Lurralde :inv. espac. N. 8 (1985) p. 141-172 ISSN 1697-3070

LA CUENCA BAJA DEL URUMEA EN LOS SIGLOS XI Y XII

UN ESPACIO GEOHISTORICO GUIP{UZZCOANO EN MUTACION.

 

José María ROLDAN GUAL

Cuando, hace ya unos dos años, abordábamos la problemática del abastecimiento de San Sebastián en torno a su fundación como villa en 1180 por Sancho VI de Navarra, imperativos editoriales de espacio nos impidieron perfilar el sistema geohistórico en el cual se planteaba dicha cuestión (1). De hecho, no es posible cercenar ésta del proceso previo y coetáneo de transformación histórica que afectó al litoral guipuzcoano en estas centurias altomedievales, proceso en el que desempeñó un protagonismo significativo el factor geográfico. Más aún, constituiría un desatino el menospreciar el papel ejercido en la dinámica de la cuenca baja del Urumea por las estructuras y vicisitudes de la Monarquía navarra, bajo cuya soberanía se hallaba a la sazón. Así como no debemos ignorar tampoco los vectores económicos y políticos de los estados limítrofes, ni sus presiones expansionistas. Por consiguiente, vamos a empeñar estas páginas en trazar un bosquejo periodizador de la realidad premunicipal guipuzcoana oriental y de su evolución hacia una primera cristalización sinecista en el último cuarto del siglo XII y en el inicio del XIll.

Desde la segunda mitad del siglo IX fue engarzándos en tierras alavesas, a continuación en las vizcaínas, y un siglo después en Guipúzcoa, un proceso de aculturación, definido por la aclimatación de patrones económicos, sociales y culturales de índole mediteránea (2). Esta penetración cultural extraña (3) tuvo sin embargo, dentro del espacio vascongado atlántico, una más pronta incidencia en territorio guipuzcoano (4). El profesor J.A. García de Cortázar lo atribuye al encuentro coetáneo de tres flujos culturales: el bayonés, el alavés y el navarro. Esta superposición romanizadora se vería, intensificada en tal sentido por la política oficial de los soberanos pamploneses, privilegiando muy singularmente un nuevo modelo de ordenación del espacio y de la vida. Este marco, inédito hasta entonces en el paisaje geohistórico vasco oceánico de aquende los Pirineos, esta realidad urbana, decimos, quedó sancionada con el otorgamiento del villazgo por Sancho VI el Sabio a San Sebastián en 1180 (5). A juicio del citado medievalista bilbaíno, tres fueron las fases en las cuales las piezas de este fluctuante fenómeno aculturizador tocaron su punto de pujanza más acusada:

1) 1000-1030: ACTUACION ARTICULADA DE LOS ESTIMULOS CUlTURAES EXTERNOS MENCIONADOS:

El influjo de esta trilogía aculturizadora fue patente en el Bajo Bidasoa, Valle del Orla y, verosímilmente en el Alto Deva y cuenca baja del Urumea. Los mecanismos de impregnación, espontáneos para las corrientes de civilización procedentes de la antigua Lapurdum y del sur del País, fueron sin embargo oficialmente potenciados en el caso navarro por la Corona. Al fin y al cabo, no era únicamente mera coincidencia el que a la sazón rigiese en tierras hispanocristianas la política hegemónica del "Rex lbericus ..(6), esto es, de Sancho Garcés III el Mayor de Navarra. El sistema geohistórico vigente ofrecía, en su trabazón geótica, unos claros perfiles definitorios, que en el ámbito donostiarra se verificarían en la forma siguiente:

1.La Tierra de Hemani en la ordenación espacial del paisaje guipuzcoano:

En la fisionomía demo-territorial guipuzcoana del primer tercio del s.XI destacaba una estructura en sectores naturales no deslindados artificialmente, es decir los valles. En definitiva, tal demarcación no era sino fruto de una constante geográfica de carácter hidro-orográfico. El valle se erigía pues en ámbito de convivencia de las universidades. Sin embargo, la universidad, .'reunión de varios barrios o auzos que forman una parroquia, colación o anteiglesia " (7), en ocasiones se identificaba con la plenitud del valle. Tal era el caso de la Tierra de Hernani, conformada por el Valle del Urumea.

Este, en cuyo límite marítimo se asentaría un siglo y medio después la villa de San Sebastián, abarcaba la tierra comprendida entre el Macizo de Cinco Villas y la costa, y, entre la bahía de Pasajes y el último tramo del Oria (8), ésto es, los actuales términos de San Sebastián, Hernani, Urnieta, Usúrbil, Orio, así como buena parte del de Pasajes, y englobando los venideramente emancipados de Astigarraga y tasarte (9). Un área domeñada geomorfológicamente por un relieve accidentado, vertebrado en diversas unidades estructurales paralelas, seccionadas perpendicularmente por el curso del Urumea:

a) Un traspaís paleozoico y permotriásico (el citado Macizo de Cinco Villas), acompañado por núcleos anexos, inmediatos como el Segmento de Santiagomendi, el Anticlinal de Andoain-Hernani, la Escama de Buruntza y el Sinclinal de Andatza, o diseminados en el sector siguiente, formando lo que F. J. Gómez Piñeiro denomina' cadena intermedia' como el Macizo de S . Marcos, el Domo de Martutene y el Anticlinal de Recalde.

b) Una depresión prelitoral que, conformada por el Correáor Irún-S.Sebastián, el Anticlinal Deducido Aya -Martutene y el Sinclinal de Goiburu, brinda un paisaje suavemente ondulado, efecto de la erosión diferencial de materiales cretácicos y eocénicos -vg.: colinas de Miraconcha, Hériz, Ayete, s. Bartolomé, Eguía, Ategorrieta, Intxaurrondo o Miramón en San Sebastián-, junto con zonas llanas de origen aluvial, que en las desembocaduras do110stiarras del Urumea y de la regata de Añorga -o de los Juncales consistían en arenales (riberas de la bahía de la Concha, tómbolo de Urgull, y Gros) y marismas (Antiguo, Amara y Anoeta).

c) Una cadena terciaria litoral (Ulía, Urgull, isla de Santa Clara, Igueldo, Mendizorrotz, Talaigaña), parapeto de areniscas fracturado a la altura de San Sebastián y, fuera ya de los lindes geomorfológicos del valle del Urumea, en los estuarios del Oria y del Oyarzun, y generador de una costa acantilada que tan sólo se desvanece en la rada donostiarra y complejo de dunas de la Zurriola, a los cuales se suman el abrigo natural de Pasajes y la ría oriotarra.

Ahora bien, en esta imagen sucinta (10) del territorio hernaniarra y en sus derivaciones retrospectivas hemos de ahondar en un aspecto geográfico de transcendental incidencia histórica. A raíz de la transgresión flandriense el Urumea, discurriendo de forma anastomásica al término de un recorrido de 42 km, vertía un considerable caudal en una amplia ensenada flanqueada por los montes Ulía e Igueldo, entre los cuales emergían dos jirones del cordal costero: Sta. Clara y Urgull. Al pie de la vertiente meridional de este último, las corrientes marinas, las mareas, el oleaje y el viento fueron acumulando paulatinamente cienos, arenas y cantos, al tiempo que se depositaban los aluviones fluviales, sedimentados y precipitados por floculación al contacto con el agua marina. De esta progresiva colmatación dimanó un tómbolo que, arenoso y encenagado, transformó el paisaje al forzar al Urumea a desembocar en la Zurriola, ésto es, al este de la península recién creada, en la cual surgiría más tarde el núcleo aforado donostiarra (11).

