NOTICIA DE LAS COSAS MEMORABLES DE GUIPÚZCOA / PABLO GOROSABEL

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LIBRO I

DESCRIPCIÓN DE LA PROVINCIA

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CAPITULO VI

DE LA REGIÓN LLAMADA CANTABRIA

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SECCION IV

De la Cantabria de los tiempos modernos

 

/268/ Llamo Cantabria de los tiempos modernos a la región de aquel nombre durante la dominación de los godos, y posteriormente para distinguirla de la antigua, o sea, de la época de los romanos. Esto supuesto, digo que desde el reinado de los godos aquel primitivo territorio se dilató a la Rioja, y aún a las tres provincias Vascongadas; entendiéndola en su significado propio y riguroso, cuyo parecer apoyan bastantes testimonios históricos. Pero antes de emprender esta tarea, conviene determinar el tiempo en que empezó el nombre de Cantabria a aplicarse fuera de los antiguos límites señalados a ella en la Sección precedente. Idacio, Obispo de Galicia, y escritor del siglo V, supone que todavía en su tiempo la costa septentrional estaba repartida entre cántabros y várdulos /269/ conforme a la descripción del geógrafo Pomponio Mela; lo cual da a entender que la Cantabria antigua del tiempo de los romanos conservaba en vida de dicho Prelado los límites y ser que quedan expresados. Esto mismo parece significa el Biclarense, cuando, al hablar del año de 574, dice que el rey LeovigiIdo habiendo entrado en la Cantabria, o mejor, para entrar en ella, ocupó antes a Amaya, población situada en la frontera de la provincia de Burgos con la de Santander. Leovigildus rex.. dice, Cantabriam ingresus provinciae pervasores interficit, Amayam occupat, opes eorum  petrahit et provinciam in suam revocat ditionem.

El nombre de Cantabria parece no debió tardar en extenderse de sus antiguos límites, según resulta de varios testimonios de la época inmediata. Se halla, en efecto, que San Braulio, qué vivió en , el siglo VII, habla al propio tiempo de la Cantabria y de los cántabros, como de Ciudad y habitantes muy próximos al punto donde residió San Millán, cuya vida escribió, que fue el lugar de Berceo de la Rioja. Refiriendo la milagrosa cura que hizo este Santo de los senadores Nepociano y Proseria, dice que ninguno de los cántabros pudo dejar de verla ú oírla, cuya expresión indica su  cercanía. En otra parte habla de la revelación que tuvo el mismo Santo en la cuaresma del año de 574, de la destrucción de la Cantabria, y que al punto envió a llamar al Senado; lenguaje que más bien que a provincia parece referirse a ciudad, y ella muy próxima al pueblo de su habitual morada. Así es en verdad; por que no se puede dudar de la existencia llamada Cantabria en un cerro situado entre Logroño y Viana sobre el río Ebro; consta de algunos instrumentos. Uno de ellos es el otorgado por el rey de Navarra a los pobladores /270/ francos del burgo viejo de Sangüesa, el cual concluye con estas palabras: « Fecha la carta de donación, era 1170, en el mes de Abril, en las octavas de la Resurrección de Nuestro Señor, viernes por nombre, en aquella población de sobre Logroño, que se llama Cantabria. Otro es el de la donación hecha por el mismo monarca a D. Fortuño Aznárez de Medina de la torre  de Alumdebar, el cual termina así: «Fecha la carta, y corroborada en la era de 1170,en el mes de Marzo, en aquella población de Cantabria.»

Aungue por los testimonios precedentes y algunos otros que se pudieran citar, consta la existencia de una población llamada Cantabria en el indicado paraje antes del siglo VII, y la frecuencia con que el rey solía estar en ella da a entender que era de alguna importancia, se ignora no obstante su primera fundación. La circunstancia de hallarse situada a la izquierda del río Ebro y en paraje dominante indica haber sido erigida por los vascones, o sea, navarros, como baluarte contra la entrada de los godos. Es también verosímil que se le diese el nombre de Cantabria, sea por haberse extendido por la Rioja los cántabros coniscos confínantes con esta provincia, sea en memoria de la fortaleza que demostró la región del mismo nombre en la guerra tenida contra los romanos. San Isidoro en el libro IX de las Etimologías, al capítulo II, dice que cántabros se compuso del vocablo de la ciudad y río Ebro, en cuyas orillas vivían; y de aquí infieren algunos escritores que dicha ciudad debió llamarse Cantia o Canta, y no Cantabria. Esta última denominación es, sin embargo, la general y comúnmente admitida, por no haberse conocido por allí pueblo alguno que tuviese el primer nombre indicado. Pero nada se sabe de /271/ cierto sobre este particular; y a la verdad, su aclaración tampoco es necesaria para el objeto de la presente obra. Solamente conduce a mi intento hacer ver que ya desde la época indicada la región de la antigua legítima Cantabria se extendió en los términos que dejo expresados, siendo así que anteriormente se interponían los territorios de los autrigones y berones. 

