NOTICIA DE LAS COSAS MEMORABLES DE GUIPUZCOA / PABLO GOROSABEL

LIBRO II 

DE LOS HABITANTES DE LA PROVINCIA

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CAPITULO IV 

DE LOS USOS Y COSTUMBRES DE LOS NATURALES

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SECCIÓN III

De las sonatas, bailes y poesía popular

 

/427/ Guipúzcoa, cuyas cosas conservan generalmente un carácter particular sui generis  no podía dejar de tener una música y bailes que también le fuesen peculiares. Conforme a su manera de vivir y a sus costumbres, todos los actos públicos de alguna importancia se hacen en ella desde tiempo inmemorial al son de la música propia de los mismos. Así, pues, esta tenía por objeto, como le tiene en el día, por una parte el acompañamiento de los bailes populares, y por otra, el de tocar varias sonatas destinadas a recordar o representar algunas otras. Tales eran las denominadas alcatesoñu; o sonata de los alcaldes, la ldiarena o sonata para el buey, la de los zapateros, cojos, criaturas de pecho para hacerlas dormir, alboradas, procesiones; los bandos públicos de la autoridad, expulsión de rameras, etc. Los zortzicos del Corpus Christi, San Juan Bautista, la marcha de San Ignacio, etc., tenían así mismo su objeto propio para sus tocatas en estas fiestas particulares, como le tienen aún ahora sin /428/ que apenas se toquen fuera de los días de su celebración.

El instrumento que desde tiempo inmemorial se usa para tocar las sonatas de todas clases es un silvo negro como de una media vara de largo, hecho de ébano o granadillo. Se compone de solos tres agujeros hechos en la parte inferior, dos a su frente, uno por atrás, por medio de los cuales la mano izquierda forma la escala entera en dos octavas completas con sostenidos y bemoles. Colgante del mismo brazo izquierdo, se lleva un tamboril, que suele pegar al compás con un palito asido por la mano derecha; cuyo uso, en mi concepto, debe ser muy posterior al del silvo, reputado generalmente como un instrumento antiquísimo y de los primeros. La agregación de otro hombre con un tambor, cuyos redobles sirven para acompañar las sonatas del silvo, debió ser todavía de introducción más moderna. Por esta razón, se comprenderá que los tamborileros en su principio no fuesen más que unos meros pastores de ovejas o vacas, carboneros, criados de molinos y otros semejantes, que por afición y pasatiempo se dedicaban a tocar el silvo en las horas de sus ocios. Claro es también que los tales no poseerían ningunos conocimientos de música, sino que debían tocar al oído, de una manera irregular e imperfecta. Según D. Juan Ignacio de Iztueta, el primero que redujo aquel instrumento a arte musical fue un Pepe Antón, verificado por los años de 1784, desde cuya época data la perfección de su ejecución, en cuanto la permite la su corta extensión, la falta de llaves y la dificultad de los medios puntos. Consiguientemente, en varios pueblos de la provincia hay en el día tamborileros muy instruidos en la parte musical, y no menos diestros en la ejecución de /429/ este instrumento, con el que tocan con gusto y perfección cualquiera clase de sonatas, en particular las del ojenero, peculiares a los aires del país. En los demás pueblos los hay también generalmente de muy regular instrucción o práctica, pudiendo así decirse que ha desaparecido la antigua clase de meros aficionados. Hállanse dotados, si bien comúnmente con cortas cantidades, de los fondos municipales de los pueblos, consistiendo su obligación en tocar las sonatas del país y demás de su gusto todos los domingos y otros días festivos del año, menos en tiempo de la cuaresma. Por medio de esta música popular, los guipuzcoanos conservan una alegría, puede decirse, continuada, y la juventud de ambos sexos baila en pleno público y a la vista de la autoridad. Semejante publicidad es indudablemente un preservativo de las ofensas que la reunión de aquella pudieran causar en opinión de algunos en materia de moralidad; y de todos modos, cualquiera concibe que es un medio de di versión más decente que el hacerse los bailes de noche, o aún de día, en parajes apartados. La experiencia ha demostrado que cuando se han prohibido los bailes públicos de plaza, se ha ido a bailar a los zaguanes de casas con panderetas, etc. y visto los desórdenes que resultaban de esto, se ha tenido que alzar la prohibición impuesta respecto de aquellos, pues la juventud necesita sus diversiones regulares.

