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DEMOGRAFIA HISTORICA VASCA
J. URRUTIKOETXEA
LIZARRAGA
Cuando se me pidió me encargara de la exposición-de este
tema, dudé de
la orientación que debía de darle. Ahí es nada el intentar
abordar la
problemática demográfica del País Vasco en un marco
forzosamente tan
reducido. El hecho de tratarse de una primera aproximación
susceptible de concrecciones posteriores vino a disipar aquella primera duda. Pensé que
lo más oportuno sería dividir la exposición en tres partes:
teórico-expositivas las dos primeras, práctica la tercera. La primera
estaría dedicada a justificar la razón de ser de la demografía histórica
dentro del ámbito del análisis histórico: su génesis, los objetivos que se
propone, las fuentes de que se sirve, la metodología que la sustenta y le
da coherencia, etc. El estudio de las etapas históricas por las que
atraviesa nuestra demografía constituiría el objeto de la segunda parte;
una segunda parte, en consecuencia, de carácter marcadamente descriptivo.
Finalmente —ya en un tercer momento—pasaría a intentar hacer visible en la
práctica aquel principio establecido en la primera parte según el cual se
llegará a definir al hecho demográfico como el más completo y ordenado
catalizador de la vida de una sociedad. Pero vayamos por partes:
I.ª PARTE
LA DEMOGRAFIA HISTORICA:
SU RAZON DE SER
DENTRO DEL CAMPO DEL ANALISIS HISTORICO
«La Historia es hija de su tiempo; cada época elabora
la historia de sus necesidades» (1) (P. CHAUNU)
Toda ciencia, cualquier tipo de elaboración racional, sea
cual fuere el
objeto sobre el que verse, es el conjunto ordenado de las
respuestas o de las
hipótesis explicativas a cuya formulación han movido unos
interrogantes
abiertos con anterioridad. Toda ciencia supone y funciona
en torno a unas
preguntas previas, se expliciten éstas o no. La demografía
histórica no podía
ser menos. La aplicación del análisis demográfico al campo
del estudio
histórico no fue, en modo alguno, fruto de la causalidad.
Respondió, por el
contrario, a unos objetivos perfectamente definidos.
I.1. Nacimiento y objetivos de
la demografía histórica
.
En 1929 el mundo capitalista se estremece ante la
presencia de una crisis
sin precedentes. Las bases del sistema parecen tambalearse
al punto que tanto
sus defensores como sus detractores intentan averiguar las
causas del
cataclismo. Inmediatamente se vuelva la mirada al pasado
en la esperanza de
poder analizar en su horizonte circunstancias similares y
ver así de dar con las
constantes comunes a todas ellas para, de este modo, poder
llegar a la
explicación de la aparición periódica de los ciclos y de
las crisis. La Historia
se sentirá, en consecuencia, interpelada de manera bien
distinta a como lo
había venido siendo hasta el momento. Ya no se tratará de maginificar a
personajes individuales de relieve (Reyes, nobles, papas,
santos...) pertenecientes
a unos determinados grupos o élites interesados en
perpetuar su
protagonismo social, ni de cantar las excelencias de los
Estados o de los
Organos que los mantienen y los hacen eficaces. La
inquietud se hace más,
universal: rompe con las preocupaciones chatas, con los
marcos reducidos,
con las coordenadas «provinciales». La crisis tiene la
suficiente entidad y
fuerza como para conformarse con intentar comprenderla
dentro de ámbitos
tan alicortos. La ciencia histórica se ve, en
consecuencia, forzada a ensayar
nuevas vías, a repartir papeles entre protagonistas
cuya aparición en el campo
de lo histórico no había pasado de lo excepcional: es la
comunidad humana la
que recupera un protagonismo que, indiscutido en la
realidad, la había sido
arrebatado en la mesa de los analistas de la Historia. La
demografía cuenta
como protagonista de su historia a todo individuo por la
simple cualidad de
haber nacido, de casarse o permanecer célibe y de morir.
No es, en absoluto
ajena a la vigencia de comportamientos diferenciales ni a
la existencia y
significación de las élites, pero ello no la lleva a
olvidar lo sustancial para a
cambio primar lo diferencial por muy destacado que esto
sea.
La preocupación por la crisis ha impulsado a la historia a
revisar el rol de
sus protagonistas, y paralelamente a ampliar las coordenadas espaciales y
temporales
dentro de las que venía
moviéndose. La «Larga duración» se
apodera de la reflexión histórica y otro tanto ocurre con
los espacios
supraestatales. Este cambio de protagonistas, esta
sustitución de unos marcos
cronológicos y geográficos estrechos por otros más amplios
impondrá el
recurso a un tipo nuevo de documentación, a unas fuentes renovadas.
La
demografía histórica como parte que es de la HISTORIA
CUANTITATIVA
funcionará sobre la base de una información numérica
seriada. La documentación
cualitativa habitual habrá de hacer lugar a fuentes
documentales cuya
información permita semejante seriación.
I.2. Fuentes y Metodología: Etapas
.
A. Fuentes
No será necesario señalar que la aparición de fuentes,
cuya recogida de
datos se ha realizado siguiendo criterios estrictamente
demográficos, es una
realidad literalmente contemporánea. Bastará para
conformar lo que decimos
con recordar que el Instituto Nacional de Estadística
español se crea, por Real
Decreto, el 3 de noviembre de 1856. Cierto que la
estadística española no
aparece por primera vez en esta oportunidad y que no son
tan tardíos tampoco
los primeros intentos de recogida de información
susceptible de utilización
demográfica: ahí están los casos de VARGAS PONZE (1805) o
de MADOZ
(1843). Ocurre, sin embargo, que toda información previa a
1856 responde a
unos criterios de recogida que no se atienen a una
intencionalidad estrictamente
demográfica. Todo intento de análisis demográfico que
pretenda
ahondar en una etapa previa a esta divisoria habrá de
tener en cuenta este
hecho: existen fuentes y son utilizables con finalidad
demográfica, pero no
hablan ni se expresan ni contemplan directamente
realidades demográficas.
Habrá por tanto que superar este hiato y establecer los
puentes hermenéuticos
precisos a fin de dar verdadero sesgo demográfico a sus
contenidos informativos.
El objeto de estas líneas es precisamente el del estudio
de la demografía
vasca. El límite cronológico final de nuestro intento
coincide con la divisoria
que se acaba de señalar. Lo dicho hasta aquí nos coge de
lleno: nos hallamos
inmersos en la etapa preestadística, predemográfica, en
definitiva. Es
necesario tenerlo presente. Otros compañeros se encargarán
de entrar en el
análisis de las etapas estadísticas.
Son dos, en síntesis, los tipos de fuentes susceptibles de
utilización
demográfica directa con que cuenta el
historiador-demógrafo que se ocupa de
los tiempos preestadísticos: los Censos Civiles y
Vecindarios, de un lado, y
los libros Sacramentales de otro.
1.
Vecindario y Censos Civiles.
No es este el momento de entrar en
descripciones detalladas de unos y otros. Baste con decir
que nos hallamos
ante recuentos realizados, bien por autoridades locales,
bien por estatales,
orientados a conocer el vigor demográfico de sus
respectivas jurisdicciones
con objeto de realizar los consabidos repartimientos
fiscales, levas, etc. En
consecuencia, no es de extrañar, habida cuenta de su
intencionalidad
recaudatoria o de recluta, que las diversas poblaciones
tiendan en la medida
de sus posibilidades a ocultar parte de su censo a fin de
que la carga que les
fuera a corresponder quedara rebajada gracias al
«encogimiento» artificial de
su vecindario. He aquí pues un primer inconveniente.
