SEGUNDA PARTE
GEOGRAFÍA POLÍTICA
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/703/
VII
PARTIDO JUDICIAL DE SAN
SEBASTIAN
SAN SEBASTIÁN
SAN SEBASTIÁN, ESTACIÓN VERANIEGA
Esta vez no hemos de vernos precisados a usar de la tan manoseada frase: «el origen se pierde en la noche. de los
tiempos». Podemos hablar de San Sebastián como estación veraniega, arrancando
del principio mismo del sorprendente desarrollo que la capital de Guipúzcoa ha
tenido en cuanto se relaciona con el turismo y el veraneo.
Durante el primer cuarto del siglo XIX y aún bien entrado el segundo, la
importancia de San Sebastián en este particular era nula. Aunque poseía las
bellezas naturales de hoy, para pensar en explotarlas se hallaba en muy malas
condiciones a consecuencia del desastre de 1813 y de la guerra civil.
Además, en aquella época los medios de comunicación eran detestables. No
había ferrocarril y ni siquiera la carretera Madrid-Irún pasaba por San
Sebastián, sino que por Astigarraga se dirigía a Oyarzun, y la capital quedaba
alejada de la vía principal.
En 1847 se abrió, ya la dijimos al hablar de las vías de comunicación, la
carretera que, partiendo de Andoain, se dirige a las Ventas de lrún, atravesando la ciudad de San Sebastián por la Avenida; merced
a esta carretera, tuvo la capital una vía importante que le pusiera en
comunicación con la carretera general de Madrid a Irún.
Pero eso era bien escaso recurso, mientras no mejorasen los medios de
transporte y hubiera que hacer los viajes en las clásicas diligencias, de las
que vamos a dar algunas noticias recogidas de boca de persona que puso su
inteligencia al servicio de la regularidad y mejoramiento de ellas.
Había establecidas tres compañías de diligencias que en competencia /704/ hacían el servicio entre Bayona y Madrid para el transporte de viajeros y
mercancía de gran velocidad.
La primera de estas empresas, denominada Norte y Mediodía de España,
tenía su domicilio social en Madrid. Era una sociedad constituida por acciones; entre los accionistas figuraban en primera línea hombres tan ilustres como
Calvo Asensio, Sagasta y otros.
Estas diligencias, de construcción madrileña, reunían solidez y elegancia y
se componían de los departamentos siguientes: Berlina, de tres asientos,
que costaban a 150 pesetas, para el recorrido de Bayona a Madrid o viceversa.
Interior, de seis asientos, cuyo precio era el de 125 pesetas. Rotonda,
de cuatro asientos, al precio de 100 pesetas, y Banqueta o Cupé,
de cuatro asientos, en lo alto del carruaje; costaba 80 pesetas cada
asiento.
Se enganchaban a estas diligencias ocho caballerías, en la forma siguiente:
Dos en lanza, dos en bolea, dos en cortas y dos delante, en una de las cuales
iba montado el delantero, llevando a su derecha la caballería de mano.
Estos carruajes iban dirigidos por un mayoral, que tenía el encargo de cuidar
desde Bayona a Madrid a los viajeros, a los equipajes y a las mercancías que
llevaba en el carruaje, y por un zagal que desde el pescante dirigía el tiro de
caballerías. Este hacía un recorrido de tres leguas y era reemplazado por otro
tiro de igual clase en la parada inmediata.
Estas paradas se renovaban, como hemos dicho antes, cada tres leguas, de
manera que habiendo una distancia entre lrún y Madrid de 84 leguas, necesitaba la Compañía tener en el trayecto de lrún
a Madrid 28 tiros de caballos o sean 224 caballos, 28 postillones o zagales y dos delanteros.
Estos carruajes tardaban en recorrer el trayecto 56 horas consecutivas,
parando solamente para el cambio de tiros en cada parada, y además en los puntos
de comidas para viajeros. Lo que llamaba la atención sobre todo, en estos
viajes, era el pobre delantero que montaba a caballo en lrún y no se desmontaba
hasta Madrid mas que el tiempo necesario para cambiar de tiro de caballos. El
pobre muchacho (pues generalmente eran jóvenes de 16 a 24 años), andaba sobre
el caballo 56 horas sin que le permitieran dormir, pues si rendido por el sueño
daba alguna cabezada, sobre el caballo, el mayoral se encargaba de despertarle
mediante un par de garrotazos en los riñones.
