Lurralde :inv. espac.

N. 10 (1987)

p. 219-229

ISSN 1697-3070

Lurralde : investigacion y espacio

«LA EJERCITACIÓN DE LA SENSIBLIDAD PERCEPCIONAL

EN LA DIDÁCTICA DE LA GEOGRAFÍA DE CAMPO»

Guillermo MEAZA

Instituto Geográfico Vasco «Andrés de Urdaneta»

Apartado de Correos 719

20080 San Sebastián

RESUMEN: LA EJERCITACION DE LA SENSIBILIDAD PERCEPCIONAL EN LA DIDACTICA DE LA GEOGRAFIA DE CAMPO.

Los alumnos de geografía topan con barreras operativas cuasi-insalvables a la hora de abordar la investigación y valoración científica del paisaje. Para poner remedio a tal problema pueden aplicarse terapéuticas que deben comenzar ya en las fases iniciales del proceso geográfico, como por ejemplo la de una adecuada ejercitación de la sensibilidad percepcional hacia los mensajes primarios del medio ambiente. Imágenes visuales, acústicas, olfativas y táctiles configurarán un primer esbozo de la personalidad de los enclaves paisajísticos, facilitando la posterior profundización científica en la caracterización geográfica de los mismos.

Palabras clave: Geografía, Didáctica, Trabajo de campo, Sensibilidad percepcional.

LABURPENA: GEOGRAFI PRAKTIKOAREN DIDAKTIKAN SENSIBILITATE SOMAKORRAREN ARIKETA.

Geografiaren ikasleek paisaiaren ba1orazio zientifikoa eta ikerketa jotzen dutenean, oztopo eraginkor sasi-enparezinekin topo egiten dute. Problema honi irtenbidea ernatearren, terapeutika batzuk aplik~ daitezke; hauek prozesu geografikoaren lehenengo urrtsetako faseetan hasi behar dute: adibidez. inguruaren lehen-mezuetara zuzenduriko sensibitate somakorraren ariketa egokiarena. Begi-irudi, belarri-irudi. sudurirudi eta esku-irudiek barrendegi pasaikorraren nortasunaren lehen lerroak ematen dituzte, haien ezaugarritasun geografikoan ondoko sakontasun zientifikoa erratuz.

SUMMARY:

The pupils of Geography find difficult when they make search about the landscape. In order to resolve this problem we can find solutions that must begin in the initial phases of the geographic process; for example an adecuate exercise of the sensibility over the primary messages of the ambient. The images visuals. acoustics. olfactory and tactile wi11 shape a first draw of the personality of the landscape. making easier the posterior deep.

 Key Words: Geography, didactics.

1. El análisis geográfico: una tripleta de aproximaciones secuenciales hacia la caracterización del paisaje.

Una aplicación rigurosa al quehacer metodológico que informa el proceso científico, aconseja al profesor de Geografía comenzar su tarea por aclarar a los alumnos cómo aquel se articula en tres etapas operativas fundamentales: observación, investigación y valoración. En consecuencia, abordamos la aplicación de cada una de ellas de manera diferenciada tanto en la sucesión meramente cronológica como por su nivel de penetración en el núcleo del objeto analizado, en nuestro caso el paisaje geográfico.

De manera que al ejercicio de observación, por lo habitual raudo y superficial, hacemos suceder el de investigación, aleatoriamente amplio y profundo, para finalizar con una cumplimentación ocasionalmente exitosa del objetivo diagnóstico inherente a la ciencia geográfica. Si la primera de las aproximaciones, la del ejercicio de observación, ha de optimizar el resultado del inicial acercamiento hacia el medio geográfico en una labor que asegure una adecuada toma de contacto con el mismo, parece de escasa lógica que se extinga las más de la veces inmadura: como si tuviéramos prisa en que nuestros alumnos franqueen precipitadamente la compuerta de acceso al estricto análisis científico del paisaje, demasiado erizado de dificultades operativas e interpretativas.

Es así como la subsiguiente etapa de investigación puede perfectamente resultar insatisfecha, a consecuencia de una insuficiente temporalización y cumplimentación de la previa fase de observación. Cuando nuestros alumnos deben finalmente integrar en un diagnóstico acertado las conclusiones valorativas, la tasa de frustración alcanza cotas preocupantes para cualquier profesor responsable.

