Lurralde :inv. espac. N. 18 (1995) p. 21-57 ISSN 1697-3070

 

INHUMACIONES Y MORTALIDAD EN SAN SEBASTIÁN (1.607/ 1.990) (1)

Mikel NISTAL

Instituto Geográfico Vasco

Donostia - San Sebastián

LABURPENA.

Artikulu honek adierazten du Donostia eta Astigarragako parroki eta hilerrietan egin diren lurperaketaren zenbakiak. Hiriako hilketeen kopurua, eta Donostiako kanposantu bakoitzaren erabilketa ere, adierazten du. Erakusketak kuadro eta grafiketan oinaroituko da, erakusten eta argitzen, kokaturik dauden tokietan, aztertutako lahetan.

RESUMEN.

El artículo expone las cifras de enterramientos efectuados en parroquias y cementerios de San Sebastián y Astigarraga. Muestra también los niveles de mortalidad de la ciudad y de porcentaje de uso de cada uno de los cementerios donostiarras. La exposición se concentra en aspectos visuales (cuadros y gráficas), dejando una exposición concreta de cada uno de los enclaves a la obra de la que se extraen.

ABSTRACT.

The paper shows the volume of buries had been made in parrish and cemeteries in San Sebastian and Astigarraga. The city mortality levels and the percentage of use of the San Sebastianian cemeteries also appears in the article. The work contains graphics and figures: the explication of each graveyard and cemetery appears in a complete book.

 

1. INTRODUCCIÓN.

Las inhumaciones y la mortalidad acaecidas en la ciudad de San Sebastián son hechos prácticamente desconocidos. Algunos datos han salido a la luz debido al estudio de ciertos libros parroquiales o al análisis de fuentes indirectas de los mismos, cuando éstos han desaparecido en ciertas iglesias. Son ejemplos de lo primero san Vicente y san Marcial, y de lo segundo santa María (Vargas Ponce). Empero, estos análisis han adolecido de ciertos vicios debidos a las anotaciones en ellos incluidos o a la poca correlación entre lo registrado y lo realmente acaecido en la jurisdicción parroquial. Es propósito de este artículo exponer las cifras de enterramientos verificados en cada uno de los lugares de inhumación (parroquias y cementerios) de San Sebastián, y conjugar estos datos con los niveles de mortalidad y población que los servicios modernos de estadística facilitan desde el último cuarto del pasado siglo.

El carácter multifuncional de los edificios religiosos los convirtió en cementerios hasta el siglo diecinueve. Esta situación, combinada con la necesidad de material estadístico, lleva a centrar la atención sobre las posibilidades que la Iglesia ofrecía en la época de poder proporcionar material básico para la elaboración de estadísticas. Nuestro entorno geográfico era cristiano, más en concreto católico, y era la Iglesia la poseedora de la capacidad de discernir qué miembros de la sociedad podían participar plenamente de la condición de miembro de la feligresía y pertenecer a la comunidad católica. Las parroquias, como administradoras de los sacramentos y esparcidoras de la fe, eran las aglutinadoras del interés social. Esa capacidad de discernimiento parroquial desembocó en el Concilio de Trento en el señalamiento de la necesidad de registros a llevar por parte de la Iglesia. El estamento civil carecerá de registros e indicadores hasta la configuración de los registros civiles, en época muy variable para los distintos países europeos, pero siempre surgiendo en el siglo XIX. El mundo religioso, de motu propio o como vicario de la autoridad secular -con posterioridad-, será el depositario de la grabación de estos acontecimientos. El panorama visible en la España del siglo XVII plantea dos corrientes: una interna y otra externa. En cuanto a la segunda, ya en Trento algunos cánones incidirán sobre esta conveniencia de registro, teniendo en cuenta tanto la celebración de actos como la concesión de sacramentos y la recepción de derechos.

Los libros a llevar por las parroquias serán cuatro, centrados en bautismo, confirmación, matrimonio y finados, resultando este último el empleado para la realización de este análisis parroquial en San Sebastián. Los enterramientos reseñados en San Marcial de Alza, San Pedro de Igueldo, San Vicente, San Sebastián el Antiguo, Santa María de Astigarraga y San Pedro de Pasajes sólo hacen mención de todos aquellos individuos, parroquianos de las mismas, con más de catorce años. Los párvulos, los menores de esa edad, no son consignados. Éste es un aspecto fundamental, de primera magnitud en el devenir histórico de la ciudad, ya que el instante en que comienzan a tenerse en cuenta los enterramientos de menores de edad -considerados bajo el epígrafe de párvulos- es muy diverso en el panorama donostiarra. Este hecho, junto con la carencia de constancia exacta, según un patrón moderno, de la población de la ciudad en esta época, impiden la elaboración de una estadística parangonable a la presente. El tercer punto negativo radica en la carencia de información de otros centros religiosos: los libros parroquiales de Santa María fueron destruidos con el saqueo e incendio de 1.813, el libro cuarto de finados de San Vicente (1.772/1.813) sufrió el mismo destino, los libros de Santa Catalina -si los llegó a tener- son desconocidos. De algunos centros monásticos, existe sólo información indirecta y puntual por algunos parroquianos que dejaban su iglesia por la del convento en su reposo eterno. San Telmo posee algunas anotaciones reflejadas en los libros de San Vicente, interrumpidas por la quema del libro cuarto de finados de San Vicente: las anotaciones son de parroquianos de Santa María, mientras duraban las obras de construcción, careciéndose de datos acerca del resto de los enterramientos que sucedieron allí.

Todo este cúmulo de circunstancias extrañas imposibilitan el manejo completo de los datos parroquiales deseados. El papel asignado a la infancia en la sociedad de la época, y en la Iglesia en particular, es digno de ser resaltado. La facilidad con la que se sucedían las pérdidas infantiles queda englobada dentro de la visión fatalista del momento. Las muertes neonatales, los partos mal llevados a término, el precario ambiente de crecimiento y la abundancia de expósitos se conjugan en un panorama difícilmente comprensible para nuestra visión de fines del siglo XX. Con ello no resulta extraño que San Marcial de Alza y San Sebastián el Antiguo den comienzo a sus anotaciones de párvulos en 1.787, que Astigarraga lo haga en 1.819, que Igueldo lo efectúe en 1.823, Santa María en 1.832 o San Vicente en 1.839. La comparación con la población total no podrá realizarse hasta el primer censo, de 1.871, para el conjunto de España -fecha tardía- matizable por los padrones municipales que se hicieron con anterioridad. Esta posibilidad de contar con un espejo como un censo o padrón, la fotografía del hecho demográfico en un determinado ámbito territorial, imposibilita la realización de investigaciones con mayor exhaustividad.

2. LAS PARROQUIAS DE SAN SEBASTIÁN EN EL SIGLO XVII.

La primera de las parroquias en poseer libros de finados es San Marcial de Alza. Sus anotaciones se abren en 1.607. Desde este instante sólo verá modificaciones en 1.652, 1.654, 1.655, 1.656, 1.657 y 1.658, años en los cuales se carece de cualquier anotación, desconociéndose la causa, y en la primera guerra carlista, siendo empleado para fines inhumatorios en tres años. San Pedro de Pasajes. Para el siglo XVII esta parroquia ofrece valores parejos, con dos picos en 1.637 y 1.638 -20 y 10 inhumaciones- y 1.691, 1.692, 1.693 y 1.694 -17, 12, 10 y 18 enterramientos (2) .

La segunda parroquia en dar inicio a las anotaciones del número de adultos enterrados es la iglesia de San Sebastián el Antiguo, desde 1.647. Esta parroquia reflejará el panorama mortuorio de la ciudad de San Sebastián, manteniendo en líneas generales las líneas que esbozarán las parroquias intramurales. De 1.650 a 1.658 no hay anotaciones, hecho que deja en blanco de 1.651 a 1.657. Sus valores medios oscilan entre los dieciséis y los ocho adultos inhumados al año, niveles que esconden los 23 enterrados en 1.681 y 1.699 o los dos de 1.694 y los tres de 1.665.

