NOTICIA DE LAS COSAS MEMORABLES DE GUIPUZCOA / PABLO GOROSABEL

LIBRO VIII

DE LAS COSAS DE GUERRA Y MARINA

CAPÍTULO II

DE LOS CASTILLOS Y PLAZAS FURTES

Sección III

De la Plaza de Fuenterrabía

 

/056/Atendida la situación fronteriza de esta plaza, debemos creer que fuese ella la más antigua de las de esta provincia, destinada a defender  su entrada. La tradición vulgar hace remontar su fundación a la época de la dominación de los reyes godos, y en apoyo de semejante creencia se alega que un cubo que miraba a la parte de Hendaya conservó el nombre de Wamba hasta mediados del siglo último, en que fue demolido. No niego ni afirmo lo que puede haber de verdad en todo esto, porque no hay datos seguros para lo uno ni para lo otro. Sin embargo, la conjetura más racional y probable es que la primitiva fortificación de esta población se reducía a su parte más alta, o sea, a la casa palacio de ella, y cuando más a algunas obras exteriores de poca importancia para su resguardo. De todos modos, no se descubre que en tiempo de la unión con Navarra se hubiese tratado de hacer obra alguna de circunvalación de la actual ciudad. Por otra parte, de lo que el Arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada manifiesta, hablando de la entrega de Guipúzcoa a D. Alonso VIII, ni aun de lo que expresa et Obispo de Bayona D. García de Eugui, se puede deducir la existencia de muralla alguna entonces de Fuenterrabía. Ellos cuentan a esta entre los pueblos sometidos /057/ en concepto de castillos, a una con los de Veloaga, Aitzorros, Atáun, etc., que sólo eran puntos sueltos fortificados.

.Según opinión común, el expresado palacio fue fundado primitivamente por D. Sancho Abarca, ampliado y fortificado por D. Sancho el Fuerte, y su hermosa fachada construida por el emperador Carlos V. Tiene bóvedas, plataforma y cuarteles para acomodar hasta 850 para la tropa, obra de mucha solidez para los tiempos antiguos, sobre tolo cuando no se conocía artillería. Llámasele palacio real por pertenecer a Su Majestad, como construido por disposición de los monarcas mencionados; a lo que se agrega la circunstancia de haberse alojado en él diferentes personas reales en sus tránsitos por esta provincia a Francia, o en sentido contrario. Fuera de estas pocas ocasiones, ha servido de habitación de los gobernadores y tenientes de rey de la plaza y de cuartel de la tropa de la guarnición. En el mismo residía también antiguamente el Capitán general de la provincia, o mejor dicho, de la gente de guerra de sus presidios, el cual cesó a consecuencia de haberse agregado este cargo al de virrey de Navarra por primera vez en 1572, según se ha dicho antes. Quedó entonces en la plaza de Fuenterrabía un teniente de Capitán general, que después obtuvo el título de alcaide, y más adelante el de gobernador, rebajándose así sucesivamente su categoría y la importancia militar. Sin embargo, se halla que hasta el año de 1632 se conservaban en la misma ciudad los empleados de la Real Hacienda militar, quienes hacían los correspondientes ajustes de su gente de guerra. Al tratar del gobierno provincial se vio también cómo en 1640 el Rey hizo al conde duque de Olivares la merced del oficio de adelantado mayor perpetuo de Guipúzcoa con facultad de proponer tres sujetos para el gobierno de esta p1aza. Se dijo también allí que habiendo /058/ suplicado la provincia de esta merced, quedó revocada y anulada en virtud de sentencia ejecutoriada del Consejo Real de 29 de Agosto de 1649. Consiguiente a esta resolución, el cargo de gobernador de Fuenterrabía quedó desde entonces a la libre elección de Su Majestad, según están los demás empleos militares en sus diferentes categorías.