Podríamos preguntarnos entonces, si antes de emprender el conocimiento rigurosamente científico del paisaje no deberíamos habituar a los alumnos a sintonizar con sus peculiaridades epidérmicas, estando así en disposición de bucear con garantía de éxito en las aguas profundas de la investigación geográfica. La imprescindible tarea de configurar una adecuada «composición de lugar», en ejercitación de índole perceptiva, contribuirá a mitigar siquiera las secuelas de una aplicación metodológica descompensada. El presente artículo trata de presentar someramente una experiencia al efecto, llevada a la práctica con alumnos de Bachillerato terminal en el marco general de una propuesta didáctica que abarca la totalidad del proceso de análisis geográfico.

2. La atrofia de la sensibilidad percepcional

No por manida y tópica deja de ser cierta la afirmación de que el medio sociocultural en el que nos movemos determina una serie de condicionarnientos, de entre los que quizá uno de los más sintomáticos sea el del progresivo deterioro de la capacidad de sensibilidad hacia el medio natural que nos rodea.

Al profesor interesado en facilitar a sus alumnos la sintonización con el paisaje, se le interpone una especial dificultad derivada de las secuelas de la urbana «cultura del asfalto», a la que son tan adictos.

Cuando el profesor de Geografía, salvando un cúmulo de obstáculos de toda índole, plantea, prepara y lleva a cabo las insustituibles salidas de trabajo de campo, ha de asumir las consecuencias que de aquel fenómeno se siguen: la generalidad del alumnado es francamente incapaz de «encontrarse» en tan ajena circunstancia. Lo más normal, por ende, es que obtengan una primera imagen altamente distorsionada de la realidad geográfica del paisaje.

Tales resultados perceptivos no alientan optimistas tesituras cara a una posterior observación científica del mismo. Trataremos, pues, de aplicar una terapia indicada para aliviar primero y superar después esta limitación, que conduzca al progresivo y gozoso despertar de una versátil sensibilidad hacia los mensajes medioambientales. Les ayudaremos a ejercitar la poderosa receptividad percepcional que sestea atrofiada en sus capacidades sensoriales, así como a expresar y elaborar los resultados que de su puesta en fase se obtengan.

Quedará así confirmada una imagen perceptiva que de entrada y expresamente nada tiene de exigencia intelectiva rigurosa, pero que precisamente en razón de su primariedad iniciática prepara el camino hacia la posterior profundización científica. Cuando, cumplimentados los sucesivos eslabones operativos, estén en condiciones de procurar un diagnóstico valorativo del paisaje, podrán justipreciar cabalmente la expresividad didáctica del trecho que separa la imagen perceptiva inicial respecto a la caracterización geográfica final del mismo. La detenida constatación del proceso de catarsis científica no hará sino afirmar en los alumnos la trascendencia de ejecutar, con fidelidad y comenzando por las operaciones no por previas menos importantes, todas y cada una de las fases que la integran. De una adecuada aplicación al ejercicio de la sensibilidad percepcional depende, pues, funcional y orgánicamente el éxito en la operatividad del resto del quehacer geográfico.

3. El desbloqueo de la sensibilidad percepcional

La experiencia didáctica que presentamos se desarrolla en el estudio de un marco espacial que como el del País Vasco configura una interesante conjunción de ambientes geográficos diversos. Habida cuenta de que es posible discriminar en su seno hasta un cuarteto de tipologías paisajísticas básicas, el profesor tiene una inmejorable oportunidad de afrontar al alumno a la receptvidad perceptiva de un variado repertorio de sensaciones emanantes del entorno medioambiental.

Se programan así cuatro salidas a lo largo del curso escolar, cada una de las cuales constituye para el alumno la oportunidad de descubrir escenarios paisajísticos incluso sorprendentemente variados. Los enclaves del la Ría de Gernika en el ámbito oceánico, de las Bardenas de Navarra en el mediterráneo de interior, de la Llanada Alavesa Oriental en el de transición entre los dos primeros, y de la Sierra de Aizkorri en el de montaña, son seleccionados en razón de variados e innegables virtudes didácticas.

Como es de suponer, el primer ensayo al efecto que venimos comentando, y por mucho que el profesor haya conseguido una suficiente mentalización de sus alumnos, presenta una serie de dificultades de índole operativo que han de ser superadas con un esfuerzo generoso de comprensión. Instalados en un punto desde el que se divisa una perspectiva panorámica del paisaje, se encuentran un tanto extraños -incluso ridículos- cuando el profesor solicita quietud y silencio absolutos cara a conseguir el relajamiento integral que facilite una fluida receptividad sensorial. Pese a que conocen ya la teoría del procedimiento, la sensación de bloqueo es la tónica general.