San Pedro de Igueldo abre sus series en 1.648. Refleja esta parroquia el menor número de inhumados, por lo reducido de su feligresía. Sus niveles máximos acontecen en la misma época que en San Vicente y San Sebastián el Antiguo.

San Vicente es la única de las parroquias intramurales que ofrece anotaciones de sacramentos. Las desgraciadas consecuencias sufridas por Santa María nos impiden establecer una correlación de la importancia numérica de ambas feligresías, precisamente al poco de diferenciarse. San Vicente también será destacada por anotarse en sus libros inhumaciones que tenían lugar en el vecino convento de San Telmo, indicaciones que, no obstante, únicamente existirán a partir de 1.742 (3) , con lo que el número de los enterramientos efectuados con anterioridad en el convento dominico no pueden estudiarse. Los valores quinquenales medios -en torno a la treintena de adultos- aumentan de forma destacada en el último cuarto de siglo: los 49 enterrados de 1.686 son una muestra.

San Pedro de Pasajes es un excelente descriptor de la peculiar anotación parroquial, pero su mayor interés radica en su importancia como núcleo centrado en la marina real, el corso y las líneas de comunicación con América. Las parroquias en general anotaban todos aquellos actos de funeral que pudieran celebrarse. Se ha hablado con anterioridad del interés eclesial en proclamar de obligado cumplimiento el hecho de celebrar oficios de sepultura por todos aquellos vecinos fallecidos, independientemente del lugar de sepultura, o de que tanto muerte como entierro tengan lugar a gran distancia.

3. LAS PARROQUIAS DE SAN SEBASTIÁN EN EL SIGLO XVIII.

Las parroquias intramurales de Santa María y San Vicente pueden servir para entender la importancia que San Sebastián ofrecía a la concepción militar de la defensa española de la época, que se puso de manifiesto en conflictos tales como la Guerra de Sucesión, los momentos anteriores a los Pactos de Familia con Francia y la invasión jacobina de finales de siglo. Su condición de plaza militar, fronteriza, con ordenanzas especiales para las construcciones extramurales y el diseño defensivo de castillo y muralla se reflejaba en una especial incidencia del incremento de niveles de mortalidad en la ciudad. Momentos varios como sitios, carestías de alimento o alojamiento de tropas y heridos, rápidamente se traducían en un alza de los niveles anuales de enterramientos. Lamentablemente, la carencia de series estadísticas de algunos enclaves religiosos impide proceder a un acercamiento más exhaustivo a la situación inhumatoria donostiarra.

Las únicas referencias susceptibles de consulta para Santa María pueden dar una ligera pátina de claridad sobre este momento de desconocimiento. No obstante, las cifras que se aportan cuentan con lagunas y sesgos que deben ser explicados para no llevar a confusión y, asimismo, para indicar la generalización de procesos en otras parroquias. El Fondo Vargas Ponce de la Real Academia de la Historia (4) muestra un panorama funerario de 3.653 fallecidos para la matriz de Santa María, suponiendo 36 fallecidos y medio como nivel medio anual para la totalidad del siglo. No obstante, estas cifras no pueden ser tenidas en cuenta a efectos de esta investigación al tratarse de oficios funerarios celebrados, y no, como se criba en este estudio, de enterramientos efectuados en la parroquia, y sólo pueden servir para tratar de comparar los niveles que ofrecían para la época ambas parroquias intramurales. La media de más de treinta y seis funerales al año ostenta variaciones para cada mitad de siglo, ya que son 29,68 para la primera y 43,38 para la segunda, lo que indica el fuerte papel que tuvieron ciertos hechos a finales del setecientos que se notaron en las estadísticas: la epidemia de cólera de 1.781 y la Guerra de la Convención de 1.794 (5) .

San Vicente ofrece series estadísticas hasta 1.771, y refleja un panorama de altos valores coincidiendo con la Guerra de Sucesión y el sitio del Duque de Berwick (39 inhumados en 1.705 y 1.708 y 40 en 1.711) y de 1.742 a 1.762, momento en que se supera el nivel de los sesenta enterrados (64 en 1.745, 62 en 1.748 y 61 en 1.753). Hay bajos valores entre 1.721 y 1.731. Son dos las particularidades de los libros de San Vicente: las anotaciones de las inhumaciones llevadas a cabo en San Telmo y la sepultura en el cementerio parroquial de miembros de tropa y penados militares. Los enterramientos de San Telmo anotados en los libros de San Vicente se abren en 1.746 y finalizan en 1.771, con un total de 687 adultos. Adicionalmente también aparecen traslados a San Bartolomé. En el agustino convento se enterrarán algunos parroquianos de San Vicente: una persona en los años 1.749, 1.752, 1.753, 1.764, 1.767 y 1.768. Del hecho inhumador en San Telmo puede extraerse una impresión extraña, considerando ser los enterramientos imposibilitados de efectuar en Santa María por las obras, sin constancia del resto de enterramientos normales o comunes en el monasterio. Hay niveles altos (65 en 1.748, 62 en el mismo año en San Vicente) que van disminuyendo conforme avanzan los años, hasta tener 15 en el último reflejado en el libro. La renovación del edificio parroquial de Santa María tiene lugar en estos años. Las obras de construcción de la nueva basílica dan inicio en 1.743 (el derribo del templo gótico sería anterior). Como contraste, el número de inhumados en San Vicente de 1.735 a 1.740 es de 30 como media anual, alcanzando 36 en 1.740 y 42 en 1.741, para alzarse al siguiente año a 54. La inauguración del nuevo templo tendrá lugar en 1.764, con 42 enterramientos en San Vicente (56 para el año anterior), que bajan a 33 en 1.765. Por consiguiente, la construcción de la nueva iglesia se tradujeron en un ascenso de los niveles de acogida de cuerpos por parte de San Vicente, que entierra de 1.649 a 1.699 un mínimo de 1.712 adultos (34,84 de media al año). Para el siguiente siglo los sepultados en la parroquia son 2.460 (34,64 al año) (6).

San Sebastián el Antiguo había sepultado desde 1.647 un mínimo de 564 adultos (unos diez al año como media). Sus valores en el siglo XVIII experimentarán una ligera baja: para todo el siglo existen anotaciones en número de 931 enterramientos, siendo incorporados los párvulos desde 1.787 (la media anual no llega a los diez y medio). Esta parroquia extramural reviste interés en dos momentos concretos: en el quinquenio 1.760/65, como ocurre en otras parroquias (San Vicente y Alza) y en el sitio del duque de Berwick, en 1.719, que supone la adopción de este enclave como cementerio para un número destacado de donostiarras. Durante ese año se entierran 44 adultos (frente a los ocho de los años anterior y posterior) y en el quinquenio reseñado se llega a los 16 y 19 enterramientos en 1.762 y 1.763.

Otras parroquias, como Alza, Astigarraga o Igueldo apenas muestran indicios de estos sucesos acaecidos en la ciudad. San Marcial cuenta con una línea de constante incremento hasta mediados del siglo, para más o menos mantenerse en sus niveles generales de inhumación. Frente a los 538 enterramientos consignados en el siglo XVII (5,7 de media al año), el siglo XVIII cuenta con 1.014 inhumaciones, contando con párvulos en los libros desde 1.787. A esta parroquia, además, deben ser sumados los 68 enterramientos en el cementerio parroquial (7) en 1.794 y 1.795, por la guerra con Francia, al huir el párroco. Con estas incorporaciones de parroquianos enterrados fuera del templo, la parroquia acoge a 1.082 enterrados.

