NOTICIA DE LAS COSAS MEMORABLES DE GUIPÚZCOA / PABLO GOROSABEL

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LIBRO I

DESCRIPCIÓN DE LA PROVINCIA

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CAPITULO VI

DE LA REGIÓN LLAMADA CANTABRIA

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SECCION III

De la Cantabria del tiempo del imperio romano

 

/249/ Considerada la Cantabria durante el imperio romano, o sea, la región particular y legítima de este nombre, es preciso confesar que no comprendió en sus límites a Guipúzcoa y Alava, ni a la mayor parte de Vizcaya. La prueba de esta proposición de ninguna. manera mejor puede hacerse  que por medio de la exhibición de los textos de los escritores coetáneos; por lo cual, me limitaré a hacer mérito de los pasajes principales de los mismos, que be podido recopilar y coordinar. Procederé también en esto con toda la posible brevedad, /250/ conforme a la índole de la presente obra, remitiendo al lector que quiera más instrucción a los tratados de los mismos autores.

De estos el más antiguo es Estrabón, quien en uno de los pasajes de su obra de la Geogrqfta dice que los berones, o sea, riojanos, eran confinantes de los cántabros comiscos, y contiguos a ellos los bardietas, a quienes llamaban bardielos; que la ciudad de los primeros era Varia, sita en el mismo paso del Ebro, Berones, dice el texto, Cantabrorum, Coniscorum finitimi. El mismo escritor geógrafo dice en otra parte que todos los montañeses que terminaban el lado septentrional de España, gallegos, asturianos, cántabros hasta los vascones y el Pirineo, vivían de un mismo modo. Añade que no ponía más nombres, porque desagradaban, a no serque alguno gustaseoir pletausos, bardietas, autrigones, y otros peores. Por último, en otro texto, .después de manifestar que un legado guardaba la Galicia, a la que correspondían los montes septentrionales con los asturianos y cántabros, dice que por el territorio de aquellos pasaba el río Melso, al parecer Nalón, del cual distaba poco la ciudad de Noega, cercana al estuario que separaba a los asturianos de los cántabros. In propincuo est, dice, stuarium, quod astures a cantabris dividit. Añade en seguida que las montañas vecinas hasta tocar en el Pirineo gobernaba un legado con una cohorte: proxima ad Pyrenem usque montana gubernat alter legatorum una cohorte. Se ve, por consiguiente, que Estrabón por el primer pasaje distingue a los cántabros de,los berones, yárdulos, autrigones y vascones, si bien en lugar de várdulos pone vardielos .Y por autrigones, altrigones, según indiqué antes. Nótase también que por el segundo situa la Cantabria como confinante con Asturias, /251/ dividiendo ambas comarcas por medió del estuario del Océano, el cual parece corresponde a la ría de Villaviciosa, aunque algunos piensan sea la boca del mar de San Vicente de la Barquera, cuya di vergencia no trato de deslindar, por no conducir a mi objeto. Da a entender por el tercero que entre la Cantabria y el Pirineo había un territorio habitado por pueblos distintos, que no podían ser otros que estas provincias.

Pomponio Mela en su.obra De sllu -orblsJ describiendo la costa de Oeste a Este, dice que desde el promontorio Nerio, hoy Finisterre, hasta los cántabros forma una línea recta, y que desde allí comienza a retirarse, indicando así por línea occidental de la Cantabria el cabo de Peñas. Expresa en seguida que el trecho que hay desde Asturias al Pirineo ocupaban los cántabros y várdulos, conforme a las palabras citadas antes, tractum Cantabri et varduli tenent. Claro es, pues, que este escritor distingue también a los cántabros de los que eran várdulos, en el hecho de llamarlos con distintos nombres. Siendo cosa constante, además, que el último comprendía en su mente, no solo a los várdulos propiamente, sino también a los autrigones, caristos y vascones de la costa, o sea, a los habitantes de las tres provincias vascongadas, dedúcese que no extendía a estas el territorio de la verdadera Cantabria. Añade que por el territorio de los cántabros y de los salenos pasaba el Saurio o Sangio, por los autrigones y orgenomescos el Nausa; y no siendo este río ni aquel ninguno de los de la provincia, dedúcese que la Cantabria a que se refería, tenia su situación fuera de la misma. Se confirma poderosamente este concepto con la conclusión del mismo pasaje precedentemente, transcrito. Allí se ve que después de hablar de la /252/ Cantabria, dice que desde su término hasta la cumbre del Pirineo los várdulos cerraban las Españas: varduli una gens, hinc ad Pyrenei jugi promontorium pertinens, claudit Hispanias. Quiere decir que después de los cántabros estaban los várdulos, esto es, los guipuzcoanos; luego unos y otros eran distintos en sentido propio y riguroso de los geógrafos.