La segunda compañía se titulaba Diligencias Peninsulares. La tercera,
Victoria. Las tres tenían igual clase de carruajes e igual servicio,
precios y marcha.
La aristocracia española, la alta banca y la gente rica, hacían los viajes
entre Madrid y Bayona en carruajes propios que tenía cada familia y que eran
arrastrados por cuatro o seis caballerías, número que variaba con el peso del
vehículo. Para efectuar el cambio existían en cada trayecto de tres leguas casas
llamadas de posta, nombradas por el Gobierno y con la obligación de /705/ tener disponibles en su cuadra veinte caballerías para el arrastre de las
sillas de posta que podían llegar a su paso de Madrid a Bayona y viceversa.
Las casas de Medinaceli, Alba y otras de la aristocracia tenían dichas sillas
de su propiedad, y cuando pensaban hacer un viaje tenían que solicitar permiso
del Ministerio de Gobernación, fijando el día y hora de salida, para que aquél
dispusiera que fuesen dados los avisos oportunos a los maestros de postas, a fin
de que tuviesen preparados los caballos necesarios para el arrastre de la
silla de posta.
El propietario de la silla pagaba a razón de tres pesetas por legua y caballo
y otras tres pesetas también por legua y caballo por el postillón y delantero.
Es decir, que una silla de posta arrastrada, por ejemplo, por cuatro caballos,
costaba la siguiente: 28 tiros de a 4 caballos, a 3 pesetas caballo por legua,
1.008 pesetas, y aumentando a esto otras 504 que costaban el delantero y zagal,
que se pagaban a 3 pesetas legua, lo mismo que los caballos, hacían en junto
pesetas 1.512, que con gratificaciones y demás gastos llegaban a unas 1.800
pesetas. Este era el coste ordinario de un viaje en silla de posta de cuatro
caballos.
Las mercancías de pequeña velocidad se transportaban en galeras que,
enganchadas con diez mulas cada una, caminaban al paso durante el día,
descansando por las noches en las pasadas o mesones del camino, Tardaban en
llegar a Madrid de catorce a quince días desde su salida de lrún; una de las
empresas de Mayor prestigio en aquella época era la de Echeandía y Compañía.
En Tolosa había otra compañía con infinidad de carros de bueyes que recogían
mercancías en las fábricas de papel, paños, fundiciones y demás industrias y los
llevaban hasta Vitoria en dos días, entregando allí los bultos a una empresa que
existía con el título de Galeras Aceleradas,'éstas, en cinco días,
llegaban a Madrid y hacían al mismo tiempo la carga y descarga en los puntos
intermedios de la línea.
En estas galeras viajaban también compañías de cómicos, estudiantes que iban
a sus universidades y gente joven y alegre que durante los trece o catorce días
que duraba el viaje se divertía cazando por el camino durante el día y bailando
al son de la guitarra en los mesones o paradores durante la noche, fraternizando
de tal manera que, pareciéndoles corto el viaje, se separaban con pena al
llegar a su destino.
Las diligencias llegaban a San Sebastián de once a doce de la mañana, y
entraban a la población por la Puerta de Tierra, que se hallaba en el lugar en
que la calle de San Jerónimo desemboca en la Alameda. Se detenían en la Plaza
Vieja, delante del Parador Real.
De lo dicho se deduce que la gente que estas diligencias transportaba no
podía ser base muy firme para el desarrollo del turismo. En cada coche podían
venir 17 personas, y aunque llegase diariamente uno de cada empresa al día,
arribarían a San Sebastián 51 personas, si los tres vehículos venían /706/ llenos, que sí solían venir, y si todos los viajeros tomaban billete hasta
San Sebastián, que no solían tomar, porque unos quedaban en diversos balnearios y otros seguían
a Bayona. Seguramente que no pasaban de mil los
veraneantes que a San Sebastián venían anualmente antes del año 1850,
De lo que era el veraneo donostiarra en aquella época nos da idea un artículo
que don Angel Muro escribió en 1893 con el título El verano en San Sebastián
hace cuarenta años. De él son estas líneas:
«Cuando llegábamos a San Sebastián los que allí íbamos, teníamos ya casa
tomada en un primero, segundo o tercer piso de las calles Mayor, Santa María, Narrica, del Puerto, Puyuelo, Esterlines y San Jerónimo, que eran las más
buscadas .