Astigarraga sepulta a 719 adultos desde 1.743, un número elevado, que lleva a medias de más de 15 adultos al año, sobre todo debidos a la Guerra de la Convención. Igueldo, por su parte, es por sus especiales circunstancias la parroquia que presenta un desenvolvimiento más autónomo, carente de conexión con las crisis de sobremortalidad que sacuden a otras feligresías donostiarras. Su aislamiento se traslada a sus niveles de inhumación: 216 adultos en el siglo XVII (poco más de cuatro anuales) y 464 en el siglo XVIII (ligeramente superior, aunque sin llegar a los cinco por año).

Las indicaciones contenidas en los libros parroquiales de finados pueden aportar para estos siglos un conjunto de ideas acerca del verdadero desarrollo inhumatorio de la población. Aparte de los conflictos de posesión, diversas situaciones pueden extraerse de estos libros. Sobresale un tema relevante: el enterramiento de pobres. A la mayoría de los mismos no se les anota la fórmula completa que acompaña a cada finado, no se señala la parroquia ni tampoco si ha sido sepultado o enterrado. Esta falta de concreción en la mayoría de las ocasiones hace suponer su carácter de pobre y su condición de enterrado de caridad. Pero, ¿dónde? Casi con toda seguridad puede decirse que en el cementerio, en el exterior de la iglesia, si bien para los militares esto se señala de forma clara (8). Otros casos extraordinarios de enterramiento en cementerio se señala ex profeso este hecho; el resto -los que se supone pobres- simplemente se anotan, con la disminución al máximo de la fórmula a emplear. Otro tema es el de los traslados: por un lado está el caso de San Telmo (9) y por otro la razón familiar o personal, de traslado a San Bartolomé y, sobre todo, de Alza a Astigarraga. En este segundo caso se debe a la importante relación existente entre ambos núcleos de población, con la particularidad de ser casi inexistente el proceso inverso, desde Astigarraga a Alza, incluso para mediados del siglo XX (10) .

4. EL SIGLO XIX.

Sobresale esta centuria por la relevancia de los fenómenos de mortalidad masiva: en primer lugar el incendio de 1.813. Tras el incendio aparecerán los enterramientos primeros en los camposantos, nueva palabra y nuevo enclave. Existirá por vez primera un camposanto o cementerio municipal, auspiciado y regido por el consistorio: se materializa un ciudad -la de los muertos- en una ciudad nueva, la San Sebastián reconstruida -la de los vivos-. San Sebastián había desaparecido. En 1.814 sólo había 1.500 habitantes de los 13.000 con que contaba en el año anterior. No solo la ciudad física había desaparecido, sino que también lo hizo la ciudad funcional. Durante unos meses no pudieran celebrarse actos religiosos en los templos intramurales, con Santa María como la parroquia que llevó la peor parte. Siendo como es éste un trabajo sobre los cementerios y lugares de enterramiento, con anterioridad al incendio de la ciudad observamos cómo se proseguía con las costumbres del siglo anterior: uso de las parroquias para ese cometido. En contra estaban las Reales Órdenes de 1.787 y 1.804 sobre enterramientos dentro de templos y en interior de poblado, que no fueron seguidas. Casi ocho meses después de la promulgación de la circular de 3 de noviembre de 1.804 se establecen unas constituciones del Cabildo eclesiástico en el conjunto de la ciudad, una concordia sobre el nuevo arreglo de funerales, con un proceso de alegaciones que duró todo un año (11) . Este conflicto sobre la hora en la cual celebrar los sepelios en las parroquias del Cabildo, regulaba el panorama en este aspecto hasta el incendio de 1.813.

Tras el sitio y el incendio las parroquias dejan de prestar sus servicios, Santa María es la que peor parada sale del incidente. Las parroquias y los conventos serán utilizados como dependencias militares: San Francisco, San Bartolomé, San Telmo, San Vicente, Santa Teresa, Santa María y el Antiguo serán empleados como caballerizas, hospitales militares, lugares de alojamiento de tropas o como centros de intendencia. Debido a esta situación las labores religiosas se verán imposibilitadas de realizar, sobre todo las funerarias, ya que el saqueo y la ocupación dejaron sus huellas. La corporación municipal es consciente de esta necesidad básica, y por ello establece un lugar que, sito en el extramural barrio de San Martín, resulta idóneo para la erección de un cementerio provisional, a la espera de la comunicación al vicario de San Vicente para su bendición: aparece el camposanto (12) .

Este primer cementerio de San Sebastián ve la luz a finales de 1.813 y recibe en ese primer mes de actividad 12 cuerpos de adultos. San Martín supone la primera adopción de un enclave centrado con especificidad en la recepción de cuerpos. Es la instauración de una situación espacial nueva: es el lugar de la muerte. además, este primer cementerio conlleva una traslación semántica: ya no es llamado cementerio, sino Camposanto, aquella parte del terreno que recibe una bendición especial que permite la sepultura en él de cuerpos, muy diferente del antiguo cementerio parroquial, ya que si ahora se emplea fúnebremente, lo hará con la nueva denominación, por las reticencias de la comunidad. La decisión locacional cuenta con otras particularidades: no se situará en el interior del casco, sino en uno de sus barrios extramurales. La decisión municipal de diciembre de 1.813 de establecer un cementerio provisional en el barrio de San Martín pronto recibiría el aval del responsable de la reconstrucción de la ciudad, el arquitecto Ugartemendía, en un proyecto definitivo de 1.816 que no sería ejecutado. En este caso, el espacio poligonal, de carácter irregular que sirvió para la erección en el primer instante, sólo aspiraba a solventar de manera rápida las necesidades perentorias de una población que, aunque escasa por el éxodo, acusaba los efectos del sitio y saqueo. Una vez normalizada la vida cotidiana y ante la imposibilidad de empleo funerario de las parroquias de dentro de las murallas, el cementerio de San Martín, junto con el del Antiguo, será el nuevo foco inhumador donostiarra. Las parroquias de Santa María y San Vicente entierran a sus feligreses en este camposanto, conocido como de la ciudad de San Sebastián, que pronto comenzaría a notar los efectos de la provisionalidad con la que fue construido. Lo compacto de sus dimensiones exigirá un pronto crecimiento y una homogeneización de las condiciones de inhumación. Adicionalmente, se había de producir una mejora en las propias condiciones de enterramiento de cuerpos así como de ornato y decoración del enclave, bastante descuidado. San Sebastián el Antiguo comenzó a enterrar en su camposanto en 1.813 (13). Desde esta fecha siempre se anotará convenientemente esta situación, aunque a veces se vulnere la legislación, enterrando dentro de la parroquia, como en febrero de 1.828 . El origen de la gente que recibe sepultura en el Antiguo es parroquial, no existiendo noticias de traslados de otros enclaves, como las parroquias de Santa María o San Vicente. Hay, no obstante, un hecho particular: el enterramiento en el Antiguo de todas las personas procedentes de los hospitales de la ciudad. Desde 1.810 se inscribe el origen del Santo Hospital y Misericordia de muchos de los en él inhumados (14) . El Hospital estaba localizado en el barrio de San Martín hasta su posterior traslado a Atocha. Estos hechos tienen su interés, ya que por un lado la decisión de enterrar a gran parte de los fallecidos en el hospital en el Antiguo habría que adscribirlo a un prurito de protección o seña de identidad o clase por parte de los parroquianos de San Vicente o Santa María, quienes usaban el cementerio municipal de San Martín, y por otro, la tendencia centrífuga -luego también común en los cementerios- de los hospitales, poco considerados entonces, ya que en ellos morían los que no podían hacerlo en sus domicilios: en el diecinueve los hospitales estaban íntimamente unidos a la caridad y la misericordia.