C. Plinio, según se vio al tratar de la Vardulia, sitúa la región de los cántabros al occidente de Flaviobriga, o sea, al parecer, el puerto de Abando. El mismo, después de referir los pueblos que per tenecían a los várdulos, dice que la región de los cántabros tenía nueve Ciudades el río Sanda, el puerto de la Victoria de los juliobrigenses, de donde las fuentes del Ebro distaban cuarenta mil pasos. Civitatum novem regio cantabrorum flumen Sanda, portus Victori juliobrigensium: ab eo loco fontes Iberi quadraginta millia passumdice su tex to Latino. Se ve, pues, que este geógrafo interpone tambjén a los vascones y várdulos, como gentes de distintas naciones, entre el Pirineo y los cántabros; que aplica a estas nueve ciudades el río Sanda, hoy Salía o Sella, el indicado puerto, al pa recer Santoña, pertenecientes a la provincia de Santander. Plinio, finalmente, sitúa a los cántabros aledaños con Asturias; pues hablando de los pueblos que pertenecían al convento de Clunia, dice que los demás que no expresa, caían hacia el Océano. Añade, en particular los várdulos y cántabros, junto a los cuales estabanlos veinte y dos pueblos de los astures. Su texto latino es: ad Oceanum reliquia vergunt, vardulique ex predictis et cantabri: junguntur his viginti duo populi. No menos explícito es el mismo geógrafo sobre el particular, al expresar que el río Ebro nace en la /253/ Cantabria, no lejos de la ciudad Juliobriga, la cual al parecer se hallaba donde ahora la villa de Reynosa: Iberus amnis  navigabili comercio dives, ortus in cantabris haud procul oppido Juliobriga.Por lo que resulta de estos testimonios, no se puede menos de reconocer que según este dicho escritor, la Cantabria legítima ocupaba el territorio intermedio entre Asturias y Vizcaya, por la parte de la costa marítima.

 En el mismo sentido que los tres precedentes escritores se expresó el no menos distinguido geógrafo Claudio Ptolomeo. Se ve, en efecto, que en su celebrada, obra expresa que los cántabros eran orientales con respecto a los asturianos, y que todavía eran más orientales a los unos y a los otros los autrigones: orientalia autem Asturiae tenent cantabri, orientaliores autem his et cantabris sunt autrigones. Conforme a este textos los cántabros ocupaban un territorio inmediato al de los asturianos por la parte oriental, o sea, en dirección a Francia; y seguían después  a los mismos los autrigones, que eran los pueblos situados en la Bureba. Y la parte occidental de Vizcaya. Plinio dijo, en efecto, que los autrigones pertenecían a la audiencia de Clunia, y concluyó expresando que tenían diez ciudades, de las que solo cita a Tricio y Bribiesca, ambas de la provincia de Burgos: in autrigonum decem civitatibus Tritium et Birobesca. Además, según Ptolomeo, el río Noegancesia pertenecía al territorio de los cántabros, y siendo su situación al grado XIII de sus tablas en la pro vincia de Asturias, antes del que ocupaban los autrigones, es claro que la legítima Cantabria no comprendía parte alguna de nuestra provincia. Recorriendo el mismo geógrafo la España en lo mediterráneo, manifiesta en otra parte que al /254/ Oriente de los asturianos estaban los cántabros, con las ciudades llamadas Concana, Octaviolca, Argenomesco, Vadinia, Véllica, Camárica, Juliobriga y Moreca. Es indudable que la. situación de todos estos pueblos correspondía al territorio de la actual provincia de Santander, por más que no sea dado precisar la de todos ellos. Lo propio ex presó en otro lugar, al decir que Bribiesca era una ciudad de la España citerior, sita en el trecho dé los autrigones, pueblos cercanos a los cántabros por la parte Oriental: Birobesca Hlspaniae  citerioris civitas in tractu autrigonum, qui sunt populi cantabris ad ortum proximi.

