NOTICIA DE LAS COSAS MEMORABLES DE GUIPUZCOA / PABLO GOROSABEL

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LIBRO II 

DE LOS HABITANTES DE LA PROVINCIA

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CAPITULO IV 

DE LOS USOS Y COSTUMBRES DE LOS NATURALES

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SECCIÓN I

Del género de vida que hacen

 

/404/El género de vida que hacen los pueblos, o sea, la manera en que se conducen sus habitantes, así en las familias como con respecto a los demás, esta sin duda en relación con las cualidades personales de los mismos. Supuesto, pues, que en el Capítulo II se describieron estas circunstancias, seguiré dando en esta sección una idea de dicho asunto; para cuyo efecto será preciso remontar a la antigüedad a que alcanzan las memorias históricas de este país. Que las costumbres de sus naturales eran muy rudas, inhumanas y semibárbaras en tiempo de la dominación de los romanos: he aquí lo que en resumen se deduce de los escritos que se han ocupado en esta materia.

/405/ Uno de ellos, el juicioso y entendido Strabón, que escribió su obra en tiempo del emperador Tiberio, hace la pintura de aquellos habitantes en el concepto que se acaba de indicar. «Todos los que habitan en las montañas, dice, viven muy frugalmente; su bebida no es otra cosa que el agua, y su cama el duro suelo. Dejan crecer sus largas cabelleras como las mujeres, entran en las batallas con sus frentes mitradas, comen mucha carne de cabrón, y éste es el animal que sacrifican a Marte, así como también prisioneros y caballos. Hacen uso de las hecatombes, según rito griego, y, como dice Píndaro, de cada especie sacrifican un ciento. Ejercítanse en la gimnástica a las armas y caballos, ya a la carrera y pugilato, ya a la escaramuza, ya a la guerra por escuadrones. Los montañeses comen bellotas en dos estaciones del año, las que, secas, partidas y molidas, amasan en panes, y las conservan largo tiempo. Beben cerveza, porque la tierra escasea las vides; y si hacen algún vino de esta especie, lo consumen muy pronto en convites, reunida toda la parentela. En  lugar de aceite usan de manteca. Cenan sentados en unos bancos en semicírculo construidos contra, la pared, cuyo primer asiento se da a la edad y al honor, comen por rueda, y antes de beber danzan al son de la flauta o de la trompa, unas veces por alto, y otras en cuclillas y arrodillados». El mismo escritor añade luego en otro párrafo: «esta es en suma la manera de vivir de los montañeses, es decir, de aquellos que forman el costado boreal de la Iberia, gallegos, astures y cántabros, y se extienden dichas costumbres hasta  los vascones y gentes del Pirineo, pues todas tienen un mismo género de vida».