Sin embargo, y las repetidas experiencias lo vienen confirmando curso tras curso, pasados los primeros minutos de desconcierto, el alumno empieza tímida y gradualmente a aprehender mayor número, más variedad y más definidas sensaciones. Llega un momento en que al fin se siente a gusto despertando a los mensajes de la inmediatez ambiental. Incluso puede hasta hacérsele corto el espacio de tiempo asignado a tal ejercitación. Es por ello por lo que el profesor ha de cuidar de asegurar en esta primera salida un minutaje más bien amplio, lo que se traducirá en una cumplimentación adecuada de la actividad desanestésica.

Cuando llegue la hora de atender a las demás salidas programadas, los alumnos estarán preparados para iniciarlas sistemáticamente con este ejercicio. Es más: necesitarán estrenar sus trabajos de campo comprobando con progresiva lucidez que del cúmulo de mensajes percibidos pueden entresacar una primera intuición geográfica del conjunto del paisaje.

4. La ejercitación de la sensibilidad percepcional

Cuando el alumno, cómodamente instalado en el enclave de observación panorámica, concentra su atención en el cometido que se le ha propuesto, más o menos tempranamente comienza a percibir una caleidoscópica sucesión de imágenes que en principio tiende a centrar en el exclusivo ámbito visual. Aún siendo este primer sentido el que capta los mensajes más definitorios, el profesor ha de procurar que sus alumnos hagan uso de la totalidad de la capacidad receptiva que les asiste, y que reside asimismo en aquellos otros convencionalmente más adormecidos. Se perfila entonces una secuencia de ejercitaciones diferenciales, a las que a continuación vamos a hacer referencia ejemplificándolas en el marco de los paisajes geográficamente más antitéticos que tienen ocasión de visitar: el de la oceánica Ría de Gernika y el de la esteparia Bardena navarra.

La ejercitación de la sensibilidad visual

La salida correspondiente al estudio de la Ría de Gernika tiene lugar, en el marco general de la experiencia que venimos comentando, durante la segunda quincena de Febrero. Tras haber dedicado el primer trimestre del curso a una caracterización genérica de los rasgos geográficos del País Vasco, se aborda a la vuelta de las vacaciones navideñas el estudio específico de un paisaje concreto según la metodología previamente explicada. De manera que el análisis científico de este enclave oceánico constituye la primera aplicación práctica de Geografía de campo.

Si les invitamos entonces a discernir de entre el maremagnum de mensajes visuales que llegan hasta sus ojos la información paisajística más expresiva, no estará de más encauzar su inicial dispersión, centrándoles en operar por ejemplo en razón de tres aspectos nucleares: el mundo de las formas, el de las intensidades y calidades lumínicas-cromáticas, y el de los fenómenos paisajísticos.

Cuando a primera hora de la tarde de la jornada inicial los alumnos contemplan en toda su grandiosidad la panorámica visual del paisaje de la ría, van adquiriendo progresiva nitidez una serie de protagonismos que llaman poderosamente su atención: el de una recogida configuración morfológica en profunda entalladura marina flanqueada de enérgicos escarpes. Advierten también el delicado cromatismo de un sinfín de matices del verde, diluido a lo lejos en el brumoso azul del océano. La evidencia de una organización agropecuaria del espacio terrestre, parcelando el terreno en sin número de teselas y dispersando el hábitat en grado casi absoluto, contrasta con la manifiesta dedicación pesquera de la línea costera. La dialéctica visual entre el mar y la tierra se inscribe en un franco ambiente estuárico.

Avanzada ya la primavera, llega el momento de abordar la salida al tan mayoritariamente desconocido enclave de las Bardenas de Navarra. La realización de los correspondientes trabajos de campo descubre a los alumnos un territorio singularmente sorprendente, muy en especial cuando desde un punto estratégicamente ubicado se perciben las primeras impresiones visuales del paisaje, tan brutalmente contrastantes con las captadas en la Ría de Gernika. Así lo atestigua el omnímodo protagonismo

Fotografía: Invierno en la ría de Gernika / Primavera en las Bardenas de Navarra.