Conviene tener presente, en segundo término, que no todos
los VECINDARIOS
o CENSOS hablan de HABITANTES o ALMAS. Ocurre que
muchos de ellos se expresan en términos de VECINOS o
FAMILIAS. Surge,
por tanto, un segundo y grave inconveniente: ¿cuál es el
número medio de
habitantes que hay que suponer a cada familia?. Es el tan
traído y llevado
tema de los índices. Se ha venido discutiendo largo y
tendido sobre este tema,
tanto a nivel europeo como estatal. Se dijo que el índice
medio aplicable a
cada familia, y por lo que respecta a la Edad Moderna,
había de situarse en 5,
en tanto que otros autores se posicionaba a favor del 4,5.
Y así están las cosas
cuando ocurre que la realidad familiar en modo alguno es
unívoca y que la
extensión de la misma oscila de un contexto a otro, de un
lugar a otro, tal y
como lo ha dejado de manifiesto el profesor FLANDRIN (2).
El problema no
es insoluble pero exige tiento y análisis minuciosos.
Suponiendo que hubiéramos solventado los problemas
anteriores (Censos,
Vecindarios) nos ofrecen la visión estática
correspondiente a un
momento determinado. Habrá que esperar a contar con una
nueva información
puntual similar para conocer los pasos seguidos por la
población sujeta a
estudio. Ocurre, sin embargo, que las noticias (léase
Censos y Vecindarios)
no abundan y que entre una y otra referencia informativa
pueden transcurrir
bastantes años. ¿Qué hacer para saber lo que ocurre entre
uno y otro
momento? ¿Hay que suponer que la línea de evolución es
regular o habrá que
suponer más bien que la evolución de la población está
sujetas a oscilaciones?
¿Cuáles son los ciclos por los que atraviesa su desarrollo
evolutivo?. En todo
caso los Censos no nos ofrecen sino el resultado final de
una operación
natural en la que a los nacidos se les vienen a restar los
difuntos y se les
suman o sustraen los inmigrantes-emigrantes. ¿Podemos de
algún modo
llegar a conocer estos datos que componen la trama
profunda de los
movimientos demográficos?
2.
Libros Sacramentales - Libros Parroquiales.
Es efectivamente posible dar
una respuesta afirmativa al interrogante que hemos dejado
abierto al final del
párrafo anterior. Cabe establecer una línea continua que
venga a unir los
puntos distantes marcados por los Censos. Se puede llegar
a conocer con una
gran aproximación el número de nacidos habidos en una
determinada área o
población, año por año, al igual que es factible -esta vez
con mayores
dificultades- elaborar series completas de defunciones. Su
traducción
gráfica nos permitirá conocer la tendencia de larga
duración, los ciclos
intermedios, las coyunturas críticas o favorables, las
crisis puntuales, etc.
Toda esta información y mucha más se esconde en los Libros
Parroquiales.
La normativa emanada del Concilio de Trento, según el cual
se instaba a
todas las parroquias a que llevasen registro escrito de
los servicios sacramentales
impartidos en ellas, irán teniendo su refrendo, si bien
con fidelidad y
ritmos distintos. Los primeros registros guipuzcoanos
datan de la segunda
mitad del siglo XVI. Claro que inicialmente tales
registros dejarán bastante
que desear. Sus lagunas será realmente notables.
Los conceptos manejados en los libros de referencia son,
si se quiere,
próximos a los utilizados por la DEMOGRAFIA CUALITATIVA
(3), pero
no mecánicamente asimilables. Aquellos nos hablan de
«Bautizados»,
«Casados-Velados» y «Finados». Esta, por el contrario, se
refiere a «Nacidos
», «Casados» y «Muertos».¿Pero es tanta la distancia de
contenidos que
separa a unos conceptos de otros?
Es una sociedad de profesión católica excluyente como es
la guipuzcoana
del Antiguo Régimen se parte del supuesto de que todo
nacido recibe las
aguas bautismales. Y esto, como norma, es absolutamente
cierto. Ocurre, no
obstante, que existe un número, reducido evidentemente, de
niños que no
llegan a recibir el bautismo solemne debido a su muerte
prematura («mortalidad
perinatal») y que, en consecuencia, no quedan registrados.
Como
tampoco determinados «expósitos» que son trasladados a la
Casa de Expósitos
de Pamplona o Calahorra. De todos modos, no conviene
cargar las tintas.
El desajustes provocado por esta circunstancia es más bien
mínimo en este
caso. Claro que donde alcanza proporciones notables es en
el apartado de
«Finados» - «muertos». Hasta muy avanzado el siglo XVIII
la mayoría de los
Registros Parroquiales dejan de incluir en sus Libros de
Finados a los
llamados «PARVULOS» (4), incluyendo exclusivamente a los
«ADULTOS»
o «almas de comunión». Debido a esta circunstancia parte
importante de la
mortalidad quedará lejos del control y conocimiento del
demógrafo (5).
Estos y otros inconvenientes no serán obstáculo, a pesar
de todo, para que
el manejo y utilización de la documentación parroquial
siga siendo el auxiliar
más indispensable en cualquier tipo de análisis
femográfico.
B. Pautas metodológicas
Por lo que respecta a las pautas metodológicas
seguidas en los estudios de
demografía histórica, conviene señalar simplemente la
existencia, entre otras,
de dos grandes escuelas, cada una de las cuales ofrece
ventajas analíticas
específicas indudable, pero está sujeta al mismo tiempo, a
servidumbres
evidentes. La Escuela Francesa
(6) basa su metodología en
la Reconstrucción
de Familias Completas.
Tomando como base de su análisis a
la parejamatrimonio,
la seguirá a los largo de los acontecimientos más
relevantes de su
historia: nacimientos, matrimonio, concepciones y muerte,
logrando deducir
de esta observación minuciosa aplicada a un número notable
de casos los
resortes más íntimos del comportamiento demográfico: edad
al casarse de los
cónyuges, número de hijos e intervalos transcurridos entre
nacimientos
consecutivos, tasa de reemplazo, segundas nupcias, edad al
morir, etc.
Supuesto que fuera posible trabajar en grandes equipos,
sería ésta, sin duda,
la opinión más aconsejable. Ocurre, sin embargo, que el
tratamiento
minucioso que se requiere y la dificultad real de poder
trabajar exhaustivamente
un área extensa provocada precisamente por la falta de
equipos y
programas colectivos, fuerza al estudioso a encerrarse en
los límites de una
pequeña población de cuyo valor representativo es más que
justificado dudar.
La
Escuela Inglesa (7),
en su pretensión precisamente de otorgar valor
representativo a sus estudios, se resignará a perder en
minuciosidad analítica
lo que evidentemente gana en fiabilidad representativa.
Actuará así sobre
contingentes poblacionales extensos y variados, obviando
la penosa y larga
tarea de tener que reconstruir familias completas.
Analizará y comparará las
tasas de natalidad, mortalidad y nupcialidad de áreas
distintos llegando, de
este modo, a deducir tipos y modelos de comportamiento de
representatividad
evidentemente mayor.
Los Libros Parroquiales son, resumiendo, y por las razones
expuestas al
auxiliar imprescindible de cualquier tipo de análisis
demográfico, más allá de
los innegables inconvenientes derivados de las
limitaciones expuestas.
II.ª PARTE:
LA DEMOGRAFIA HISTORICA VASCA
No es mucho desgraciadamente lo que se puede decir en tomo
a la
demografía histórica de nuestro pueblo. Si Vargas Ponze
abría ya fuego en
este terreno allá por 1805, lo cierto es que no ha tenido
demasiados
seguidores. No es difícil ni exagerado concluir en
consecuencia que el grado
de conocimiento que poseemos en torno a nuestra pasada
realidad demográfica
es realmente limitado.
II.1. Fuentes y Bibliografía
Poco cabe ya añadir a lo ya dicho en tomo a las fuentes
de que
disponemos a la hora de hacer efectivo nuestro intento. No
se poseen sino
noticias indirectas hasta muy entrado ya el siglo XVIII.