Como se ve, los precedentes testimonios justificativos de la verdadera situación de la Cantabria del tiempo del imperio romano, son todos tomados de los geógrafos coetáneos más distinguidos. Otro tanto sucede respecto de varios historiadores de no menos autoridad, cuyas narraciones recorreré con brevedad; siendo el motivo de haberse ocupado de ellas en la guerra cantábrica:, tan renombrada en la antigüedad por sus circunstancias. De ella hablaron Dión Focio, Lúcio Floro y Paulo Orosio, y aunque en términos sobradamente concisos, expresaron los pueblos donde los romanos asentaron sus reales, los que combatieron y toma ron, los montes a donde se refugiaron los naturales, y algunas otras circunstancias, de cuya combi nación se puede deducir la situación del territorio de la Cantabria. En medio de estas indicaciones, no se puede reconocer como pertenecientes a estas provincias ninguna de aque1las poblaciones ni lo calidades; sí, al contrario, se hace preciso confesar que correspondían a la región de la verdadera Cantabria, según queda descrita precedentemente. Segisama, Véllica y Arracilo son las poblaciones /255/ mencionadas por ellos: Vinio y Medulio los montes, que igualmente citan, y de que por tanto hay que ocuparse.

Los expresados historiadores dicen que el Emperador Augusto vino en persona a dirigir la mencionada guerra; que habiendo asentado sus reales en Segisama, con el ejército dividido en tres cuerpos cercó en un día toda la Cantabria. Añaden que el primer encuentro se verificó debajo de las murallas de Bélgica o Véllica:, desde donde los cántabros fugitivos se acogieron a la cumbre del monte llamado Vinio. Dicen por último que los cántabros desbaratados aún en este monte, se encerraron luego en Arracilo; pero que ganada también esta plaza por los romanos, buscaron aquellos el postrer refugio en las fragosidades del monte Medulio. A la verdad, no es muy fácil, por sola la enunciación de estos nombres, determinar la verdadera y exacta situación de cada una de dichas localidades, en especial la de aquellos tres pueblos. Esto no obstante, parece indisputable que todas ellas pertenecían al territorio que en la actualidad forman las provincias de Burgos y Santander, hecho que procuraré demostrar a continuación de la mejor manera posible.

Es incuestionable que en el territorio que ocupa la provincia de Burgos hubo en lo antiguo un pueblo denominado Segisama Julia, así como también los que fueron Conocidos por Segisamón y Segisamúnculo. Pues bien, como son estos nombres tan parecidos entre sí, prestan materia bastante para dudar o disputar cual de estos tres pueblos era la verdadera ciudad de Segisama, donde Augusto puso sus reales al comenzar la citada guerra. Sin embargo, lo más probable es que fuese la actual Sasamón, situada en 1a frontera /256/  de las montañas de Santander, si bien sobre este particular hay diversidad de pareceres entre los escritores. De contado, la opinión de Garibay sobre corresponder la Segisama al pueblo de Guipúzcoa llamado Beizama, existente entre las villas de Tolosa y Azpeitia, es enteramente inadmisible; y si ella es extraña en un historiador tan erudito, lo es más respecto del P. Juan de Mariana, que la acogió sin crítica alguna y tan de ligero. Garibay era al fin guipuzcoano; y el amor de su patria pudo impresionarle a atribuir a ella las heroicas acciones de los antiguos cántabros; Mariana no, tema semejante motivo para incurrir en tamaña equivocación. Beizama es, en efecto, una pequeña aldea compuesta de solo unos cuantos caseríos de labranza construidos alrededor de una iglesia parroquial. Su situación es en terreno cuasi des poblado aún ahora, muy costanero y quebrado, rodeado por todas partes de altas montañas, y distante de todas las fronteras. En ella no hay disposición, no para acamparse un Emperador con un gran ejército con sus máquinas militares, caballería, bagajes y víveres, que solían llevar los romanos; fosos, vallados, y otros medios de defensa, que acostumbraban construir los mismos, sino ni aun para alojar una compañía de soldados. No existía, por otra parte, camino alguno militar por donde poder pasar un numeroso ejército a aquel apartado lugar con tanto séquito. Tampoco se comprende cómo hubiera podido penetrar en un país tan montuoso, que en aquella antigua época todo sería un bosque, sin que antes de llegar a aquel punto ocurriesen algunos lances de guerra de que ninguna indicación hacen los mencionados historiadores. 