La sonata mas común y la preferente de la música vulgar de esta provincia es la del llamado zortzico, seguramente porque su verso tiene ocho pies de composición. Su verdadero compás es de diez por ocho; de combinación quíntuple, distinto de todos los demás conocidos. Consiste en la combinación de diez corcheas de igual valor, repartidas /430/ en dos solas partes; entrando cinco de ellas en cada una; pero hay que advertir que también se escribe a veces este compás en cinco por ocho, y en seis por ocho, o sea, por quintos. He dicho que el verdadero compás del zortzico es el de diez por ocho, por causa de su mayor regularidad o igualdad. Sin embargo, algunos compositores musicales repugnan su uso, porque creen que es un grave defecto concluir en la segunda parte, sin tener presente que esto es propio de la estructura de este género de canciones y .de otras composiciones cortas. Por esta razón se ha adoptado comúnmente el compás de cinco por ocho, en cuya primera parte entran tres corcheas, y en la segunda dos; combinación irregular y difícil para marcarlo bien, en especial para los músicos, que no son de este país. Si se usa del compás de seis por ocho, como sucede algunas veces, su combinación por tercios y sextos desnaturaliza completamente la condición del zortzico aunque se le de nombre de tal. Es el motivo porque se ha abandonado semejante medida de compás.

Sí es cierto, como asegura el citado Iztueta , en su libro de los antiguos bailes de esta provincia, sus clases ascendían hasta el número de treinta y seis, que los enumera con sus propios nombres. Todos ellos eran de plaza pública con tamboril, puesto que no se conocían bailes de sarao o de dentro de las casas, como los hay en el día. Estas treinta y seis danzas tenían sus respectivas sonatas particulares, cuya colección, puesta en música y en verso, se hizo el año de 1826 por el distinguido profesor D. Pedro de Albéniz, y es excusado el que me ocupe aquí en hacer su explicación. Algunos de estos bailes se hacían solamente en ciertos y determinados días del año; los /431/ demás eran de uso más general para todas las funciones públicas de plaza. Pertenecían a la primera clase la ezpata-danza, que se verificaba el día de Corpus Christi; la broquel-danza, en los días de los santos patronos tutelares de los pueblos; la chipiritona, el día de año nuevo; la jorray-danza, el día de Jueves gordo; la azeri-danza; el domingo de Carnaval; chacolin, el martes de la misma semana; villancicoa, por Navidad; la bordon-danza es peculiar a la villa de Tolosa, donde se hace el día de su patrono San Juan Bautista por la tarde, según tradición, en conmemoración de la victoria de la batalla de Beotíbar. Pero de todos los expresados bailes antiguos del país apenas se conservan ahora en uso más que el aurre-escu, ezpata-danza, broqueldanza, bordon-danza y algún otro. Así todos los demás, puede decirse que han desaparecido; y si alguno de ellos, como el chacolinl o la azeri-danza, se tiene alguna vez por Carnaval, es más bien como una rareza propia ,de aquellos días de broma.