Habrá entonces que
rastrear en realidades aparentemente ajenas a lo
demográfico para poder intuir
más que deducir tendencias poblacionales, barruntar
crecimientos o sospechar
crisis. Tan sólo en ocasiones excepcionales suele la
suerte mostrarse más
propicia, de manera que fuentes de procedencia no local
nos aportan
referencias de interés. Es el caso del «Censo» elaborado,
en 1829, por Tomás
GONZALEZ y referido a la población de la Corona en el
siglo XVI (8). Hasta
este momento, y al margen de la fiabilidad que esta fuente
nos merezca, los
pocos estudios existentes se esforzarán por hacer hablar a
todo tipo de
referencias. Un caso modélico de lo que decimos lo
constituye el ensayo que
los profesores L.M. BILBAO y E. FDEZ. de PINEDO dedican al
estudio del
poblamiento y población del País Vasco en la Baja Edad
Media (9). Los
encabezamientos, los vecindarios locales, ect., nos
permitirán estudios más
detallados. Será, sin embargo, la aparición de los
primeros Libros Parroquiales,
allá por el último tercio del siglo XVI, la que haga
realmente posibles y
gratificantemente «productivos» los estudios demográficos.
A partir de este
momento el País Vasco contará, de manera balbuciente en un
comienzo, de
modo más ordenado y exhaustivo a medida que avance el
tiempo, con la
información que aportan estos libros. Esta se irá haciendo
más y más
expresivamente elocuente alcanzando en el siglo XVIII una
complejidad y
riqueza notables que se harán sobresalientes en la
centuria siguiente. Todos y
cada uno de nuestros pueblos, todas y cada una de nuestras
pilas bautismales
cuentan con esta información, rica en contenidos y vasta
en alcance
geográfico ya que cubre, salvadas desgraciadas excepcional
debidas a
pérdidas o distorsiones ocasionales, la práctica totalidad
de nuestro territorio.
No podemos decir lo mismo de los Vecindarios o Censos
Civiles
elaborados a iniciativa de la Corona. Ciñéndonos al siglo
XVIII hay que
señalar un hecho de importancia fundamental para nuestra
demografía: de los
5 recuentos poblacionales importantes realizados a lo
largo de este siglo, tan
sólo los tres último contemplan la realidad vasca. Las
características
específicas de nuestro marco político-administrativo harán
que ni el
Vecindario
de Capoflorido
(1717-17 18) ni el Catastro del Marqués de
la Ensenada
(1748) contengan referencias a nuestra realidad. Esta
carencias será recogidas
en los Censos de Aranda
(1764), Floridablanca
(1787) y Godoy-Larruga
(1797), convirtiéndose de aquí en adelante en norma lo que
hasta el momento
había venido siendo excepcional. Se trata pues de un pie
forzado con el que el
demógrafo vasco no podrá menos que contar.
Los Archivos municipales, los Diocesanos de Pamplona y Calahorra,
Burgos o Bayona, los de Protocolos e incluso los muchos
privados existentes
en el país no han hecho hasta el momento sino apuntar una
parte mínima de
las muchas riquezas que en este orden guardan, en espera
de que investigadores
pacientes puedan sacarlas a la luz.
El panorama de nuestras fuentes, sin ser óptimo, no es
tampoco lo
sombrío que algunos pudieran imaginar, al menos si nos
referimos a nuestra
historia moderna y contemporánea. Sí es cierto —y en esto
no cabe
engañarse— que, por el contrario, queda mucho por hacer en
el terreno de los
estudios, aunque parece que en ello se está.
La demostración más clara de lo que decimos la ofrece el
corto inventario
de los estudios demográficos
llevados a cabo en
nuestra tierra. No trato en
esta línea de establecer una lista completa y exhaustiva
de los trabajos o
artículos que se han escrito teniendo como objeto de
análisis nuestra realidad
demográfica. Señalaré simplemente los más importantes.
Serán pocos. No se
piense por ello que las omisiones son abundantes.
Desgraciadamente distan
de serlo como distan igualmente de ser representativas.
El primer estudio demográfico que se realiza teniendo como
objeto de
análisis la realidad vasca o parte de ella es el llevado
acá en 1805, por el
Capitán de Navío y Director de la Real Academia española
de la Historia, D.
José Vargas Ponze (10). Aprovechando su estancia en
Guipúzcoa, intentará
aproximarse, con curiosidad evidentemente interesada, al
conocimiento de la
grave situación por la que atraviesa la economía de la
Provincia. Su fino
olfato de ilustrado le llevará, sin embargo, a adentrarse
primero en el análisis
de su población, convirtiéndose con ello en precursor y
pionero de los
estudios de demografía histórica. (11):
«Como quiera que nada sea tan esencial para conocer
el vigor y los recursos de un pays como calcular su
gentío; y las alteraciones de este sean también la
verdadera medida de los grados de su prosperidad:
antes de emprender la descripción histórica y geográfica
de la Guipúzcoa, nos aplicaremos con esmero á
poner en claro este preliminar el más necesario para
entrar en aquella labor con un cabal conocimiento»
(12)
Pero no hay que engañarse; durante más de siglo y medio
Vargas será no
sólo PRECURSOR, sino AVENTURERO SOLITARIO en la
experiencia
demográfica. Habrá que esperar a 1961 para que M. MAULEON
ISLA
publique su trabajo —excelente para el momento en que ve
la luz— dedicado
al Bilbao del siglo XVIII (13). Siete años más tarde el
profesor ZABALO
dedicará un estudio a la incidencia que la Peste Negra
(1348) tiene en Navarra
(14). A partir de esta fecha parece que el panorama se
anima, pero siempre
«dentro de un orden». COÑI GAZTAMBIDE, TELLECHEA, BILBAO y
FDEZ. de PINEDO, entre otros, dedicarán estudios
monográficos de mayor o
menor enjundia al hecho demográfico del país (15). Será en
el bienio
1974-1975 cuando hagan su aparición dentro de nuestro
panorama editorial
dos obras de importancia fundamental dentro de nuestra
historiografía: nos
referimos a las tesis doctorales respectivas de los
profesores FDEZ. de
PINEDO ( 16) y FDEZ. ALBADALEJO (17). No se trata, en
ninguno de
ambos casos, de estudios ni sola ni prioritariamente
demográficos; contienen,
sin embargo, amplios apartados dedicados a su estudio. Se
trata de los
primeros intentos con afán de cierta globalidad llevados a
cabo en nuestro
contexto. La falta de coincidencia entre las conclusiones
deducidas por uno y
otro autor, lejos de desanimar a los interesados en el
tema, ha de servir de
acicate que estimule a ulteriores análisis.
El estudio de L.M. BILBAO (18) dedicado a la demografía
vascongada
de la Modernidad (1450-1750) constituye el tercero de los
ejes de una trilogía
que hasta el momento se halla lejos de ser superada.
Sabemos, por otro lado, del esfuerzo que durante estos
últimos años se
viene realizando en este terreno dentro de nuestro ámbito
universitario. La
Universidad del País Vasco (sede de Vitoria) está
trabajando en esta línea y
otro tanto cabe decir de los estudios que se vienen
realizando en la
Universidad de Deusto. Tenemos igualmente noticias de
trabajos que,
tomando como objeto de estudio determinadas áreas del País
Vasco, se
vienen realizando en las Universidades de Madrid y
Salamanca. Ocurre
desgraciadamente que la escasa difusión de que gozan que
lleguemos a un
conocimiento cabal de los objetivos que se proponen y de
las conclusiones a
que han llegado
II.2. Etapas históricas de la
evolución demográfica vasca
Sería temerario, además de presuntuoso, el pretender dar
una visión
mínimamente coherente del proceso demográfico vasco de 10
siglos en tan
sólo unas pocas líneas. Sirva pues lo que sigue a modo de
simple esquema
orientativo. No pretende ser más que eso. La exposición
constará de dos
partes en las que he creído conveniente dividir la
totalidad del proceso por
razones más de índole didáctica que de otro orden.
a) Siglos XI al XV: pautas unitarias
Todo parece indicar que hasta el siglo XV el País Vasco
sigue un
comportamiento relativamente unitario, al menos en lo que
a tendencias
demográficas
respecta, si bien la intensidad de
los movimientos de alza y baja
parece ser distinta.