 Tal es la descripción que aquel autor hace de /406/  las costumbres antiguas de los montañeses de la costa del mar Océano, entre los, cuales indudablemente comprendió a los guipuzcoanos. La causa de aquella rudeza ya queda explicada anterior mente al hablar de su civilización y cultura. Fue la apartada situación de la provincia, la falta que tenía de caminos, en una palabra, el no haber conservado trato alguno, comunicación ni comercio con las naciones civilizadas. Consecuencia de la paz o confederación con los romanos fue su roce con éstos, la mejora de sus costumbres, y la modificación de su antigua manera de vivir; adelantos que continuaron en progresión hasta haber alcanzado el feliz estado de civilización que es reconocido universalmente. Sin embargo, los naturales de esta provincia no han abandonado del todo algunos de sus primitivos hábitos y usos, y antes bien se han reproducido en varios de 1a historia nacional. ¿Qué otra cosa son su valor, su fidelidad, su constancia, su sufrimiento, su amor a la independencia, su cariño al país natal, sino las mismas cualidades heredadas de sus progenitores? Esta es una verdad que reconoce el ilustrado autor del Curso de historia de la civilización de España  D. Fermín Gonzalo Morón, lección V, tomo II, como no podrá menos de hacerlo cualquier otro que examine con imparcialidad la fisonomía de este pueblo singular bajo todos conceptos. Guillermo Bowles, en la obra titula[da] Introducción a la historia natural de España, publicada en 1775, se expresa en el mismo sentido con respecto a éstas provincias Vascongadas. Recorriendo aquellos países, dice,  «me parecía haberme trasladado al siglo y a las costumbres que describe Homero; y quien busque la sencillez y la verdadera alegría, las hallara en aquellas montañas, y conocerá que si por lo general /407/ sus habitadores no son los más opulentos son esencialmente los más felices, los más amantes del país, y los que viven menos sometidos a los poderosos». No se engañaba este autor. Las costumbres domésticas que observan las gentes pertenecientes a la masa o generalidad de la población son sencillas;: las de las personas bien acomodadas son, al poco más o menos, como las de igual clase de los otros países civilizados. Aquellas usan de alimentos sanos, nutritivos y bien condimentados, compuestos principalmente de legumbres, verduras, castaña, leche y algo de carne de vaca, si bien entre la clase de labradores se usa este último artículo. Unos y otros hacen su comida principal apenas se retiran de sus labores a las doce horas del mediodía, a las ocho de la mañana un almuerzo ligero, y a la puesta de sol en verano o a la cesación  de las labores en invierno, una cena frugal. En este arreglo económico hay, por supuesto, muchas excepciones dimanadas de los varios gustos y necesidades de las familias, y lo dicho no es más que lo que comúnmente sucede. Con respecto a las familias tal cual acomodadas, su almuerzo ordinario es el chocolate, artículo de que hacen uso aún por las tardes, en especial las mujeres, a la manera de un refresco. Su hora de almuerzo es a corta diferencia como la de las otras clases ya citadas; la ,de la comida principal, entre la una y dos de la tarde; la de la cena, de nueve a diez de la noche. Los labradores no gastan vino en la familia, sino solamente agua pura, y la bebida ordinaria de los jornaleros y aún de los artesanos es la sidra, hecha de manzana, en los puntos en que se produce esta fruta. Aquellos comen generalmente pan hecho con harina de maíz, que lo consideran por más nutritivo y sustancioso que el /408/ de trigo, sobre que es más barato que éste.

Vemos por experiencia que el uso del café sobre comida se ha hecho muy común en el país, no solamente en las familias acomodadas, sino también en las que no lo son; otro tanto sucede con la cerveza por vía de refresco a las tardes. Si ambos artículos, aunque usados como de nuevo lujo, no se consideran nocivos a la salud, es ciertamente muy lamentable y de consecuencias fatales el gran consumo que se hace entre la gente menesterosa, y aún entre mujeres, del aguardiente y otros licores. Lo prueba bien el aumento que han tenido los productos de los arbitrios municipales y provinciales impuestos sobre estos géneros. No es menos común entre los hombre el uso del tabaco fumado, y también de algo el polvo, en cuya formase halla igualmente introducido entre las mujeres. Consta que la Junta general celebrada en la villa de Deva el año de 1644 decretó que ninguno tomase tabaco en humo, hoja ni en polvo en las iglesias, cementerios, juntas de la provincia, Diputaciones y Ayuntamientos, so pena de ocho reales de multa por cada vez a los contraventores, lo que prueba que en dichos lugares y reuniones lo usaban algunos. El modo ordinario de fumar el tabaco es el cigarro, sea puro o en papel, y solamente la gente labradora y la marinera acostumbra hacerlo en pipa. Las bebidas de sorbetes y otros helados, que antes solo se usaban en ocasiones de alguna solemnidad, se han generalizado en los pueblos principales de la provincia, de manera que suele haber venta diaria en San Sebastián y aún en Tolosa en la estación del verano.

En época todavía bastante reciente, a consecuencia de las trabas que se ponían a la libertad del trato y comercio, se experimentaba a cada paso /409/  la escasez o falta de los comestibles necesarios. No se exceptuaban de esta penuria el trigo, maíz, legumbres, vino, ganado vacuno, cerdal y ovejuno, el aceite, verduras, etc., cuya falta se hacía muy sensible, y producía no pocos conflictos. Hoy día, a pesar del gran aumento que ha tenido la población, y de haberse duplicado el precio de las cosas, ningún artículo, aún de nuevo lujo, falta en los pueblos, a lo menos de alguna importancia. Hállanse, en efecto, en éstos vinos diferentes clases de varios puntos del reino y de fuera de él, frutas frescas, secas y en conserva, pastas para sopas, confituras varias, quesos de Cluster, Gruyer, Ho landa, etc. Los escabeches de pescados, embucha dos, tomates, pimientos y otras varias cosas con servadas, que no se presentaban antes en las mesas de Guipúzcoa, son ya muy usuales en ellas y aún en las tiendas Atendido todo esto, puede decirse que el género de vida que hacen los naturales de esta provincia se ha modificado mucho en esta parte, o sea, que se han aumentado no poco sus necesidades, al paso que los medios necesarios para satisfacerlas. No faltara ciertamente quien crea que esto es un mal, al paso que otro lo considerara como un gran progreso de la civilización asunto que no me propongo examinar o discutir en este lugar. Me limito a consignar aquí sola mente el hecho, o lo que sucede.