En este inicio en la vida urbana de San Sebastián de los cementerios, las demás parroquias poseerán recintos de este tipo anexos a sus templos: Igueldo, Astigarraga y Alza. Otra, Zubieta, contará con uno de 1.827 a 1.863, únicos años en los que se existe constancia de haberse enterrado en ese lugar, ya que tanto antes como después se sepulta en Usúrbil. Era el comienzo, pero pronto elementos extraños incidirían sobre la situación urbana y demográfica: asedios, guerras y epidemias. Es la puesta de largo de los cementerios en la ciudad.

Durante todo el pasado siglo se sucedieron varios acontecimientos que incidieron de manera destacada sobre la situación de los diversos cementerios de San Sebastián. Reunidos en dos grupos, estas crisis se basaban en la peculiar inestabilidad política española común en el siglo pasado y en las deficientes condiciones sanitarias que presentaban la mayoría de las localidades del país, que dieron lugar a brotes de viruela y cólera, algunos de notoria gravedad. El efecto más sobresaliente causado por estas sucesivas crisis es el colmatorio. El exceso de demanda de espacio para enterrar sobre el ofrecido por cada uno de los cementerios se tradujo en una presión tendente a la ampliación del espacio dedicado a sepultar. Esta ampliación se podía realizar mediante dos fórmulas: la transformación en cementerio del terreno colindante al área ya dedicada a esta función o el traslado hacia otros lugares más amplios, que posibilitaran con holgura las especiales demandas con altos picos en mortalidad. Ciertos cementerios se cerrarán y otros verán la luz en esta ciudad durante mediados del siglo XIX. No hay que menoscabar el papel que fue asumiendo la legislación sobre el tema.

Las particulares cuestiones políticas y la beligerancia entre los sectores absolutista y liberal del mundo político español durante el XIX traerían dos momentos de asedio sobre San Sebastián: uno acontece en el trienio liberal y otro en plena primera guerra carlista. Ambos sitios fueron efectuados por tropas de cariz absolutista: el primero lo originó el conjunto de tropas enviadas por la Santa Alianza contra el gobierno liberal y el segundo las tropas carlistas que sitiaron la ciudad por su fuerte sustrato liberal. Las tropas comandadas por el duque de Angulema afectaron durante el tiempo que duró el bloqueo a la vida cotidiana de la ciudad, y en especial, a la vida fúnebre. No se trata sólo que un asedio lleve implícito un incremento de los valores de mortalidad por las acciones bélicas y los efectos de carencias, sino que se dejó ver en este aspecto fúnebre por la imposibilidad de acceder desde la sitiada ciudad al cementerio general de San Martín. Este barrio y su cementerio permanecieron un tiempo aislados del casco intramural. Seguía en su lugar el hospital militar de Atocha, con su cementerio, y proseguían su labor normal el resto de los camposantos parroquiales.

En 1.834 tiene lugar la primera de las dos grandes epidemias que soportará la ciudad en el siglo. Aunque otras también afectaron a la población de San Sebastián, como la viruela en 1.832, serán la de tipo colérico las que debido a su amplitud por las malas condiciones higiénico - sanitarias de las ciudades de la época, las que crearán las mayores disfunciones en la vida cotidiana. Este primer gran suceso colérico acontecerá, además, poco antes de sufrirse las consecuencias de la primera de las guerras civiles del XIX. El primer levantamiento carlista originó en San Sebastián bloqueos, luchas y asedio, sufriendo bastante la población, al menos es lo que se deduce de las curvas de mortalidad. La epidemia de cólera de 1.834 será la primera piedra para la idea de expansión de los recintos cementeriales en la ciudad, buscando emplazamientos lo suficientemente amplios como para acoger sin problemas circunstancias desfavorables en exceso, como las epidemias. San Sebastián, merced a la existencia de estos brotes, planteará una situación hospitalaria nueva, trocando en cierta medida esta vinculación vergonzosa desde el punto de vista social de la hospitalización y la asistencia caritativa y de misericordia. A raíz de estos hechos el consistorio buscará un emplazamiento adecuado para tal función, acorde con la vida de la ciudad, y unas medidas de excepción conducentes a la erradicación de los brotes epidémicos. El cólera de 1.834 se dejó notar de manera especial en el barrio de San Martín, que fue el más afectado por la epidemia.

A pesar de existir momentos álgidos de mortalidad, esta primera guerra civil del siglo crea el primer gran pico de inhumaciones, pico que dura varios años: de 1.835 a 1.838, a continuación de la epidemia de cólera. Supondrá esta guerra la llegada a la ciudad de la línea del frente, la ocupación de partes de ella, el recurso a los bombardeos y la generalización de los asedios. Además traerá la destrucción en la ciudad de diversos edificios como el gótico monasterio -agustino- de San Bartolomé o la parroquia del Antiguo y la eliminación de los enterramientos tanto en el Antiguo como en Alza. El máximo valor (15) se alcanza en 1.836, con un mínimo de 378 enterramientos; son 330 en 1.837 y 157 en 1.838. Para los mismos años se aprecia el ascendente papel alcanzado por el cementerio de San Martín en el conjunto de las inhumaciones acaecidas en la ciudad.

Esta epidemia de cólera de mediados de siglo mantiene en sus líneas generales las características de la anterior de 1.834. También de origen militar, la situación del país incidió en su desarrollo, afectando a casi todas las grandes ciudades. El camposanto general de la ciudad ya no era San Martín sino San Bartolomé. El que sí se situaba en dicho barrio era el hospital de la ciudad, prácticamente centrado en los afectados por el cólera en esta ocasión. En mayo de 1.854 se había clausurado el primer cementerio municipal de la ciudad en beneficio del segundo, sito en lo alto del cerro de San Bartolomé, en unas huertas antiguas que pertenecían a la comunidad de monjas agustinas. En 1.855 hubo 436 inhumaciones, que contrastan con los 170 enterramientos del año anterior entre ambos cementerios. En 1.856 este número quedaría en 210. Al igual que sucediera en San Martín en la anterior epidemia, el peso de este recinto sobre el conjunto de enterramientos en San Sebastián se incrementa de manera destacada. Así, en 1.854 los dos cementerios absorben el 56,85% del total, en 1.855 San Bartolomé sepulta al 64,02% del total, en 1.856 el 76,64% y en 1.857 se desciende al 64,39%. Como razón de peso en este ascenso del peso relativo del nuevo lugar hay que ver la clausura -por falta espacio- del camposanto del Antiguo. San Vicente aporta 262 cuerpos (175 de adultos y 87 de párvulos) (16) . Santa María presenta 137, 77 adultos y 60 párvulos (17). San Sebastián el Antiguo cuenta con 78 enterramientos, pero tanto en este año como en los dos siguientes un número importante de fallecidos deberá ser trasladado al camposanto general de San Bartolomé para recibir tierra, por la carencia de espacio físico con el cual servir a la fuerte demanda. Serán 37 en 1.855, 45 en 1.856 y 10 en 1.857. Las especiales circunstancias que presentaba la epidemia también interfirieron en el desenvolvimiento cotidiano de la vida parroquial: los cadáveres, por orden gubernativa, no podían entrar a la iglesia y debían ser enterrados a la mayor brevedad en el cementerio que quedara más cercano (18). Astigarraga triplica los valores del año precedente, con 79 enterramientos. Zubieta aumenta ligeramente sus niveles. Igueldo no nota la epidemia. Alza duplica el número de inhumaciones, con 66 ejemplos. La relevancia del cólera en la ciudad quedó minimizada a pesar de la importancia del proceso por la adopción de recintos centrados en el aislamiento y cura de los afectados y por la clarificación de las normas relativas a los enterramientos -rápidos- en el camposanto más cercano. La inauguración de San Bartolomé el año anterior, en busca de mejores condiciones de enterramiento, mayor amplitud en el recinto y relativo alejamiento del casco tendrá correspondencia en otras localidades que, debido a la epidemia, habilitaron recintos en principio provisionales o crearon nuevos cementerios considerando necesidades futuras de la población.