»Albergue, comida y lavado de ropa, con o sin ayuda de los criados que
llevara, el que los llevaba, costaba como máximum seis pesetas a las personas
mayores y tres a los niños y sirvientes. Este precio, salvo rarísimas
excepciones, era uniforme, y hacía competencia al de las fondas, en que el hospedaje era de 30 y 15 reales, respectivamente.
»La comida también era igual para todos. Chocolate, vaso de leche y
azucarillo, con panecillo y bizcochos, como desayuno. A la una, sopa del
puchero, los cocidos, dos o tres clases de pescado y ternera o pollos
asados, postres, vinos y sagardúa. A las cinco de la tarde, para merendar,
chocolate o leche, o dulce; y de cena, pajeles fritos, merluza frita, sardinas
fritas, ensalada cocida y unas chuletillas, postre y vino.
»En la playa estaban alineadas 20 ó 30 casetas formando tantos grupos como
propietarios había: Echenique, Zabaleta, Machimbarrena, etc. Costaban los baños
un real y dos con bañera o bañero. Los trajes de baño de las señoras eran unas
blusas largas y amplias, de estameña, con una papalina de hule. Los hombres,
separados de las mujeres, usaban la menor cantidad posible de calzón.
»La policía de San Sebastián estaba a cargo de tres alguaciles -nada más -de
golilla y varita, vestidos a la antigua española.
»La vida que se hacía en San Sebastián era tranquila y monótona.
»En cada familia había individuos que se bañaban, y, por la mañana temprano,
la gente de fuste se encaminaba a la playa en tropel, tomaba el baño en tropel y
regresaba en tropel a desayunarse a su albergue.
»Después, también en tropel, la misma gente iba a dar vueltas bajo los arcos
de la Plaza Nueva, y alguna vez de tiendas.
»A las doce a casa, a comer y dormir la siesta, y por la tarde, después de
merendar, a dar vueltas, siempre en tropel, por el paseo de Santa Catalina, sin
volver la vista a la playa, por ser la hora de baño de la gente de poco dinero.
»Los niños a jugar al Prado, son las niñeras y con los soldados, y a bailar
al son del tamboril y pitos municipales.
»Al anochecer, a la Plaza Nueva, a completar vueltas, y a casa.
/707/»Los domingos a misa de tropa a Santa María, y a vestirse de fiesta para
el
paseo de la mañana y de la tarde.
«Alguna vez, por extraordinario, se iba al teatro cuando había comedia,
y una vez en la temporada era de ritual subir al castillo de la Mota.
»La gente atrevida y gastosa hacía la excursión en coche a Pasajes,
para gozar del espectáculo de las antiguas bateleras, que se arañaban y
arrancaban el moño para disputarse el viajero que llegaba a visitar la fábrica
de loza, instalada en la orilla opuesta de la cala.
»Tomados los baños ordenados por el médico, la familia bañista se despedía
de San Sebastián, después de cuatro o seis días de descanso.

Alderdi-eder y la Concha antes de la construcción del Casino y
del Palacio Real
»Total, cinco semanas o mes y medio, a lo sumo, de estancia en la bella Easo,
de los años de referencia.
»¿Cuántas familias veraneaban entonces en San Sebastián? Ciento todo lo más,
que, con 300 bañistas en partida suelta, componían unas 700 u 800 personas de
población flotante» .
Desde entonces la afluencia de gente ha aumentado en proporción increíble
y la vida veraniega ha sufrido radical transformación.
La apertura del ferrocarril del Norte fue un paso decisivo para el progreso
de San Sebastián, así como el establecimiento de otras vías y medios que
permitieron la organización de una enorme propaganda en todo el mundo y la fácil
llegada de gentes de todos los países.
