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ACERCA DEL CONCEPTO DE PARADIGMA
Y LA EVOLUCION DE LA GEOGRAFIA HUMANA
Dra. M.ª DOLORES GARCÍA RAMÓN
En
relación con la conferencia del Dr. Vilá Valentí sobre
Los
objetivos actuales de la geografía
quisiera
abundar en el tema de la geografía anglosajona, que yo me atrevería a
afirmar que está teniendo un papel dominante en la evolución de la
geografía en los últimos decenios. Es evidente que en este mundo
anglosajón —y con posterioridad en otros ámbitos— la geografía ha
experimentado una honda transformación a partir de los años cincuenta: la
geografía teorético-cuantitativa, la geografía de la percepción y del
comportamiento, la geografía radical y la geografía humanista han hecho
aportaciones sustanciales a los enfoques más tradicionales y ya
establecidos. No es mi intención analizar aquí estas contribuciones que
otros autores o yo misma ya han estudiado en varios trabajos en castellano
(1); lo que creo más interesante en este contexto es reflexionar sobre el
aparato conceptual que subyace a la mayoría de los estudios recientes
sobre teoría y método en geografía. Efectivamente, este debate casi contínuo acerca del contenido y la evolución de la geografía humana se ha
llevado a cabo, en gran parte, utilizando unas
referencias y una terminología— los paradigmas que introdujo Th. Kuhn en
1962 (2). Haggett y Chorley
(3) fueron los pioneros en la introducción en
el campo de la geografía de esta nueva terminología, ampliamente utilizada
luego, como por ejemplo en el excelente tratado metodológico de Harvey,
Explanation in Geography
(4).
Frente a
la opinión generalizada entre filósofos e historiadores de la ciencia —de
que su desarrollo se conseguía mediante la acumulación contínua de
conocimientos—, Kuhn señaló que el progreso consistía en la alternancia
entre lo que él denomina períodos «normalesn y «revolucionarios» de la
investigación científica.
Para Kuhn
—preocupado inicialmente por las ciencias físicas— la ciencia normal es la
que está firmemente basada en pasadas realizaciones científicas que una
comunidad científica reconoce por un tiempo determinado como la base
operativa de su práctica. Estas realizaciones se hallan expuestas en los
libros de texto de estas disciplinas, por lo que exponen el cuerpo de
teoría aceptado en dicha materia. En cambio, las revoluciones científicas
no son períodos caracterizados por la acumulación de conocimiento sino por
la sustitución parcial o total de un viejo paradigma por otro nuevo, e
incompatible con el anterior. Es evidente que el concepto clave en este
planteamiento es el de paradigma, que él mismo define como «realizaciones
científicas universalmente reconocidas que durante cierto tiempo
proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica»
(5). Kuhn analiza la historia de la física, y en particular de los
paradigmas newtonianos y señala como los físicos se comprometían con él o
se les excomulgaba. Con todo, se iban acumulando gradualmente cuestiones
que no tenían respuesta dentro de la ciencia normal y al final apareció un
nuevo paradigma que originaba una crisis en la disciplina.
Esta
transición de un paradigma a otro no se podía realizar de modo lento, sino
que era casi una cuestión de fe o de conversión, y provocaba la
redefinición de aspectos esenciales de la disciplina y el surgimiento de
nuevas cuestiones y preguntas.
Esta
conversión al nuevo paradigma originaba un período de desarrollo
científico caracterizado por progresos rápidos en la disciplina. Con todo,
la ciencia revolucionaria, después de haber experimentado un período
dinámico de desarrollo, finalmente desemboca en el dogmatismo típico de la
ciencia normal, con su adherencia incuestionable al paradigma antes
revolucionario. De este modo, el círculo ya queda completo.
En el
campo de la geografía el esquema se ha aplicado sobre todo para explicar
la aparición de la escuela teorético-cuantitativa
(6), aunque de hecho
podría aplicarse para el análisis de otras escuelas o enfoques. Si se
entiende que un paradigma es un conjunto de presupuestos teóricos y
metodológicos que inspiran los planteamientos científicos de un momento
determinado, la aparición de uno nuevo supone que se rechacen cuestiones
tradicionales aunque interesantes, simplemente por el hecho de no tener el
aparato necesario siquiera para planteárselas. En este sentido, Harvey ha
subrayado que, si bien un nuevo paradigma suele suministrar un estímulo
poderoso para la resolución de problemas, en general adquiere la capacidad
para hacerlo a costa de sacrificar la comprensión de otros
(7). La aceptación de un nuevo paradigma significa que el científico tiene otra
percepción de la realidad, otra «concepción del mundo». Así pues, en este
planteamiento no se presupone la objetividad absoluta de la ciencia sino
una objetividad simplemente relativa.