Primavera en las Bardenas de Navarra

de una configuración morfológica cuya grandiosa horizontalidad sólo es interrumpida por las enérgicas formas de algún cerro aislado. La paleta cromática que tinta el paisaje de austeras tonalidades ocres aparece cabalmente monocorde bajo una luminosidad, en contraste, generosa. Ni siquiera el verde primaveral de ciertos terrazgos problemáticamente cultivados consigue mitigar la desnudez mortecina del conjunto. De cuando en cuando el panorama palidece y las formas se difuminan, al ritmo que imponen las vertiginosas polvaredas arrastradas por el cierzo. La impresión visual de soledad, para unos sobrecogedora y para otros relajante, es la gran protagonista. Tanto que de entrada conciben los alumnos una imagen del paisaje en la que los dictados de una naturaleza hostil explica el areocorismo casi integral del territorio. .

-La ejercitación de la sensibilidad auditiva

Si anteriormente hemos aludido a la necesidad de dar cauce adecuado a la capacidad visual de los alumnos, tan seriamente distorsionada en razón de las imposiciones de una cultura que prioriza en exceso el mundo de la imagen, quizá otro tanto tengamos que asegurar con el referente al sonido. Los medios audiovisuales adquieren día a día una complementariedad indisoluble; los límites del ámbito estrictamente urbano apenas son sobrepasados; una exagerada ración de decibelios depaupera la finura sensitiva hacia los sonidos sutiles. La aprehensión de los mensajes acústicos emanantes del paisaje supone, pues, para los alumnos un especial esfuerzo de habituamiento ubicacional y operativo. Sin embargo también ellos contribuyen a diseñar las primeras pinceladas de la personalidad geográfica del entorno, a favor de una selección primariamente clasificatoria de los mismos. De manera que, en primer lugar, va a resultar altamente recomendable que traten de imaginarse somáticamente dotados del exclusivo sentido del oído: con los ojos cerrados, y concentrados al máximo, ensayarán una taxonomía tipológica de los sonidos que diferencie las intensidades y calidades de los procedentes del medio natural por un lado, y de los correspondientes a la presencia antrópica por otro.

Retomemos, entonces, el hilo de la ejercitación de la sensibilidad percepcional allí donde lo habíamos dejado. La auscultación selectiva de los en principio múltiples e indefinidos rumores que saturan el paisaje de la Ría de Gernika va modelando una imagen progresivamente más vigorosa de los verdaderos protagonismos ambientales: el lejano sonsonete de las olas; el siseo de la brisa marina en las ramas de los árboles; el insistente trino de las aves, moldean una imagen de tono vivificante. Pero también se hace notar en el ambiente la presencia de variados e ininterrumpidos sonidos que tienen su origen en la actividad humana: el ruido de las herramientas mecánicas que laborean en el espacio agrícola; el rústico mugido del ganado que pasta en los nutridos praderíos; los golpes metálicos procedentes del cercano astillero; el febril tránsito de la carretera y el ferrocarril. Ambas fuentes de imágenes sonoras confieren un nuevo matiz paisajístico, complementario del visual, a este enclave estuárico.

Si algo llama primariamente la atención auditiva de los alumnos frente al desolado panorama bardenero es una inquietante paradoja: la del acongojante «sonido» del silencio... siempre que las esporádicas pasadas de los bombarderos no acribillen en ese momento la calcinada geografía del cercano polígono militar de tiro. En el primer caso no es raro que expresen en sus cuadernos de campo el descubrimiento de una sensación nunca experimentada en tan alto grado. Sin embargo, a poco que sigan absortos en tal ejercitación, podrán enseguida percibir una definida serie de sonidos ambientales. Quizá comiencen por captar el poderoso rafagueo del cierzo, casi siempre violento y desapacible. Cuando éste amaina, episódicos revoloteos de algunas aves contribuyen a mitigar la insistente sensación de vacío viviente. Muy de tanto

en tanto, interrumpiendo estrepitosamente el mutismo ambiental, hacen su aparición los veloces aviones de combate... y luego todo vuelve al silencio. El ronroneo de algún lejano tractor no pasa de ser una demasiado simple anécdota, que en absoluto distorsiona la imagen auditiva del inhóspito territorio.