Además de otras condiciones naturales del país y de sus habitantes, del tino
de los ayuntamientos y entidades y particulares donostiarras, han contribuido
/708/ eficazmente al renombre de San Sebastián dos elementos principales:
la playa y la familia real.
Las Playas. Son tres las playas de San Sebastián: la de Ondarreta, en el
Antiguo; la del barrio llamado de Gros y la de la Concha. En la primera son
escasísimas las personas que se bañan; en la de Gros van aumentando a medida que crece la importancia de aquel barrio; la de la Concha es la principal,
bellísima, de esbelta forma, ceñida por el paseo a que ha dado nombre y dominada
por elegantes chalets de vistas magníficas.
Hace sesenta años: ni había chalets, ni había paseo, ni había playa en la
forma de ahora. La bahía llegaba hasta el cementerio de San Martín, que se
hallaba donde hoy está el depósito de la Provincia, y en su límite abundaban los montones de arena y los desniveles.
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Playa de Ondarreta |
No había casetas, excusado es el decirlo, y en consecuencia solo se bañaban, por recreo, los muchachos
y algunos mayores del sexo
masculino.
«Para el efecto iban o, mejor dicho, íbamos a la playa provistos
(no todos) de toalla o servilleta y un par de palitos; cuando la marea estaba
baja tomábamos posiciones al pie del murallón que sostiene el montículo (273) y
jardines de Alderdi-eder, y en las grietas que tenía el paredón metíamos los
palitos, que hacían veces de colgadores.
»Desnudos ya, y conforme vinimos a este pícaro mundo, grandes y pequeños
nos zambullíamos en el mar, sin más ayuda que la señal de la cruz para
librarnos de accidentes, mordeduras de malos bichos o de que. ..un .atrevido
pulpo se enroscase en alguna de nuestras piernas. ..
»Cuando la marea estaba alta prolongábase la excursión para bañarse hasta
cerca del actual Palacio Real, a las peñas que fueron del dominio del Robinson
donostiarra (274) y algunos señores se bañaban en el túnel que
/709/ hicieron los ingleses que estuvieron en la primera guerra civil, para comunicarse con la playa de Ondarreta en el Antiguo.
»Otras veces, cuando la marea estaba baja, fijábamos nuestras posiciones en
medio de la playa, a la orilla del mar, dejando en hilera las ropas sobre la
arena» .

San Sebastián. La Concha
Estos párrafos, escritos por un donostiarra, Siro Alcain (275}, con referencia al año 1843, demuestran que aún no había hecho su aparición en
la playa la primera caseta. El mismo autor nos cuenta cómo apareció la primera, aquel año
o al siguiente:
«En aquel tiempo a que. me he referido no se conocían casetas de baños en la playa. En
Unión de mi amigo Gabriel María
Laffite ideamos hacer una y se procedió a su construcción; componíase de una
plataforma cuadrilonga con pequeñas ruedas; armazón de listones y cerrada de
lienzo blanco; no tenía ventanas; entraba la luz cenital, suprimiéndose la
cubierta por innecesaria. Tampoco-había puerta; bastaba la abertura de la tela
para que hiciera veces de entrada; fue la primera semi-caseta.
»La idea tuvo imitadores la misma temporada de baños, y desde entonces todos
los años han ido en aumento más o menos bonitas y caprichosas, hasta /710/ el número de 295, de que se
componía el año anterior (1893) la nueva población veraniega, y llamo población porque en muchas de esas casetas se guisa, se
come y se duerme, y nada más apropósito en los días calurosos de estío que
hallarse al contacto de agradables y frescas brisas de mar».
En el día hay 242 casetas, que pertenecen a 49 propietarios. De éstos el que
más tiene son ocho. De las 242, 10 son de un solo compartimento, 222 son de dos
compartimentos y 10 de tres. Todas son del mismo tipo, de madera, montadas
sobre cuatro ruedas, con una puerta y dos ventanillas por compartimento; pueden
acercarse o alejarse de la orilla, y casi es ésta la única comodidad que
ofrecen, pues no pueden ser más sencillas y primitivas. Se ha tratado de obligar
a reformarlas y hasta de suprimirlas, sustituyéndolas por otras construidas
bajo el voladizo del paseo, pero el pensamiento no se ha llevado a cabo.