Por lo que hace a la comarca, es indudable que la región de la Cantabria del tiempo de la dominación de los godos la comprendía en su territorio. En efecto, D. Julián, Arzobispo de Toledo, en la historia del rey Wamba, dice que para hacer la guerra a los vascones residía en las partes de Cantabria con lo que dio a entender que esta región y de la Vas,conia eran limítrofes. Illo tunc tempore, cum haec intra Gallias agerentur, religiosus Wamba princeps feroces vasconum gentes debellanturus aggrediens, in partibus commorabatur Cantabriae dice el texto de aquel escritor. Pero todavía lo expresa , con más claridad el Cronicón albendense.. al manifestar que el mencionado monarca había domado a los  feroces vascones en los confines de la Cantabria: prius feroces vascones in finibus Cantabriae  perdomuit. Reconocido está que la Vasconia del tiempo a que se refieren estos escritores correspondía al poco más o menos a lo que en el día es la Navarra; y por consiguiente, es claro que bajo la denominación de Cantabria significaron la Rioja su confinante. Se comprenderá esto mejor, si se tiene presente que viniendo Wamba de Castilla, la parte de la Rioja, o a lo menos la de Alava, era la más próxima y acomodada para acometer a los vascones.  Consta, por lo demás, que esta entrada se verificó por 1as tierras llanas, per patentes campos, y así es claro que no podía ser de Guipúzcoa, sino por una de aquellas dos comarcas 

/272/ Conforme a todo lo expresado hasta aquí, es lo que manifiesta el ilustrísimo Fr. Prudencio de Sandobal en la Historia del monasterio de San Benito. Dice en ella este docto escritor y Obispo, que la tierra de Cantabria llegaba hasta los montes Vergidos, volvía por Grañón hasta la villa de Cerezo, y de allí tocaba en Treviño, de manera que Logroño, Clavijo, Alvelda} Viguera, Nájera y otros lugares de la Rioja estaban dentro de ella. Que la Cantabria confinaba en este tiempo con la Vasconia dedúcese también de unos versos de Fortunato, Obispo de Poitiers, que floreció en el siglo VI. Ensalzando este al emperador Justino I, por haber extinguido el cisma de los monofisitas, dice que en la parte occidental la Galicia había oído el hecho, y que el cántabro refería esto al vecino vascón. Axe sub occidu, dice el texto,  audivi Gallecia factum : vascone vicino cantaber ista referet Siendo así, pues, que el vascón de este pasaje era lo que ahora el navarro, su limítrofe o vecino era el riojano, y éste por consiguiente el cántabro a quien se alude.

No solamente la Rioja perteneció a la Rioja [i. e. Cantabria] en el tiempo de que me ocupo, sino que también se fue extendiendo esta región al territorio de los autrigones, caristos, várdulos y vascones. Comprueba esta verdad, entre otros testimonios, el contenido de una carta del Obispo Fortunato antes citado, escrita a Galactorio, Conde de Burdeos. Al paso de manifestarle en ella cómo los cántabros y vascones, prevalidos de la aspereza de los Pirineos, se preparaban a talar las tierras vecinas de la Aquitania, le significa el deseo de ser ascendido a la dignidad de Capitán General, para que asistido de fuerzas militares pudiese defender el territorio. Cantaber ut timeat, dice, vasco vagus arma pavescat, /273/ atque Pyrenee deserat. Los cántabros de quienes se habla en este pasaje no eran seguramente los navarros, puesto que a estos designa con el nombre de vascones; y por consiguiente, no podía menos de hacer referencia a los guipuzcoanos, únicos que confinan con la Aquitania por el Pirineo, fuera de los navarros. El Cronicón de Fredegario, hablando de los sucesos del año de 607, y en él acerca del rey Sisebuto, dice también que ocupó la provincia de Cantabria, apoderándose de las ciudades situadas en la costa del mar Océano. Añade en seguida que con esta conquista el reino de los godos se extendió hasta los montes Pirineos. Cantabriam gottorum regno subegit... Plures civitates in litore maris abstulit... confirmatum est regnum gottorum in Hispania per maris litora usque ad montes Pyrenaeos. De este lenguaje se deduce con toda claridad que en tiempo de la dominación de los godos la Cantabria llegaba por la costa hasta el territorio francés, y que, por consiguiente, comprendía a la Guipúzcoa, situada en esta extrema frontera,