Orosio y Floro, al referir que Augusto puso sus/257/ reales en Segisama, apud Segisamam castra posuit, suponen que esta población era una plaza de armas, concepto que ninguna persona que conozca este país puede dar a Beizama. Además, los que pretenden que esta aldea corresponda a la ciudad Segisama de los romanos, van contra el propio fin que se proponen en sustentar semejante parecer. Segisama no era, en efecto, pueblo perteneciente a la legítima Cantabria, según la narración de los citados historiadores, puesto dicen que habiendo repartido el emperador en aquella plaza todo su ejército en tres campos, acometió y ocupó con ellos a toda la Cantabria. Floro dice, inde partito exercitu, totam in diem complexus Cantabri.am; Orosio, tribus agminibus totam pené amplexus Cantabriam. Luego Segisama, punto donde Augusto tomó estas disposiciones para acometer a la Cantabria, no pertenecía al territorio verdadero de esta región, cuanto el pequeño lugar de Beizama. En confirmación de todo esto se ve que Ptolomeo coloca a la Segisama Julia entre los vaceos, a Segisamón entre los turmugos, a Segisamúnculo entre los autrigones; y es una pura ilusión de imaginaciones preocupadas a favor de una idea fija el pretender aplicar a Beizama la posición de la plaza de armas del ejército romano. Finalmente halló que en el Itinerario del emperador Antoni no se sitúa a Segisamón en la calzada que desde Astorga se dirigía a Burdeos luego después de pasado el río de Pisuerga, lo cual hace persuadir corresponda a la actual Sasamón. Que el Segisama Julia era lo que hoy es Amaya, es igualmente una opinión bastante admitida en conformidad a la manifestada por Henao en sus Antigüedades, libro II, capítulo III. Tampoco puede haber duda. racional sobre la. situación de Segisamúnculo /258/ en la Bureba; por consiguiente no puede sostenerse en buena ley la correspondencia de aquella plaza de armas al lugar de Beizarpa.

 No se encuentra mencionado entre los antiguos geógrafos el nombre de la ciudad Bélgica. Se ve, sí, que Ptolomeo cita un pueblo llamado Véllica, situándolo en territorio cántabro, cerca del punto donde nace el Ebro, y debe presumirse que Floro y Orosio se refirieron al mismo. Pero como ni la situación que dicho geógrafo da a su Véllica corresponde al parecer al punto de que se trata, ni hay en él vestigios de que hubiese podido ser en algún tiempo plaza de armas, ni por otra parte el terreno presta disposición para ello, queda muy dudoso este asunto. En tal incertidumbre, han creído algunos, entre ellos el P. Larramendi, que Véllica estaba donde ahora la ciudad de Vitoria, otros han opinado que existió junto a Aguilar de Campoo, quiénes que corresponde a Espinosa de los Monteros, o Bárcena la mayor. Pero no faltan otros que la reduzcan a Velilla de Guardo, especialmente Mayans, y Cortés y López en su Diccionario, y esto parece lo más verosímil. De todos modos, es cosa fuera de duda que Véllica perteneció al territorio de la provincia de Santander, que es lo que más conduce aclarar para mi propósito. ¿Cuál es, sino, la plaza de armas que pudiese corresponder en Guipúzcoa a aquella población? No hay en ella ninguna que se le asemeje en el nombre, no han quedado vestigios de semejante plaza, no se conserva tradición de su existencia, ni se ofrecen conjeturas racionales sobre el particular. Por lo tanto se debe juzgar que no perteneció al territorio guipuzcoano, y menos todavía, cuando los demás puntos citados respecto del teatro de la guerra cantábrica se hallan tan distantes de él. /259/ Que estaba cerca del monte Vinio o Vindio, lo persuade la circunstancia de que los cántabros fugitivos de la derrota sufrida debajo de sus murallas se retiraron al 'mismo monte, cuya situaciónes bien lejana a nuestra provincia.