5. EL SIGLO XX.

Da inicio en 1.871, con la entrada en funcionamiento del registro civil y la siguiente inauguración de Polloe, seis años después. San Bartolomé se clausura el 30 de junio de 1.880. El último enterramiento que en dicho cementerio tuvo lugar se produjo el 11 del mismo mes. Desde entonces la totalidad de las inhumaciones acontecerán el Polloe. El camposanto anexo a la parroquia antiguotarra seguía, a mediados del pasado sigo, desarrollando su labor. A pesar de ser San Martíno San Bartolomé el cementerio de la ciudad, San Sebastián el Antiguo seguía sirviendo a los parroquianos de esta parte de la ciudad. Durante las crisis de sobremortalidad que asolaron durante mediados del diecinueve a San Sebastián, el Antiguo también recibió cuerpos de los finados durante las epidemias de cólera y viruela. Este camposanto se clausurará definitivamente el 1.868, pero hasta ese instante las vicisitudes por las que transcurre su desenvolvimiento reflejan en algunos de sus momentos los patrones que guiaban la conducta ciudadana ante las circunstancias de la muerte y el enterramiento, incluyendo un motín frente a su cierre.

Tipológicamente, el cementerio de San Bartolomé apenas tiene que ver algo con el de San Martín. De lado han quedado las antiguas intenciones holísticas en el diseño del recinto, lo mismo que el simbolismo inherente al diseño, en favor de una simplicidad en planta. Rectángulo irregular, San Bartolomé trastoca los ideales plasmados por Ugartemendía en sus bocetos para San Martín. Joaquín Ramos Echeveste, el Arquitecto Municipal a quien se debe el diseño del nuevo camposanto de San Bartolomé opta, por el contrario, por la funcionalidad. Ésta aparece materializada en la adopción del patrón rectangular, que engloba en su interior una serie de espacios adecuados para la disposición de las distintas sepulturas. Las calles están dispuestas en damero. El esquema longitudinal del recinto pasa por el esquema este - oeste, situándose en el extremo oriental un conjunto de estancias dedicadas a osario, capilla y sepulturas de sacerdotes. Algunos de los cantones formados por el cruce de las calles se destinan a los restos trasladados del cementerio de San Martín. Otros, por contra, se dedican a la venta. Otros son para el uso común. Este nuevo cementerio donostiarra también tiene una zona en exclusiva para acoger cuerpos de párvulos. Con este hecho se vuelven a repetir ciertos condicionantes del diseño de recintos funerarios: lugares para los miembros de la Iglesia y párvulos o menores de edad separados del área común o general de enterramientos, bien en propiedad, bien en concesión temporal. adicionalmente, y por tratarse de un traslado, también ven la luz enclaves para recibir los restos de los inhumados en San Martín, como se ha expresado, y para las sepulturas de las familias que las tenían allí en propiedad. El interés en el diseño es de orden, olvidando conceptos de ornato o juego en la planta y no considerando el simbolismo trascendental general en generaciones anteriores de arquitectos. Interesa la división del espacio para su venta. San Bartolomé se clausura el 30 de junio de 1.880. El último enterramiento que en dicho cementerio tuvo lugar se produjo el 11 del mismo mes. Desde entonces la totalidad de las inhumaciones acontecerán el Polloe.

El cementerio de Polloe es en la actualidad el principal de los existentes en San Sebastián. Con poco más de 100 años, los procesos que llevaron a su erección y las pautas de su diseño suponen una transformación importante respecto a lo expuesto hasta ahora (19). Además de los propios condicionantes impulsores del traslado, como el cambio demográfico, el crecimiento de la ciudad, la carencia de espacio en San Bartolomé y la propia situación de éste, Polloe es uno de los hitos que durante ese instante caracterizaban a la capital guipuzcoana: el cambio urbanístico. El derribo de las murallas y la creación del ensanche, de la nueva ciudad, también tienen su parangón en la creación de un nuevo espacio para acoger a los cuerpos de los fallecidos: el cementerio monumental, comúnmente denominado en esos años Necrópolis en las principales ciudades, que vieron necesario contar con ellos. Este traslado a un área bastante alejada, tanto del casco antiguo como de las nuevas zonas de ensanche, permanece hasta el presente como definitivo, a pesar de los intentos de apertura de un nuevo cementerio, en la ladera de Ametzagaña.

A cinco años del derribo de las murallas, la situación urbana, o mejor urbanística, sufrirá importantes modificaciones. Si diez años antes Gros ofrecía una parte de su concesión en los arenales para la construcción del camposanto, a mediados de la década de los setenta expresa sus reticencias, trasladando a esta parte oriental de la ciudad los inconvenientes que contempla el ayuntamiento para proseguir con la actividad de San Bartolomé, en las inmediaciones del ensanche y del Paseo de la Concha. El 10 de marzo de 1.874 José Gros hace notar que conforme se avance en la urbanización de la Zurriola y se haga como en la Concha, con un paseo y espacio centrado en hoteles de veraneantes, el mantener la idea del ayuntamiento de instalar en los arenales el nuevo camposanto sería perjudicial para los intereses generales (20). Una vez constatada esta reticencia y comprobada la necesidad de encontrar un enclave aún más remoto viendo la evolución de la construcción, los arquitectos municipales intensifican sus esfuerzos en tal sentido. Los señores Barrio y Goicoa, artífices del urbanismo de fin de siglo en San Sebastián y del conjunto de edificios públicos que ven la luz en esta época, se encaminan hacia Loyola y hacen manifiesta idoneidad de los enclaves denominados Toledo - Goya y Polloe, los cuales podrán ser comprados para su utilización de forma inmediata, sin emplear para ello el trámite de expropiación forzosa. Esta decisión, de 31 de marzo de 1.875 (21) incorpora la consideración de negativo del enclave de Marruchipi, también considerado como susceptible de acoger al cementerio. Entre las razones que desaconsejan la elección de Marruchipi se hace constar la visibilidad del cementerio desde la carretera. Polloe contaría con comunicación por Ametzagaña, Concorronea y Puertas Coloradas (Ategorrieta), si bien esta última zona es la única que podía mostrar en cierta medida la dedicación del lugar a cementerio, irrelevante considerando su lejanía del casco. Además Polloe comunicaría con Ulía y Mundáiz. Polloe supera a Marruchipi en la menor pendiente que posee, además de la ya referida menor visibilidad desde la ciudad, su mayor poder de ventilación y por poseer un terreno con mayor componente arcilloso. El 7 de abril de 1.875 se produce la elección definitiva (22). Goicoa formuló el proyecto de edificación, cuyo presupuesto ascendía a 198.819, 25 pesetas (23).