1. La expansión que experimenta Europa a partir del siglo
XI se hace
también patente en nuestro país. Así parece confirmarlo la
política de
creación-fundación de villas llevada a cabo por los reyes
navarros (siglos XI y
XII) y por los castellanos más tarde (siglo XIII) en
nuestro país. El
crecimiento de las dos primeras centurias afectará con
mayor intensidad a
Navarra y Alava, en tanto que el auge del Doscientos se
notará con mayor
vigor en Guipúzcoa. A partir de este momento la franja
litoral irá, lenta pero
indefectiblemente, poniendo las bases que explicarán su
posterior desarrollo.
2. Los siglos XIV y XV asisten a una regresión
generalizada. Europa
entrará en una fase crítica en la que los indicadores
demográficos, económicos
y sociales apuntarán en una misma línea. La Peste Negra de
1348
diezmará su población cebándose en unos hombres ya
trabajados por la
malnutrición y la pobreza. El modelo de crecimiento
vigente hasta el
momento se mostrará incapaz de responder a las necesidades
de una
población que había venido creciendo ininterrumpidamente
desde el siglo XI,
hasta llegar a hacer de Europa lo que P. Chaunu ha
definido como «mundo
lleno». El País Vasco no será ajeno a estas circunstancias
viéndose igualmente
sometido al rigor de las mismas, cierto que la intensidad
de la crisis variará
de las zonas costeras a las del interior. La incidencia de
la Peste Negra parece
haber sido notablemente inferior en la costa, lo que
propiciará su más rápida
recuperación. Habrán tenido que pasar, no obstante, más de
ciento cincuenta
años de contracción económica y demográfica con su
correspondiente reflejo
en las instancias sociales (enfrentamientos banderizos).
La propia política
sinecista (o de fundación de villas) que seguirán
patrocinando los reyes
castellanos en Guipúzcoa y Vizcaya responderá, muy al
contrario de lo que
inicialmente pudiera parecer, a razones de tipo defensivo
y no de crecimiento
(19).
A lo largo de esta primera larga etapa la totalidad del
país seguirá unas
pautas similares, si bien dentro de esta genérica
uniformidad parecen
comenzar ya a insinuarse dos modelos distintos que se irán
progresivamente
distanciando el uno del otro hasta llegar a conformar el
dualismo históricogeográfico
que caracteriza a nuestro pueblo.
b) Siglos XVI al XIX: Marcada dualidad de comportamientos
1. A partir de los inicios de la Modernidad el dualismo se
reafirma en la
misma medida en que se van a ir reafirmando los dos
modelos socioeconómicos
que le sirven de base. Los componentes «urbanos» irán
haciéndose
cualitativamente hegemónicos en la franja costera, en
tanto que una decantación
casi exclusivamente agraria definirá la realidad económica
del país
interior. Guipúzcoa y Vizcaya, «tierra frandosa y
montuosa, desolada de pan
y vino», se convertirán en eje importante de la actividad
ferrera y comercial
de la Corona castellana. A partir de mediados del siglo XV
(20) lograrán
hacer efectivas aquellas riquezas potenciales que hasta el
momento estaban
adormecidas (hierro, madera, ríos, costa, «situación
relativa», etc.) gracias al
empuje dado por una demanda creciente de productos de toda
índole y de
servicios mercantiles vinculados al nacimiento y
desarrollo de un nuevo
modelo de crecimiento: el protagonizado por la llamada «ECONOMIAMUNDO
» (Wallertein). Al reclamo de este señuelo nuestra
demografía
costera comenzará a incrementar sus efectivos con un
desplazamiento, más
cualitativo que cuantitativo, es cierto, de la población
rural por la costera y
urbana.
La recuperación del país interior será más tardía y lenta,
marchando, de
algún modo, a remolque de los estímulos que le vaya
dirigiendo al
crecimiento urbano costero. Alava y Navarra se convertirán
de este modo y
en cierta medida en granero y bodega de los territorios
hermanos costeros. Y,
al contrario de lo que ocurre en el contexto costero, el
País Vasco interior verá
crecer su sector agrario a expensas, en cierta medida, del
urbano.
2. La de 1575 puede ser considerada como aquella divisoria
en la que la
tendencia comienza a cambiar de signo. Estamos ante la
crisis del XVII
Sabemos que la inflexión se adelanta en Castilla con
respecto al resto del área
mediterránea. La demografía castellana irá optando cada
vez más por una
decantación meridional, siguiendo en ello al
desplazamiento que realizan en
igual dirección las actividades mercantiles de la Corona.
Las ciudades de la
Meseta empiezan a perder efectivos. Sevilla primero, y
Cádiz después se
harán con el protagonismo económico y demográfico. La
epidemia de
1564-68 no hará sino anunciar la tremendamente crítica de
1597-1601. La
crisis generalizada castellana encuentra en ella su más
cruda plasmación (21).
¿Cómo reaccionarán nuestros territorios ante este gran
primer parón del
sistema de la «Economía-mundo» ? Hay que confesar que de
forma bien
diferente.
El País Vasco interior se verá sometido a todos los
rigores de la crisis. La
regresión demográfica será una de sus manifestaciones más
elocuentes y
evidentes. El desempleo, las hambres, las epidemias irán
haciéndose encadenadamente
presentes en la zona meridional de nuestro país. De 1590 a
1650
Alava (tómese a título de ejemplo) soportará la mortal
presencia de siete
ataques epidémicos: 1597-1601; 1611; 1619-20; 1627-31;
1635-36 y 1643-
44. Deficiencias climáticas, estrechamiento de mercados,
comunicaciones
viarias deficientes, etc., se suman a la hora de hacer
cortejo a este alarmante
aumento de la
Mortalidad de Crisis.
Guipúzcoa y Vizcaya vivirán también la crisis, pero la
vivirán de una
manera original, permítasenos la expresión. No esperemos
encontramos con
bajones demográficos bruscos ni con una repetida y
constante presencia
epidémica. No ocurre ni lo uno ni lo otro en nuestras
provincias costeras. En
la peor de las hipótesis habrá que hablar de estancamiento
demográfico, que
no de recesión. Incluso existen indicios que nos permiten
defender una
hipótesis de relativo crecimiento. La originalidad del
comportamiento es pues
evidente, al menos si lo comparamos con lo que viene
ocurriendo en la mayor
parte de las tierras peninsulares, e incluso en la inmensa
mayoría de las
mediterráneas. Una originalidad, por otra parte, que queda
refrendado por la
más que esporádica presencia de los fenómenos epidémicos.
¿Qué ha
ocurrido? Algo aparentemente tan sencillo y
significativamente tan importante
y revolucionario como la puesta en marcha del cultivo del
maíz. La llamada
«revolución del maíz» vendrá a poner remedio a los
problemas sociodemográficos
que previsiblemente debieran de haberse producido en
nuestras
provincias costeras como consecuencia del estrangulamiento
que a lo largo
del siglo XVII experimentan los dos expedientes económicos
sobre los que se
sustentó parte importante del crecimiento del siglo XVI:
el comercio y el
sector ferrero y derivados.
Si por crisis se entiende el cambio de un modelo económico
progresivo
como el «urbano» del siglo XVI por otro «regresivo» (el
ruralizante del siglo
XVII), se podría también afirmar la presencia de la crisis
en nuestra área
húmeda; pero conviene tener en cuenta que hablamos de dos
modalidades de
crisis. Conviene no olvidarlo. Ahora, bien, si por crisis
entendemos la
recesión e incluso el hundimiento demográfico, entonces
habrá que convenir
en la inexistencia de tal crisis. No obstante, se acepte
una u otra hipótesis, en
todo caso lo que sí es evidente es que el dualismo de
comportamientos
demográficos se manifiesta como una realidad
incontrastable.