La aclaración de cuál hubiese sido la otra plaza de armas o fortificación llamada Arracilo, donde los romanos combatieron a los cántabros, ofrece las mismas dificultades que la de Bélgica o Véllica. Por esta razón, cada autor la reduce igualmente a su propio país, donde encuentre algunos semejantes de nombre; como lo hizo Garibay, a quien siguieron Mariana y Larramendi, suponiendo que era el pueblo de Rexil, distante como una legua corta de Beizama. Sin embargo, en mi concepto, semejante opinión no es menos equivocada que la que emitieron los mismos con respecto a este último lugar. Para convencerse de ello, basta tener presente que Régil no es punto, en manera alguna fortificable, ni tiene la menor importancia militar, para que los naturales, después de echados de las posesiones del monte Hernio, como suponen, se encerrasen en él para su defensa en último recurso. Arracillum deinde oppidum, magna vi ac diu repugnanss, postremo captum ac dirutum est, dice Orosio, libro VI, capítulo XXI. Esto es, que los romanos tuvieron que combatir con gran poderío la plaza de Arracilo; que aún así se sostuvo por mucho tiempo; que al fin fue tomada y arrasada. Ahora bien, ¿puede haber alguna persona conocedora de lo que es Régil, que sostenga de buena fe que este pueblo, aún en el estado de extensión actual, pudiese resistir en aquellos términos el ataque de un ejército medianamente organizado? Es un delirio pensar que un pueblo abierto por todas partes, sin ninguna clase de murallas /260/ ni aun muros, dominado por los puntos inmediatos, pudiese hacer tan obstinada y larga resistencia a todo el poder del imperio romano, regido por su mismo jefe en persona. 

Régil, por otra parte, se halla en la falda del mencionado monte, y no se concibe cómo se pudo atacar y tomar su eminencia sin haberse apoderado antes de aquel, para establecer e1 ejército, surtirlo de víveres y demás necesario. Aún cuando no hubiese sucedido así, al menos es evidente que una vez ocupado el monte Hernio, aquel pueblo se haría indefendible. Pero, según la relación que pone el historiador Orosio, parece sucedió todo lo contrario; pues los cántabros, después de la derrota del monte Vindio, todavía se encerraron y defendieron en Arracilo. Así que bajo ningún concepto puede reducirse este pueblo al que en el día se llama universidad de Régil, sito entre las villas de Tolosa y Azpeitia, y que no reúne ninguna condición estratégica militar. Desechada, por consiguiente, esta conjetura de aquellos tres escritores, es preciso buscar en otro punto la verdadera situación de Arracilo. La opinión más fundada y probable es que estuviese donde en el día se halla el pueblo de Aradillos, muy semejante en el nombre, cuyo asiento es cerca de las fuentes, del río Ebro, con el monte Vindio en su proximidad.

Este último monte, al que se refugiaron los cántabros después de la refriega tenida debajo de las murallas de Bélgica o Véllica, tampoco puede ser Hernio, según pretenden Garibay, Mariana y algunos otros. Ptolomeo señala el Vindio como uno de los más insignes de la España tarraconense, nombre que todavía conservan las montañas que desde León se dirigen hasta Galicia, las mismas a que debe reducirse el Vinio citado por /261/  Floro y Orosio. Aun prescindiendo de que este nombre ni siquiera tiene semejanza con el de Hernio, una vez supuesta la situación de Arracilo en Aradillos, es consiguiente la proximidad de aquel respecto de este pueblo; no se puede desconocer, por otra parte, que los lances de esta guerra, indicados por sus historiadores, ocurrieron en las montañas de .Santander, puesto que al mismo tiempo tuvo ella lugar en el territorio de Asturias. Esto indica la cercanía de los lugares, que mal puede avenirse con la mucha distancia de Guipúzcoa y de su monte Hernio; así que el Vinio en cuestión debe reducirse al Vindio de que queda hecha mención. 

