Denominaci?: Valle de
Arditurri.
Dependencia:
Ayuntamiento de Oiartzun.
Accesos:
A) Carretera de Oiartzun a Lesaka
(antes del ascenso al puerto de Aritxulegi)
B) La l?ea de autobuses San
Sebasti?-Oiartzun tiene su ?tima parada en dicho n?leo urbano y desde all?
se accede siguiendo la carretera local, Oiartzun-Lesaka.
C) El acceso en bicicleta o andando
est?facilitado por la existencia de un bidegorri que partiendo del centro
comercial Alcampo, se adentra por el valle del r? Oiartzun y posteriormente
por el valle de Arditurri.
Prohibiciones
espec?icas: Prohibici? de circular con cualquier tipo de veh?ulo a
motor.
Cartograf?: Hoja 65-I
a escala 1:25000 del Mapa Topogr?ico Nacional.
Servicios:
Dentro de la zona no existe ning?
tipo de servicio. Los m? cercanos (bares, restaurantes, agroturismo, etc.)
se encuentran dentro de Ergoiena (barrio de Oiartzun).
Elementos
notables:
Antigua extracci? minera hoy
abandonada de la cual se conservan las infraestructuras de explotaci? como:
antiguo trazado ferroviario, t?eles, puentes, hornos, barracones, etc.
Adem? la zona cuenta con espectaculares panor?icas de la vertiente Oeste de
Pe? de Aia. Es de destacar su valor natural?tico.
Localizaci?:
El ?ea se encuadra en el extremo
oriental del Territorio Hist?ico de Guip?coa, encajada entre los relieves
de Pe? de Aia y alrededores. Dentro del t?mino municipal de Oiartzun.
Las minas de Arditurri tuvieron gran importancia.
De ellas se extrajo en tiempos
romanos galena argent?era; durante la Edad Media, hierro; posteriormente
blenda y, en el siglo XX, espato de fl?r. De tan prolongada actividad minera
se deriva la progresiva modificaci? o destrucci? de la mayor parte de las
galer?s romanas.
El per?do de m?imo esplendor de la explotaci?
romana propiamente dicha puede datarse en el s. I, eclips?dose, al parecer,
hacia mediados del s. II. Escritos de principios del s. XIX (Thalacker, 1804)
describen la zona contando hasta 42 galer?s y 82 pozos. De ellas s?o se
conservan nueve por las causas ya mencionadas. Las galer?s tienen un doble
origen dependiendo de si el fil? era visible o no desde el exterior. En el
primero de los casos la galer? se limitaba a seguir el fil?, extrayendo
mediante picado el mineral del mismo. Posteriormente se regularizaban las
paredes de la galer? hasta obtener paredes m? o menos lisas y secci? oval
(aprox. 2 m de alto y 1 m de ancho). La iluminaci? se solucionaba ejecutando
unos huecos (lucernarios) donde se colocaban lamparillas de aceite
(lucernas).
Cuando el fil? no era visible, se excavaba una
galer? que descend? con fuerte pendiente -salvada mediante escalones de 30
cm de ancho y 20 de alto- hasta dar con un fil? y, desde este punto, se
proced? a la apertura de otra galer? sin pendiente que serv? para evacuar
hacia el exterior el mineral que se iba picando. La longitud de las galer?s
era, al parecer, considerable, pero en las conservadas oscila solamente entre
los 80 y los 11 metros.
Es posible que los restos romanos de la zona del
Bajo Bidasoa (Santa Elena, El Juncal, fondeadero de Asturriaga, etc.) se
desarrollasen en funci? de la citada actividad minera. En cualquier caso, la
mayor parte de los restos derivados de la explotaci? minera visibles
actualmente corresponden a las ?timas fases de su explotaci? econ?ica en
el s. XX, hasta su abandono en 1986.
Geol?icamente, el ?ea se encuadra dentro de
materiales pertenecientes a la era
primaria o paleoz?ca, con
litolog?s muy parecidas a las que nos encontramos en Pe? de Aia (cuarcitas,
pizarras y granitos). El batolito de Pe? de Aia, al cristalizar en
profundidad hace unos 300 millones de a?s, cuenta con importantes filones de
una serie de minerales susceptibles de explotaci? minera (goethita, limonita
y siderita para la extracci? de hierro, galena para la extracci? de plomo y
plata, y otra serie de minerales no tan apreciados en miner? como fluorita,
blenda, ortosa, etc.).