lztueta atribuye la decadencia de los bailes antiguos del país a los tamborileros músicos, a quienes dice repugna mucho tocar las sonatas correspondientes a los mismos, por considerarlas de mal gusto y de peor composición. No me parece que semejante opinión sea muy fundada, ni que dicho escritor fuese justo en la manera dura con que trata a los tamborileros músicos de su día. Creo sí que esto ha procedido de los adelantos que ha hecho el arte de bailar, de la variación de los gustos y modas, del cambio de costumbres y del modo de vivir, más bien que de la causa a que atribuye lztueta. Laudable es ciertamente el celo de los que desean conservar la memoria de las cosas y costumbres antiguas, señaladamente de las que tienen una significación de importancia. Pero hay que /432/ reconocer al mismo tiempo que la música y bailes no pueden estacionarse, sino que han de caminar al compás de las circunstancias de las respectivas épocas, que modifican todo lo pasado, y que así los tamborileros no han hecho más que seguir el torrente del siglo. Estas mismas danzas populares, que se denominan antiguas, habrán tenido probablemente algunas variaciones o modificaciones. Su gravedad, majestuosidad y la decencia con que se usan, indican cierto grado de civilización o cultura de modales, que por cierto no se aviene bien con la rudeza de los primeros siglos de que se las quiere hacer derivar. Para prueba de esta mi opinión, haré una observación general, que parece viene a confirmarla. Antiguamente era cosa muy frecuente el que los caballeros principales de la provincia, así que sus señoras, saliesen a las plazas públicas de los pueblos a bailar en las diferentes clases de las citadas danzas ¿porqué no lo hacen en el día, a lo menos en pueblos de alguna consideración, a pesar de que en alguna ocasión particular haya tales bailes con sus correspondientes sonatas? No sin duda por otra causa, sino porque la afición, el gusto y las costumbres se han reformado de una manera bastante radical. Ha dependido esto principalmente de las invasiones francesas de los años de 1794, 1807 y 1823, cuyos ejércitos introdujeron en España, y en particular en esta provincia, los valses, contradanzas, rigodones, etc. A estos mismos bailes va sucediendo generalmente lo que a los antiguos de esta provincia en particular, pues han venido otros que los dejan en atraso y fuera de uso, como son los galops, mazurcas,polkas, lanceros, schottish, redowas y otros. También Jovellanos declamó contra el uso de las contradanzas y valses, que parece se habían introducido /433/ en Madrid en su tiempo; pero contra el torrente de la moda y de la inclinación natural de la variación, nada pudo conseguir, ni lo hará otro, cualquiera. 

Como quiera que sea de lo que llevo expuesto, conviene consignar aquí para futura memoria una idea de lo que son los cuatro bailes principales que todavía se conservan en uso en esta provincia. El más común de ellos es el denominado aurre-escu, el cual, en opinión de algunos, y en particular de Iztueta, representa nada menos que una facción militar de nuestros antepasados. Antiguamente en los bailes formales de plaza el Alcalde del pueblo acompañaba al delantero bailarín dándole la mano, y uno de los regidores el posterior; cuya costumbre se observa aún ahora en la villa de Tolosa el día de San Juan Bautista, con la diferencia de que son dos los regidores los que entran a formar parte del baile. No hay número determinado de bailarines en el aurre-escu pero por lo común no baja de una docena de parejas, ni excede de un duplo; si no es en mecetas de mucho concurso de gentes. Este baile, compuesto al principiar de solos hombres, se forma en el salón de la casa concejil, desde donde baja a la plaza precedido del Alcalde y tamboril, y se hace despejar la gente que hubiese en el recinto de ella, destinado para dicho efecto por medio de los alguaciles. El aurre-escu tiene seis partes principales, que se reducen a las variaciones siguientes: 1ª Llamada de los guerreros con la sonata: de un tres por cuatro por el silvo, y redoble continuado de tambor. 2ª Marcha de los guerreros o sea, zortzico de dos por cuatro. 3ª preparación al combate, o sea, contrapás de llamada de las parejas. 4ª Repetición de la llamada de los guerreros. 5ª Acometida del enemigo, o sea, zortzico /434/ de saltos, de seis por ocho. 6ª Ataque en deserción; o sea, el arin arin, con un alegro de seis por ocho. 

Las particularidades que se observan en esta dicha clase de baile son las que paso a indicar: 1ª Quienes ejecutan figuras de baile son únicamente los hombres de la primera y última mano, pues los demás apenas hacen más que andar en la cuerda; y seguir en el baile. 2ª durante la primera parte y a su conclusión se hace entre solos los hombres lo que se llama puente, y se repite después que se completen las parejas de mujeres; especies de revistas, que se pasan para ver si se ha introducido en el baile alguno o alguna que no deba estar en él. 3ª Las parejas de mujeres no se traen hasta que empiece el contrapás de la tercera parte. 4.ª Antiguamente en los bailes formales al de la primera mano se traía de pareja la señora del Alcalde, y al ,de la última la que aquel señalase; pero en el día se pregunta a cada bailarín qué pareja desea, por más que ya se esté convenido de antemano. 5ª Los bailarines no dan la mano a su pareja, sino un pañuelo blanco por mayor honestidad. 6º El. fandango que se baila al fin es de introducción moderna, y por lo tanto en bailes formales no se usa. 7ª El aurre-escu termina retirándose a la casa de donde salió al son de tamboril, y luego cada bailarín acompaña a su , respectiva pareja a la suya propia. 