Otro tanto digo con. respecto al monte indicado por los historiadores de la guerra cantábrica con la denominación de Medulio, y que Garibay y Mariana creen sea el Menduría o Mauvía de Guipúzcoa. Orosio en el libro VI; capítulo XXI, después de referir que los legados Antistio y Firmio guerrearon en las ulteriores partes de Galicia, que terminan en el Océano, añade que circumvalaron el monte Medulio sito sobre el río Miño, doude se defendió gran multitud de gentes. Nam et Medullium montem, Minio flunini inminentem, in quo se magna hominum multitudo tuebatur, per quindecim millia passuum fossa circunscriptum obsidione cincerunt. Conforman en esto la Crónica general del rey D. Alonso el Sabio, Oihenart, Gil González, Moret, Henao y otros. Si estos autores controvierten, por lo demás, sobre, si dicho monte corresponde a las Medulas del Vierzo, o a otro que está cerca de Mondoñedo, de todos modos es indudable que pertenece al territorio de Galicia. Consiguientemente, ha sido una notoria equivocación el situarlo en la provincia de /262/  Guipúzcoa, tan lejana de aquel antiguo reino, solamente por acomodar a la misma los lances de la guerra cantábrica.

Queda así aclarada en lo posible la situación de Segisama en la villa de Sasamón, o a lo menos en otro punto de la provincia de Burgos, la Bélgica o Béllica; Arracilo y Vinio en la de Santander y sus confines, y la de Medulio en Galicia. Consiguientemente, es indudable que la Cal1tabria, en cuyo territorio tuvo lugar aquella guerra, no corresponde a Guipúzcoa, Vizcaya ni a Alava. Pero no son los pasajes citados hasta aquí, los únicos testimonios de la exclusión de estas tres provincias de la Cantabria propia y rigurosa del tiempo de los romanos, sino que haya otros que concurren al mismo objeto, de los que indicaré algunos más notables. Floro manifiesta que en la costa del mar Océano había dos muy poderosas gentes, cántabros y asturianos, que no contentos con defender su libertad o independencia, procuraban dominar a sus confinantes, y fatigaban a los vaceos, curgonios y autrigones con continuas incursiones. Qui non contenti, dice, libertatem suam defendere, proximis etiam imperitare tentabant, vaceosque et curgonios et aurigonas crebris incursionibus fatigabant,. Es indudable que en este texto latino se hallan equivocados los nombres de los curgonios y aurigonas, y que deben 1eerse turmogos y autrigones, que eran las gentes limítrofes de los cántabros. Lo propio expresa Orosio, diciendo que estos y los asturianos eran parte de la provincia de Galicia, por la cual la extendida cumbre del Pirineo, no lejos del segundo Océano, se dilata bajo el septentrión. Añade que ellos, no solo estaban preparados a defender su propia libertad, sino que se atrevían a privar de la suya a los vaceos, /263/ turmogos y autrigones, talando sus tierras en sus incursiones. Hi, dice, non solum propriam libertatem tueri parati, verumtamen finitimorum preri. pere ausi, vaceos et turmodigos et autrigonas asiduis irruptionibus populabantur.

En los dos textos copiados tenemos, pues, declarado que los cántabros eran confinantes con los vaceos, o sea, habitantes de la tierra de Campos, de Castilla la Vieja. Se ve también que limitaban con los turmogos, los cuales, según Plinio, eran los de Segisama y Julia y otros dos pueblos que no menciona, pertenecientes todos a la comarca de Burgos. Del mismo texto se deduce igualmente que los cántabros tenían por aledaños a los autrigones, o sea, habitantes de la tierra de la Bureba, y los de la actual Vizcaya, que caían desde la vía de Somorrostro o la de Bilbao hacia la parte occidental. Por consiguiente, la Cantabria interpuesta entre estas tres regiones era territorio diferente e independiente de las mismas; territorio que no comprendía a estas nuestras provincias, ni podía ser otro el llamado ahora montañas de Santander. Despréndese, además, otra consecuencia importante de los pasajes de los mencionados historiadores. La guerra cantábrica tuvo 1ugar a causa de que los cántabros hacían incursiones en el territorio de los vaceos, turmogos y autrigones, confederados de los romanos, a quienes talaban y robaban. No siendo, pues, regular que aquellos cometiesen semejantes excesos a los de su propia nación o territorio, dedúcese que los segundos pertenecían a otra diferente, por lo que los guipuzcoanos, vizcaínos y alaveses no eran cántabros.