3. A lo largo del siglo XVIII el panorama variará ostensiblemente sin que
por ello desaparezca el dualismo de modelos. Es sobradamente conocido
cómo a lo largo del siglo de las Luces la demografía europea vive una,
sino la mayor, de las transformaciones que ha experimentado a lo largo de
su historia y que se conoce como «revolución demográfica». Las tasas de
crecimiento
alcanzan cotas insospechadas hasta el momento. El
retroceso sin precedentes
experimentado por la mortalidad de crisis y por la
mortalidad «natural» estará
en la base de semejante crecimiento.
Ninguno de nuestros cuatro territorios históricos llegarán
a alcanzar
aquellas cotas de crecimiento. Es claro que las
alteraciones «revolucionarias»
que afectan a parte importante de las demografías europeas
noroccidentales
tardarán aún bastante tiempo en hacerse presentes en
nuestros lares. Pero este
retraso ni afecta del mismo modo ni se atiene a un mismo
calendario a la hora
de afectar a nuestro país. No cabe hablar de un único modelo «rezagado»
aplicable de manera indiferenciada a cada uno de los
cuatro territorios
históricos. Siguen, por el contrario, manteniéndose las
diferencias. Alava y
Navarra crecen a un ritmo medio secular cercano al que
caracteriza al Estado:
0,42% anual. Guipúzcoa —y sospecho que algo similar debe
ocurrir en
Vizcaya a pesar de opiniones en contrario— ralentiza su
crecimiento hasta
situarlo en un bajo 0,29% que incluso desciende a un 0,25%
a lo largo de los
últimos 35 años de la centuria. La demografía costera
llega a «tocar techo»
hacia los años sesenta. La población había venido
creciendo a lo largo del
siglo XVII y los primeros sesenta años del XVIII y era, en
consecuencia, ya
poco el ámbito de desenvolvimiento que le quedaba. Muy al
contrario de lo
que ocurre en el ámbito de vigencia del «modelo español»
en el que el
crecimiento del XVIII alcanza cotas relativamente elevadas
debido fundamentalmente
a que durante la centuria se recupera el retraso acumulado
a lo
largo del crítico siglo XVII. Alava y Navarra se moverán
dentro de este
modelo. Guipúzcoa y Vizcaya —al igual que ocurre en toda
el «área del
maíz»— habían ya mantenido cotas de crecimiento
relativamente notables a
lo largo del XVII, por lo que su «nivel de base» a
comienzos del XVIII era
alto. El tope máximo permitido por las disponibilidades de
una economía
predominantemente agraria estaba cercano, alcanzándose en
la década de los
sesenta, salvadas determinadas excepciones. A partir de
este momento el
fantasma de la crisis maltusiana acechará a nuestras
provincias costeras.
4. El siglo XIX se abrirá con unos primeros treinta o
cuarenta años en los
que la Guerra de la Convención primero (1793-95), la
ocupación napoleónica
más tarde (1807-13) y la I Guerra Carlista finalmente
supondrán frenos
importantes para nuestra demografía. Será, una vez
superados los efectos de
esta última, cuando la población vasca vuelva a relanzar
sus efectivos,
sustentada primero en una nueva etapa de roturaciones y en
una industrialización
relativamente tardía finalmente. Esto no hará sino
agudizar aún más la
dualidad de comportamientos a que hemos hecho repetida
referencia. Pero
ésta es ya otra historia: la de nuestra demografía
contemporánea. De ella
tratará con mucho mayor conocimiento de causa Pedro
Picavea.
III.a
PARTE
APROXIMACION PRACTICA AL ESTUDIO DEMOGRAFICO
UNA VILLA GUIPUZCOANA A LO LARGO DEL SIGLO XVIII: IRUN
«La población de los Reynos tiene tanta conexión con
las reglas del Comercio, que me ha parecido incluir
aquí el resumen del Vecindario de cada Reyno y
Provincia de España» (22) (J. USTARIZ)
«La población o despoblación es la única medida del
poder o debilidad de un reino, porque sólo la gente le
enriquece o defiende» (23) (N. de ARRZQUIBAR)
Suele ser habitual el comenzar el estudio de cualquier
época histórica
realizando una inicial aproximación demográfica. Y, al
margen de lo que
puede haber en ello de inevitable esnobismo, lo cierto es
que responde a una
convicción metodológico-lógica evidente; una convicción
que ya Heráclito
—y perdón por una referencia tan «erudita»— definió en su
frase más
lapidaria: «el hombre es la medida de todas las cosas». Y
lo es en infinidad de
sentidos, entre ellos el demográfico. El hombre, en cuanto
viviente, en
cuanto protagonista del acontecer demográfico, se
convierte en catalizador de
la vida de una sociedad. Todas las instancias que componen
la vida de ésta
hacen referencia al hombre y tienen en él su trasunto más
perfecto. La
demografía como ciencia que es del actuar del grupo
humano, como reflejo
de sus pulsaciones vitales más profundas y primarias, nos
acerca evidentemente
al colectivo humano que le da su única razón de ser y, a
través de él, a
ese complejo mundo de realidades que lo condicionan, que
facilitan su
actividad o la entorpecen, que hacen su vida llevadera o
la cortan en ciernes
recién nacida, que favorecen la constitución de una
familia o fuerzan al sujeto
a una soltería definitiva. La demografía nos habla sí del
hombre, pero nos
habla en un sentido mucho más concreto del hombre y sus
circunstancias.
La demografía no puede, y de hecho no lo hace, resignarse
a deducir unas
tasas de crecimiento o a abrumar al lector con datos que
hablan de altos o
bajos índices de natalidad o mortalidad. Es labor de la
demografía, es
imperativo categórico al que ha de responder, el de Transcenderse a sí
misma,
el de buscar dentro de sí aquellos resortes que la impelan a ejercer una
labor inquisitiva. La demografía ha de ser la ciencia de
la pregunta, de la
pregunta coherente, ordenada y racionalmente dirigida. Ha
de ser la ciencia
que, sobre la base de sus indicadores, busca hallar la
razón de las variaciones
de éstos, y lo hace en todas aquellas instancias que
inciden en el devenir del
grupo humano; es decir, en toda la vida.
Estructura económica,
presencia y
grado de desarrollo de los diversos sectores económicos,
coyunturas, ciclos,
contextos bélico, sanitario, higiénico, etc.;
condicionantes climáticos, marcos
mentales y religiosos... y otros mucho más son aspectos o
instancias por
las que debe preguntarse la ciencia demográfica. Esta es,
en definitiva, la
gran ciencia introductoria de la historia y de la
sociología. Sólo el que sabe lo
que se pregunta podrá dar con explicaciones verosímiles y
acertadas. La
demografía ha de ser fundamentalmente esa ciencia
propedéutica que nos
ayude a centrar las cuestiones específicas que
caracterizan al resto de los
saberes históricos. Intentaremos verlo, siquiera
superficialmente, con los
datos demográficos tomados de los Libros Parroquiales de
Bautizados,
Casados-Velados y Finados de la Parroquia de Sta. M.ª del
Juncal de Irún
(24). Los gráficos elaborados sobre esta información
básica nos servirán de
punto de referencia en el ensayo de análisis que
intentamos y en la función de
abrir interrogantes que queremos que le caracterice.