Hasta 1.871 no ve la luz la primera serie estadística debida al Registro Civil, el cual aparece en 1.870, con cierto retraso frente al resto de Europa. Sólo a partir de la primera de las fechas podrán ser halladas las primeros datos referidos a nacimientos, matrimonios y defunciones que hubieran acontecido en la totalidad de los municipios de España. Sin embargo, como ya ha sido mostrado en anteriores capítulos, algunos datos podían ser extraídos en función de la existencia de fuentes estadísticas religiosas o municipales. Para el conjunto del siglo XIX en San Sebastián es preciso asistir a una continua y constante progresión de la ciudad en su número de habitantes, manifestándose de forma clara las sucesivas crisis de mortalidad que afectaron a la localidad. El incendio de 1.813, los asedios, las guerras carlistas o las epidemias varias de cólera y viruela originan fuertes picos, sobresaliendo entre todos los años 1.855, 1.875 y 1.876. Este crecimiento de las cifras es más notable en los cementerios de San Martín, San Bartolomé y el Antiguo, quedando diluidos en Igueldo, Astigarraga y Alza. Sobre todo los dos primeros pueden expresar una línea constante, frente al incremento de la población que habitará Alza a finales del siglo. 1.875 y 1.876, ya con cifras del Registro Civil, ven fuertes ascensos en los niveles de fallecimientos e inhumaciones, concentradas éstas en San Bartolomé, estando en segundo plano Astigarraga. La desproporción entre fallecidos e inhumados en San Sebastián en estos años es tal que origina valores medios de enterramiento en toda la ciudad cercanos al 80%: en 1.875 se enterrará en San Sebastián al 61,86% de los fallecidos, porcentaje que es del 53,84 para el año siguiente.

Serán varios los ejes por los cuales discurren los valores de mortalidad e inhumaciones en San Sebastián: el incremento bruto de las cifras, la materialización de Polloe como cementerio general de la ciudad -con Alza como área de segundo nivel-, la constatación de la poca magnitud de los valores ofrecidos por Igueldo y Astigarraga, la reducción de las tasas de mortalidad desde el siglo pasado hasta estos instantes, y la equiparación de los niveles de fallecimiento y de inhumación en la ciudad. Desde 1.871 a 1.991 fallecen en San Sebastián 140.555 personas. Los enterrados en este mismo período son 118.539. el porcentaje de inhumaciones sobre el total de fallecidos alcanza el 84,33% para estos 120 años. San Sebastián ha pasado de los 15.911 habitantes con que contaba en 1.857 a los 174.841 del censo de 1.991. Polloe absorbe la mayor parte de las inhumaciones en la localidad, si bien desde los años setenta, una vez concluida la ampliación de Alza y por ciertas restricciones a su uso, Alza cobra mayor relevancia. La relación existente entre fallecidos en la ciudad [fallecidos según la ciudad de residencia, según criterios del Registro Civil y de los organismos estadísticos] y los inhumados en ella ha resultado ser favorable a la primera de las circunstancias, si bien desde 1.980 las líneas de ambas situaciones se juntan, e incluso, acontece un mayor nivel de inhumaciones que de muertes. Astigarraga e Igueldo, como cementerios secundarios, ofrecen una línea constante del número de enterramientos. La mortalidad actual supone aproximadamente el 9,5 por mil de la población de San Sebastián, nivel que contrasta con el 36,53 por mil en el momento de ver la luz el Registro Civil.

La población en 1.930 será de 73.383 personas, en 1.950 de 110.687 y en 1.970 de 161.293. Desde esta última fecha la población se estanca debido a la crisis de mediados de los setenta, dejando el número en 1.991 en 174.861 personas. No obstante, esta afluencia continua y el incremento casi sin límites en la ciudad, se localizará en otras áreas que ya no son el centro, el ensanche. Aparecen Amara, Eguía, Alza, Larratxo, Bidebieta, Intxaurrondo, Ayete, Antiguo e Ibaeta: se construye la ciudad que hoy vivimos Los niveles de mortalidad y de inhumaciones han variado en este siglo quizás más que los de la población que reside en la ciudad. Disponiendo de datos al respecto desde los años setenta del pasado siglo, merced a la aparición del Registro Civil y de las oficinas de estadística se puede exponer de forma clara y terminante cómo la mortalidad actual supone la cuarta parte de la imperante en la capital guipuzcoana en 1.870. Los enterramientos presentan niveles semejantes, mínimamente inferiores. Los tantos por mil de mortalidad, esto es, los fallecidos con domicilio en San Sebastián divididos entre los habitantes y multiplicado el resultado por mil, son 36,53 en 1.870. Hasta 1.900 los niveles más o menos se mantienen, pero desde el comienzo de siglo, se aprecia una constante baja en los mismos, ya que los 26,41 por mil serán 16,49 por mil en 1.930 y 8,54 en 1.960. Este punto mínimo da en la actualidad 9,52 fallecidos por mil habitantes.

Los inhumados en los cementerios de San Sebastián -y hay que tener en cuenta que se han considerado también los correspondientes a Alza y Astigarraga en los cómputos- mantienen pareja la curva de gráfica debida al descenso de los valores de mortalidad. En 1.870 se entierra en la ciudad una cantidad de cuerpos correspondiente al 36,53 por mil de los habitantes, en 1.900 el 17,55 por mil, en 1.930 el 14,65 en 1.960 el 8,68 y en 1.991 el 9,37 por mil. La relación entre las personas fallecidas con domicilio en la ciudad y las enterradas en los cementerios de Polloe, Alza, Astigarraga e Igueldo resulta significativa: conforme se llega a la situación presente se incrementa el peso de las inhumaciones acaecidas en la localidad sobre el número de fallecimientos. Desde el 71,6% de la década de 1.901 a 1.905 se llegará al 83,92% de 1.925 a 1.930, al 98,4% de 1.956 a 1.960, al 93,98% de 1.971 a 1.975 y al 99,754% de 1.986 a 1.990. Los quinquenios 76/80 y 81/85 muestran un nivel superior de inhumaciones sobre el de fallecidos. Esta circunstancia, junto al superior valor de los fallecidos sobre los inhumados pueden deberse a dos causas. Para las dos décadas finales del pasado siglo a la presencia en la ciudad de gente procedente del mundo rural próximo, que mantenía sepulturas familiares en localidades cercanas. Desde los años treinta la afluencia de población de áreas más alejadas y, en estos últimos años, al abandono de la ciudad por parte de población que se ha mudado a localidades limítrofes, que mantienen sepulturas en propiedad en los cementerios donostiarras pueden explicar tanto la equiparación de ambos valores como el sobrepasamiento del número de enterrados sobre el de fallecidos en 1.976, 1.978, 1.980, 1.981, 1.982, 1.983, 1.984, 1.985, 1.986 y 1.987.

La línea de medias quinquenales de fallecimientos concuerda con la debidas a la mortalidad: un constante y suave crecimiento, parejo al de la población, hasta la guerra civil -que traerá un bajón- y un ascenso fuerte tras ella, con un pico en los setenta, hasta descender y dar origen a una línea constante para los últimos diez años. Sobresale el peso de Polloe en este panorama, peso que disminuye algo desde los años setenta, al entrar en funcionamiento el espacio ampliado de Alza: a partir de entonces el ritmo de Polloe será similar al general de enterramientos, pero con un porcentaje de peso menor. Astigarraga e Igueldo prosiguen en número sus enterramientos y llegarán a bajar su peso relativo sobre la utilización de los enterramientos de la ciudad. Polloe entierra en 1.880 al 67,97% de los inhumados en San Sebastián; en 1.900 al 87,82%, en 1.930 al 86,41%, en 1.960 al 87,84 y en 1.990 al 83,13%. Alza ascenderá del 8,5% al 14,73%. Astigarraga, con un 20,26% en 1.880 tendrá el 1,87% en 1.990. Igueldo pasará del 3,27% al 0,27% en el mismo período.