Hay, no obstante, quienes contradicen esta consecuencia, a cuyo efecto haceI1presente'la diferencia que se advierte entre los pasajes de Floro y /264/ Orosio, en cuanto aquel habla de curgonios y aurigonas, y éste de turmódigos y autrigones. Ateniéndose, pues, a las palabras del primero con preferencia a las del segundo, pretenden deducir que ni los vizcaínos ni los castellanos viejos eran los vecinos de los cántabros, a quienes estos últimos fatigaban con sus incursiones. Pero semejante argumentación me parece poco o nada sólida en vista de las consideraciones que paso a exponer. En primer lugar, no hay noticia de la existencia de pueblos denominados curgonios y aurigonas; y así debe creerse que su expresión es una equivocación material, en lugar de turmódigos y autrigones, que varían tan poco. Lo segundo, hay que tener presente que, Orosio era español, y Floro, romano; y debe suponerse a aquél mejor enterado que a este en los nombres de los , pueblos de su nación; por lo que el texto de Floro debe entenderse corregido por el de Orosio. Además de esto, consta que Floro escribió su historia mucho antes que Orosio, y parece regular que este lo hiciese después de haber leído la de aquel; por lo cual, supuesto que el segundo menciona a los turmódigos y autrigones, debe atenerse con preferencia, en caso de duda; a su texto más bien que al del primero. Otra de las razones es que no hay cuestión sobre que los vaceos fuesen los de la tierra de Campos, molestados por los cántabros con sus frecuentes entradas, y lo natural es que los otros pueblos, que igualmente eran fatigados por ellos, estuviesen situados en la proximidad. De aquí se deduce, pues, que debían ser necesariamente los moradores de la tierra de Burgos, la Bureba y parte de Vizcaya, como sus limítrofes. Por última consideración, ocurre que, si los curgonios y aurigonas de Floro no fuesen los turmódigos /265/ y autrigones de Orosio, no se sabría dónde situar a los primeros, de manera que confinasen con los cántabros, sobre todo cuando los segundos ocupaban estos términos limítrofes.-

Tampoco han faltado quienes, fundándose en el mismo pasaje de Floro referente a la causa de la guerra cantábrica, han querido deducir que ésta tuvo lugar en Guipúzcoa, y que por consiguiente, perteneció esta provincia a la Cantabria. Cierto es que aquel historiador dice que en el Occidente casi toda la España estaba sujeta, menos la parte adherente a los peñascos del remate del Pirineo bañada por el Océano citerior. Añade luego que aquí dos naciones muy valerosas, cántabros y asturianos, exentos del imperio, corrían las tierras Vecinas, Sub-Occasu, dice, pacata feré erat omnis Hispania, nisi quam Pyrei desinentis Scopulis inherentem citerior alluebat Occeanus. Hic duae validissimae gentes, cantabri et astures, immunes imperii, fines agitabant, En verdad, a la primera vista parece que los cántabros a que alude Floro debían ser los habitantes de estas tres provincias Vascongadas, sobre iodo los de Guipúzcoa, como los más inmediatos a los peñascos del Pirineo en la costa marítima. Pero a poco que se reflexione, se convencerá cualquier desapasionado de su equivocación, considerando que aquel escritor no dice, como han supuesto los arguyentes que dichas gentes estuviesen contiguas a la cumbre del Pirineo, sino más bien a sus remates. Se ve por lo tanto que esta versión es muy diferente, y que así falta la base de la argumentación sólida. Los remates del Pirineo no están pegados a Guipúzcoa, ni a las otras dos provincias hermanas, pues que este monte va corriendo no solo por las montañas de Burgos y Santander, sino que va prolongándose /266/ aún por las de Asturias. Dedúcese de todo esto que Floro no se refiere en aquel pasaje sino al territorio de las dos provincias últimamente citadas, Santander y Asturias. Hic, aquí, es decir, en este territorio donde remata el Pirineo, se hallaban los cántabros y asturianos; gentes que, según Floro, estaban contiguas, y que por lo mismo no podían corresponder a estas tres provincias Vascongadas. Éstas, por una parte, se hallan lejanas de la terminación de dicho monte, y no confinan, por otra, con las Asturias. Pero aún cuando hubiese alguna duda sobre la inteligencia de este pasaje histórico, se disipara tomando en consideración la segunda parte del mismo. Y en verdad, tanto aquel escritor como Orosio sitúan a los cántabros como confinantes de los habitantes de la tierra de Campos, comarca de Burgos, la Bureba y de la Vizcaya en lo occidental; lo cual no puede conciliarse, suponiendo los remates del Pirineo cerca del territorio de Guipúzcoa, Vizcaya y Alava, sino tan solamente del paraje que queda antes descrito.