-La ejercitación de la sensibilidad olfativa

Entramos. sin duda. en un terreno mucho menos hollado por los escarceos percepcionales del alumno medio. y que sin embargo también ha de reportarles matices ambientales de indudable interés en la configuración de un primer bosquejo paisajístico. El adiestamiento será en consecuencia. más laborioso. pero qué duda cabe de que en su tenaz ensayo los alumnos descubrirán sensaciones sorprendentemente variadas y valiosas. Dejemos vía libre a su capacidad aprehensional al respecto. invitándoles nuevamente a que reconcentren la sensibilidad en ser «todo oídos». Puede hacérseles la recomendación operativa habitual de que también en esta ejercitación intenten una sistemática clasificatoria entre los mensajes provenientes del medio natural por un lado. y humano por otro.

No es Febrero la época más adecuada para obtener una información cabal al respecto. pero incluso en pleno corazón del invierno multitud de efluvios ambientales saturan el marco geográfico de la oceánica Ría de Gernika. Causa una agradable sensación reparar en como en este enclave costero las intensas fragancias que emanan de los herbazales y de los bosquetes de pino se hermanan con las de la tierra húmeda y el salitre marino: aquella primera imagen visual y auditiva de la dialéctica medioambiental propia de los estuarios vuelve a acentuar su caracterización. Pero tampoco dejarán de percibir los alumnos. y de hecho lo señalan frecuentemente en primer lugar. olores desagradables sintomáticamente relacionados con la presencia humana en el territorio: es lo que sucede con la todavía habitual utilización de fertilizantes orgánicos en huertas y prados -excepcionalmente algún alumno discrepa de la adjetivación pestilente que la mayoría de su compañeros les adjudica-. y sobre todo con la intensa fetidez que muy en especial durante la bajamar despiden las enfangadas marismas. Quizá pueda ello inducirles a la simplista idea de que es la impronta antrópica la que sistemáticamente deteriora un deleitoso medio natural. Apreciación que habrá de ser corregida con diligencia cuando el profesor matice juicios tan maniqueistas y carentes de rigor científico.

A primeros de Abril los alumnos han contactado ya con un nuevo esquema locacional. que no operativo. en la preparación de la salida a un paisaje tan antagónico al de la ría guerniquesa. como es el de las Bardenas de Navarra. Ha llegado la hora de efectuar los correspondientes trabajos de campo en este retirado enclave meridional. a primera vista tan yermo incluso en primavera. Sin embargo la imagen olfativa que se aprestan a pergeñar añadirá una nota vivificante a las pesimistas impresiones visuales y auditivas. La caracterización aromática de la práctica totalidad de las especies vegetales que prosperan en este rudo territorio. aún cuando tanto el grado de cubrición de suelo como su porte altitudinal sea escaso. dispersa una fragancia notablemente más intensa que la percibida en el nutrido enclave oceánico: las esencias olorosas que emanan de los subseriales romeros y tomillos, a más de otras especies. se adueñan integralmente de la estepa. Pero en contraste apenas se perciben efluvios originados en la presencia humana. como no sean los procedentes de diluidos resabios de una decadente actividad pastoril: nuevamente se impone la inexorable imagen de un medio natural tan fatalmente riguroso y mortecino que no invita a una ocupación antrópica permanente del territorio.

-La ejercitación de la sensibilidad táctil

Hemos llegado a la recta final de esta breve exposición de la experiencia didáctica que venimos comentando. y lo hacemos incidiendo en los especiales caracteres que diferencian la ejercitación del sentido del tacto respecto a la de los demás previamente comentados. Si la percepción de imágenes visuales, auditivas e incluso olfativas suponía para el alumno el descubrimiento de unas posibilidades insospechadas en la labor de contactar con los mensajes medioambientales, los primeros tanteos que ponen a prueba esta nueva antena de captación habrán de llevarles al nivel incluso de la sorpresa. Es natural que en la primera ocasión en que el profesor les invita a su puesta en fase se tope con una respuesta del alumnado en tono bastante escéptico. Y, sin embargo, en las posteriores salidas encontrarán en este ejercicio terminal la lógica culrninación de la totalidad del proceso. Invitémosles, pues, a que centren la receptividad de las misivas ambientales exclusivamente «a flor de piel», sintiendo su variada calidad e intensidad.