También se han alterado bastante las costumbres domésticas de los habitantes en esta provincia en otros varios puntos, que conviene indicar. Hasta hace todavía pocos años las familias tal cual acomodadas hacían en casa el pan necesario para el consumo de la semana, la colada y el jabonado de la ropa blanca. Solían así mismo criar y matar el cerdo, para tener provisión del tocino y manteca /410/ durante el año; materia en que no dejaba de haber cierta competencia entre las echeco-andreas, empeñándose cada una de éstas en que el cerdo de su casa pesase más que el de su amiga. Muchas familias, esto las bien acomodadas, mataban igualmente en sus casas algún novillo cebado para salar su carne, y comerla en cecina. Pero puede decirse que todas estas costumbres domésticas han desaparecido en el día en todo punto, a lo menos en los pueblos regulares, conservándose solamente en las aldeas. La concerniente a la matanza del cerdo se fundaba no solamente en la razón de su economía, sino también en la penuria de comestibles de toda clase; penuria que obligaba a las familias a hacer las provisiones necesarias, sin exponerse a carecer de ellas durante algunas épocas del año. Habiendo cesado ya el temor de que pueda ocurrir semejante penuria, y convencidas además las amas de que poca o ninguna cuenta trae aquel sistema de hacer provisiones, han desaparecido, en su mayor parte. Consecuencia de esto ha sido la .abolición de la costumbre que había de repartir recíprocamente las familias entre parientes; amigos y personas relacionadas, de cada pueblo las morcillas, lomillos, etc., cuando se mataba el cerdo; carne, cuando el novi1lo, tortas de pan, en día en que se hacía éste. 

Los bautismos de criaturas de familias de cierta categoría se hacían en lo antiguo con alguna solemnidad, que demostraba la alegría de los padres. A este efecto se convidaba a gran número de parientes, amigos y otras personas relacionadas; con cuyo motivo se causaban gastos de alguna consideración, que se trataron de moderar limitando los convidados a los padrinos y a otras seis personas, etc. Se anunciaba el parto por medio de la /411/ doncella o criada de casa, a quien por ello se daba la correspondiente propina, y después las familias a las que se daba este aviso solían pasar diariamente un recado de atención para informarse del estado de la parida y criatura. Cuando aquélla se ponía buena, daba a sus parientas y amigas un gran refresco de chocolate con dulces, etc., motivo de gasto y de no pocas etiquetas. Puede decirse que en el día desaparecieron cuasi del todo semejantes estilos, y solamente en la clase de artesanos acostumbran los padrinos y madrinas dar algún refresco merienda el mismo día del bautizo a los acompañantes a la celebración de este Sacramento. También se observa en algunas aldeas la costumbre de dar una comida o merienda en celebración del parto después que la parida haya entrado en la iglesia. No se han solido hacer con menos aparato y solemnidad las funciones de bodas de los naturales de esta provincia. Costumbre antiquísima ha sido en la mayor parte de los pueblos de ella la de ir los hombres a las casas del novio y de la novia a dar al uno y a la otra la enhorabuena, después de concluida la misa mayor en que se haya echado la primera o única amonestación del matrimonio. Lo era también de que en tales ocasiones hubiese en ambas casas una mesa cubierta de botellas de diferentes vinos generosos, bizcochos, pasteles, rosquillas, etc., para ofrecer a los que iban con aquel objeto. Consiguientemente, muchos de estos tomaban algo, instados por los interesados de los casanderos, en obsequio de los mismos; pero semejantes estilos puede, decirse que han desaparecido completamente en la actualidad. A fin de excusar aquella ceremonia y dicho gasto, lo que los novios de casas particulares acostumbran hacer es salir fuera, del pueblo aquel día, dejando /412/  cuando más una mesa con recado de escribir, a efecto de que los que vayan a dar la enhorabuena asienten sus nombres. La función de boda ,de los particulares se halla, por consiguiente, reducida ahora a alguna comida, cena o refresco de los individuos de las dos familias, con la agregación de algunas otras personas a1legadas por parentesco o íntima amistad. No así la de los labradores y gente de las aldeas, cuyas bodas duran dos o tres días de comidas continuas, con bailes al son de panderos, silvos y violines, en que se gasta no poco dinero, y a veces hasta la misma dote de la novia, o se contraen obligaciones por cantidades tomadas a préstamo. El arreo de la novia, cuando pasa de un pueblo a otro, se lleva en carros muy chillones y bien adeverados, tirados de bueyes o vacas, al paso que los novios, sus interesados y otros acompañantes van en su seguimiento con algazara y alegría. Anteriormente se tiraban en semejantes funciones y actos muchos tiros con es copetas de caza o fusiles viejos, de que abundaban los caseríos; pero cesó también este uso desde que se hizo necesaria la licencia de la autoridad, con el correspondiente pago para él de las armas de fuego. Cuando se contraí[a]n enlaces designados por circunstancias personales, sobre todo entre un viudo de alguna y una joven, se acostumbraba a darles de noche una estrepitosa cencerrada, que la autoridad local toleraba. Tales zumbas o bromas, no siempre recibidas con paciencia y resignación, dieron a veces lugar a algunos escándalos; y tanto por esto como por hallarse prohibidas por las leyes del reino, han desaparecido de todo punto desde hace bastantes años.

