NOTICIA DE LAS COSAS MEMORABLES DE GUIPÚZCOA / PABLO GOROSABEL

-

LIBRO I

DESCRIPCIÓN DE LA PROVINCIA

-

CAPITULO VI

DE LA REGIÓN LLAMADA CANTABRIA

-

SECCION I

De la controversia sobre su situación, etc.

 

/230/ La situación de la región que en lo antiguo se llamó Cantabria, su extensión y límites, ha sido para algunos historiadores de las cosas de España un asunto de graves y eruditas controversias. No puedo prescindir de dar una noticia de este difícil punto, y procuraré hacerlo con la posible claridad, aunque tal vez no con toda la exclusión que merece la materia. Unos han sostenido con calor la opinión de que Guipúzcoa, Vizcaya y Alava estuvieron comprendidas en dicha comarca, y fueron su porción principal y la más importante, si acaso no la única de ella. Otros han defendido con no menos empeño la contraria, o sea, que Guipúzcoa y /231/ Alava se hallaron excluidas totalmente de su territorio; así que la Vizcaya desde la ría de Somorrostro, o a lo menos desde la que pasa por Bilbao, en sentido de Poniente a Oriente. En verdad que no es fácil aclarar completamente este asunto geográfico, al cabo de diez y ocho siglos que han transcurrido desde la época a que me refiero. Menos todavía pudiera llenarse este objeto con cierta seguridad del acierto, con la escasez, variedad y confusión de noticias sueltas que suministran las obras geográficas e históricas de los autores que escribieron en la misma época y tiempos inmediatos. La importancia del asunto exige, sin embargo, el que nos ocupemos de su dilucidación en cuanto alcancemos.

Fue una inteligencia, puede llamarse común, de los antiguos historiadores españoles la de que las tres provincias Vascongadas pertenecieron a la Cantabria del tiempo de los romanos, formando la parte principal y la más importante de la misma región. Así es que Pedro Mexía en su Historia imperial y real dice que en tiempo de César Augusto algunas gentes y naciones animosas se atrevieron a echar de sí el yugo romano, entre otros los cántabros, «que son los Alaveses y Vizcainos, etc.». Florión de Ocampo, al explicar esta región en el , libro IV, capítulo III, de la Crónica General de España, asienta igualmente que los Asturianos venidos de Galicia, después de poblar a Astorga, se extendieron hasta Santander, Laredo y otros pueblos comarcanos a su montaña. Sigue diciendo que tras ellos venían los Cántabros, «cuyo linaje se metía tierra adentro, tomando, buen .pedazo de las provincias de Vizcaya y Alava, hasta dar en la ciudad de Logroño. » Concluye la relación añadiendo que los Cántabros tenían aquí por su /232/ cabeza principal en lo postrero de todos ellos una población llamada Cantabria hasta que fue destruida en tiempo del rey godo Leovigildo. Ambrosio de Morales, continuador de dicha Crónica, supone también que los vizcaínos eran Cántabros;  pues en los capítulos 53 y 54 del libro VIII traduce la palabra Cántabros en Vizcaínos, como sinónimos. De esta manera, si por Vizcaínos entiende este historiador a los que propia y rigurosa mente lo son, su Cantabria queda reducida a bien estrechos límites. Pero si con dicha denominación quiere significar a los habitantes de las tres provincias Vascongadas, que es la interpretación más lata que se le puede dar, excluye de aquella región no solo a los riojanos, sino también a los habitantes de las montañas de Santander.

Otro de los escritores españoles que hablaron sobre esta materia en el expresado sentido fue Esteban de Garibay en su Compendio historial de España, etc. Dice en esta obra que la Cantabria tenía por el Septentrión al Océano, por el Occiden te las Asturias de Santillana, por el Mediodía las aguas del Ebro con los llanos que desde Logroño corren por Navarra hasta los montes Pirineos, y por el Oriente. a Francia. Continúa expresando que dicha región tomó el nombre de una ciudad, llamada antiguamente Cantabriga, fundada en un cerro sobre la ribera del Ebro entre Logroño y Viana. Añade que, tanto en el tiempo en que escribía, como en los pasados, había en la Canta bria muchas diversas provincias; aunque las más notables eran Guipúzcoa, Vizcaya, Alava y la Montaña con el territorio comprendido desde el Ebro hasta el mar Océano. Manifiesta además que los autores que a la Cantabria a menos territorio tuvieron pocas: noticias de estas regiones. «Debajo /233/ de aquel nombre general, dice, caían antiguamente los pesícoros, o sea los montañeses; los siloros; o sea los vizcaínos; los várdulos o sea los guipuzcoanos, y aún los de las montañas de Navarra, confinantes con Guipúzcoa y Francia.»