Lo primero que la mayoría de los alumnos anota en sus cuadernos de campo, correspondientes a la salida de la Ría de Gernika, es una acentuada sensación de frío ambiental. No en vano nos hallamos en pleno invierno y, como no tengamos la suerte de gozar de un espléndida jornada de viento sur -10 que tampoco es demasiado infrecuente en esta época del año-, habremos de soportar animosamente una situación atmosférica que lleva incluso al destemple. Pero este gélido aire que atere la piel acentúa aún más nuestro estremecimiento cuando lo percibimos saturado de un alto grado de humedad, habitual en un ambiente oceánico. tan marcado.

La inmediatez de la masa marina, la persistencia de las brumas y la nubosidad, la presencia incansable del viento y la llovizna, potencian incluso la desapacibilidad que aprehende su piel. Esta nueva fuente de percepción, de índole táctil, termina así de modelar una imagen que ya en razón de las tres ejercitaciones anteriores apuntaba a una caracterización dialéctica entre los ambientes marino y terrestre de este paisaje geográfico.

Por la experiencia adquirida en la anterior salida, los alumnos abordan la secuencia de trabajos de campo en el enclave navarro de Las Bardenas con una sistemática más ágil y segura. De ahí que, al requerir el profesor que potencien al máximo su receptividad táctil como complemento final de la percepción sensorial, no les resulte tan dificultoso centrarse al respecto. Por otra parte las circustancias climáticas de estas jornadas abrileñas colman el ambiente de efectos atmosféricos que rebajan sensiblemente el umbral perceptivo. Son días en los que el sol comienza a apretar de firme en la calcinada depresión erosiva, aunque el racheado cierzo amortigua la sensación de calor. Pero si en el ámbito oceánico de la Ría de Gemika lo que verdaderamente atrajo su atención fue la connotación húmeda de los flujos atmosféricos, aquí viene a ser el fenómeno opuesto: pronto llegan a notar como su piel adquiere una tersura superior a la habitual, a resultas de la deshidratación consecuente a un ambiente atmosférico casi permanentemente árido. El rafagueo del viento no hace sino potenciar tal efecto desecante. Vista, oído, olfato y tacto confluyen así en peculiarizar ya de entrada, a falta de la compulsa posterior rigurosamente científica, un ambiente donde la extremada continentalización de los rasgos mediterráneos invade los límites de la pura estepización.

5. Desde la sensibilidad percepcional hacia la valoración geográfica del paisaje

La experiencia didáctica objeto de este artículo confirma que el alumno, tras asumir la puesta en fase de su aptitudes perceptivas y ejercitarlas en el campo estrictamente sensorial alcanza finalmente la capacidad cuasi automática de esbozar una perspicaz imagen del paisaje, lindante con la que terminará de definir la interpretación geográfica.

Efectivamente, de la lectura combinada de las notaciones sensitivas que cada alumno ha explicitado en su cuaderno de campo se infiere una trama de matices integrados, cuya consideración global da en configurar un nuevo escalón del argumento geográfico: la captación puramente somática aboca a la configuración de un apunte intuitivo, de índole mental entonces. La personalidad paisajística del enclave observado deja de pertenecer a la categoría de lo subliminal; desaparece progresivamente la connotación críptica inicial hasta perfilarse un boceto primariamente científico. La secuencia percepción sensorial-percepción intuitiva se nos aparece, por ende, como el tándem que nuclea la actividad didáctica que venimos planteando, siendo la segunda corolario del ejercicio de la primera.

Es así como el puente entre la pura contemplación y la observación científica del paisaje queda tendido, quedando conjurado el peligro que al inicio de este trabajo comentábamos: el de un prematuro enfrentamiento de nuestros alumnos con la profundización en el análisis geográfico sin ningún tipo de acomodación previa. Habituarse al ejercicio de la sensibilidad perceptiva ha de suponer para ellos la actividad iniciática que amortigüe y facilite el encuentro con las abstruosidades del proceso investigador. La experiencia demuestra cómo mejora sensiblemente la pericia en la cumplimentación rigurosa de la posterior cadena procedimental y, en consecuencia, la nómina de éxitos cara a una capacitación di agnóstica como la inherente a la ciencia geográfica.

No sólo a nivel de desperezar en los alumnos una sensibilidd aletargada -lo que por contigüidad redundará en beneficio de ámbitos ajenos al exclusivamente paisajístico- sino incluso de gozar ejercitándola merece la pena a nuestro juicio trabajar en una didáctica al respecto. Lo importante es que además podamos constatar que tal deleite desinhibido aboca a una concentración diligente en la labor, a menudo gratuitamente penosa, de desentrañar la personalidad geográfica de los enclaves visitados.