En
palabras de Harvey: «[Según
Kuhn], la objetividad de la ciencia y el juicio acerca de lo que son
cuestiones significativas y respuesta aceptables sólo puede entenderse en
el contexto de esta concepción del mundo dominante, en el contexto de las
normas y convenciones dominantes, en otras palabras, en el contexto de los
diferentes y a menudo enfrentados paradigmas que reflejan y a la vez son
resultado de comportamientos, escalas de valores y filosofías diferentes»
(8).
No
obstante, el modelo de Khun para explicarse el progreso de las ciencias —y
en concreto para la geografía— ha sido ampliamente criticado, incluso por
Harvey (9). Por una parte, en el modelo no se da una explicación de cómo
se originan las anomalías y de cómo, a su vez, se generan las crisis. Por
otra parte, en este modelo no se plantean de forma explícita los criterios
necesarios para la aceptación de un nuevo paradigma. Y este último
problema es crucial en las ciencias sociales —y en la geografía humana por
tanto— ya que en éstas las revoluciones in-
telectuales se hallan frecuentemente relacionadas con transformaciones
profundas de la realidad. De hecho, Kuhn ofrece una interpretación
idealista del progreso científico y parte de la creencia profunda en los
aspectos positivos del control y manipulación del medio ambiente natural.
Por tanto, en materias como la geografía humana, el conocimiento no se
puede abstraer de su base material y de su entorno, que es donde se lleva
a cabo la actividad científica-social y que condiciona a cada uno de los
científicos sociales.
El
concepto de paradigma —entendido como el conjunto de presupuestos teóricos
y metodológicos que inspiran los planteamientos científicos de un momento
determinado— resulta indudablemente útil en la descripción de las
diferentes escuelas de pensamiento y en la exposición de las relaciones
entre ellas. En cambio, me parece poco aceptable organizar el estudio de
la historia de las ciencias sociales en torno a esta noción. La idea de
que los cambios se producen de forma abrupta y de que se parte
prácticamente de una
tabula rasa es
difícil de
admitir y resulta más razonable y, sobre todo menos ambicioso, hablar de
evolución que de revolución en relación con la historia de una disciplina.
El progreso intelectual consiste en un proceso de integración,
perfeccionamiento, combinación, exclusión o modificación de instrumentos
conceptuales de origen y antigüedad diversos, en una especie de selección
determinada principalmente por las cambiantes demandas y desafíos que
plantea el entorno social.
A este
respecto, me parece oportuno mencionar la formulación que de esta
concepción E.A. Wrigley planteaba hace ya algunos años de forma muy
sugerente: «La prueba
definitiva del valor de cualquier trabajo intelectual es su capacidad para
ayudar a los hombres a entender las cuestiones que les interesan. Hombres
como Ritter y como Vidal de la Blache tuvieron en su día un éxito notable
en este sentido. En el futuro, los problemas de método en geografía serán
zanjados —igual que en el pasado— por la calidad de la obra producida por
hombres de adscripciones metodológicas diferentes. El progreso reside en
el rechazo de las concepciones que pueden frenar la comprensión. Todos los
esquemas metodológicos son provisionales; a la larga serán reemplazados
por otros que se ajustarán mejor a las necesidades del momento. El
desarrollo intelectual es un proceso incesante de modificación, rechazo,
adición y reemplazo de instrumentos conceptuales.
Cuanto
mejor se digiera la experiencia de los geógrafos del pasado, tanto más
fácil será que fructifiquen los debates del presente.
Reculer pour mieux sauter
es una
buena máxima, aquí igual que en otros terrenos. Sólo cuando los méritos de
métodos establecidos desde hace tiempo se examinan en su marco original
puede evaluarse adecuadamente su utilidad presente. Los más completos
prisioneros del pasado son aquellos que no son conscientes de él.»
(10).
(1) Sin
pretensiones de exhaustividad, véanse por ejemplo:
CAPEL,
H., 1973
:
Percepción del medio y comportamiento
geográfico,
«Revista de Geografía», vol. 7, n.º 1-2, pp. 58-150.
CAPEL,
H., 1981: «Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea», Barcelona,
Barcanova.