La piedad, que se ostenta en todos los actos de la vida de los guipuzcoanos; no puede dejar de /413/  manifestarse en las ocasiones de las defunciones de sus deudos. Si la persona muerta es de calidad, la visten con decencia y colocan su cadáver en una caja muy adornada, la cual en algunos pue blos se tiene sobre una mesa bien iluminada hasta que llegue la hora del entierro, orando entre tanto algunos a su rededor. Cuando es persona de la clase común, envuelven el cadáver en una sábana, a menos que sea alguna joven soltera, a la que se quiere llevar descubierta, en cuyo caso la visten y adornan. El concurso de gentes a los entierros y funerales suele ser en general de bastante consideración, funciones que se celebran por la mañana antes de la misa mayor parroquial. Las honras de los difuntos continuaban antes por todo un novenario, y además se celebraba un solemne cabo de año; pero en el día semejantes estilos han desa parecido en la mayor parte de los pueblos, salvo en las defunciones de los sacerdotes. También se acostumbraba en tiempos pasados hacer en las ocasiones de mortuorios grandes gastos en banquetes que se daban a multitud de personas, ya fuesen del mismo pueblo, ya de fuera de él, parientes, deudos y amigos, que solían ser convidados a la celebración de las honras. Había entonces en la casa mortuoria no poca algazara que en, verdad era bien poco conforme al triste motivo que promovía la reunión; y no faltaban a veces ,diferencias, altercados y disidencias procedentes de las disposiciones testamentarias, cuya represión pareció necesaria. Así es que la provincia trató desde lo antiguo de evitar semejantes inconvenientes, dictando al efecto las providencias de que se tratará con más extensión en el libro VII, capítulo IV, sección III.

N o descuidó tampoco la. provincia en reprimir /414/ los escándalos que resultaban de la pompa con que se bautizaban las criaturas paridas por solteras, ni los que causaban las mancebas de los difuntos con llantos y otras demostraciones exteriores, de sentimiento. Del registro de las Juntas de Cestona de 1581 se ve que los procuradores de la villa de Azcoitia llamaron la atención de ellos acerca de estos particulares. Expusieron que cuan do algunos hombres morían, las que habían sido sus amigas ponían luto como las casadas, y andaban llanteando; que removían los públicos con aquella memoria, cuyo abuso exigía remedio. Añadieron que igual escándalo producían los bautismos de los que no eran nacidos de legítimo matrimonio, celebrándolos con pompa. Las Juntas, es timando aquella proposición, encargaron a los Alcaldes el cumplimiento de la real pragmática sobre lutos, y en particular la disposición referente contra las que no siendo casadas los ponían por sus amigos. Mandaron además que no se consintiese el que semejantes mujeres se juntasen en las honras y congregaciones de sus amigos difuntos. Pero si es que se cumplieron alguna vez semejantes disposiciones, ya, desde hace muchos años al menos, ninguna autoridad se ha ocupado de este asunto, ni creo haya habido motivo para ello. Lo que sí se observa es que los bautismos de las criaturas de fuera de matrimonio se celebran con cierta reserva y sin ostentación, lo cual se debe sin duda a que en el día se respeta en esta parte más que en tiempos anteriores a la opinión pública, digan lo que dijeren algunos en contrario.