Otra de las reflexiones que ocurren para justificar la situación de la Cantabria legítima del tiempo del imperio romano en el territorio ya indicado, es la siguiente. El Itinerario del Emperador Antonino lleva el camino de Astorga a Zararagoza por Pincia, Randa, Clunia y Numancia, declarando al mismo tiempo que pasaba por la Cantabria. Pues bien; Guipúzcoa, Vizcaya y Alava se hallan tan apartadas de esta dirección, que de ninguna manera puede convenir a su territorio; por lo cual es claro que la Cantabria de que habla aquel Itinerario no era la. región de las tres provincias Vascongadas. Al contrario, se ve que dicho camino militar se acomoda mejor al sitio donde /267/ he señalado la Cantabria, cuyo territorio se extendía por el lado meridional a los puntos citados en el Itinerario. En esta conformidad se halla también que el emperador Augusto que vino a dirigir la guerra cantábrica desde Tarragona, siguió al parecer por el mismo camino; y no es creíble hubiese llegado a Segisama, sin tocar en estas provincias, si la Cantabria estuviera en ellas. 

Para concluir este asunto, añadiré otra consideración, que me parece también importante. Según queda manifestado, habiendo llegado Augusto a Segisama, cuya situación ya se ha indicado, puso sus reales en ella, y dividiendo el ejército en tres cuerpos, cercó y acometió en un mismo día a todo el territorio de la Cantabria. Así lo expresa Floro en el libro IV, por medio de estas palabras: Segísame castra posuit Cesar: inde parlito exercitu, totam in diem amplexus Cantabria m. Lo confirma Orosio en el libro VI, capítulo XXI, con la pequeña diferencia de que en lugar de decir que el emperador cerró a toda 1a Cantabria, expresa que lo hizo de cuasi toda ella: tribus agminíbus totam pené amplexus Cantabriam. Por más que haya alguna exageración en este modo de hablar de aquellos dos historiadores, no  se puede menos de reconocer que la porción principal y más importante de la Cantabria debió ser ocupada por el ejército imperial, y que lo verificó simultáneamente. No se podía verificar esto respecto de las tres provincias Vascongadas, y menos todavía por lo que toca a Guipúzcoa, tan apartada del punto donde se supone estuvo Segisama. Muy al contrario, el lenguaje de Floro y Orosio da a entender que que la guerra se concretó en su principio a un territorio poco dilatado e inmediato de dicho pueblo, y por  consiguiente, en la Cantabria de que /268/  hablan no pudo estar comprendida nuestra provincia. Con respecto a la de Vizcaya, ya he indicado que antes de su parte occidental debió pertenecer a la Cantabria legítima del tiempo del imperio romano; y en efecto, supone Plinio que caía en ella un monte muy alto, todo vena de hierro, que al parecer es el de Somorrostro, aunque algunos piensan sea el de Cabarga. Así, pues, bajo la primera suposición, se debe creer que el límite oriental de la Cantabria de aquella época era, o bien la ría que baja por Somorrostro, Muzquiz y Pobeña, o bien el Nervión, que pasa por Bilbao a Portugalete. Ni es fácil determinar con seguridad este punto, ni corresponde su averiguación al objeto de la presente obra.