Después de la entrada de los moros en España la Cantabria gótica perdió su estado o modo de ser, dividiéndose en varias comarcas particulares con los nombres de Guipúzcoa, Vizcaya y Alava. Quedó, por consiguiente, entonces reducida a la provincia de 1a Rioja la antigua denominación de la Cantabria, según se infiere del Cronicón albeldense, adicionado por Vigila. Hablando, en efecto, este del rey Sancho García de Navarra, expresa que se apoderó de la Cantabria desde Nájera hasta Tudela con todas sus fortalezas: Idem cepit per Cantabriam á Nagerense urbe usque ad Tutelam omnia castra. Que este territorio formaba en el mismo tiempo la Cantabria, con su capital Nájera, consta así mismo de Rada de Andrada, escritor  /274/ del siglo XVI, quien en la Crónica de la orden de Santiago así lo asegura. Sin embargo, es indudable que en los tiempos posteriores se ha dado comúmente el nombre de Cantabria al reino de Navarra y las tres provincias Vascongadas, como se deduce de varios escritores, los cuales se acomodaron en esto al concepto vulgar o general. Tales son Florián de Ocampo, Morales, el Tudense, el príncipe de Viana, el Gerundense, Garibay, Mariana y algunos otros. Se ve que todos estos historiadores no solamente dan o suponen dicha extensión a la Cantabria por lo respectivo al tiempo en que vivían, sino que significaron que también la tuvo en época más antigua. En esta conformidad, al mar Océano que baña estas provincias se ha llamado constantemente cantábrico, y provincia de Cantabria a la que en el año de1553 formó el distrito de la orden de San Francisco con los conventos de ella existentes entre el río Ebro Y dicho mar. Guipúzcoa y Vizcaya, tuvieron en 1607 algunas diferencias sobre el nombre que debía darse a la escuadra de navíos que preparaban, queriendo cada cual que llevase el de su respectivo territorio. Felipe III, para dirimirlas sin ofensa de ninguna de ellas, mandó que se llamase escuadra de Cantabria, «atendido que este nombre tan antiguo y tan glorioso abraza la Guipúzcoa, Vizcaya, las cuatro Villas marítimas y todo el distrito marítimo.» Las aduanas, gobierno y subdelegación de rentas reales de estas tres provincias Vascongadas se han llamado también desde tiempos antiguos hasta la presente época, de Cantabria. Igual denominación se dio a uno de los once gobiernos generales creados para la península por el Real Decreto de 29 de Septiembre de 1847, compuesto de Alava, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra, estableciendo su capitalidad en Pamplona.

/275/ De todo lo expuesto hasta aquí se deduce que  la palabra Cantabria tuvo en lo antiguo dos significados diversos: uno vulgar o general, otro propio y riguroso, ya fuese geográfica, ya históricamente. Considerada bajo el primer concepto en la alta antigüedad, o sea, con anterioridad a la dominación romana, desde el límite occidental de las Asturias se extendía hasta el río Vidasoa, comprendiendo a los habitantes de las tres provincias Vascongadas y Navarra. Era, en una palabra, una denominación genérica, que contenía otras particulares, cual la de gallegos y asturianos incluía las de lucences, ártabros, brigecinos, amanos, bedunenses, pésicos y algunos otros pueblos que tenían regiones particulares. Aplicada del segundo modo durante el imperio romano, tenia una región particular, cuyo límite occidental estaba en Asturias, y el oriental en la ría de Somorrostro, o bien en la de Bilbao. Semejante diversidad de consideración en los respectivos tiempos produjo indudablemente en los posteriores la confusión que se ha notado acerca de la verdadera extensión de aquella región. Para los unos el nombre de cántabros era equivalente al demontañeses de la costa septentrional de España, cuya comarca era la misma que, poco más o menos tienen los pueblos conocidos aún en el día con la propia denominación; al paso que para otros comprendía todo el país de montañas, cuales tienen, estas provincias Vascongadas. Otro tanto acontece con el dictado de Vizcaya, provincia que tiene su territorio propio y peculiar, al cual ni los guipuzcoanos ni los alaveses pertenecen bajo ningún concepto, y sin embargo muchos llaman a éstos en estilo vulgar con el nombre de Vizcaínos, y a sus provincias, Vizcaya. ¿Qué extraño será, pues, que de aquí a algunos siglos se /276/ suscitase sobre ellas una cuestión análoga a la que ocurre respecto de la Cantabria, esto es, si el territorio de Vizcaya se limita en la villa de Ondárroa, o se prolonga hasta el río Vidasoa? Los unos estarán por lo primero, porque verán citada a Guipúzcoa como provincia separada y distinta; al paso que otros alegarán que bajo el nombre de Vizcaínos han solido ser conocidos los guipuzcoanos y alaveses por tales o cuales autores. Ambas opiniones serían defendibles, y aunque al parecer contradictorias, serían conciliables con la explicación que dejo hecha. Otro tanto sucede, en mi concepto, respecto de la Cantabria, según he demostrado por medio de testimonios irrecusables de escritores contemporáneos, únicos que pueden tener autoridad en esta materia.