En 1867 unos particulares, en virtud de concesión a perpetuidad que el Estado
les otorgó, construyeron en la playa un edificio-balneario en el que se instalaron
cuartos de baños calientes, duchas y servicios análogos; se construyó sobre
Pilotes un edificio rojo de madera, grande, que se :llamó Perla
del Océano. Conforme fue creciendo la importancia de San Sebastián como
estación de verano; aquel edificio pareció más inaceptable cada vez, y para
derribarlo hizo el Ayuntamiento muchas gestiones, que siempre se estrellaban
ante la concesión a perpetuidad otorgada por el Estado.
Por fin se llegó a un acuerdo, se derribó el barracón y en su lugar se
levantó otro magnífico que fue abierto al público el año 1911. Es de cemento
armado, de 128 metros de largo por 27 de ancho.; tiene 3,900 metros de superficie edificada, dos pisos y terraza hasta el mismo nivel del paseo de la
Concha; su coste se aproximó a un millón de pesetas. Su construcción tuvo
que sujetarse a los pies forzados de las mareas y el nivel del paseo, pero aún
así se consiguió hacer un balneario del cual se afirma que es superior a cuantos existen en las mejores playas de Europa. El autor del proyecto y
director de la: obra fue el arquitecto provincial don Ramón Cortazar .
Hay, muy bien dispuestos, cuartos de lujo de primera y de segunda para baños
de agua dulce y de mar, fría y caliente, baños de playa, duchas de cabeza,
dorsales, de lluvia, descendentes, de banqueta, etc.; salas de baños rusos a
vapor, cuartos de masaje, baños de luz e hidroeléctricos, duchas aromáticas,
baños romanos e irlandeses, cámaras secas y húmedas de sudación, cuartitos con
camas de reposo; completo servicio de hidroterapia, electroterapia y
mecanoterapia. Además de estos servicios propios de balneario, hay sala de
lectura y escritorio, gimnasio, billar, peluquería para señoras y caballeros,
gabinetes de callistas y manicuros, estanco, venta de objetos para baño y
tocador, periódicos, postales, etc.; hay también un buen restaurant.
Todo está construido con lujo, y entre los diversos departamentos llama
/711/ la atención el soberbio hall circular, sin columnas, al que se
desciende directamente desde el paseo por una escalera imperial.
Además de este edificio hay en la playa otro destinado a caseta de la familia
real. La primera caseta real que figuró en la Concha fue la que se construyó el
año 1845 para Isabel II, entonces niña, y primera persona real de quien se
tienen noticias que se bañó en la playa donostiarra. Más tarde se construyó
otra que tuviese más comodidades, y que sobre dobles rails subía y bajaba, según
el estado de la marea, por medio de una maquinita de vapor . En 1894 la Excma.
Diputación construyó, conforme a plano del señor Echabe, una caseta de estilo
árabe, que desapareció en 1911 para ser sustituida por el bonito edificio
actual, del que el lector podrá darse perfecta cuenta por el grabado correspondiente, que publicamos.

La anterior caseta real de
baños
Durante el invierno se retiran de la playa todas las casetas, excepto la
Real, y a principio del verano las colocan otra vez, limpias y pintadas.
Estas casetas blancas y azules, extendidas por todo el arenal, en combinación con
los toldos coloreados o blancos que abundan extraordinariamente, dan a la
playa vistosísimo aspecto. Todos los veraneantes bajan a ella durante la mañana, y hasta el mediodía presenta la
Concha animación extraordinaria, no superada seguramente por las playas de más
renombre del mundo. Se baña muchísima gente, con ropa propia o facilitada por
los bañeros; hasta tiempos recientes los bañistas eran muy escrupulosos en sus
trajes y modales; ahora no faltan algunos desaprensivos que traen a la Concha la despreocupación de ciertas playas extranjeras.