Retornando al comienzo del s. XI, las menciones supuestamente más antiguas de la Tierra de Hernani pertenecen, no obstante, a documentos apócrifos redactados en los s. XIl y XIII (12), siendo por consiguiente su fecha documental más temprana la del diploma de donación y confirmación por Pedro I de Aragón y Navarra al monasterio de Leire de la ecclesia de San Sebastián y de la pardina de Oróztegui (1101) (13). Por otra parte, entre los restantes valles guipuzcoanos habremos de citar los del Oyarzun y Hidasoa, en cuanto que, con sus en el presente municipios de Oyarzun, Rentería, Lezo, Irún y Fuenterrabía y el sector pasaitarra de San Juan, formaron parte del término de la villa donostiarra de 1180 a 1203.

Por lo tanto, la configuración del terreno y una primordial actividad económica ganadera contribuyeron decisivamente a un tipo de hábitat eminentemente disperso, caracterizado por una indefinición en los límites (14), consecuencia de la lentitud del proceso privatizador de la tierra. De hecho, una fijación duradera al suelo por parte de la población fue principalmente un fenómeno propio de los ámbitos monásticos, cuyo grado de polarización demográfica era por el momento exiguo (15). De esta suerte, se impone una catalogación de las diversas entidades de población/explotación económica que la parca documentación conservada suministra. Aquéllas han sido básicamente analizadas por el profesor García de Cortázar (16), refutando por ende la tesis "baserritarrista " de J .L. Banús (17). Claro está que el proceso de estabilización de los guipuzcoanos en asentamientos permanentes es aún incipiente. La trashumancia está más acorde con un aposentamiento temporal, siendo en esta fase limitados los barrios, forma primitiva de habitat estable.

1. Villa: Explotación agropecuaria vinculada a un ámbito señorial: vg.: Aya respecto de los Aznárez antes de 1025.

2. Monasterium / ecclesia: Iglesia propia, de posesión laica, evolucionando a lo largo de los s. XI y XII en dos direcciones:

2.1. La adscripción a grandes centros monásticos, en este momento pirenaicos (vg.: San Salvador de Olazábal donado por el senior García Aznárez y domna Gaila a San Juan de la Peña (1025».

2.2. La parroquialización de los monasteriolos (tal sucedería sin duda con el monasterio de San Sebastián aunque no podamos fijar cronológicamente el fin de tal proceso (18».

3. Pardina: Explotación "cum suis terminis et appendiciis omnibus. terris cultis et incultis. pascuis. arboribus fructiferis et infructiferis ' " y no sólo pastizal con corráles o tenadas. Ahora bien, tal definición se inscribe, por su procedencia documental (19), en la siguiente fase. Cabe plantearse pues si, en el periodo 1000-1030, el contenido del vocablo pardina se ajustaba al antedicho. El diploma apócrifo de 1014 no ofrece una descripción clara de la pardina de Izurun (20), a la que el texto denomina igualmente villa (21).

4. Cubilar: Ambito de explotación pecuaria ligado a las vías de trashumancia, y en el cual la instalación humana es provisional al modo de las majadas.

Estas formas de poblamiento se adaptaron por lo demás a una ocupación del territorio en altura, situándose, como ocurría con los caminos, a media ladera o en la proximidad de la línea de cumbres según la prominencia de montes y colinas. Esta prevención respecto del fondo de los valles fue originada por varios factores significativos:

1.Tras una centuria seca, en el siglo XI el País Vasco atlántico comenzó a padecer, como a nivel europeo occidental, un clima húmedo, causa de intensas precipitaciones (22). Su incidencia, negativa especialmente en los valles, se manifestó en dos niveles:

1. Uno extremo, en torno a los efectos de las frecuentes avenidas.

2. Otro, menos espectacular, pero no menos pernicioso, fruto de las repetidas lluvias y humedad, que encharcaban amplios sectores, obstaculizando el apacentamiento del ganado y la maduración ante todo de los cereales (incipientemente cultivados en esta fase), con la constante amenaza de putrefacción.

Por otra parte, el disfrute de un tiempo cálido facilitaba la habitabilidad de los terrenos elevados (23).

2. La desintegración del Imperio Romano de Occidente trajo consigo un reforzamiento de las estructuras indígenas, particularmente allí donde la romanización había sido muy localizada y sumamente tenue. Ante la minimización de una influencia agrícola en la Guipúzcoa "romana", escasa y con origen en núcleos muy puntuales (24), se produjo un crecimiento cualitativo de la ganadería a la par que la caza y el aprovechamiento forestal empujaban de igual modo hacia las vertientes montañosas.

3; Influyeron también razones de matiz defensivo, singularmente en el área costera a causa del peligro de expediciones normandas, que justo se interrumpirían en este periodo (vid. infra).

La evolución de esta población parece que esencialmente se asemejó a la europea occidental (25). Extrapolando, se puede establecer una hipótesis de relativo incremento demográfico en el s.XI, que supondría para Guipúzcoa y Vizcaya una "densidad de población elevada", es decir, dentro de unos valores bajos en términos cuantitativos y en relación con la extensión territorial; sin embargo se estaría dando un desequilibrio población/recursos (26) al persistir una prevalencia ganadera en la estructura económica, como ocurrió a lo largo del arco montañoso cántabro-pirenaico (27). Tocante a las posibles alternativas al problema, una salida emigratoria parece que se produjo al menos en el caso vizcaíno rumbo a la Rioja Alta, mientras que una colonización agrícola interior hubo de someterse a un lento proceso, todavía embrionario en la etapa 1000-1030.

Por consiguiente, ciertas zonas guipuzcoanas se definían por un contingente poblacional más elevado. Tales eran la cuenca media del Oria (encrucijada de rutas alavo-navarro-guipuzcoanas, en buena parte ganaderas), la cuenca del Deva (28) yel ámbito donostiarra. En éste, a decir de Manuel de Lecuona (29), Hernani nucleaba en cierta manera la vida civil del Valle del Urumea, en la medida en que, primero, se localizaba en ella una cierta autoridad dimanante de la comunidad, con personalidad colectiva, a través de un aparato más judicial (de acuerdo con los usos y costumbres) que administrativo (30); segundo, desde ella se articulaba en un principio la vida religiosa (31); y tercero, constituía un refugio ante posibles agresiones externas. En consecuencia, estos elementos, como el de una actividad marítima muy reducida (pesca de bajura) (32), explican un emplazamiento tierra adentro ya cierta altura del lugar hernaniarra. Sólo posteriormente y dentro del proceso de descenso de los enclaves habitados al fondo de los valles (33), acontecería un paulatino despuntar en el valle del Urumea del primitivo núcleo donostiarra respecto de Hernani.

En este punto, se nos plantea el problema del origen y morfología del monasterium o ecclesia de San Sebastián, , , que est in litore maris, in finibus Emani" (diploma de Pedro l) y, en concreto, sobre el promontorio que termina en el Pico del Loro, a orillas de la bahía de la Concha y no muy lejos de la desembocadura del Añorga. Admitido mayoritariamente que el documento de donación de Sancho III el Mayor de 1014 se trata de un pseudo-original de la segunda mitad del XII (34), se tiene no obstante por auténtica tal agregación al dominio legerense y por indiscutible (35) el carácter de interpolación de la cesión de las iglesias donostiarras de Santa María y San Vicente. De sumo interés es, en este sentido, la hipótesis de L. J .Fortún (36), al sugerir como posible otorgante a Sancho IV de Navarra (1054-1076), que sería el rex Sancius Pampilonensium de la donación y confirmación de Pedro I. Tal vez, entre los factores que pudieron presuntamente concurrir en la munificencia del de Peñalén, se encontrasen:

1. La continuación de la política de concentración monástica de Sancho III y García Sánchez III el de Nájera, sus antecesores, conforme a las pautas benedictinas de la reforma religiosa apoyada por su abuelo.