El P. Juan de Mariana siguió el parecer precedente de Garibay en su bien conocida Historia general de España. Hállase, en efecto, que si bien en ,el libro I, capítulo IV, dice que la Cantabria fue antiguamente región pequeña que no tocaba a los Pirineos, en el libro III, capítulo XXIV, se inclina a creer que se extendía hasta dar con estos mismos montes. Consiguiente a esto, reconoce en dicho pasaje que Ptolomeo señala por aledaños de los cántabros a los Autrigones por la parte de Levante, a los lungones por la de Poniente, las fuentes del Ebro hacia el Mediodía, y el Océano Cantábrico por el Septentrión, cuyas ciudades principales eran Juliobriga y Véllica. Sin embargo, añade que hay grandes argumentos para creer que todos los pueblos comarcanos a la Cantabria de dicho geógrafo hasta los Pirineos y la Guiena se comprendían en su territorio, según otros entendían. En esta conformidad, supone que la guerra llamada Cantábrica tuvo lugar en esta provincia; pues dice que, habiendo venido Augusto a España, marcharon los soldados la vuelta de Vizcaya, bajo cuyo nombre entiende las tres provil1cias Vascongadas. Da, en efecto, a entender que Segisama, donde el Emperador sentó los reales, era Beizama, el monte Vinio el de Hernio, y así todo lo demás.

Además de estos autores, el P. Juan de la Puente, cronista del rey Felipe.IV, en su obra titulada Conveniencia de las dos monarquías, dijo igualmente que «demás de las provincias de Vizcaya, /234/  Alava, Guipúzcoa y Rioja, comprendía la Cantabria las Asturias de Santillana con todas las montañas altas, y todo el trecho que hay entre el Duero y el monte Yubalda, etc.» Del mismo modo, el Obispo de Gerona en su Historia  de España, o Paralipómenon, expresó que «la Cantabria contenía todo el reino de Navarra, y tenía .los tres pueblos de Várdulos, vasones y berones, siendo los primeros en lo antiguo los que hoy se dicen guipuzcoanos y Alaveses. » Por fin se ve que el historiador francés José Escalígero no consideró por Cántabros sino a los habitantes de los pueblos en que se habla el vascuence; por consiguiente, excluye de su concepto a los riojanos, montañeses de Santander, y a los castellanos de la provincia de Burgos.

Tal era la persuasión en que generalmente se estaba entre los historiadores españoles de más nota y aún algunos extranjeros acerca de la situación y extensión de la antigua región de la Cantabria, hasta que Arnaldo Oihenart, vasco-francés, salió a combatirla en su obra que en 1638 publicó con el título de Notitia utriusque Vasconiae. Este distinguido escritor trató de probar en ella que el límite oriental de dicha región en tiempo de los romanos era tirando una línea desde los montes de Oca hasta la villa de Laredo, con lo cual excluye de esta comarca a Guipúzcoa, Vizcaya, Alava, Navarra y Rioja. Con respecto al límite occidental, opina era el seno que forma la mar en la villa de Luarca de Asturias, siguiendo desde allí hasta las tierras del Vierzo. Manifiesta por fin que dicha región por el Mediodía se extendía desde la costa marítima hasta las comarcas de la tierra llana de León, y de aquí al monte Idubeda. Por lo que hace a la época de la denominación de los godos /235/ y sarracenos, reconoce Oihenart que el nombre de Cantabria se aplicó al territorio de la Rioja. Jerónimo de Zurita, no menos erudito escritor de las cosas de España, se inclinó a la opinión emitida por dicho historiador vasco-francés en la obra que imprimió con el título de Descripción de la Can tabria. Sostiene en ella, con gran copia de reflexiones, que esta región tenía al Poniente las montañas de Asturias de Santillana. y Trasmiera, con su límite oriental en Castro Urdiales; y consiguientemente excluye de su territorio a las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa, Alava y de la Rioja. El P. José Moret, distinguido. historiador navarro, en las Investigaciones históricas de las antigüedades del reino de Navarra, se adhiere al mismo modo de pensar de Oihenart y Zurita. Conforma por tanto en la exclusión de las tres provincias Vascongadas de la región de la Cantabria del tiempo de los romanos, considerándola en el sentido propio y riguroso.