El baile llamado ezpata-danza tampoco exige número determinado de hombres, aunque por lo regular entran a hacer parte de él unos veinte y cuatro individuos, colocados en cuatro hileras de a seis con su capitán al frente. No lleva éste, por causa de ser un mero guión, espada alguna; pero los bailarines que se colocan atrás tienen a cada dos /435/ pequeñas, y los demás una larga cada uno. Su baile se reduce a hacer varias figuras con las espadas agarradas de las puntas, concluyendo con ejecutar un puente, debajo del cual pasa el Ayuntamiento al entrar en la iglesia, así que al retirarse a la casa concejil. Todo esto se ejecuta al son de una sonata particular correspondiente a .esta danza, la cual antiguamente entraba cuatro veces en la iglesia, aunque sin música de tamboril, a saber, antes de misa mayor, después de la procesión, antes de las vísperas, Y después de concluidas éstas. Ya queda dicho que este baile era propio y peculiar de la solemnidad del día del Corpus Christi.

La broquel-danza, o baile de broqueles', se hace pocas veces, por el mucho coste que tiene, y sola mente en ocasiones de alguna celebridad particular. Esta especie de comparsa, vestida con toda la posible igualdad, regularidad y decencia, se compone de un capitán y de otros doce individuos; cuyas danzas están divididas en nueve partes o mudanzas con sus correspondientes sonatas particulares, en la forma que paso a indicar: 1º El paseo. 2º La reverencia. 3º Baile de los palos pequeños. 4º Zortzico llamado de los cuatro lados. 5º Baile de los broqueles. 6º Zortzico de cuarenta cabriolas. 7º Baile de los palos grandes. 8º El villancico; 9º Danza de las cintas. A pesar de ser tal la forma antigua y propia de esta clase de baile, se ha introducido en el día, por los bailarines de escuela algunas otras mudanzas, mediante las cuales se ha mejorado y perfeccionado notablemente.

Según se ha indicado anteriormente, el bordon danza es baile propio y peculiar de la villa de To losa. En ella se hace desde tiempo, inmemorial el día de San Juan Bautista por la tarde, según tradición,  /436/ en memoria y celebridad de la batalla ganada por sus vecinos y otros guipuzcoanos el año de 1321I contra los franco-navarros en el próximo campo de Beotíbar. La comparsa se compone de veinte y cuatro jóvenes, todos varones, repartidos en cuatro hileras, cada uno de los cuales tiene su jefe delantero y otro postrero. Estos ocho jefes o directores llevan en las manos derechas unas figuradas alabardas cortas adornadas de cintas colgantes, así que los diez y seis individuos del centro, unos palos algo largos y gruesos, cuyos extremos se cogen recíprocamente los unos a los otros. La bordon-danza tiene una sonata particular, que en ningún otro pueblo de la provincia se toca, de origen antiquísimo e inmemorial. Ejecutada perfectamente por el silvo del tamboril, la expresada comparsa hace diferentes evoluciones, unas veces avanzando; otras retrocediendo, ya también saltando y brincando en su mismo terreno, al estilo del baile de las espadas. Así como en este, también la bordon-danza forma con sus palos un puente, por debajo del cual entra la corporación municipal con sus acompañantes en la iglesia, y de regreso de la función, en la casa de la villa. Precede a este baile una espada adornada de porción de rosas, claveles, etc., espada que hasta hace cuatro años llevaba el pregonero, y desde entonces lo hace un vecino de la clase de nobles. Signo es sin duda de la expresada victoria, como también parece lo es el enlace de los palos por los individuos de la comparsa; pues es tradición que los tolosanos y sus auxiliares victoriosos entraron en esta forma en Tolosa con las armas cogidas a los enemigos.