2. El equipamiento de las rutas jacobeas de confirmarse la tesis de la existencia de un camino costero (37).

3. Una reafirmación de la soberanía navarra y de la autoridad real ante dos tipos de presión:

1. De signo político-territorial: El bloqueo del Reino promovido por Castilla desde la rota de Atapuerca (1054), pese al carácter excéntrico de la zona donostiarra.

2. De signo político-religioso: El proceso de colonización eclesiástica romanizante iniciado con el pontífice Alejandro II e institucionalizado con Gregorio VII, a quien se oponía Sancho IV tanto en el plano litúrgico como, y fundamentalmente, en lo que Pierre Narbaitz llama' 'vasselage romain", esto es, una comprometedora dependencia respecto del Papado.

4. Una conducta típica de unas estructuras mentales propias de la época en materia ideológica (38).

Tal teoría no invalida una no inconcebible erección monástica ya en tiempos de Sancho el Mayor, fundación regia si nos atenemos a la personalidad del autor de la mencionada donación.

No obstante, a falta de la fecha de la dotación real, se barajan diversas conjeturas sobre la naturaleza primigenia del nuevo núcleo monástico:

1. R. de Izaguirre (39), M. de.Lecuona y otros estiman que era un lazareto u hospital (40), vinculado a la senda santiaguista litoral en su tramo Alza-Igueldo. Para ello, se sostienen tan sólo en el papel intercesor de San Sebastián, junto con la Magdalena, en cuestiones concernientes a la peste hasta su desbancamiento por San Roque.

2. Por contra, L.J. Fortún niega tal función aislatoria con fines profilácticos generales, en base a varios argumentos:

1. Las peregrinaciones a Santiago de Compostela alcanzaron sólo dimensiones multitudinarias desde el s.XI y particularmente desde la difusión del Liber Calixtinus en el XII. En tal sentido se manifiestan igualmente J. Gautier-Dalché (41), J .A. García de Cortázar (.42) e Y ves Renouard (43) Pese a ello, M me. de Meñaca vislumbra el inicio de este "pelerinage thérapique ..como lo denomina Alphonse Dupront, en el siglo IX y con certidumbre en el X (44), al hallarse las rutas meridionales amenazadas por los hispanomusulmanes. Hay que tener presente que el culto al Apóstol se veía ya favorecido por la Corona astur en tiempos de Mauregato, que se extendió con Alfonso II al ser edificada sobre el supuesto sepulcro la primitiva iglesia compostelana, y que era mencionado ya por los martirologios francos del s.IX (45).

2. Enlazando con lo anterior, L.J. Fortún se suma a J. Gautier-Dalché y José M.a Lacarra en la opinión de la inexistencia de una vía jacobea por la costa cantábrica por motivos que más adelante expondremos. Disienten empero de tal afirmación M me. de Meñaca, J .A. Barrio Loza y S. Ruiz de Loyzaga (46).

3. Habría que añadir al carácter tardío del camino Bayona-Burgos, a juicio de este historiador navarro, lo ilógico de la construcción de un cenobio hospitalario en un punto un tanto apartado de la ruta, que atravesaba Hemani, puesto que la desviación hacia San Sebastián data del s. XII. Sin embargo, este alejamiento se justificaría según M. de Lecuona por su condición de leprosería (47).

Por lo tanto, San Sebastián el Antiguo no sería sino un monasteriolo como tantos otros hispanocristianos altomedievales. Lo habitaría una reducida comunidad de monjes o clérigos regulares, tal vez limitada a poco más de uno, con lo que vendría a coincidir, de alguna forma, con las parroquias rurales. Por lo demás, sería una muestra patente del empuje, todavía no generalizado, de una progresiva colonización socioeconómica interior en la Guipúzcoa del s.XI.

2.La Tierra de Hemani en la economía preponderantemente ganadera guipuzcoana:

Caza, pesca, producción sidrera y un embrionario laboreo cerealístico complementaban una dedicación esencialmente pecuaria, cuya modalidad preferente era la trashumancia. Parece que los trayectos más destacados en relación con los numerosos cubil ares hernaniarra-donostiarras unían la Sierra de Aralar y la costa guipuzcoana oriental. La significación económica de esta actividad primaria incidió ciertamente en todo el espectro social:

1. Ejerciendo un protagonismo considerable en la dieta alimenticia, la carne porcina y la ovina constituían el alimento fundamental de la población, al tiempo que la vacuna era privativa de un grupo social dominante, que paulatinamente iba diferenciándose de la masa popular .

2. Desde esta última perspectiva, el ganado mayor, fuente de riqueza, comenzó a ser el respaldo patrimonial del crecimiento del poder de dicho grupo prevalente.

3. Los itinerarios trashumantes dejaron su huella en la distribución longitudinal de dialectos y distritos eclesiásticos (48).

4. Su estacionalidad trascendió a la forma de asentamiento, imponiendo al mismo una marcada provisionalidad.

3.La Tierra de Hemani en la órbita navarra:

Vistas las estrechas relaciones del Valle del Urumea con el Reino pamplonés, no es preciso abundar en la orientación navarra de la Tierra de Hernani, con todo no siendo ello óbice para el mantenimiento de contactos con el área labortana. Más lejana aparece sin duda una influencia castellano-Ieonesa que, sin embargo, desde las tierras del Deva, pudo ir incrementándose quizás conforme se acercaba el año 1076. En tal fecha culminaría la crisis de la Monarquía jimena. Hasta entonces, Guipúzcoa, con un status similar al de la marca fronteriza (49) o al menos de territorio aún periférico, permaneció bajo el control político navarro a través de la tenencia reiteradamente en manos de los Aznárez y apoyándose en los citados vínculos de convivencia.

Si por un lado había cesado Guipúzcoa, como Vizcaya, en su función de retaguardia del territorio vasco mediterráneo tras el fin de las acometidas amiríes con la disgregación del Califato cordobés, por otro se cernía sobre el litoral la persistente inseguridad motivada por las correrías escandinavas. Múltiples causas indujeron a normandos, vikingos y varegos a optar por desbordar el marco báltico para instalarse en tierras ajenas; comerciar con Bizancio, Samarcanda o Bagdad por la vía fluvio-terrestre rusa o por la ruta marítima atlántico-mediterránea; o, principalmente en sus primeras oleadas, saquear las costas e incluso traspaíses europeos (vg. la devastación de Tuy en 1016). Profundas transformaciones socioeconómicas, a las que hay que sumar el discutido desfase población/recursos, la mejora de las condiciones de navegabilidad en aguas septentrionales merced al caldeamiento climático y al desarrollo de las técnicas náuticas, y la debilidad defensiva de las monarquías occidentales, especialmente en el mar, condujeron la temida silueta del drakkar hasta las riberas cantábricas en sus singladuras hacia el sur. Las incursiones solían tener lugar al declinar el verano, con el recrudecimiento de los rigores boreales y coincidiendo con el todavía buen estado del ganado y recogida de las cosechas en el oeste europeo. Esta movilización colectiva no llegaba, pese a todo, a cotas de brutalidad superiores a la de sus coetáneos (50). Ahora bien, la segunda ..ofensiva" noruega en el Cantábrico, iniciada aproximadamente en el 960, iba a interrumpirse inopinadamente hacia el 1026 resultado acaso de la política internacional de Sancho III y, más probablemente, de un proceso de sedentarización y organización política en las tierras bajo dominio normando, cuyo máximo exponente fue el llamado Imperio del Mar del Norte de Canuto el Grande (c.995-1035).