Otro tanto sucede con el P. Francisco Sota, de la orden de San Benito, y cronista de S. M., en la obra que publicó de 1681 con el título de Crónica de los príncipes de Asturias y Cantabria. Después de referir las opiniones indicadas, concluye que «la propia, y verdadera Cantabria antigua fue toda la tierra que hoy se comprende en las montañas septentrionales altas y bajas, o marítimas, de Castilla la Vieja, que comúnmente se llaman de Burgos, con parte de Asturias de Oviedo.» A esto se  reduce también la opinión del P. Gabriel de Henao en las Averiguaciones de las antigüedades de Cantabria. No obstante, sostuvo contra Oihenart y Zurita con muchos argumentos que el nombre de Cántabros se aplicó también en estilo vulgar a las demás gentes de la costa, que /236/  habitaban hasta el Pirineo. Fundado en las mismas consideraciones, el Doctor D. Pedro de Peralta Barnuero, residente en el Perú, escribió otra obra a principios del último siglo, queriendo probar que las tres provincias Vascongadas no pertenecieron a la citada región, sino que en ella solo se comprendieron las montañas de Burgos, las de Santander y Asturias de Santillana.

La publicación de esta última obra dio motivo para que el erudito P. Manuel de Larramendi, dela Compañía de Jesús, hijo de esta provincia, escribiese e imprimiese en 1736 un libro titulado Discurso sobre la Antigua Cantabria. Trató de contestar por su medio a los argumentos alegados por el Doctor Peralta, así que a los expuestos antes por Oihenart y Zurita. Para este efecto adujo varias pruebas en favor de su opinión, de que aquella región solo comprendía las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya y Alava, sino en el concepto geográfico, a lo menos en el histórico. Le contradijo fuertemente el Rdo. P. maestro y sabio autor de la España sagrada Fr. Henrique Flórez con La Cantabria disertación sobre el sitio y extensión que tuvo en tiempo de los romanos la región de este nombre; cuya publicación hizo el año de 1778. Flórez se dirigió a demostrar en esta obra con abundantes observaciones deducidas de los antiguos escritores geógrafos e historiadores las equivocaciones que el P. Larramendi había padecido en su citado Discurso, y es preciso confesar que llenó su cometido con grande maestría; A la obra de Flórez quiso contestar D. Hipólito de Ozaeta y Gallaiztegui, abogado vecino de la villa de Vergara, con 1a que tituló La Cantabria vindicada; trabajo que aunque dado a luz con el nombre de este caballero, parece fue redactado por un oficial /237/ de la Secretaría de Estado, o a lo menos con su cooperación. Pero sea de esto lo que se quiera, ello es que, en 1779 obtuvo una viva y picante réplica de parte del también muy docto P. maestro Fr. Manuel Risco, continuador de la España sagrada.