Esta que nos ocupa es segura, de suave pendiente y agradable oleaje, bien
vigilada. Hay durante todo el año un cabo de playa y un ayudante; en el verano
prestan su servicio en el arenal dos celadores, y en la bahía, para seguridad de
bañistas, ocho boteros con sus lanchas y pertrechos de auxilio. Este servicio de
playa, más el de material, limpieza, etc., cuesta al Ayuntamiento 32.000
pesetas. Por razón de vigilancia sobre las casetas, cobra a sus dueños
7,5 pesetas anuales por las de un departamento y 15 por las de dos, en la playa
de la Concha, y 5 y 7,50, respectivamente, en las otras dos playas. Este ingreso,
unido a las cantidades que cobra por la colocación. de toldos frente a la
rotonda, supone un total de 4.800 pesetas.
/712/ La Familia Real. Que la presencia de la familia real da gran realce al
veraneo donostiarra y contribuye en sumo grado a su brillantez y renombre, es de
todo punto indiscutible. San Sebastián, comprendiéndolo así, se esfuerza por
hacer agradable la estancia de los Reyes, y tiene para ellos atenciones
constantes y cariño singular .
Hemos dicho que Doña Isabel ll vino el año 1845 a San Sebastián con
objeto de tomar baños de mar, y que la suya ge la primera caseta real que se
puso en la Concha. Bien puede, pues, decirse que la reina lsabel ll, entonces
niña, fue la primera persona real que vino a Donostia a veranear; con ella
vinieron, acompañándola, su madre María Cristina y la infanta Luisa Fernanda.
Volvió el año 1865, y más tarde en 1868, esta vez para salir destronada por la
Revolución.
Luego varias veces estuvieron en la ciudad diversos individuos de la familia
real, y desde el año 1887 la augusta familia ha venido a veranear sin más
interrupción que la del año 1898. He aquí las fechas de llegada y salida de la Corte en esos años:
Años |
Llegada |
Salida |
1887 |
13 Agosto |
25 Sepiembre |
1888 |
11 Julio |
1 Octubre |
1889 |
3 Agosto |
8 Octubre |
1890 |
16 Julio |
22 Octubre |
1891 |
18 Julio |
12 Octubre |
1892 |
18 Julio |
2 Octubre |
1893 |
19 Julio |
27 Septiembre |
1894 |
12 Julio |
12 Octubre |
1S95 |
18 Julio |
14 Octubre |
1896 |
18 Julio |
17 Octubre |
1897 |
3 Julio |
28 Septiembre |
1898 |
No vino |
- |
1899 |
20 Julio |
13 Octubre |
1900 |
11 Julio |
11 Octubre |
1901 |
20 Julio |
10 Octubre |
1902 |
3 Julio |
- |
1903 |
24 Julio |
9 Octubre |
1904 |
13 Julio |
28 Septiembre |
19o5 |
8 Julio |
30 Septiembre |
1906 |
17 Julio |
25 Septiembre |
197 |
16 Julio |
20 Septiembre |
19o8 |
19 Julio |
- |
1909 |
21 Julio |
27 Septiembre |
1910 |
10 Julio |
29 Septiembre |
1911 |
8 Julio |
23 Septiembre |
1912 |
20 Julio |
21 Septiembre |
19t3 |
18 Julio |
28 Septiembre |
1914 |
26 Julio |
- |
1915 |
12 Julio |
22 Octubre |
Cuando ya la familia real hizo propósitos de venir a San Sebastián anualmente, pensó, como era natural, en tener casa propia, y edificó el Palacio de
Miramar, que se alza en el Antiguo, en el lugar en que existió la iglesia de San
Sebastián y el convento de Dominicas, del que se cree que se escapó la famosa monja Alférez. Las obras dieron comienzo en Junio de 1889. Para
disponer de terreno hubo que adquirir multitud de trozos pequeños y hacer una
desviación de la carretera que hoy pasa bajo la finca en túnel que tiene 100 metros de longitud, 14 de anchura y otros tantos de altura, y hubo también que
hacer considerables obras de desmonte, a causa de la irregularidad del terreno. El
conjunto de la finca tiene ocho hectáreas encerradas en un muro de
circunvalación y rodeadas de caminos públicos.