Si tomamos como base de nuestro análisis el gráfico
elaborado sobre las
Medias de cada cinco años (M-5) de cada una de las tres
variables
demográficas básicas (ver lámina I) y nos ceñimos, en un
comienzo, a la
curva de NATALIDAD, podremos comenzar ya a formular los
primeros
interrogantes. Es relativamente claro que la Tendencia secular
de la natalidad
irundarra es ligeramente ascendente, al margen de
coyunturas críticas más o
menos notables. Ello parece insinuar que Irún, por una u
otra vía, ha visto
crecer a lo largo del siglo su capacidad de dar respuesta
a los requerimientos
de subsistencias que le dirigen sus habitantes. Habrá que
pensar que las
capacidades productivas de la localidad fronteriza han ido
en aumento
—ligero aumento, es cierto— a lo largo de la centuria. la estructura
productiva
irundarra, ha sido, al parecer,
capaz de responder al reto planteado
por su demografía, si bien lo ha hecho de manera
contenida. Ahora bien,
¿sobre qué sectores se sustenta este interrogante. Cabe
sin embargo recordar,
a modo de adelanto, que nuestra población se halla situada
en una rica vega
que hará que las actividades agropecuarias de sus
habitantes ocupen un lugar
de primer orden. Todavía a finales del XVIII, 1650 de sus
2.857 habitantes
viven en los 214 caseríos de su jurisdicción, en tanto que
los 1.207 restantes
habitan las casas del casco. La desecación de marismas y
juncales ofrecerá la
posibilidad de ir ampliando las áreas de cultivo. De otro
lado, no cabe olvidar
que Irún goza de una situación próxima a la costa; de ahí
que las actividades
marinas tampoco le sean del todo ajenas, si bien no parece
que radique en
ellas la razón de su moderado crecimiento. Basta con
observar el hundimiento
de la natalidad secular en la cercana Fuenterrabía e
incluso en el conjunto de
la costa guipuzcoana (ver lámina II) para tener una prueba
evidente de lo
dicho.
¿Y qué decir de las actividades mercantiles? Irún se
encuentra en el punto
en que viene a confluir las rutas viarias más importantes
de la época. La
influencia beneficiosa que en la ciudad ejercen las
actividades que a través de
ellas se realizan es evidente. Es lo que, ya en contextos
más amplios, parece
indicar el crecimiento demográfico que experimentan el Eje
Irún-San Sebastián-
Andoain y el Medio y Alto Oria. El Camino Real de Coches
tiene no
poco que ver con este crecimiento. Claro que tampoco habrá
que marginar la
importancia de las actividades relacionadas con el sector
secundario, aunque
parece claro que éstas no tuvieron un peso específico
notable dentro de la
economía de Irún.
Todo parece indicar, por tanto, que son las actividades
agrícolas y
mercantiles las que están en la base de este comedido
crecimiento. He aquí
todo un primer campo de análisis que los interrogantes
demográficos nos
ayudan a situar en esta aproximación inicial. Pero
avancemos un poco más.
Sin necesidad de abandonar el estudio del indicador
NATALIDAD,
observaremos que aquella tendencia secular creciente se
comporta de manera
irregular a lo largo del siglo. No todos los momentos son
iguales. Y no es
necesario precisamente el entrar en análisis profundos
para llegar a constatar
la existencia de determinados ciclos, de fases de auge o
de crisis; hasta el año
de 1820 nos hallamos dentro de la fase depresiva de un
ciclo que previsiblemente
se inicia en la centuria anterior. El primer ciclo secular
ya completo se
desarrolla entre 1720 y 1748, aproximadamente, en tanto
que el segundo se
prolongará de 1748 a 1781. Precisamente este año comienza
la fase creciente
de un último ciclo que enlazará con los primeros años del
siglo XIX. ¿Cómo
explicar la existencia y desarrollo de estos ciclos? ¿Qué
hay en la base de cada
una de sus fases de crecimiento y depresión? Habremos
seguramente de
recurrir en nuestro análisis al apoyo que nos otorgue el
estudio de la
coyuntura bélica internacional, de la política fiscal y de
reclutamiento llevada
a cabo por la Corona, de la política comercial de la
Provincia (léase
Compañía Guipuzcoana de Caracas), de los intentos por
mejorar su infraestructura
vario-portuaria, etc. Todo ello sin olvidar la apreciación
de Vargas
Ponze en el sentido de que hacia la década de los sesenta
la agricultura llega
«a su maximum».
Así, en la base del período crítico que finaliza en 1720
nos encontraremos
con las múltiples y negativas repercusiones que se derivan
de la Guerra de
Sucesión. El período específico subsiguiente asistirá a un
crecimiento notable
de la actividad agrícola (nuevas roturaciones) y de la
comercial (influjo
relativo de la Compañía de Caracas fundada en 1728). Será
la conflagración
que la Corona mantiene con el Reino Unido la que igualará
este crecimiento
entre 1739-1748. Superada esta coyuntura negativa, la
demografía y su
correspondiente apoyatura económica relanzarán su
actividad..., pero por
poco tiempo. La agricultura va llegando «a su maximum» no alcanzando a
cubrir las necesidades del consumo, lo que provocará continuas disputas
con
los pueblos limítrofes por motivo de la posesión y
disfrute de los juncales
(25). Tampoco será del todo ajeno a este estrechamiento y
crisis el declive de
la Compañía de Caracas y el marginamiento que Vizcaya y
Guipúzcoa
sufrirán en el ámbito de las relaciones comerciales con
América a partir de
1765 y sobre todo de 1778 (26). Añadamos a todo ello la
invasión de
Guipúzcoa y parte de Vizcaya por parte de los ejércitos de
la Convención
(1793-95) y tendremos dibujado el panorama de niveles de
cuyo análisis la
demografía espera respuestas válidas (27).
Claro que determinados interrogantes y las vías de
respuesta que junto con
ellos han quedado insinuadas quedan mucho mejor definidos
si, dejando ya la
curva de Natalidad, pasamos a la anual de Mortalidad. Hay
determinados
momentos en que la elevación de aquella se hace
alarmantemente llamativa.
Así ocurre en la década de 1705-15 y en los años de 1719,
1742-43 y
1793-95. La afirmación genérica en torno a la importancia
del contexto bélico
en torno al devenir demográfico de Irún tiene aquí su más
evidente
confirmación. La situación costero-fronteriza de la
localidad, y de la
provincia en general, es una realidad que no podemos
olvidar ni marginar.
Como resulta importante y tampoco desdeñable el constatar
la relativamente
escasa frecuencia de las «crisis de mortalidad» (al margen
de las señaladas de
etiología bélica), cuando sabemos que son aún frecuentes
dentro del panorama
demográfico de la mayor parte de las áreas que componen la
Corona.
¿Qué ocurre en nuestros lares? ¿Es que acaso existe en la
Provincia un mejor,
digamos, «nivel de vida», una mejor situación sanitaria e
higiénica, una más
equitativa distribución y acceso a los bienes y a la
tierra que en el resto del
reino? ¿Habrá, por el contrario, que atribuir todo ello al
simple hecho de que
Guipúzcoa, por costera, tiene un acceso más fácil al
«trigo de la Mar»? Quizá
haya que convenir en que unas y otras razones se suman a
la hora de ofrecer
unas mejores condiciones de vida al guipuzcoano (al
irunés, en nuestro caso)
de la época. La apreciación del redactor del artículo
«Guipúzcoa», del
Diccionario Histórico Geográfico de País Vasco (Real
Academia de la
Historia. Madrid, 1802) en el sentido de que «estas
ventajas contribuyen
notablemente a que los naturales se críen sanos, robustos
y prolonguen su
vida a edades muy avanzadas» (28) quizá sea el fruto de la
constatación diaria
de esta favorable realidad.
Estructura económica, jerarquización de sectores,
coyunturas bélica,
política, higiénico-sanitaria, situación geopolítica,
régimen de propiedad y
distribución de la renta, etc., son otras tantas esferas a
las que la ciencia
demográfica orienta su preocupación inquisitiva.
Pero no se agotan en las señaladas sus interrogantes.
