castillo ínterin se decidia de su suerte. Pregutamos su nombre, movidos de natural curiosidad, y si la memoria nos es fiel, creemos que nos contestaron que era conocido por el Taerlo de la ratera, apodo que hemos leido cien veces en los partes ofciales de la Gaceta. . Aunque la situación de un prisionero mueve siempre á compasion, procuramos contener en lo posible los impulsos de este sentimiento generoso en favor de un hombre que habiendo intentado encender de nuevo la guerra civil en aquel país pacifico y patriarcal, no la tuvo sin duda para sus buenos y nobles moradores y tal vez ni consagró un átomo siquiera A la memoria de aquellos valientes, víctimas de la guerra, por delante de cuyos sepulcros cruzó impasible al subir al castillo