El autor de los planos es Selden Wornum, y el arquitecto municipal don
José Goicoa fue el director de las obras y el contratista don Benito Olasagasti.
/713/ El carácter adoptado para la construcción fue el tipo inglés de
cottage de la época de la reina Ana, combinado con el estilo gótico. En la
planta baja están situadas las piezas de recepción, la antesala. hall,
sala de espera, vestíbulo, billar, gabinete de lectura y comedor, todas ellas
decoradas con buenos materiales, aunque con sobriedad en su empleo, sin lujo,
pero con suma elegancia. El piso principal está destinado a las habitaciones de
la familia real y de las damas; todas estas habitaciones llevan cuarto de
vestir, de baño, retretes y cuantos elementos exige la más escrupulosa
comodidad. En el piso segundo están los cuartos de servicio.

San Sebastián. Actual caseta
real
Otro edificio, separado del palacio por una galería, contiene las cocinas,
otras dependencias y habitaciones de la alta servidumbre. Se le conoce con el
nombre de «casa de oficios», y tiene accesos independientes.
Las cocheras y caballerizas, capaces para cincuenta caballos, se hallan
también dentro de la finca, que además contiene portería y cuartel para la
guardia de miqueletes, casa del jardinero y vaquería.
El trazado de los jardines la hizo, de acuerdo con el arquitecto-director ,
Mr. Pierre Ducasse, quien murió sin verlos concluidos.
En general trabajaron artistas del país y se emplearon materiales del país, a
excepción de las tejas planas que no se fabricaban aquí todavía.
Tiene estación central de luz eléctrica con doble servicio de dínamos; en los
jardines hay doce focos de arco voltaico, y en el palacio y servicios unas 1.500
luces incandescentes; muchos de los aparatos se fabricaron exclusivamente para
la casa.
Todas las obras costaron. próximamente tres millones de pesetas, y la familia
real comenzó a habitar su palacio en Julio de 1893.
Las augustas personas hacen en San Sebastián vida familiar y sencilla; la
reina Doña María Cristina cuenta con el cariño hondo de los donostiarras, que
ensalzan su virtud y carácter, y agradecen profundamente las distinciones de que
ha hecho objeto a Donostia durante muchos años; S. M. el Rey, a quien los
habitantes vieron jugar en la playa desde su infancia, es considerado como un
donostiarra, ya que se interesa grandemente por los asuntos de la capital
guipuzcoana y toma parte personalmente en infinidad de ceremonias, recreos y
festejos que en San Sebastián se organizan; la reina Doña Victoria se ha captado
también, la respetuosa confianza de todos, y los hijos de los Reyes son mirados
con vivísima simpatía. Todos los miembros de la familia real pasean por las
calles, y visitan los alrededores, y entran en los comercios, solos, sin
vigilantes, confiando plenamente en la nobleza de los donostiarras, que es la
mejor salvaguardia de los soberanos.

San Sebastián. Palacio Real
de Miramar
/715/ Claro es que en torno a la Familia Real se congregan en San
Sebastián infinidad de personajes y políticos que hacen de Donostia una corte de
verano. Vienen los ministros, celebran conferencias, la política sigue su curso;
varios veranos se ha encontrado en San Sebastián el Gobierno en pleno, y se han
celebrado consejos de ministros, con asistencia de todos.
Apenas hay verano en que no vengan reyes, príncipes y altos personajes
extranjeros; en la capital de Guipúzcoa han residido más de una vez los reyes de
Portugal y los de Inglaterra, príncipes de Rusia, rey de Servia, príncipe
heredero del Japón, rey de Siam, rey de Suecia, de Bélgica, príncipe, soberano
de Mónaco, príncipe Enrique de Prusia y muchos más que de todo el mundo vienen a
admirar esta ciudad maravillosa.
Sindicato de iniciativas y propaganda. Hay en San Sebastián un
organismo que presta excelentes servicios en cuanto se refiere al turismo. Es el
Sindicato de iniciativas, subvencionado por el Ayuntamiento con 5.000 pesetas;
sus fines principales son atraer forasteros hacia nuestra región, haciendo una
continua propaganda por medio de guías ilustradas, periódicos, revistas,
anuncios y cuantos medios estén a su alcance; facilitar toda clase de datos para
visitar la capital y alrededores, a fin de que la estancia sea agradable a los
visitantes; 'informarles de los precios de hoteles, fondas, restaurants, casas
de huéspedes, etc. y atenderles, cuando sea de justicia, en sus reclamaciones;
confeccionar itinerarios de viajes con toda clase de datos, etc.