De corroborarse la suposición de F. Mexia (51) acerca de la presunta edificación ya en tiempos de Sancho III de una atalaya defensiva en la cima del monte Urgull, el destino de dicha torre, dentro de una funcionalidad de control genérico de la circulación marítima de cabotaje, más que propiamente militar, podría haber estado relacionado con una suerte de plan de prevención ante irrupciones vikingas.

El fin del periodo 1000-1030/76 conllevó, por consiguiente, el ocaso relativo en el ámbito guipuzcoano de la armonía que había reinado entre las corrientes de aculturación (52) navarra, bayonesa (53) y alavesa en el marco de una estructura socioeconómica y cultural fundamentalmente ganadera.

2. 1080-1110: DECRECIMIENTO RELATIVO DEL PROTAGONISMO NAVARRO EN EL AREA:

El corolario del drama acaecido en la montería del 4 de Junio de 1076 (52) favoreció un fortalecimiento de la presencia castellano-leonesa en el País, primando la penetración del flujo cultural alavés en el área atlántica. Por otra parte, la unión de la titularidad real pamplonesa y aragonesa en la persona de Sancho I Ramírez frenó el dinamismo de la expansión cultural navarra en dicho ámbito. Ahora bien, esta influencia occidental se debilitaba en la línea del Urola y, si la cuenca del Deva basculó vivamente hacia Vizcaya, el territorio guipuzcoano propiamente dicho se mantuvo en el marco de civilización navarro, máxime su porción oriental. Veamos seguidamente cuáles fueron las notas más llamativas de dicho periodo.

1.La progresiva fIjación de la población al suelo:

La persistencia de una progresión demográfica ascendente (54) se acompañó de la intensificación de la colonización interna. En su fenomenología, cabe subrayar tres marcadas características:

1. La gradual extensión por el territorio guipuzcoano de formas de poblamiento definitivas. Incluso, aparece por vez primera al menos en el repertorio diplomático una nueva modalidad de villa, "núcleo de dimensiones reducidas pero suficientes para funcionar como una aldea, donde conviven varios vecinos" (55). A este modelo se ajustaba el enclave de Salinas de Léniz citado en 1080 y 1087, distinguiéndose de las villae de Aya (fase anterior) o San Sebastián (1101) en que la facultad de decisión acerca de bienes y personas no recaía en el conjunto de vecinos sino en un ente unipersonal.

2. El descenso creciente pero desigual de estos núcleos a tierras bajas, singularmente en la zona del Valle medio del Oria y Bajo Urumea, adelantándose a la cuenca del Deva. Muestra de ello es el caso del desarrollo donostiarra en el marco de la Tierra de Hernani (56). El emplazamiento de los lugares habitados, por consiguiente, se diversificó optando bien por lo fondos de valle, bien por cerros de escasa entidad, bien por sectores ribereños tanto fluviales como marítimos. En esta línea, las iniciativas de índole monástica fueron relevantes, al tiempo que prosiguió la absorción de los monasterios comarcales por los grandes cenobios (57). Así el comite Lopez lñiguez y domna Ticlo entregaban San Andrés de Astigarribia (1080/91) a San Millán de la Cogolla, y, el monarca aragonés Pedro I confirmaba la adscripción donostiarra a Leire (1101).

3. Un aumento del ritmo de aclimatación de especies agrícolas mediterráneas con fines alimenticios, merced a una elevación de la temperatura en los siglos XI y XII ya algunas mejoras técnicas en los aperos de labranza (58).

Simultáneamente, se consolidó en la población guipuzcoana, pese al arraigo de fórmulas sociales y de habitat gentilicias, un proceso de estratificación social, conforme a la evolución de la privatización en la posesión de la tierra y al crecimiento del poder y acaparamiento de los excedentes económicos por parte de los maiores de la colectividad. Las alusiones documentales a la existencia de collazos testimonian que la heterogeneización social guipuzcoana se asimilaba ya a la alavesa. Comites y seniores, de origen alóctono (59), y dompnos guipuzcoanos, junto con el soberano, se repartían la propiedad fundiaria. En ésta, participaban también los denominados por J .A. (García de Cortázar (60) simples propietarios; no así, obviamente, los collazos, adscritos a un solar que habían de labrar en beneficio señorial.

2. La creciente prosperidad del ámbito donostiarra:

Donado el monasterio de San Sebastián a San Salvador de Leire entre los cruciales años de 1054 y 1076, si nos atenemos a la tesis de L. J. Fortún, emergió del área guipuzcoana nororiental y por ende de la Tierra de Hernani la floreciente posición del enclave donostiarra, ensombreciendo incluso la hoy muy mal conocida trayectoria altomedieval del núcleo irunés (61). Pese a converger factores geohistóricos diversos, especialmente estratégicos, e indiscutiblemente a causa de los mismos, el fenómeno histórico premunicipal donostiarra se precisó sustancial mente por su condición de objeto inmediato de los designios de la Monarquía navarra.

Esta comarca donostiarra alcanzó así a movilizar los mecanismos jurídico institucionales del Reino, en orden a quedar garantizados legalmente todos los intereses que los diferentes entes navarros pudieran tener en la misma. Entes que para este periodo ya la luz documental eran, fuera del patrimonio real, fundamentalmente religiosos. Las manifestaciones escritas de esa particular preocupación por San Sebastián, fruto por otra parte de la cristalización de una mentalidad propietarista, se mueven en dos planos eclesiástico-económicos:

1. Monástico: La mentada carta de donación y confirmación de Pedro I, rey en Jaca y Pamplona, por la cual concedía al monasterio de San Salvador de Leire la iglesia de San Sebastián con su dominio, añadiendo la pardina de Oróztegui (1101), y que se conserva en copia del Becerro Antiguo de Leire de finales del abadiato de Raimundo (1083-1121), se encuadra en este primer plano. Pese a las reservas de L.J. Fortún sobre la autenticidad del tenor confirmatorio (62), la misma o, en su lugar, una intencionalidad interpoladora expresan el ánimo legerense por dejar bien claro en términos de derecho su potestad sobre el monasterio de San Sebastián. Al mismo tiempo, el otorgamiento de la pardina de Oróztegui (63) es indicativo del notable desarrollo de la zona, tanto respecto de la comunidad cenobítica como del realengo, y por tanto de sus posibilidades económicas. El grado de colonización agrícola se infiere del orden, probablemente jerárquico en un plano psicológico voluntarista, de los elementos productivos que componen la pardina, encabezados por los labrantíos, a los que sigue la explotación ganadera, actividad económica guipuzcoana prioritaria aún. La mención del Urumea revela un aprovechamiento económico de sus aguas, como sucede con la confirmación en lo tocante al Cantábrico. Por consiguiente, cabe preguntarse si el sustento de los moradores del ámbito donostiarra se encontraba suficientemente asegurado. No sería aventurado, pensamos, responder afirmativamente (64). La voz "censibus.-. es bastante elocuente respecto a la potencialidad agropecuaria donostiarra, que permitía y favorecía la imposición de gravámenes. De hecho, se ignora el tipo de vínculos que ataban al cenobio donostiarra respecto del de Leire. L. J. Fortún señala como factible la exigencia por parte de la abadía navarra de la entrega de un prandium a base de pescado, capital en la manutención de los monjes. Ello se insertaría en una disposición del abad Raimundo en tal sentido (1094), de suerte que cada decanía habría de brindar a los religiosos legerenses anualmente una comida compuesta por pan, vino, pescado y queso. Nótese la no inclusión de la carne, pese a que, y más en caso guipuzcoano, la ganadería era parte importante del dominio legerense. Se dejaban sentir, por lo tanto, con fuerza en tierras del rey Pedro los efectos de la reforma gregoriana. Al prandium, se sumarían censos dinerarios, diezmos, primicias y oblaciones tal y como se cita en el diploma apócrifo de 1014 (segunda mitad del XII).