La explotaci? minera genera unas trincheras a cielo
abierto que se corresponden con los filones de mineral. En ellas podemos ver
todav? como se realiz?la labor puramente extractiva y realizar una especie
de espeleolog? dentro de las minas, recorriendo los diferentes niveles de
galer?s aunque, estas se encuentran bastante encharcadas por estar ante una
zona bastante pluviosa y haber generado unas galer?s dispuestas ladera abajo
con lo que la lluvia se va infiltrando y cayendo hacia la propia mina.
Geomorfol?icamente, estamos ante una t?ica forma
de valle en V, que se corresponde con una erosi? marcada realizada por el arroyo Arditurri, con claro r?imen
torrencial. Aunque aparezca un sustrato sil?eo el encajonamiento y la falta
de insolaci? da lugar a un valle remarcadamente h?edo donde no aparecen
ciertas especies como el marojo o ametza (Quercus
pyrenaica). En su lugar la vegetaci? potencial viene representada por un
bosque mixto no demasiado rico en especies entre las que destacan el roble
com? (Quercus robur), el casta? (Castanea sativa), el nogal (Juglans regia), avellano (Corylus avellana). A su vez, se
registra la presencia de una serie de especies arbustivas como son: la argoma
(Ulex Syringa vulgaris), especie muy com? en jardiner? pero
dif?ilmente asilvestrable (en el ?ea aparece asilvestrada), la euforbia (Euphorbia amigdaloides) o el gam? (Asphodelus albus).
En lo que respecta a la fauna, hay que decir que
el aspecto m? caracter?tico es la presencia de aves tales como el ratonero
com? (Buteo buteo), el halc?
abejero (Pernis apivorus) o el
estruendoso arrendajo (Garrulus
glandarius). Esta zona, al registrar gran humedad, constituye un
magn?ico h?itat para diferentes especies de anfibios, entre los que
destacan: la rana bermeja (Rana
temporaria), el sapo com? (Bufo
bufo), la ranita meridional (Hyla
meridionalis), etc. Por otra parte las aguas del Arditurri se encontraban
hasta no hace muchos a?s demasiado mineralizadas y contaminadas a causa de
la actividad minera como para soportar vida acu?ica superior, cuesti? que
parece irse subsanando ?timamente, detect?dose la aparici? de especies
indicadoras de aguas limpias como son el piscardo (Trutta fario)
Para recorrer el valle se propone su acceso por el
antiguo trazado ferroviario que con v? de 0,75 m de ancho un? Arditurri con
el puerto de Pasajes (1901-1965). Parte de su trazado ha sido convertido en bidegorri, el cual, despu? de
atravesar tres t?eles, nos lleva al poblado
de Arditurri donde todav? existen elementos arquitect?icos derivados de
las antiguas minas, y un peque? caser? dedicado a labores ganaderas,
fundamentalmente. Tambi? quedan en pie diversos barracones y estancias.
Desde dicho poblado se asciende por una serie de senderos, que se asientan
sobre los desechos de las minas, a la antigua explotaci? minera. Todo el
camino discurre paralelo al comienzo del arroyo y, precisamente en este
trayecto podemos observar una serie de saltos de agua espectaculares.
Una vez de haber visitado las bocas (en general no
debe entrarse en las minas), descendemos por el mismo sitio pero, despu? de
pasar el poblado, tomamos el camino que discurre paralelo al arroyo. A mitad
de camino podemos observar otra de las estructuras arquitect?icas
interesantes, aunque su estado de conservaci? no es bueno. Se trata de Ursoroeta, tambi? dedicado a labores
derivadas de la extracci? minera.
En la confluencia entre el arroyo Arditurri y el Arroyo
Putre, nos encontramos, en una peque? pendiente, un horno calero o
karobi en p?imo estado de conservaci?. Esta estructura nos indica que
adem? de la vocaci? minera de la zona, tambi? ha existido una vocaci?
agr?ola importante. En este sentido, hay que destacar que la zona de
Arditurri, Pe? de Aya y Aritzulegi, pertenec? en su mayor parte a tierras
comunales donde se explotaba la madera y los helechales. La explotaci? del
helechal es una tradici? que se remonta en los siglos hasta ?ocas muy
antiguas. La gran humedad existente en la zona y las temperaturas, no
demasiado r?idas, hacen que el helecho com? (
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