Por la ligera idea que se acaba de dar acerca de los principales bailes de este país, se podrá venir /437/en conocimiento de su mucha antigüedad, no menos que de su singularidad. No faltan quienes los califiquen de monótonos, pesados, insulsos y faltos de toda gracia, con otros epítetos todavía mas injuriosos, que los hijos amantes de este suelo debemos rechazar, como injustamente aplicados. Es indudablemente que las expresadas danzas, sino son del gusto de la moda actual, ni corresponden a las costumbres generales del presente siglo, son al menos más honestas, más graves y más respetuosas que la mayor parte de los bailes de salón usados en el día. Y , si se considera bien, ¿qué son estos, exceptuando el rigodón, sino unos ejercicios propios de países fríos, ejecutados para entrar en calor? ¿Qué historia y qué significación tienen por otra parte? Las antiguas danzas de esta provincia, a las cuales no se pueden negar semejantes cualidades, no son por lo mismo dignas de tan duras calificaciones; merecen, al contrario, que se transmita intacta su memoria a las generaciones venideras. Tal es también el juicio que formó el sabio Jovellanos al hablar de los juegos y diversiones en general. «Cuando escribíamos esta memoria, dice, no conocíamos el país vascongado ni sus bailes dominicales; pero un viaje hecho por él en 1791, y repetido en 1797, nos proporcionó el gusto de observarlos, y nos, confirmó más y más en lo que habíamos escrito acerca de las diversiones populares. Es ciertamente de admirar cuán bien se concilian en estos sencillos pasatiempos el orden y la decencia con la libertad, el contento, la alegría y la gresca que los anima. Allí es de ver un pueblo entero, sin distinción de sexos ni edades, correr y saltar alegremente en pos del tamboril, asidos todos de manos, y tan enteramente abandonas al esparcimiento y al placer, que fuera muy /438/ insensible quien los observase sin participar de su inocente alegría. Tanto basta para recomendar estas fiestas públicas a los ojos de todo hombre sensible; pero el filósofo verá además en ellas el origen de aquel candor, franqueza y genial alegría que caracteriza al pueblo que las disfruta, y aun también de la unión, de la fraternidad y el ardiente patriotismo que reina entre sus individuos, etc.» He aquí un elogio de origen nada sospechoso, y tan expresivo, que los ánimos más preocupados contra todo lo que es antiguo, no podrán seguramente desechar. Voltaire llamó también a los vascongados «pequeño pueblo que salta y danza en lo alto de los Pirineos»; palabras que demuestran la gran afición que tiene este país a los bailes, en especial el bello sexo, incansable en este recreo.

La poesía popular de los guipuzcoanos, así como la de todos los demás vascongados, consiste propiamente en cantos compuestos a viva voz y de improviso. Sus autores son comúnmente labradores, y otros que carecen de instrucción literaria, hasta de saber leer y escribir; hombres de poco o ningún trato con gente literata, con cuyo roce pudiese al menos adquirir algunas ideas de versificación. Es admirable, sin embargo, el talento que algunos de ellos han descubierto para este efecto desde su misma juventud, que cultivado convenientemente hubiera tal vez producido poetas distinguidos. Las composiciones de este género recaen generalmente en zortzicos, llamados de este modo porque se componen de ocho estrofas; pero tienen la circunstancia particular de que, así como su versificación es improvisada; su canto es igualmente compuesto por sus mismos autores. Nuestros bardos son por lo tanto poetas y músicos a la /439/ vez, como parece ha sucedido generalmente con los primeros poetas de los demás países. Convienen, en efecto, los autores en que la primitiva poesía estuvo unida al canto, y que con el transcurso del tiempo se separó de éste, quedando como un arte de mero agrado. Así, lo que ha acontecido en esto , en otras partes, ocurrirá probablemente en esta provincia más adelante, aunque tarde todavía algo en verificarse. 