2. Episcopal: Aunque J. Goñi Gaztambide refuta la tesis de una conflictividad abierta entre los obispados de Pamplona y Bayona, en cuanto que ya para fines del XI es patente la pertenencia de las cuencas del Bidasoa y Oyarzun a la diócesis laburdina, los nuevos vientos reorganizadores procedentes de Roma, junto con una conciencia generalizada de la implicación territorial en las cuestiones de propiedad, llevaban a una más estricta pormenorización textual de las demarcaciones jurisdiccionales en la estructura episcopal. y con mayor razón si existía un riesgo de que la ambigüedad pudiera cercenar territorios limítrofes considerados económicamente valiosos. En esta línea, se redactaron las bulas de Urbano II (1096-quizás interpolada-) y de Pascual II (1100), ratificando con cierto detalle los límites de la diócesis pamplonesa, mientras que en 1105 este último pontífice acogía bajo su protección a la iglesia de Bayona. No vamos a analizar los contenidos de dichos diplomas papales, sino a indicar tan sólo la mención por las bulas de 1096 y 1105 de San Sebastián como área fronteriza entre ambos episcopados. ¿Simple razón referencial o deseo de fijar por escrito un dominio fructífero? .

3.Ampliación guipuzcoana del marco extrarregional de relaciones:

En esta fase se acentuó la integración guipuzcoana en ámbitos más dilatados, espacios de naturaleza jurídica diversa que se superponían. Sedes episcopales, coronas, monasterios y señores particulares, todos ellos extranjeros, eran atraídos por unas perspectivas económicas y políticas ciertamente halagüeñas. Parece que, a la par que se intensificaba la colonización pesquera del litoral, se puede hablar quizás ya de un círculo de relaciones económicas cantábricas, que por el sur tocaba a la Rioja y la Bureba.

. Acerca de esta cuestión, J .A. García de Cortázar (65) lanza una hipótesis referida a Vizcaya y acaso extrapolable a territorio guipuzcoano. Se trata de que, en sentido inverso al antes expresado, los propios seniores del área costera, buscando revalorizarla, incentivaron a los grandes cenobios para que establecieran zonas de interés económico que sirviesen de acicate a todo el territorio.

Políticamente, en un principio, se reforzó la influencia occidental, de lo cual era exponente una más viva orientación riojana de las donaciones guipuzcoanas, sobre todo en la mitad oeste, con la cesión de San Andres de Astigarribia y de sendos collazos en Salinas de Léniz por senior Orbita Aznárez (1080) y domno Galindo Iñiguez (1087) respectivamente, al monasterio de San Millán de la Cogolla.

En 1076, Orbita Aznárez -¿Vela Aznar?-, tenente en Guipúzcoa, había acabado por optar por el monarca castellano (66), pasando a su muerte la porción del territorio guipuzcoano en manos castellano-leonesas a los sucesores de Iñigo López "Ezquerra", señores de Vizcaya, hasta su sustitución por los Ladrón en. 1124. Respecto del sector navarro irrumpió en la documentación el senior Iñigo Vela o Beguila, tenente en Baztán, Burunda, Echauri y Hernani en tiempos del Batallador (67). ¿El Valle del Urumea adquirió tal notoriedad estratégica como para constituirse en sede de tenencia, o, bien la proximidad del castellano obligó a la provisión de dicho cargo? .

Con el repudio de Urraca, reina de Castilla y León, por Alfonso I de Aragón en 1114, se preparó un replanteamiento del mapa político del área vascongada al permanecer Alava, Vizcaya y Guipúzcoa bajo la soberanía fáctica navarro-aragonesa, dado que la disolución de la unión matrimonial de ambas coronas había dejado el ámbito castellano bajo la ambigua y teórica titularidad del aragonés (68). La Paz de Támara (1127) entre Alfonso I y Alfonso VII de Castilla-León consagró, a pesar de la renuncia al Reino castellano del primero, el retorno de las tierras vascongadas a Navarra, si bien las Encartaciones se perderían definitivamente hacia 1134, así como las comarcas alavesas al oeste del Bayas aparecían en 1140 bajo jurisdicción castellana (69).

En consecuencia, se gestó una revisión de los flujos aculturizadores, conforme Guipúzcoa fue inclinándose de nuevo hacia Pamplona, De esta forma, los Ladrón recobraron su protagonismo en la Corte y en la zona. Su decidida contribución a la entronización de García Ramírez (1134-1150) y por ende a la restauración de una Monarquía navarra otra vez independiente, les reafirmaría en la tenencia guipuzcoana. Por lo tanto, con la disolución de la unión personal navarro-aragonesa arrancaba la tercera fase del proceso aculturizador actuante en territorio guipuzcoano.

3) 1140-1180: AGUDIZACION DEL PROCESO DE ACULTURACION:

Siendo éste esencialmente de traza bayonesa y navarra, la reintegración de la soberanía pamplonesa en 1134 relegó toda seducción castellano-leonesa a un impasse, que sólo sería quebrado al alborear del s.XIII. Por otra parte, iba tomando cuerpo una cristalización, no consumada aún íntegramente, de los esquemas mediterráneos de espacialización y de sistematización de la vida. En este sentido, el periodo contempla una evolución marcadamente acelerada hacia una nueva realidad y concepción en la configuración de la vida colectiva, teniendo su primera culminación en el aforamiento de San Sebastián en 1180. La concreción de dicho proceso se verificó en diferentes instancias, sobresaliendo las siguientes:

1.La confirmación de la tendencia estabilizadora en el hábitat guipuzcoano:

En el siglo XII, con el XIII, representó la cota máxima de la expansión demográfica vasca peninsular medieval hasta el s.XV, en el cual el desequilibrio recursos/población empujaría a los vascos atlánticos a integrarse en los circuitos de la economía-mundo merced a un poderoso desarrollo de las actividades terciarias y secundarias. En el s.XII, el progreso de las bases productivas del sector primario guipuzcoano, exigido por unos efectivos poblacionales crecientes, trajo consigo una disminución del índice de mortalidad gracias a la multiplicación de las posibilidades alimenticias. A las consecuencias de orden cuantitativo, con un incremento vegetativo de la población, se unieron cambios cualitativos considerables, a los cuales no fue tampoco ajena la incorporación de inmigrantes gascones.

De esta suerte, se observó una generalización de los asentamientos definitivos. Tal sucedió, a modo de ejemplo, con Berástegui (70). Una más intensa difusión de los cultivos cerealistas y hortícolas, y quizás del viñedo, apresuró este proceso de fijación residencial, al tiempo que triunfaban formas de explotación del paisaje particularistas. En esta propietarización individual o familionuclear del suelo progresivamente agrícola, tomaron parte tanto magnates navarros y locales {71) como, y especialmente en el caso que nos ocupa, instituciones eclesiásticas y el monarca pamplonés. Todo ello incidió notablemente en el ámbito pecuario, con una reordenación económica de los espacios naturales en orden a la determinación más precisa del emplazamiento de seles y al control del tránsito de ganado trashumante (72).