Por lo que se deja expresado se debe admitir, como la opinión más verosímil, que la construcción de las cercas o mura1las de esta ciudad empezó después de la agregación de la provincia a la Corona de Castilla. Que D. Alonso VIII tomó disposiciones para fortificar todos los pueblos marítimos de la misma, es indudable en vista de la historia; y siendo esta ciudad una de ]as más importantes de aquella época, debió ser también uno de los primeros para este objeto. Fuenterrabía, tenía, en efecto, un privilegio antiguo, cuya fecha no consta, señalándola 10000 maravedís anuales de 10 dineros cada uno para las labores de sus murallas. Sábese también que a virtud de otro dado por D. Enrique II en Toledo a 12 de Diciembre de 1374 se mandó que esta asignación se pagase, a saber, 8000 en los derechos de las ferrerías, y los otros 2000 en los diezmos de la mar. Esta merced fue confirmada sucesivamente por D. Juan I en Burgos a 12 de Agosto de 1379; por D. Juan II en Valladolid a 30 de Mayo de 1412, por Dª Juana en Burgos a 2-8 de Marzo de 1508, por D. Felipe II en Madrid a 25 de Noviembre de 1564. Con los auxilios ya indicados Fuenterrabía estaba ya murada y regularmente fortificada antes del año de 1476, puesto que habiendo sido asediada entonces por el ejército francés, tuvo que retirarse sin haber podido tomarla. Pero sea que sus murallas hubiesen sufrido averías durante este sitio, sea que se hubiese reconocido su poca resistencia, parece cierto que los Reyes Católicos mandaron su reparación. Tal es al menos /059/la tradición vulgar, no destituida de fundamento, y que habiéndose verificado las obras de defensa necesarias, se puso un escudo partido en palo, el cual de un lado tenía dos yugos con sus coyundas, y del otro un haz de siete flechas o saetas atadas con una cuerda, y al pie este mote: Tanto monta. Que el emperador Carlos V perfeccionó las murallas de esta plaza, poniéndolas en el estado en que se hallaban a fines del siglo último, no parece menos cierto.

La fábrica de estas murallas, de gran anchura y elevación, era muy buena, como lo es la parte que todavía subsiste. Sus baluartes eran de 27 a 30 pies de grueso y de 60 a 70 de alto: tiene dos puertas de entrada, la principal llamada de Santa María al Sur, y la de San Nicolás al Oeste, ambas con puentes levadizos, cubos y revellines. Además la ciudad se halla circundada desde el N arte por Oeste y Sur de un ancho foso, y defendida por Este del río Vidasoa y brazo de mar que entra por su boca y sube a larga distancia. No obstante la fortaleza de las murallas y las demás obras indicadas, esta plaza llegó a ser indefendible desde los adelantos hechos en el arte de la guerra, sobre todo el ramo de la artillería de grueso calibre, por estar dominada de montes por diferentes puntos. Su misma proximidad al territorio francés era por una parte un motivo de una vigi1ancia exquisita continua, y un obstáculo para su defensa, pues en tiempo de paz podía el enemigo hacer los preparativos necesarios de ataque. Bien lo conoció el gobierno español en 1458, cuando habiendo principiado el francés a construir una torre en la ribera del río Vidasoa, se impidió su ejecución, aunque a título de que aquel sitio era territorio español. Así, pues, se debe decir que la principal fortaleza de la plaza de Fuenterrabía estuvo en el valor de sus propios vecinos y demás guipuzcoanos, que se encerraban en ella en los casos de necesidad para su defensa.

/060/ Esta plaza quedó bastante deteriorada en la embestida que en el mes de Octubre de 1521 le dio el ejército francés, y más todavía para la recuperación de la misma, verificada por el español en el de Marzo de 1524. Los daños sufridos en esta última ocasión se repararon sin ninguna tardanza por mandado del emperador Carlos V, levantando para su mayor fortificación los baluartes llamados de la Reina y Leiva., y el cubo de la Magdalena con fuertes murallas en todo lo .demás de su circuito. Hállase en efecto, que las Cortes de Segovia de 1532 en su petición 120 suplicaron a Su Majestad que habiéndose gastado muchas cuantías en las fortalezas, reparos y cercas de Fuenterrabía, se sirviese mandar acabar las obras. La contestación de dicho monarca fue «que se había mandado entender en. lo pedido, y se tendría especial cuidado del reparo y guarda de dichas fortalezas.