No existen, a diferencia de otros siglos, grandes crisis de sobremortalidad. Sólo merecen ser reseñados dos acontecimientos: la epidemia de gripe de 1.918 y la guerra civil de 1.936 a 1.939. La epidemia de gripe aparece el mes de mayo en la Península Ibérica, siendo una epidemia padecida con anterioridad por diversos ejércitos (francés, italiano y estadounidense). En el País Vasco entró por Irún y dio lugar a tres ondas: la primera -en primavera- fue benigna, la segunda -en otoño- fue virulenta en extremo y la tercera aconteció a principios del año siguiente. Supondría esta enfermedad, conocida como gripe española 40.000 defunciones sólo en España. En septiembre suponía una media al día de 8 muertes, cuya incidencia determinaría al mes siguiente la declaración oficial de estado epidémico -día 10-. La mortalidad fue mayor en la población femenina que en la masculina (24). En 1.917 fallecieron en San Sebastián 1.070 personas, con 828 inhumaciones, en 1.918 fueron 1.577 y 1.324 y en 1.919 1.212 y 1.012. La guerra civil significaría poca variación en los valores comunes en esos años, salvo la bajada de 1.937, que también sucede en el porcentaje de inhumaciones obre el de fallecimientos. A partir de ese año los valores se mantendrán estables; 1.939 tiene un alza bastante pequeña. Desde los cuarenta la mortalidad comenzará a disminuir hasta culminar en los mínimos de los sesenta gracias al panorama bélico, que se centró en población masculina adulta. En los sesenta la carencia de estos efectivos se reflejará en los valores de mortalidad e inhumaciones, junto con la juventud de la población debidos a las explosiones demográfica y económica de los sesenta y primeros setenta. La tendencia presente tiende al envejecimiento.

6. CUADROS Y GRÁFICAS.

7. FUENTES.

Ayuntamiento de Astigarraga.

- papeletas de fallecimientos.

Ayuntamiento de San Sebastián.

- archivo administrativo: sección obras públicas y cementerios.

- archivo histórico:

- libros de actas del Ayuntamiento de San Sebastián: 1.8l4/20.

- libros de actas del Ayuntamiento de Alza: 1.820/80.

- sección empadronamientos, censos y estadísticas.

- sección obras públicas, cementerios.

- sección ensanches.

- sección sepulturas.

- archivo del cementerio de Polloe.

- archivo del cementerio de Alza.

Archivo Provincial de Tolosa.

- sección 1ª: salud pública.

- sección 4ª: - 1, culto.

- 3, iglesias y conventos.

- 5, casas curales y camposantos.

Archivo Parroquial, San Marcial, Alza.

- libro de finados 6 (1.899/1.917).

- libro de finados 7 (1.917/69).

Archivo Parroquial, San Vicente.

- libro de finados 6 (1.849/73).

- libro de finados 7 (1.873/88).

Archivo Parroquial, San Pedro, Igueldo.

- libro de finados 3 (1.891/1.908).

- libro de finados 4 (1.908/70).

- libro de finados 5 (1.970/81).

Archivo Parroquial, San Fermín, Pasajes.

-libro de finados 1 (1.913/25).

Archivo Parroquial, Santa María, Astigarraga.

- libro de finados 3 (1.886/98).

- libro de finados 4 (1.898/1.912)

- libro de finados 5 (1.912/31).

- libro de finados 6 (1.931/61).

- libro de finados 7 (1.961/79).

Archivo Parroquial, San Sebastián el Antiguo.

- libro de finados 7 (1.877/ ).

 

Archivo Histórico Diocesano. Libros de finados.

- Parroquia Santa María: - 1 (1.815/49).

- 2 (1.849/69).

- 3 (1.869/85).

- párvulos 1 (1.832/70).

- párvulos 2 (1.870/85).

- Parroquia San Vicente: - 1 (1.649/1.704).

- 2 (1.704/37).

- 3 (1.737/71).

- 4 (1.772/1.812) perdido.

- 5 (1.813/49).

- párvulos 1 (1.839/68).

- párvulos 2 (1.869/83).

- Parroquia San Marcial, Alza: - 1 (1.607//46).

- 2 (1.647/69).

- 3 (1.670/1.725).

- 4 (1.726/1.868).

- 5 (1.869/98).

- Parroquia San Sebastián el Antiguo: - 1 (1.647/1.765).

- 2 (1.766/1.819).

- 3 (1.819/81).

- 4 (1.831/53).

- 5 (1.854/69).

- 6 (1.870/77).

- Parroquia San Pedro, Igueldo: - 1 (1.648/1.758).

- 2 (1.758/1.886).

- Parroquia Santa María, Astigarraga: - 1 (1.743/1.844).

- 2 (1.766/1.819).

- Parroquia de Zubieta: - 1 (1.817/84).

- Parroquia San Pedro, Pasajes:- 1 (1.643/71).

- 2 (1.73/1.727).

- s/n (1.836/39).

- Parroquia San Juan, Pasajes: - 6 (1.727/83).

- 7 ( 1.783/1.907).

I.N.E.:

- censos y nomenclátores, diversos años.

- movimiento natural de la población, diversos años.

EUSTAT:

- movimiento natural de la población, diversos años.

REGISTRO CIVIL, SAN SEBASTIÁN:

- relación de fallecimientos (1.871/1.962).

 

 8. REFERENCIAS.

AIZPURUA BEGUIRISTAIN, Juan Bautista: "El cabildo eclesiástico donostiarra". En B.E.H.S.S., nº 22, Doctor Camino. San Sebastián., 1.988.

 

ELEJALDE, Félix: "Parroquia Altza San MArtzial, 6º centenario, 1.390/ 1.990". Doctor Camino. San Sebastián, 1.990.

 

ELEXPURU CAMIRUAGA, Lucía: "Consecuencias demográficas de la epidemia gripal de 1.918 en la villa de Bilbao". En Cuadernos de Sección: Antropología y Etnografía, 4; Homenaje al dr. José María Basabe, 1. Eusko Ikaskuntza. San Sebastián, 1.987.

 

TELLECHEA IDÍGORAS, José Ignacio: "San Sebastián en el siglo XVIII. Dos descripciones de 1.785 y 1.799 y una estadística de todo el siglo". En B.E.H.S.S., nº 8. Doctor Camino, San Sebastián, 1.974.

 

9. FECHAS CLAVE.

1.743 - comienzo de las obras, Santa María.

1.764 - finalización de las obras, Santa María.

1.781 - epidemia de cólera, Pasajes de San Juan.

1.787 - comienzo de anotaciones de párvulos, Antiguo y Alza.

1.794/ 95 - invasión jacobina de Guipúzcoa.

1.813, 31 de agosto - incendio de San Sebastián.

1.813, 5 de diciembre - elección de ubicación: cementerio de San Martín.

1.818, 8 de mayo - proyecto de Ugartemendía para San Martín, no realizado.

1.819 - comienzo de anotaciones de párvulos, Astigarraga

1.823 - asedio de los 100.000 hijos de san Luis.

1.823 - comienzo de anotaciones de párvulos, Igueldo.

1.832 - comienzo de anotaciones de párvulos, Santa María.

1.834 - epidemia de cólera.

1.835/ 39 - primera guerra carlista.

1.835 - bloqueo carlista a San Sebastián.

1.839 - comienzo de anotaciones de párvulos, San Vicente.

1.854, mayo - primeras inhumaciones en San Bartolomé.

1.855 - epidemia de cólera, San Sebastián.

1.854 - primeras inhumaciones en San Bartolomé.

1.877 - primeras inhumaciones en Polloe.

1.880 - 30 de junio, clausura de San Bartolomé.

 

NOTAS A PIE DE PAGINA

  1 Datos extraídos de la obra "Cementerios. Evolución de los lugares de enterramiento en San Sebastián", de futura publicación.

    2 Para este estudio se han tomado en consideración únicamente las anotaciones de enterramiento real y efectivo en la parroquia, discriminando el resto de las inscripciones, referidas a oficios fúnebres.