En estrecha relación con estos fenómenos se afianzó el habitat en el fondo de los valles, cuya población se haría más compacta conforme iba materializándose la política sinecista navarra y ulteriormente castellana en Guipúzcoa, con una merma demográfica relativa en las laderas (73).

Por otro lado, el proceso antes expuesto originó modificaciones en la dinámica constructiva religiosa, en cuanto que la capacidad de las ermitas, propias de una ocupación dispersa, voluble y en altura, se hacía insuficiente. Ahora bien, las dimensiones de los nuevos templos, si bien mayores, no llegaron a ser monumentales, dada la modestia de los núcleos de agrupamiento vecinal. El resultado fue un románico marginal, particularmente allí donde la concentración de población no se tradujo por el momento en el otorgamiento de carta-puebla (74).

Finalmente, el binomio coyuntura demográfica alcista de asentamiento estable/crecimiento de los excedentes agropecuarios engendró actividades de intercambio y aprovechamiento pesquero, y por ende artesanoindustriales (a lo que añadir la explotación de salinas en Léniz), perfilándose así una incipiente diversificación sociolaboral. Por consiguiente, quedaba configurado, junto con otros factores, el marco potencial para la materialización del villazgo.

2.El fortalecimiento de los flujos culturales extrarregionales:

De procedencia suroriental y nororiental, las corrientes de civilización alóctonas alcanzaron en esta etapa una vehemencia ascendente, que, aparte del éxito relativo de los modelos de cultivo y..propiedad mediterráneos, tomó diferentes caminos:

1. La apremiante política de apropiación de excedentes por los poderes civiles y eclesiásticos navarros: En esta línea, el rey activó todos los mecanismos en su mano con objeto de asegurarse un lugar relevante en los beneficios de la producción rural y sobre todo de las actividades no primarias. De ahí que, movido igualmente por la aspiración de frenar las fuerzas centrífugas señoriales, el monarca apoyase a la mitra pamplonesa en sus pleitos con la abadía legerense en torno a 1178, 1188 y 1197, en los que estuvo involucrada la cuestión de los derechos sobre los templos donostiarras de Santa María y San Vicente; instaurase tenencias en Aitzorrotz primero y San Sebastián después dentro del cuadro general defensivo ante el expansionismo castellano-aragonés; y trasvasase a la costa guipuzcoana la política fundacional ejercida por la Monarquía navarra en el Camino de Santiago desde el s.XI.

Del mismo modo, los entes eclesiásticos se movilizaron con ahínco para reivindicar jurisdicciones y, fundamentalmente, prerrogativas económicas. Si al principio del periodo su interés giró alrededor de la consecución de donaciones (75), luego tendió, además, a la preservación jurídica de las mismas ante la proliferación de centros monásticos, el establecimiento de nuevas órdenes (vg.: los cistercienses, gozando del favor de Sancho VI), el encumbramiento regio de Santa María de Pamplona y una mayor centralización episcopal. En esta dinámica se inscribieron las tensiones entre Leire y el obispado irunés. La reacción a las bulas pontificias expedidas entre 1143 y 1165, que sancionaban la jurisdicción episcopal sobre el cenobio legerense, desembocó en un pleito en el que el monarca catalano-aragonés y el monasterio de San Juan de la Peña auxiliaron a Leire con el fin de debilitar la cohesión interna navarra. En este conflicto de intereses a la vez político-internacional y eclesiástico-Iocal, se entremezcló la adscripción jurisdiccional de San María y San Vicente del núcleo burgués de San Sebastián, sito en un extremo del tómbolo de Urgull. El cenobio pinatense colaboraría en la falsificación de un diploma de exención respecto del obispo de Pamplona, de suerte que ésta sería institucionalizada por la bula de Alejandro III de 1174, en la que las iglesias donostiarras eran atribuidas al dominio legerense (76). Aunque Pedro de París apeló, consiguiendo la invalidación de la concesión papal de 1174 (bula de Clemente III de 1188), este prelado se avino a un acto de concordia en 1178. Victoria legerenseque comportó el trueque de las cuartas episcopales por el pago anual al obispado de un ternero, junto a la procuración (nótese la especie de sus componentes: un cahiz de trigo, dos de avena, acompañados de alimentos y bebida suficientes en la visita episcopal a dichos templos). En esos años, los monjes, alarmados por la ofesiva iruñesa y ante el crecimiento del enclave gascón al pie del monte Urgull (77) trataron de guardarse las espaldas en el tema donostiarra. Ni conservaban la carta real de donación del monasterio de San Sebastián, ni el documento de 1101 mentaba dichas iglesias. Por lo tanto, se afanaron por recrear merced a modelos documentales pinatenses y propios el diploma de donación a Leire del cenobio donostiarra, es decir, "la carta real de Sancho III de 1014" (78). Con el fin de distender las relaciones con la abadía y como gratitud por el apoyo de Bernardo de Astarac, obispo de Bayona, Pedro de París cedió a la mitra lapurdense el "honor" de San Sebastián y otros lugares de Guipúzcoa, administración delegada, con percepción de rentas, que finalizaría en 1193 con el óbito del obispo pamplonés. No obstante, se recrudeció el enfrentamiento entre abad y prelado, imputando éste al primero la ocupación ilegal de los templos de la villa de San Sebastián, y, culminando el pleito en el acuerdo de 1197, por el cual el triunfante obispo García Ferrández recobró las cuartas episcopales al tiempo que se le seguía respetando la procuración o cena anual. Pese a todo, las desavenencias entre el monasterio de Leire y la sede pamplonesa perdurarían en las décadas siguientes (desde el privilegio de protección de lnocencio III a la abadía -1198hasta la cesión del monasterio de San Sebastián el Antiguo por Leire al monasterio de lranzu -1235-, pasando por la reforma cisterciense del cenobio legerense) (79).

2. La inmigración gascona como resorte acelerador del proceso de aculturación: Los asentamientos gascones a lo largo del s.XIl (80) significaron la praxis en suelo guipuzcoano de unos modelos culturales, los bayoneses, que desde hacía tiempo presionaban por vía de influencia sobre las estructuras rurales, ganaderas y gentilicias del territorio vasco oceánico. Su ubicación exclusiva en el litoral guipuzcoano oriental no fue casual en la medida en que éste les ofrecía un magnífico potencial económico en la línea de sus propias actividades tradicionales. "(...) La llegada de los gascones se convierte así en consecuencia y factor del desarrollo del entorno donostiarra "-(81). No hay que olvidar por otra parte que, en el bagaje civilizador bayonés aportado por estos inmigrantes, participaban hábitos y usos misceláneos de paternidad propiamente bayonesa, pero también occitana, angevina y sobre todo anglonormanda. Debemos de tener presente además el carácter vasco romanizado de estas gentes (82), tanto por su proyección cultural en el área donostiarra como por el tipo de convivencia establecida entre autóctonos y foráneos.