Así es que en un instrumento que esta ciudad otorgó en 18 de Abril de 1543 ante Juan Sánchez de Venesa expresó que «por cuanto el Sr. D. Sancho Martínez de Leyva había mandado derribar la torre de San Nicolás y ciertos muros viejos que había en la dicha villa al rededor y circuito de ella para las obras nuevas que por mandado de Su Majestad se hacían, y que la piedra que se sacase así de la dicha torre de San Nicolás, como de los muros que se habían de derribar, se examinase por dos maestros canteros, etc. Pero ]a destrucción de esta ciudad fue todavía mayor en el memorable sitio que sufrió de parte de los franceses desde .el día 1º de Julio de 1638 en adelante. El enemigo abrió dos brechas en la muralla, de manera que se podía subir por ellas a caballo; hizo volar siete minas; dio nueve asaltos infructuosos; en fin, sus bombas y granadas destruyeron multitud de casas de la población. Felipe IV, monarca reinante a la sazón, mandó que /061/ inmediatamente se reparasen estas averías de las fortificaciones y daños de las casas de particulares; para cuyo efecto, por Real cédula dirigida a la provincia en 22 de .Septiembre del mismo año, la encargó que sin dilación alguna diese la gente necesaria para los trabajos. La plaza de Fuenterrabía, decía, ha quedado de las baterías del enemigo tal mal parada, como tenéis entendido, y para ponerlo en toda perfección, y hacer las demás fortificaciones que tengo resueltas con la brevedad que se requiere, me prometo que sin dilación habréis dado la gente que fuere menester y os pidiere el almirante. Y así os encargo y mando que si no lo hubieredes hecho, deis la gente que el almirante de Castilla, mi Capitán general de esa provincia, os advertire ser menester, etc. Consta que por otra Real cédula de 12 de Abril de 1639 se hizo a Fuenterrabía la merced de las penas de la Cámara, que se devengasen en la misma ciudad por tiempo de cuarenta años para la reparación de sus murallas, Al hablar en la sección anterior acerca de la plaza de San. Sebastián, se dijo cómo la provincia en Junta particular había decretado dar 600 hombres para los trabajos de la misma y de la de Fuenterrabía con el salario de cuatro reales diarios. Se manifestó también allí que por haber dejado dé acudir los peones de algunos pueblos, aquel número se redujo después a la mitad, que se distribuyó en ambas plazas. Resulta, por consiguiente, que en cada una de estas se emplearon 150 hombres, sin que se descubra cuánto tiempo duraron estos trabajos.

La provincia en las Juntas de Zarauz de 1638, para ayuda de ellos, ofreció a Su Majestad el donativo de 10000 ducados:, y en las de Vergara de 1640 otra igual cantidad. Consiguiente a esta oferta, el rey por su cédula despachada en Zaragoza a 5 de Abril de 1644 quiso que se hiciese efectiva desde luego por /062/ la provincia en una parte «Sabed, dijo, que según los tanteos que se ,han hecho, serán menester para las fortificaciones de Fuenterrabía 16 escudos, y por que conviene acudir a las cosas precisas de ellas, y asegurar aquella plaza, que es tan .importante, he resuelto que se prevengan luego 6000 escudos, y que se remitan a aquella plaza: con orden expresa que se gasten en el baluarte que está comenzado, por lo que conviene adelantar la fábrica. Para que esto tenga efecto, por la presente os mando que por la cuenta de lo que debéis, así de los diez mil ducados con que ofrecisteis servirme en la. Junta que se hizo en Zarauz poco después del sitio de Fuenterrabía, como de los otros diez mil que así mismo ofrecisteis en la que se celebró en la villa de Vergara el año de 1640, deis y entreguéis al pagador ó persona, a cuyo cargo estuvieren las dichas fortificaciones los dichos 6000 escudos de a l0 reales, etc.  La provincia entregó puntualmente esta cantidad, con la cual debieran adelantarse algo las obras en cuanto alcanzaron. Pero como las trazadas eran de mucha importancia, aquella suma no podía bastar para el efecto; y así es que se halla que el año de 1658 no estaban todavía sino principiada según resulta de una real cédula de 31 de Diciembre del mismo año. « He resuelto, decía, en cuanto a las fortificaciones de Fuenterrabía, que se acabe y perfeccione lo que se ha obrado en ellas, aclarando el foso, y ,haciendo la estacada encubierta durable a las inclemencias, y que se aqelante el baluarte que mira a  Hendaya, pues falta poco y debe hacerse, no solo por el consuelo y satisfacción de los naturales, sino también porque a la baja mar puede tener peligro la cercanía de Francia; y con esta atención, cuando se cayó el baluarte, se pusieron estacadas y reparos en el interin que se perfeccionaba hasta levantar el cordón y terraplén. y se considera que por /063/ aquella parte es de grande importancia que se conserve una plataforma que llaman del Palacio.  Por otra Real orden dirigida al Comandante general se dijo que Su Majestad había mandado aplicar a las fortificaciones de las plazas de la provincia 12000 ducados del donativo que sus villas habían ofrecido, cuya entrega reclamó aquel jefe en comunicación de 25 de Abril de 165 9. Las J untas de Vergara del mismo año, para el cumplimiento de esta Real disposición, acordaron pasarle una relación de lo que cada pueblo había contribuido para satisfacción de aquella oferta.