    3 Derribo del anterior templo de Santa María y construcción del edificio actual.

    4 Véase en TELLECHEA, 1.974. Hasta 1.788 no se incluyen en los estadillos de difuntos los párvulos en Santa María, si bien con posterioridad al incendio estas anotaciones no tendrán lugar hasta bastante más tarde. tampoco se incorporaban los muertos sin sacramentos o los expósitos. "Los párvulos o menores de edad no se ponían en las listas, como tampoco los expósitos, unos cincuenta al año, que eran llevados fuera y morían en el camino o en el hospital e Pamplona. Tampoco es desdeñable la advertencia de que, a raíz de la vacuna, había descendido notablemente la mortalidad infantil" (pág. 143). Existen notables diferencias entre las cifras expuestas,debidas a Vargas Ponce, y las expresadas por este estudio.

    5 Desde el principio de la Guerra de la Convención hasta la firma del tratado de paz murieron en San Sebastián 2.500 personas, "La mortalidad creciente entre 1.787 y 1.797 sobre todo en varones se debe al crecimiento de la guarnición militar y al nutrido número de militares que morían en el hospital". TELLECHEA, 1.974, 134 y 142.

    6 TELLECHEA, 1.974 ofrece para todo el siglo 4.664 oficios fúnebres, frente a las 3.464 que existirían aplicando la media que nos ofrece el resto del siglo.Las inhumaciones militares en San Vicente alcanzan el número de 65 casos entre 1.750 y 1.757.

    7 Simplemente el atrio o cementerio, parte exterior de la parroquia.

    8 Pertenecen a los regimientos de Hibernia, Victoria, Bruselas o Portugal.

    9"En octubre de 1.745 no huvo en esta parrochial de San Vicente Levita y Mártir entierro o funeral alguno [...] como tampoco lo ha habido en la Iglesia del Convento de San Telmo". ARCHIVO HISTÓRICO DIOCESANO, libro 3º de finados ,1.737/71, folio 48, parroquia de San Vicente.

"En este mes de diciembre de 1.745 no huvo en la Iglesia del Convento de San Telmo, orden de Predicadores entierro alguno ó exequia de feligrés desta parrochial de San Vicente Levita y Mártir, que huviese fallecido en esta Ciudad, a fuera della y por ser verdad firme". A.H.D., Manuel Antonio de Iriarte, libro 3º de finados , 1.737/71, folio 49, parroquia de San Vicente.

    10 Hay un notable contraste entre los valores ofrecidos por esta investigación y los expuestos por ELEJALDE, 1.990, debido a considerarse sólo las inhumaciones efectuadas. Los libros parroquiales anotan todos los oficios de sepultura con independencia de la existencia o no de enterramiento, o del traslado del cuerpo a otro enclave para su sepultura.

    11 AIZPURUA, 1.988: "Constituciones del cabildo eclesiástico de las parroquias unidas de San Vicente y Santa María de San Sebastián en colaboración con el Ayuntamiento de la misma ciudad",

    12 "Los Señores Regidores Beldarrain y Eleicegui en descargo de la comisión conferida por el Ayuntamiento expusieron haber reconocido todo el terreno del Barrio de San Martín para la erección del Campo Santo y últimamente escogieron para este objeto un sitio que tendrá ciento veinte pies de largo y ochenta de ancho y cuya habilitación se puede conseguir á poca cosa respecto estar cercado de paredes que se hallan en pie de una de las casas quemadas. El Ayuntamiento enterado de la exposición precedente volvió á comisionar á los dos Sres. Regidores para que dispongan la habilitación del Campo Santo en el local que han escogido provisionalmente y que todos los cadáveres vayan enterrándose en él también provisionalmente precedida la bendición por el Sr. Vicario de San Vicente, á quien se hará saber esta determinación". ARCHIVO HISTÓRICO DEL AYUNTAMIENTO DE SAN SEBASTIÁN, libros de actas, 5 diciembre de 1.813. También recogido por ANABITARTE, 1.895, 282.

    13 Indicación de fecha de 3 de febrero de 1.828 en AHASS, A/ 19/ I/ 186/ 4. No se contempla esta situación en el libro parroquial.

    14 A.H.D., libros de finados 2 y 3, parroquia de San Sebastián el Antiguo.

    15Hasta 1.839 San Vicente no anota a los párvulos.

    16 A.H.D., libro de finados nº 6, 1.849/73 y libro de finados párvulos nº 1, 1.839/68, parroquia de San Vicente.

    17 A.H.D., libro de finados nº 2, 1.849/69 y libro de finados párvulos nº 1, 1.832/1870, parroquia de Santa María.

    18 "Estos días en que reina la epidemia conocida con el nombre de cólera morbo asiático por disposición de la autoridad civil no se permite entrar a los cadáveres a la Yglesia. Estos son conducidos de noche ya al Campo santo peculiar de esta Parroquia del antiguo, ya al general de esta Ciudad, según convenga à los conductores, por acortar la distancia del camino. Como al día mueren muchos, no se pueden celebrar los funerales a la vez, y así hay que dejarlos para otros días; y se van celebrando según aviso de los interesados, de los quales unos se encargan de las funciones antes que otros; de los que resulta una pequeña variación en el orden de extender las partidas [...]. Hospital de coléricos, barrio de San Martín, 4. Camposanto general de San Sebastián, 37". Anotación entre los números 63 y 64, septiembre de 1.855. A.H.D., libro de finados nº 5, 1.854/69, parroquia de San Sebastián el Antiguo.

    19 Hay que tener en consideración, además, las diferente modificaciones observadas en este siglo: ampliaciones y reutilizaciones.

    20 AHASS, D/ 10/ X/ 1926/ 1.

    21 Ibíd.

    22 Los médicos J. Sánchez y Galo Astiazarán, el 12 de abril de 1.874 presentan un informe en el que señalan: "Creemos que la superioridad de condiciones de todos los estudiados hasta el día, está en el llamado de Polloe, puesto que las tierras del titulado Toledo - Goya, si bien permiten una superficie suficiente para el objeto, tienen partes que como exposición son algún tanto desventajosas, siendo muy rápidas comparativamente con las de Polloe. Este es convenientemente elevado, formando una superficie en su planicie casi perfecta, bien ventilado, á mayor distancia de 100 metros de los puntos habitados del contorno, oculto de la Ciudad, aun cuando una de las tapias se divisará del barrio de Puertas Coloradas; la naturaleza de su terreno que si bien es arcillosa y por lo tanto de las que más tiempo conserva la humedad, ha de suponerse completamente variada en función del cultivo á que está sujeta desde remotos tiempos, siendo cosa comprobada como es, que un cultivo racional, además de higienizar un país, bajo el punto del vista de las subsistencias, lo sanea purificando la atmósfera; punto que no tiene más que dos vertientes, siendo de poca importancia una de ellas y la otra susceptible de modificarse. Por todo lo que, para terminar, repetimos este terreno llamado de Polloe es el más aceptable de los examinados bajo el punto de vista de nuestra incumbencia, añadiendo tan sólo que si razones de otra índole concernientes á la apreciación de los señores arquitectos, no se oponen a ello, juzgamos conveniente que el camino que condujera a la Necrópolis en caso de construírse en Polloe, fuese por Erreca, el que además se su suave pendiente por la regata misma, tendría la ventaja de ocultarse á la población antes que el que pudiera abrirse por otro punto". AHASS, A/ 10/ X/ 1.926/ 1 y ANABITARTE, 1.903, 276.

    23 Ibíd., 28 de abril de 1.875.

    24 ELEXPURU, 1.987, 269/276, de quien se extrae la información. Los fallecidos en Vizcaya fueron 7.251, 11.517 y 8.260 en 1.917, 1.918 y 1.919. En 1.918 fallecieron 695.758 personas en España, con valores de 3.333 en Álava, 6.630 en Guipúzcoa y 9.922 en Navarra. Los porcentajes de mortalidad fueron de:

  1.917  1.918  1.919
Vizcaya 1,82 3,73 2,17
Bilbao 2,39 3,73 2,83