Todos estos fines los llena cumplidamente el Sindicato; publica guías
ilustradas de San Sebastián y lugares de Guipúzcoa, edita mapas y anuncios,
entiende en la organización de viajes colectivos, facilita itinerarios,
programas, anuncios y cuantos detalles se soliciten relacionados con su objeto.
El año 1909 organizó el segundo Congreso de Turismo, que se celebró en , San
Sebastián del 4 al 7 de Octubre, con asistencia de muchísimos delegados
,oficiales españoles y franceses, y adhesiones de muchos más.
Tiene en la Alameda un salón público de lectura y las oficinas del director;
está abierto, durante todo el año, de nueve a una y de tres a siete.
Datos estadísticos. -Unos datos estadísticos claramente expuestos
nos dirán, acerca de la afluencia de forasteros que durante el verano hay en San
Sebastián, más que todas las explicaciones que pudiéramos dar en cualquier otra
forma.
He aquí un cuadro en el que aparecen, desde el año 1889 hasta el actual, el
número de habitantes de la ciudad conforme al padrón municipal, el número de
entradas o de forasteros que durante la época estival -de Julio a 30 de
Septiembre- han entrado en la capital, y el de estancias, o suma de días
que en ella han permanecido todos los forasteros (276):
[Tablas
estadísticas]
Tomando como base los datos de 1915, se deduce que durante los 92 días de que
se compone la época estival, oficialmente, hubo una afluencia de 13.084
forasteros por día. Se deduce asimismo que a cada forastero corresponde, por
término medio, una estancia en San Sebastián de siete días.
Suponiendo que cada forastero deje en la ciudad un ingreso diario de 20
pesetas, cálculo nada excesivo. el año 1915 ingresaron .en los tres meses de
verano 22 millones y medio de pesetas.
Dato que nos dará también idea de la afluencia forastera es la comparación de
los servicios prestados en el Matadero municipal durante un mes de ¡invierno y
otro de verano. He aquí las cifras de Abril y Agosto de este año de 1916:
[Tablas
estadísticas]
Vea ahora el lector la comparación entre los artículos de consumo gravados
introducidos en San Sebastián en los mismos meses de Abril y Agosto:
[Tablas
estadísticas]
/717/ Hemos excluido de esta relación los pescados, porque la nota
referente a ellos la insertamos en la página 667, al hablar de la industria de
la pesca. Hay en San Sebastián próximamente 500 chalets, de los que la mitad se
alquilan, y 800 pisos, que también se alquilan o admiten huéspedes.
NOTAS
(272)En cierto modo debiéramos hablar aquí de los teatros , que son centros
de recreo; de las músicas, que son elemento de distracción, y de otros extremos que no estarían fuera de
lugar en esta sección. Pero el haberlos incluido entre los elementos de cultura
o en otros capítulos en los que también encajan perfectamente, nos releva de volverlos
a citar.
(273) Aquel montículo ha sido ya desmontado y nivelada toda la superficie del
Parque. (214) Los donostiarras llamaron así a J osé Vicente Arruabarrena, de
Igueldo, que a mediados del siglo XIX pasó algunos años dedicado al cultivo de
hortalizas y cría de aves y pájaros en una cinta de tierras, abandonada
entonces, que el Ayuntamiento poseía en las derivaciones, hacia el mar, de una
calzada que conducía al Antiguo.
(275) La playa y las casetas. Artículo publicado en su libro
lruchuIo-zar, Donosti berri ( 1896).
(276) La estadística es todo lo exacta que puede ser; en su formación se han
tenido muy en, cuenta los datos facilitados por los jefes de las estaciones, a
quienes el Ayuntamiento da, desde 1901, una gratificación anual por los datos
que proporcionan para la confección de la estadística de viajeros durante el
verano.
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