Con posterioridad D. Juan Antonio Llorente, Canónigo de la Santa iglesia de Toledo, publicó en 1806 su conocida obra titulada Noticias históricas de las tres provincias Vascongadas, en cuyo primer capítulo se dirigió a probar que estas no pertenecieron a la Cantabria del tiempo de los romanos. Para su intento se valió de los mismos argumentos y reflexiones de que usaron los maestros Flórez y Risco, apoyándose en los textos de los antiguos geógrafos e historiadores aplicándolos al caso de la disputa de la manera que tuvo por conveniente. Tal es su tono de confianza o seguridad en lo que sobre este particular expresa, que no duda en añadir que «esto es una verdad ya conocida por todos los literatos imparciales y despreocupados, etc. »" Al tratar D. Francisco de Aranguren y Sobrado de contestar a lo general de dicha obra, en la que el año siguiente publicó también cargo del punto concerniente a la antigua Cantabria; pero se limitó a hacer ver la dificultad que se ofrece para determinar con exactitud los verdaderos límites de aquella región, en vista de la oscuridad y variedad con que se expresaron los escritores de la antigüedad. Nada importante adelantó, por consiguiente, este último autor vizcaíno respecto del punto en cuestión. La Junta que con el título de reformadora de abusos contra la hacienda pública fue creada en virtud de la Real orden de 6 de Enero de 1815, en el informe que dio al Rey, emitió la misma opinión de Flórez, Risco y Llorente,  /238/ fundándose en iguales razones que estos. Así quedó por entonces este asunto, hasta que D. Pedro Novia de Salcedo en la Defensa de las tres provincias bascongadas ha procurado demostrar la inclusión de ellas en el territorio de la antigua Cantabria. Los que por último se han ocupado acerca de este punto son el Marqués de Montesa y D. Cayetano Manrique, en su apreciable obra titulada Historia de la legislación de España, etc , en cuyo tomo VIII manifiestan su parecer contrario a la inclusión de estas tres provincias en aquella región. Tal es el último estado de esta controversia literaria. Dada una idea de ella, así que de los autores que principalmente han tomado parte en su dilucidación, manifestaré en lo restante del presente capítulo el juicio que he formado después de la lectura de sus escritos. Este juicio, sea que agrade o no a algunos, será el producto de la reflexión e imparcialidad, y de ningún modo del propósito deliberado de antemano de que la cuestión se resuelva definitivamente en un sentido ó en otro. Ni puede haber, por otra parte, en los vascongados ningún empeño motivado para hacer aparecer a estas provincias como pertenecientes a la Cantabria del tiempo del imperio romano, a que no pocos de ellos se inclinan. Si es verdad que los habitantes de esta antigua región dieron prueba de un heróico valor en defensa de, su independencia, no lo es menos que la pintura que los historiadores hacen de sus bárbaras costumbres nada tienen de lisonjero, para que nos empeñemos en descender de ellos. Lo eran en tanto grado, que a los que por razón de su avanzada edad no servían para la guerra, mataban con piedras, según la expresión de Silio Itálico, al hablar de la guerra púnica. Intelles dice, jan dudun annos prevertere saxo. /239/ Además de esto, como dice muy bien, el P. Henao en el libro I, capítulo 65, de sus Antigüedades de la Cantabria, poco o nada debe importar el que Guipúzcoa perteneciese a la región de este nombre. La principal gloria antigua de los habitantes de ella procede de lo que los historiadores contaron de su resistencia al poderío militar del imperio romano, y que aunque vencidos y dominados, fue viéndose forzado Augusto a hacer desde Roma jornada contra ellos. ¿Pero no es más glorioso a los guipuzcoanos sostener, como deben hacerlo, que los romanos no ocuparon este país por medio de la conquista de armas? De contado, yo creo que al concepto de rendición, humillación y servidumbre es preferible la condición de libre, independiente y dueño de sus propios actos.

No faltan, sin embargo gentes tan obcecadas en esta materia, que, desconozcan esta máxima tan trivial. Hay también quienes llevan la pasión hasta el extremo de sostener por un aparte haber pertenecido a la Cantabria, para participar de su  renombre de valor militar, negando por otra la circunstancia del vencimiento de sus habitadores, cuando este hecho se halla consignado en las historias, con el fin de evitar el concepto de humillación. Todo esto, al fin, sería disimulable, si los tales antiguos cántabros hubiesen sido algunos grandes bienhechores de la humanidad, algunos descubridores de cosas útiles al estado social, algunos sabios que enseñaron ciencias provechosas, en fin, algunos varones eminentes por su virtud, doctrina, civilización, u otras cualidades de esta naturaleza, Cuando nada de ellas se les atribuye por los historiadores, sino todo lo contrario, no comprendo porqué los guipuzcoanos hemos de empeñarnos en ser los descendientes y herederos /240/ legítimos de aquellos valerosos sí, pero bárbaros y crueles. Guipúzcoa no necesita, por lo demás, de hipótesis fabulosas para sostener un rango distinguido en la historia de las naciones, cuando tantos hechos ciertos y efectivos consignados en ella ennoblecen la reputación militar de sus hijos en todas las épocas.