Pasemos a la lámina
III. A través de los dos gráficos que en ella se incluyen
tenemos acceso al
conocimiento que los porcentajes que alcanza el fenómeno
de la ilegitimidad
en Irún (la ilegitimidad de las villas de Pasajes y
Azcoitia nos servirá de
necesario punto de referencia). Los nacimientos no
legítimos distan mucho de
constituir un fenómeno folklórico o jocoso. Y es lo cierto
que difícilmente
puede ser analizado a través de un único y exclusivo
prisma de análisis. Nos
hallamos ante una realidad de orden demográfico, pero en
absoluta reductible
a lo estrictamente demográfico. Se trata de una variable
con evidentes
connotaciones de índole económica, pero que trasciende
igualmente lo
económico. Es un fenómeno de evidentes resonancias morales
pero que
escapa al estrecho marco de la moral casuística.
Si partimos del hecho de que la tasa europea habitual de
ilegitimidad se
sitúa en torno al 1% de los nacidos, no cabe la menor duda
de lo elevado de
nuestras tasas, aunque debamos de confesar que dentro del
concepto
«Ilegitimidad» incluyamos unitariamente a «hijos
naturales» y «expósitos» y
que parte de ellos no sean sino fruto de relaciones
prematrimoniales. W.V.
Humboldt fue consciente de la importancia de este hecho al
afirmar que «en
general queda de notar, que deslices de personas solteras,
aunque tampoco
son frecuentes, ocurren más a menudo en el país vascongado
que en Castilla»
(29). ¿A qué puede deberse? Vargas Ponze intenta
esclarecer las sombras del
interrogante cuando nos dice que «rarísimo (joven) se casa
hasta después de
los 25 años por mas que á centenares esten con palabra
contrahida, pero sin
unirse por falta de hogar» (30). El guipuzcoano se casa
relativamente poco y
relativamente tarde. La estructura productiva del país no
permite que sea de
otra manera. Nuevamente la estructura productiva. Pero no
todo se reduce a
ello. También cuentan las coyunturas favorables y
desfavorables. En los
momentos críticos (guerras de Secesión y años sucesivos,
conflictos anglohispanos
en mediados de siglo y Guerra de la Convención) la
actividad
económica se retrae y con ella la posibilidad de crear
nuevos hogares. Pero
también radica en esta doble base toda la raíz del
fenómeno. ¿Cómo explicar
la disimilitud de comportamientos constatable entre Costa
(Pasajes e Irún) e
Interior (Azcoitia)? Habrá forzosamente que recurrir a
razones de movilidad
poblacional, de mayor o menor rigidez de los marcos
mentales, de mayor o
menor grado de «control» del clero sobre los hábitos y
comportamientos de
sus feligreses, etc., para intentar dar con explicaciones
verosímiles y
convincentes. He aquí pues que surge entre nosotros una
nueva realidad: la de
la historia de las mentalidades. Pasemos a la lámina IV y
veamos si se
confirma lo que venimos diciendo en tomo al tema de las
mentalidades y su
influjo en la vida de una sociedad.
La curva de la Estacionalidad de los matrimonios nos
permite conocer la
distribución de las celebraciones matrimoniales a lo largo
de los meses del
año. Ciñámonos al caso irunés. De la contemplación de su
gráfico se
desprende que los meses en que se contraen más matrimonios
—y ello con
notable diferencia— son los de FEBRERO Y NOVIEMBRE, en
tanto que el
mínimo se sitúa entre JUNIO Y AGOSTO. ¿Por qué? La
vinculación de este
mínimo con el período álgido de las actividades agrarias
parece evidente. Es
lógico pensar, y así ocurre en todas las áreas agrias
europeas, que el
campesino aplace la celebración de sus esponsales en
espera de que las
actividades agrarias lo descarguen de sus obligaciones
laborales más intensas.
No sería difícil por esta vía, averiguar cuál es la
actividad económica
predominante ejercida por los habitantes de una
determinada localidad.
Ocurre, sin embargo que, si la decantación económica nos
ayuda a desentrañar
las razones que se ocultan bajo el mínimo veraniego, no
ocurre lo mismo
con los máximos indicados líneas más arribas. Será
nuevamente la clave
«MENTALIDADES» la que venga en nuestro auxilio. Es sabido
que la
Iglesia ponía serias dificultades a que se contrajeran
matrimonios durante los
dos períodos penitenciales por excelencia del Año
Litúrgico: CUARESMA Y
ADVIENTO (31). La imposición de esta práctica de
abstinencia provocará
que, ante la inminente llegada de uno cualquiera de estos
períodos o «tiempos
penitenciales», los «mozos con palabra contrahida» se
apresuren a celebrar
sus esponsales inmediatamente antes del comienzo de
cualquiera de ellos:
Febrero será la antesala de la Cuaresma y Noviembre la del
Adviento. El
mayor o menor grado de acatamiento de esta normativa
reflejado en el trazado
de la curva de Nupcialidad, nos hablará del grado de
implantación y vigencia
social del fenómeno eclesiástico-religioso y de la mayor o
menor influencia
del clero en la vida de nuestra sociedad.
El análisis podría ampliarse a otros indicadores y a
diferentes esferas. No
es preciso. Nuestro ensayo práctico de análisis
demográfico que da aquí.
Creemos haber podido demostrar a través de él la verdad
del papel
propedeútico de la demografía. Era el objetivo que no
habíamos planteado en
esta tercera parte.
NOTAS
(1) Es múltiple la bibliografía que el profesor francés ha
dedicado al estudio de los
aspectos demográficos. Señalaremos como los más
destacados: «Démographie historique et
système de civilisation», en
Historie quantitative,
histoire sèrielle,
Armand Colin, París, 1978;
La mort à Paris XVIe, XVIIe, XVIIIe siècles,
París, A. Fayard, 1976;
Malthusianisme
dèmographique et malthusianisme économique. Reflexion sur
l’echec industriel de la Normandie
à l’époque de démarrage», en
Histoire quantitative...;
etc.
(2) FLANDRIN, J.L.;
Orígenes de la familia
moderna, Edit. Crítica,
Barcelona, 1979
(3) Los autores distinguen, dentro del amplio ámbito de la
demografía dos apartados
generales dedicados respectivamente a la DEMOGRAFIA
CUANTITATIVA y a la CUALITATIVA.
La primera se ocupa del análisis de los macroindicadores
económicos, tales como
las tasas de crecimiento, estructura de la población,
tasas de natalidad, mortalidad, nupcialidad,
etc. La demografía cualitativa se detiene en el análisis
pormenorizado de aquellas
variables fundamentales que sustentan todo el edificio
demográfico como son la natalidad,
mortalidad, nupcialidad o fenómenos migratorios, pero
abordadas en sus resortes más íntimos.
(4) El tema viene ocupando la atención de los demógrafos
debido a la notable importancia
del mismo. Es evidente, al menos por lo que respecta a
nuestro contexto guipuzcoano, que los
Libros de Finados comienzan sólo muy tardíamente a
contemplar la realidad de la mortalidad
de «párvulos». Ello supone que parte muy importante de la
mortalidad general resulta
desconocida al investigador. De ello se infiere la
importancia de poder evaluar aproximadamente
el porcentaje de los fallecidos no registrados, tarea que
no resulta fácil habida cuenta de
que los autores no se ponen de acuerdo a la hora de poner
los límites de edad en que se halla
inserta la realidad del párvulo.
(5) A pesar de la variedad de teorías, me permitiría
señalar que no nos hallamos ante una
realidad que merezca tratamiento uniforme a los diversos
encargados de los registros
parroquiales, ya que, mientras que para uno la realidad
«párvulo» tiene su límite cronológico
final en los siete años, para otros se prolonga hasta los
10 e incluso 12 años.