Procedentes de Bayona, la polémica planea sobre las causas de este trasvase poblacional, no determinante, con todo, en la demografía guipuzcoana de la época. A pesar de que Serapio Múgica cifra la corriente migratoria en la huída o expulsión tras el fracaso de movimientos insurreccionales contra el dominio de la Corona inglesa (83), las razones de tal desplazamiento son más bien enunciables en términos geo-económicos y demo-económicos:

1. A juicio de J .1. Banús y G. Martínez Díez (84), los mercaderes bayoneses se vieron obligados por la cegazón del bocal del Adour a principios del s.XIl y el desvío de su curso bajo hacia Capbreton (18 km. al norte), a trasladarse a un paraje costero con condiciones portuarias para proseguir su función intermediaria comercial respecto de Navarra (85). La opción donostiarra se fundó en las deficiencias ondarrabitarras para tal fin (el embarcadero romano de Irún cegado, el fondeadero de Asturiaga no totalmente seguro y la ruta a Pamplona por Velate desechada por lo impracticable de dicho puerto para el transporte). La bahía donostiarra y la vía Oria-Leizarán presentaban, sin embargo, más facilidades para el desenvolvimiento comercial.

2. En opinión de J.A. García Cortázar, el desarrollo del ámbito bayonés, semejante pero evidentemente más avanzado que el del Bajo Urumea, conllevó unos excedentes poblacionales no asimilables en su totalidad por la economía bayonesa, y que serían atraídos por los alicientes económicos de la costa donostiarra (81).

Por otro lado, aparentemente la gradual ocupación gascona de terrenos de realengo en Fuenterrabía, Pasajes y sobre todo San Sebastián fue en principio espontánea, de suerte que la intervención del monarca interesó en último término al reconocimiento legal de un hecho consumado, aunque bien es verdad que el Fuero se convertiría en captador jurídico de nuevos aportes extranjeros.

3.. La penetración de nuevas formas socioeconómicas e ideológicas a través de la densiflcación de la circulación dineraria en Guipúzcoa a mediados del s. XII:

Esta no sólo es apreciable en ámbitos comerciales sino también en áreas rurales, verificándose un movimiento monetario a lo largo de las vías de trashumancia, aprovechadas en algunos casos como rutas mercantiles de enlace entre el litoral y tierras navarras y alavesas. Esta paulatina filtración pecunaria en los espacios estrictamente rurales condujo a una progresiva dependencia respecto de marcos plurisectoriales potencialmente urbanos (86).

* Enclaves gascones.

--●--●--Espacio cuyas tierras de realengo constituyen el término municipal de la villa de San Sebastián de 1180a 1203.

.Enclave actual del núcleo hernaniarra.

+ Monasterio de San Sebastián el Antiguo.

1Villa de San Sebastián (Fuero 1180)

2 Pasajes

3 Fuenterrabía

4 Hernani

5 Artiga de Ayete -Miramón

6 Artiga de Morlans. ).

7 Artiga de Beloca. .

8 Artiga de Alza.

9 Artiga de Polloe.

10 Artiga del Antiguo.

 Rutas terrestres principales.

Fuentescartográficas: ROLDAN GUAL, J.M.a "Alimentos..." pp.134-135.SILVAN, Leandro. El término municipal de San Sebastián. Su evolución histórica. Grupo Dr. Camino de Historia Donostiarra ("Temas Donostiarras", 1), San Sebastián 1971, p. 33.VARIOS. Atlas de Euskal Herria. Geografía-Economía-Historia-Arte. Erein, San Sebastián 1982, p. 66.V ARIOS. Gipuzkoa. Geografía, Historia y Arte. Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa ("Guipúzcoa", 17), San Sebastián 1982, p. 135.

4.La aproximación de las esferas sociales alóctona e indígena:

Los flujos aculturizadores, mientras robustecían la posición de la nobleza laica y eclesiástica foránea, sembraron en la estructura social gentilicia autóctona los "modelos aristocráticos" navarros, a lo que parece, sin logros importantes, puesto que se dio en el ámbito del valle o mejor aún del grupo familiar amplio una jerarquización social paralela pero no integrada en el complejo de los patrones socio-culturales europeos occidentales. No obstante, se aprecia una evolución en sentido a un encuentro de ambas esferas, de acuerdo con la creciente impregnación guipuzcoana de las pautas de comportamiento social dominantes en la Monarquía navarra (87).

Llegados a este punto, conviene repasar la organización territorial del ámbito donostiarra, la cual impondría una serie de condicionantes futuros en el desarrollo de la villa y, entre otros aspectos concretos, en la cuestión de la alimentación de la población aforada. Esta era la situación inmediatamente anterior a la concesión del villazgo (88) :

1. Dominio legerense: Una villa fundiaria sita en el actual barrio del Antiguo, con su populatum (reserva y mansos) y su eremum (bosques y pastos), junto con la pardina de Oróztegui, a su vez con su populatum yeremum.

2. Dominio catedralicio irunés: Cinco sectores donados por García el Restaurador en 1141 a la iglesia de Santa María de Pamplona, fundamentalmente en el territorio del futuro alfoz de la villa de San Sebastián, y constituidos en lo esencial por seles y pesquerías: Orio-Igueldo, Urumea, Alza-Soroeta, Araiz, Aralar y frontera vizcaína (89).

3. Tierras de realengo: El patrimonio rústico de la Corona fue progresivamente menguando, primordialmente a causa de las donaciones a Leire y Santa María de Pamplona. Pese a tratarse de espacios discontinuos, a juicio de J .L. de Orella, la envergadura de las propiedades de la Corona sería un tanto modesta desde la perspectiva de las posibilidades de dotación a una nueva villa. En consecuencia, Sancho VI de Navarra dejó bien sentado en el texto de aforamiento a San Sebastián la naturaleza jurídica de aquellas tierras que ofrecía, distinguiéndolas de esta forma de las propiedades no regias en el área: "(...) totum quod ibi est de realengo" (Fuero de San Sebastián, 1.11.1). Sistemáticamente, los gascones fueron ocupando el realengo, instalándose en los arenales del tómbolo y en la base del monte Urgull, entre la bahía de la Concha y la desembocadura del Urumea. A ello, se añaden indicios toponímicos gascones en otros puntos del entorno donostiarra, aunque hay que tomarlos con cautela puesto que están documentados en época posterior, éstos giran en torno a la voz "artiga" (90), es decir, la Artiga, en la ribera Izquierda del Urumea, comprendiendo topónimos gascones como Beloca, Miramón, Merquelin, Morlans, 0110 0 Pollo; las artigas de Alza, con Hua, Polloe o la casa solar de los Engómez; y la artiga del Antiguo (doc. 1379) (91).

Lo que sí resulta manifiesto es la ausencia de un fundus anterior a la villa, frente a lo que acontece en el patrón jurídico-sinecista riojano-alavés (vg.: Gasteiz-Vitoria). Esta aseveración, que encaja bien en el modelo foral municipal estellés, no contradice empero la certidumbre de la existencia de un asentamiento gascón burgués previo que recibiría a posteriori la sanción real (92). En lo concerniente a la convivencia con la esfera monacal donostiarra-legerense, ésta discurrió por la accidentada vereda de los recelos. El síntoma más ostensible lo brinda la falsificación del diploma de 1014 (93), en cuanto que todo su contenido refleja el anhelo de la abadía por amparar legalmente sus derechos, reales o presuntos, y por impedir el surgimiento de un núcleo de poder socioeconómico y político autónomo, generador de vida propia e independiente respecto del Monasterio. La pormenorización, más delimitativa que enunciativa, de los cubilares cedidos por el monarca es un intento de acorralar al enclave gascón dentro de un coto definido por la curva descrita desde la zona de Pasajes de San Pedro hasta la de Igueldo, pasando por Loyola e Ibaeta. Además, se contempla la donación de la villa o pardina de Izurun, que muy bien pudiera haber sido el paraje sobre el que se asentó la población gascona, convirtiéndose en instrumento jurídico para ejercer el cenobio su jurisdicción sobre el núcleo burgués y sus iglesias de Santa María y San Vicente, ayuda ésta de la primera, ambas interpoladas igualmente en el referido documento (94). Se corona todo ello con una cláusula que comprometía al soberano a la no erección en el territorio recibido por Leire de ninguna colectividad con personalidad jurídica. Consiguientemente, L .J. Fortún expone la hipótesis de un estrecho nexo entre la génesis de esta carta real apócrifa y la concesión del Fuero: ¿nos hallamos ante el revulsivo legerense frente al aforamiento donostiarra, o bien la carta de franquicia se impone como plasmación legal de la protección regia a la comunidad gascona ante el argumento diplomático presentado por Leire? (93).