El docto P. José Moret en sus Investigaciones de las antigüedades de Navarra, libro I, capítulo V, trató también de concordar las diferencias suscitadas sobre la verdadera situación y extensión de la antigua Cantabria en el mismo sentido que yo lo he hecho. « Esta variedad, dice, y oposición tan grande de los escritores arguye que la palabra Cantabria se tomó en el tiempo de los romanos vagamente, y no con el mismo rigor de significación, sino a veces con él, y a veces con mayor ampliación recibida del uso frecuente y de esta suerte se podría componer la diferencia de los autores, interpretando que los unos hablaron en el sentido propio y riguroso, y, como si dijésemos, en estilo exacto de los geógrafos, que hicieron departimiento y demarcación de las tierras, y los otros en sentido más vulgar, aunque recibido del uso y ocasionado de la semejanza grande en lengua, leyes, ritos y costumbres de los cántabros  con las demás gentes que corrían hasta el Pirineo, etc.» /277/ A esta: misma opinión se inclinó el P. Gabriel de Henao en sus Antigüedades, después de referir las de Mariana y Moret, al expresar que «el estudio, diligencia y juicio en lo de la antigüedad de ambos historiadores son escudo fuerte y trenzado con que ampararle, quien con la autoridad de Ptolomeo se viere acometido, para que mal de su grado excluya de Cantabria a Alava, Guipúzcoa y Vizcaya.» Hé aquí finalmente el parecer del erudito historiador D. Juan Francisco Masue en el tomó VII, página 16, de su celebrada Historia crítica de España, sobre la misma materia. «Yo tengo por más probable, dice, que cuando los romanos conocían poco la España septentriona1 daban el nombre genérico de cántabros a todos los pueblos de la costa y sus vecinos, comenzando de Asturias hasta les Pirineos; pero que desde el tiempo de Augusto, en que se hicieron más prácticos en aquel país, aplicaron el nombre de cántabros, como lo hicieron Plinio, Estrabóp y Ptolomeo, a solos los castellanos viejos más septentrionales, que viven entre Asturias y  Vizcaya, desde el Océano hasta el Pisuerga. Pero sea de esto lo que fuere, es indudable que en la cantábrica no tuvieron alguna parte, ni viscainos, ni navarros, etc.»

Según se expresó en la Sección I, los escritores que con más vigor han sostenido la exclusión de las tres provincias Vascongadas de la región de la legítima Cantabria antigua, fueron los PP. Henrique Flórez y Fr. Manuel Risco contra la obra publicada por el P. Manuel de Larramendi. Esto no obstante, se halla que ambos vinieron a adoptar la opinión, el concepto de Mariana, Moret y Henao; sobre todo procede así Risco en la página 108 de su Vindicaclon de Flórez contra lo que escribió /278/ D. Hipolito de Ozaeta y Gallaiztegui. Ocúpase en aquel lugar en demostrar que los autrigones, caristos y várdulos componían regiones particulares distintas de la Cantabria. Pero añade al mismo tiempo, que si no se pretendiera más que defender, la extensión de la Cantabria; como región general que abrazara las gentes de la costa desde el límite oriental de Asturias hasta el Pirineo en el tiempo que precedió al imperio romano, no tendría por improbable su pensamiento. El mismo en el tomo 32 de la España sagrada divide la costa septentrional en tres regiones generales de Galicia, Asturias y Cantabria; a cada una de las cuales asigna debajo de sí otras particulares que se distinguen por los nombres de sus habitadores, con los limites señalados por los antiguos geógrafos. « Así la Cantabria, dice, demás de ser región particular con determinados pueblos, era también región general que abrazaba a los vascones, várdulos; autrigones y caristos etc. » Queda, por consiguiente, justificado que los moradores de estas tres provincias Vascongadas se llamaron cántabros no solo en los tiempos que precedieron al imperio de Augusto, sino también después de éste en el estilo vulgar. No obsta que la Cantabria legítima, o sea, considerada como región particular, estuviese reducida a las montañas de Santander con la parte occidental de Vizcaya, según se expresó anteriormente. Por lo demás, es una cosa reconocida por todos que desde el tiempo de los godos el territorio de la Cantabria se prolongó a estas tres provincias vascongadas, que formaron su población principal, confundiéndose de esta. manera su primitivo estado. Creo que lo que dejo manifestado es muy suficiente para el objeto de la presente obra