Vióse antes cómo la provincia hizo presente al gobierno del rey el mal estado de defensa en que se hallaban sus plazas, ofreciendo para ayuda de sus reparaciones el donativo de 20000 ducados. También se indicó que en virtud de la Real orden dictada en 3° de Enero de 1696, se dispone el reconocimiento y reparación de las mismas plazas, una de las cuales era la de Fuenterrabía. Con respecto a ella mandó que se feneciese la entrada encubierta desde donde cierra el foso principal debajo del baluarte de la Reina hasta la puerta de Santa María, haciendo las banquetas, glacis y parapetos, poniendo además estacada como en la restante de la plaza. Estas obras fueron calculadas por el ingeniero D. Diego Luis Arias en 20000 ducados, y aunque se trazaron por el mismo algunas otras, se dejó de disponer su ejecución por falta de fondos. Para el cumplimiento de dicha Real resolución se reunió Junta particular en San Sebastián el día 22 de Febrero del mismo año; y en virtud de lo que se acordó en ella, se pusieron en pública almoneda las que precedentemente se dejan indicadas. Su ejecución en esta época no puede, por consiguiente, ser dudosa. Esto no obstante, se ve que 1707 el Capitán general D. Pedro Fernández Navarrete reclamó con insistencia a la provincia la /064/ asistencia de 200 trabajadores a la ejecución de algunas obras de esta plaza, cuyo mal estado había hecho presente su gobernador. Las murallas de ella se destrozaron nuevamente en el sitio que pusieron los franceses en los meses de Mayo y Junio de 1719, cuyas averías se repararon por el gobierno en los años inmediatos. Ocupada esta plaza por los mismos en 1794, al evacuarla en el mes de Septiembre del siguiente año volaron por medio de minas diferentes lienzos de sus murallas, señaladamente el cubo de Santa María y las que miraban a Francia. No quedó, pues, en pie más que un trozo de la denominada de la Reina, la de San Nicolás, el baluarte de Leiva, otro trozo de sesenta metros entre el anterior y el torreón de la Magdalena. También subsisten los portales, aunque sus costados se hallan arruinados. Así que puede decirse que entonces desapareció esta antigua plaza de armas, tan importante y memorable en un tiempo, cuyos sitios y defensas han costado tanta sangre, y causado tantos otros sacrificios. No fue, pues, en adelante más que un punto de retiro y descanso para inválidos, sin tropa de guarnición, gobernador, alcaide, ni otra autoridad militar. Solamente durante la última guerra civil tuvo el concepto de plaza, y estuvo guarnecida de tropa, así de los partidarios del Pretendiente, como de la perteneciente al gobierno de la Reina.