4. Heredades señoriales: Es probable, aunque no documentada, la presencia de propiedades de señores en el valle bajo del Urumea, "donde muchos infanzones o labradores en solares de dichos infanzones continuaron rigiéndose por su derecho y costumbres tradicionales bajo la autoridad del tenente o senior de la comarca por el rey, sin participar en el régimen privilegiado de la población gascona" (95). Ahora bien, parece un tanto excesivo utilizar la apreciación de "muchos" cuando carecemos de noticias sobre su peso específico cuantitativo y cualitativo, aunque parece que no encarnaron el papel protagonista en la evolución histórica del área, ni durante las últimas décadas de la etapa premunicipal ni en la primera fase sinecista guipuzcoana.

Al cabo de este recorrido, imprescindible para la comprensión del desarrollo histórico posterior del ámbito donostiarra, por los periodos más significativos en la aclimatación guipuzcoana de estructuras de civilización alavesas, y esencialmente bayonesas y navarras, no resta sino bosquejar el cuadro de factores que impulsaron a Sancho VI el Sabio a otorgar sobre una base realista y posibilista Fuero a San Sebastián en 1180:

1. Económicos: Este es el estímulo fundamental, dándose a dos niveles principalmente :

1. El equipamiento de un puerto de salida al mar para Navarra: Sancho VI se planteó el despegue marítimo del Reino, política determinada subconsciente mente por la constante geohistórica vasca de apertura oceánica, y, por las exigencias del desarrollo socioeconómico navarro en la segunda mitad del s.XIl. Este proyecto del Rey Sabio ha merecido del elocuente historiador Pierre Narbaitz el juicio siguiente: ' 'Elle (la idea de una potencia marítima) restera l'une des gloires de Sanche le Sage ' , (96). De esta suerte, la excentricidad donostiarra respecto del espacio nuclear pamplonés se vio muy mitigada. Y más en cuanto que "la repoblación de San Sebastián está también en íntima relación con el incremento de población en los barrios de francos de Navarra" (97).

2. La intensificación del aprovechamiento regio de las posibilidades sectoriales existentes en el territorio: desde una potenciación de las relaciones comerciales internacionales hasta la garantía de la rentabilidad de la explotación agropecuaria, pasando por la multiplicación de los excedentes pesqueros y artesanoindustriales.

2. Estratégico-militares: A pesar de que se abría una fase de "paz vigilada " con el Tratado del 15 de Abril de 1179, por el cual Sancho VI aceptaba el laudo de Enrique II de Inglaterra en el contencioso con Castilla, la presión castellano-aragonesa y las pretensiones irredentistas sobre la Rioja indujeron al monarca a reforzar sus fronteras. De ahí el establecimiento de cordones defensivos apoyados en fortalezas (98) y, particularmente, en villas, aquellas alavesas fundadas entre 1164 y 1196 (99) en virtud de un estímulo bélico. A la cuestión fronteriza, no comprometida por el lado de la Gascuña inglesa, se añadió en el caso donostiarra la apetencia castellana por las tierras vascongadas, más aún tras el enlace de Alfonso VIII con Leonor de Inglaterra, quien aportaba en dote el ducado de Gascuña (100). El materializar la misma y el acrecentar el cerco sobre Navarra arrancándole sus salidas al mar avivaron el interés del castellano por el espacio vasco occidental.

3. Político-jurídicos: Al mismo tiempo que el aforamiento suponía una reafirmación de poder político efectivo del soberano en la zona y especialmente frente a los dominios señoriales, tanto eclesiásticos como laicos, y de su presencia interesada en la economía del ámbito donostiarra, Sancho VI contaba con los mecanismos jurídicos indispensables dada la larga trayectoria sinecista de la Monarquía navarra y del papel que en ella desempeñaba el propio soberano. Tras la etapa legislativa que J .L. Orella denomina periodo de subsistencia jurídico-política (101), en el que, de 1150 a 1163, se afianzaron asentamientos navarros dentro de la fidelidad al Fuero de Jaca, la de 1163 a 1181 se caracterizó por la práctica simultánea de tres escuelas jurídicas: la riojano-alavesa (Fuero de Logroño 1095/1168Fuero de Laguardia 1164), que inspiró el Fuero de Vitoria de 1181; la estellesa (Fuero de Estella 1164), que se fue individualizando merced a un desarrollo local propio respecto del de Jaca, y, que legitimó el Fuero de San Sebastián (1180); y por fin la tradicional, que mantuvo la dependencia jurídica jaquesa (vg.: Fuero de Pueyo de Castellón 1171). Junto a estas familias de fueros extensos, menudearon una serie de fueros menores, sin otra finalidad primordial que la de regulación interna fiscal y administrativa, y, caracterizados por un fuerte inmovilismo ulterior (Los ArL:os 1176, etc.) (102).

Para concluir, debemos abundar en el carácter ambivalente de la fundación de San Sebastián como villa, en cuanto primera y brillante consagración del proceso aculturizador a que se encontraba sometido desde hacía varios siglos el territorio guipuzcoano, y fructífera semilla de un mundo vital novedoso, el urbano, que iría desarrollándose y controlando paulatinamente el ámbito rural. "Desde entonces, un mundo de tradiciones mediterráneas -de pan, de trigo, de viñedo, de fe católica, de liturgia en latín, y, por fin, de ciudad trataba de arraigar en Guipúzcoa. Como resultado del proceso (...), una nueva historia de jerarquización de tierras y hombres, de polarización de actividades y actitudes, empezaba a desarrollarse" (103). De igual modo, el aforamiento constituía la cristalización de los designios económico-políticos del monarca navarro. Así, San Sebastián se convertía en el efímero alfil y torre de la Monarquía navarra en el ajedrez europeo occidental.

Por último. y dada su trascendencia contemporánea y ulterior, cabe destacar la imbricación entre todo el proceso hasta ahora expuesto y la cuestión alimentaria. Ante el crecimiento demográfico, la dedicación de una minoría poblacional a sectores económicos no primarios, la implantación de colectividades mercantiles gasconas, el surgimiento de nuevas necesidades nutricionales y la generalización de cultivos mediterráneos, resulta obvia una inflexión en los hábitos, dieta y posibilidades alimenticias de la comunidad donostiarra. Si un autoabastecimiento o un aprovisionamiento desde regiones colindantes pudo caracterizar la satisfacción de dichas exigencias en la Tierra de Hernani hasta 1180 (104), la villa de San Sebastián, con un término municipal

nominalmente amplio pero compartido con dominios señoriales, quedó definida como villa de acarreo, con todos los problemas que ello comportaba. Problemática cuyo planteamiento ya abordamos (105), y cuyo encuadramiento geohistórico, para su mejor inteligencia, hemos tratado de di seccionar en estas páginas.