GARCÍA BALLESTEROS,
A., 1980:
Tendencias fenomenológicas y humanísticas en la geografía actual,
«II
Coloquio Ibérico de Geografía», Lisboa, octubre 1980 (en prensa).
GARCÍA RAMÓN,
M.D., 1974:
Aportaciones de la geografía teorético-cuantitativa a la geografía
agraria,
«Revista de
Geografía», vol. 8, pp. 235-249.
GARCÍA RAMÓN,
M.D., 1977:
La
geografía radical anglosajona,
«Documents
d’Anàlisi Metodològica en Geografia», n.o 1,
Univ. Autónoma de Barcelona, pp. 59- 69.
GARCÍA RAMÓN,
M.D., 1980:
Nuevos horizontes geográficos de la década de los
años 80:
notas sobre
el enfoque
humanístico y fenomenológico del hombre y su entorno,
«II
coloquio Ibérico de Geografía», Lisboa, octubre 1980 (en prensa).
MATTSON,
K., 1978:
Una
introducción a la geografía radical
en «Geocrítica»,
n.º 13, febrero.
SAENZ LORITE,
M., 1977:
Notas para una historia del pensamiento geográfico. Geografía sistemática
y geografía radical,
«Cuadernos
Geográficos de la Universidad de Granada », n.º 7, pp. 353-360.
VILÁ VALENTÍ,
J., 1971 y 1973:
¿Una
nueva geografía?,
«Revista de
Geografía », vol. 5, n.º 1-2, pp. 5-35 y vol. 7, n.º 1-2, pp. 5-57.
En relación
con la geografía de la percepción, aparte de la temprana publicación de
Capel ya citada, véase una lista muy completa en Luis, A. y Urteaga, L. «Geocrítica
» n.º 38, marzo 1982, p. 38, que sorprendentemente incluye también las
publicaciones sobre la geografía fenomenológica anteriormente citadas.
(2) KHUN,
Th., 1978:
La
estructura de las revoluciones científìcas,
Madrid,
F.C.E. (la 1.ª edición inglesa es de 1962) y una aportación posterior:
Segundos
pensamientos
sobre
paradigmas,
Madrid,
Tecnos, 1978. Esta cuestión ha sido abordada también recientemente en
castellano por Capel, H. Sobre
clasifïcaciones, paradigmasy cambio conceptual en Geografía,
«El
Basilisco», 11, 1980, pp. 4-12.
(3) CHORLEY;
R.J.
&
HAGGETT,
P., 1967:
Models, Paradigms and the new geography
en Chorley & Haggett (eds.) «Models in Geography», Londres, Methuen, pp.
19-42.
(4) HARVEY,
D., 1969:
Explanation in Geography,
Londres, Arnold.
(5) KHUP,
1979,
Op.
cit,
p. 13.
(6) CHORLEY & HAGGETT,
1967:
Op.
Cit.,
Harvey,
1969,
Op.
Cit.
Este parece
ser también el caso de un artículo en castellano: Cueto Espinar, D. 1978,
La
aparición de nuevos paradigmas en las ciencias sociales: el caso de la
geografía,
«Paralelo»
37.º, n.º 2, pp. 35-45.
(7) HARVEY,
1969,
Op.
Cit., p. 15.
(8) HARVEY,
1969,
Op. Cit.,
p. 18.
(9) Véanse por ejemplo :
CHISHOLM, M., 1971:
Human Geography: Evolution or Revolution?,
Harmondsworth, Penguin Books.
GREGORY, D., 1978:
Ideology, Science and Human
Geography, Londres, Hutchison.
HARVEY, D.,
1972: Revolutionary and conterrevolutionary theory in Geography and the
problem of ghetto formation,
«Antipode», vol. 4, n.º 2, pp. 1-13 (traducido al castellano en
Geocrítica
n.º 4, 1976).
JOHNSTON, R.S., 1978:
Paradigms and revolution or evolution?: Observations on Human Geography
since the Second World War,
«Progress in Human Geography», vol. 2, n.º 2, pp. 189-206.
SMITH, A.M.
&
OGDEN, Ph.
G.,
1977:
Reformation and Revolution in Human Geography,
en Lee, R. (ed.) «Change and Tradition: Geography’s new frontiers», Dpt.
of Geography, Queen Mary College, Londres.
(10) WRIGLEY,
E.A., 1965
: Changes in the phylosophy of Geogyaphy
en Chorley and Haggett (eds.), «Frontiers in Geographical Teaching»,
Londres, Methuen, p. 19.
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