(6) Podemos situar a la cabeza de la llamada «Escuela
francesa» a L. HENRY. Los títulos
más representativos de su extensa obra podrían concretarse
en: Anciennes
familles genevioses
Etude dèmographique: XVIe-XIXe siècle,
Travaux et documents INED, Cahier
26, París, PUF,
1946;
Dèmographie, analyse, et
modéles, Larousse, París, 1972; Techniques d’Analyse en
dèmographie,
París, 1980; «Une richesse
démographique en friche: les registres paroissiaux»,
Population,
VIII, núm. 2, 1953, págs. 281-290;
«La population en France de 1740 à 1860»,
Population,
1975. Claro que su obra más
conocida, guía primordial de infinidad de estudios
demográficos realizados con posterioridad, es
Manuel‘de Dèmographie
Historique. Librairie
DROZ; Genève-París, 1967 (segunda edición, 1970).
(7) El llamado «Grupo de Cambridge» ha preferido
experimentar sus armas demográficas
en esta línea obviando las dificultades y limitaciones
inherentes al método de reconstrucción
familiar. Uno de sus componentes sintetizará las ventajas
de la presente vía metodológica
señalando que, con ella, se solventa el problema de los
movimientos migratorios de corto
recorrido pero de incidencia notable, al tiempo que hace
posible (y aquí radica su principal
ventaja) reconstruir demográficamente zonas y períodos que
manifiestan alteraciones más
notorias para, en un segundo momento, emprender un estudio
más detallado (Eversley).
De entre sus componentes más representativos podemos
destacar a EVERSLEY, D.E.D. y
a WRIGLEY, E.A.
(8) GONZALEZ, T.;
Censo de población de
las provincias y partidos de la Corona de
Castilla en el siglo XVI,
Madrid, 1829.
(9) BILBAO, L.M.-FERNANDEZ DE PINEDO, E.;
«EN torno al problema
del poblamiento y
la población del País Vasco en la Edad Media»,
Homenaje a Caro Baroja
(10) VARGAS PONZE, J.;
Estados de vitalidad y
mortalidad de Guipúzcoa en el siglo XVIII.
Trabaxados por el Teniente de Navío D. José Vargas Ponze,
director de la Real Academia de
la Historia, 1805
(Manuscrito), Madrid, Arch. Real
Academia de la Historia, 9/5886 (E.71).
(11) Ver un estudio más detallado de su figura y de la
significación de su obra en
URRUTIKOETXEA, J.;
«Vargas Ponze y
Guipúzcoa, precursores de la demografía histórica»,
LURRALDE, núm. 5 (1982), págs. 145-170.
(12) VARGAS PONZE, J.; Op. cit., fol. 2.º rto.
(13) MAULEON ISLA, M.;
La población de Bilbao
en el siglo XVIII,
Univ. de Valladolid,
1961.
(14) ZABALO, F.J.;
«Algunos datos sobre la
regresión demográfica causada por la peste
en la Navarra
del siglo XIV»,
Miscelánea José María
Lacarra, Zaragoza, 1968, págs. 485-491.
(15) BILBAO, L.M.;
Demografia histórica
Vascongada (1459-1750). Fuentes, crítica y
primeros resultados cuantitativos.
(Estudio presentado al premio «BASAURI»);
GOÑI
GAZTAMBIDE, J.;
«Las parroquias de San
Sebastián en 1723» (por
error, en 1733), Bol. Est.
Hist., S.S., núm. 5 (1971), págs. 247-62; TELLECHEA, J.I.;
«Datos
demográficos sobre
Guipúzcoa (1733)», Bol. RI. Soc. Bas. Amig. del País, t.
XXVII (1971), págs. 173-176
(16) FERNÁNDEZ DE PINEDO, E.;
Crecimiento económico y
transformaciones sociales del
País Vasco,
1100-1850, Siglo XXI, Madrid,
1974.
(17) FERNÁNDEZ ALBADALEJO, P.;
La crisis del Antiguo
Régimen en Guipúzcoa:
1766-1833, Akal editor, Madrid, 1975.
(18) BILBAO, L.M.; Art. cit. (Ver nota 15).
(19) ARIZAGA, B.;
El nacimiento de las
Villas guipuzcoanas en los siglos XIII y XIV.
Morfología y funciones urbanas,
Grupo Dr. Camino de Hta. de San
Sebastián, núm. 11, 197
(20) GARCÍA DE CORTÁZAR, J.A.;
Vizcaya en el siglo XV.
Aspectos económicos y sociales,
Edic. de la Caja de Ahorros Vizcaína, Bilbao, 1966.
(21) BENNASSAR, B.;
Recherches sur les
grandes épidémies dans le nord de l’Espagne a la
fin du XVIe siècle. Problèmes de documentation et de
méthode, S.E.V.P.E.N.,
París, 1969.
(22) USTARIZ. J.;
Theorica y Práctica de
Comercio y de Marina, en diferentes discursos y
calificados exemplares, que, con específicas providencias
se procuran adaptar a la Monarchia
española, para su pronta restauración...,
Madrid, 1757, pág. 35
(23) ARRIQUIBAR,
N.
de;
Recreación política.
Reflexiones sobre el Amigo de los Hombres
en el tratado de población considerado respecto a nuestros
intereses. Parte 1ª p.
XIII.
(24) Libro.3.º de Bautizados (1697-1756) (IRUN-3); libro
4.º de Bautizados (17561772)
(IRUN-4); Libro 5.º de Bautizados (1772-1793) (IRUN-5);
Libro 6.º de Bautizados (1793-
1804) (IRUN-6); Libro 1.º de Casados (1646-1711); Libro
2.º de Casados (1711-1773)
(IRUN-22); Libro 3.º de Casados (1773-1825) (IRUN-23);
Libro 1.º de Finados (1645-1762)
(IRUN-28); Libro 2.º de Finados (1762-1803) (IRUN-29),
Archivo Diocesano de Guipúzcoa,
San Sebastián.
(25) Entre 1770 y 1781 Irún se verá beneficiada con una
Real Facultad «para que se
vuelvan a roturar y labrar los juncales y repartir entre
vecinos», al tiempo que mantiene
contenciosos con los vecinos de Fuenterrabía por «medir
terrenos de los juncales», o porque
Fuenterrabía, sus vecinos, «sacaban céspedes» de los
mismos. Archi. Ayunt. IRUN, Sec. C,
Neg. 5, Ser. 1, Libros 9 y 10.
(26) Si el Real Decreto de 16 de Octubre de 1765, por el
que se ponía fin a la política de
«Puerto único», marginaba a los puertos vascos del
comercio con América excluyéndolos de
los nueve que se habilitaban al efecto; a saber:
Santander, Gijón, La Coruña, Sevilla, Cádiz,
Málaga, Cartagena, Alicante y Barcelona, la Ley de 12 de
Octubre de 1778 supone el portazo
definitivo a las esperanzas vascas en este terreno. A los
puertos peninsulares ya habilitados
vendrán a sumarse en esta fecha los de Almería, Los
Alfaques (Tortosa), Palma de Mallorca y
Santa Cruz de Tenerife.
(27) Un estudio más detallado de los ciclos por los que
atraviesa nuestra demografía
secular, en: URRUTIKOETXEA, J.;
Demografía guipuzcoana
del siglo XVIII. Comportamientos
diferenciales. Sobre fuentes parroquiales,
Tesis de Licenciatura defendida en
la Univ. de
Salamanca, 1983, págs. 489.94
(28)
Diccionario Geográfico
Histórico de España,
(Madrid, 1802), t. I, pág. 325.
(29) VON HUMBOLDT, W.;
Los Vascos. Apuntaciones
sobre un viaje por el País Vasco en
primavera del año 1801,
Auñamendi, San Sebastián, 1975,
págs. 132-133.
(30) VARGAS PONZE, J.; Op. cit., fls. 12 rto. y vº
328
(31) FLANDRIN, J.L.;
Un temps por ambrasser.
Aux origines de la morale sexuelle
occidentale (VIe-XIe siècle),
SEUIL, París, 1983.
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