Por lo regular los versos de que me ocupo se componen con motivo de algunas fiestas, partidos de pelota., trapicheos de jóvenes y otros semejantes. También se suscitan sin esto ciertas especies de competencias entre los que se reputan poetas improvisadores, en términos de que algunas veces pasan horas enteras en este ejercicio, alternando los versos, hasta vencerse el uno al otro, o hasta cansarse ambos. La afición de las gentes labradoras y artesanas de este país a presenciar semejante entretenimiento es bastante general. El deseo de los mismos versistas en prevalecer en esta habilidad es tal también, que en muchas ocasiones ha habido desafíos y certámenes en forma, los cuales se han verificado en plazas públicas a la vista de un inmenso gentío, adjudicando al victorioso cantidades de consideración, que han apostado. Uno de estos casos más memorable tuvo lugar el año de 1801 en la plaza de Villabona, entre Juan Ignacio de Zavala, vecino de Amézqueta, y José Joaquín de Erroicena, que lo era de Hernani, ambos versistas de los más afamados de la provincia, cuya apuesta consistió en cinco onzas de oro por cada parte; para la calificación del más meritorio de entre ellos, se formó un jurado compuesto de tres sujetos no menos inteligentes en la materia, nombrados, uno por cada interesado, y el /440/ tercero en discordia por el alcalde de aquel pueblo. Más de cuatro mil personas concurrieron a presenciar tan singular certamen, que duró por espacio de dos horas enteras, sin poder vencerse los contrincantes. Después de este periodo, satisfecho completamente el público de la habilidad que demostraron éstos, se levantó unánime a pedir en gritos la suspensión de la lucha, declarando a ambos por iguales en mérito. Así se hizo por los jueces del jurado, de lo que los espectadores recibieron un gran contento y satisfacción. Otro certamen igual se celebró el tercer día de carnaval del año inmediato entre el expresado Zavala, Fernando de Bengoechea, de Amézqueta; el también citado Erroicena, y Juan Bautista de Altamira, de Tolosa. La lucha fue entre los dos primeros contra los otros dos en la plaza vieja de esta última villa. Colocados los cuatro), sujetos en dos, tablas de frente, versearon un canto popular guipuzcoano durante toda la tarde; y continuaran sin duda mucho más tiempo, si la noche no hubiese sobrevenido a poner fina tan agradable diversión. Quedó, pues, indecisa la opinión de los espectadores respecto de cuál de los contrincantes era el más meritorio en este ejercicio, o sea, habilidad poética.

Ya se puede comprender que semejantes composiciones poéticas, como improvisadas enteramente, difícilmente pueden reunir mucho mérito, consideradas bajo el aspecto de la literatura. Tampoco se puede esperar hallar en ellas conceptos elevados, que solamente la instrucción, el estudio y la educación. puede producir, cuando a estas cualidades se agrega el talento natural. Sin embargo, es indudable que en muchas de ellas se ven trazadas con bastante naturalidad, finura y expresión /441/ las diferentes emociones del corazón, particularmente el amor, los celos, la envidia, la gratitud, el odio, el desprecio, el valor, la amistad, etc. Verdad es que el mecanismo de la lengua vascongada, a la que algunos han tratado de bárbara, se presta admirablemente a la versificación de este género. La sátira, la ironía y la burla son también clases de poesía que nuestros bardos han sabido manejar por igual motivo, en iguales ocasiones, con igual gracia. Pero si tal es el juicio que se llega a formar de algunas producciones de esta clase de hombres, se comprenderá. fácílmente que todavía debe ser más ventajoso con respecto a las de personas que a su disposición natural reúnen la correspondiente educación e instrucción literaria. Ajustadas al arte, son entonces más verdaderas poesías, como sin duda lo pensará quien tenga ocasión de examinar algunas que se han podido conservar en medio de la multitud que ha desaparecido.

Estas composiciones poéticas de los naturales de la provincia se pueden clasificar en históricas, políticas, guerreras, religiosas, amorosas, fúnebres, burlescas, festivas y romances de varios géneros. No existe ninguna colección regular de ellas, ni creo se haya pensado jamás en hacerla; que es una gran lástima, al mismo tiempo que una prueba de lo poco que la provincia ha protegido y fomentado la parte literaria de sus hijos. Ha desaparecido, por lo tanto, para nosotros tanto verso notable e interesante, como ha producido la fecunda imaginación de los versistas guipuzcoanos, tanto de los de la clase literata, como de los sujetos de estudios poéticos. Quiero prescindir de los emitidos a viva voz y de improviso en los mencionados certámenes o desafíos; porque no habiendo /442/ entonces taquígrafos que pudiesen copiarlos, debía llevarlos el viento, a causa de la fragilidad de la memoria de los, oyentes. Pero si esto es cierto, no lo es menos que ha habido mucho descuido en no imprimir o circular copias de las que una vez de puestas en papel pudieron conservarse y trasmitirse a la posterioridad. Sí conocemos, pues, algunas producciones antiguas notables, es solamente por tradición heredada de padres a hijos; y la noticia de las de época más moderna se debe principalmente a la imprenta, que tantos beneficios ha reportado a las ciencias. Merced a la misma, se han publicado recientemente en San Sebastián diferentes cuadernos de composiciones modernas, aunque no todas reúnan grandes méritos, bajo ningún concepto.