En el cénit de la revolución industrial ya iniciada en el
pasado siglo,
comienza a surgir cada vez con más fuerza, un nuevo
concepto que se va
popularizando a través de los medios de comunicación
social a partir de la
década de los 60. Se trata de la contaminación.
Según el Diccionario de la Real Academia, «Contaminar es
alterar la
pureza de alguna cosa, como los alimentos, el agua, el
aire o el suelo», es
decir, alterar o degradar lo que nos rodea, nuestro medio
ambiente. Pero el
hombre ha intervenido sobre su medio desde tiempos
remotos, alterándolo
según sus posibilidades.
Si la historia de la degradación es tan larga, ¿por qué el
movimiento
ambiental no emerge hasta la década de los 60? Podemos
afirmar que la
visión egocéntrica del hombre, que relaciona la
degradación ambiental con su
calidad de vida, frena el desarrollo científico de la
lucha contra la contaminación.
Pero cuando este deterioro del medio culmina con graves
problemas
psicológicos, sanitarios, económicos o políticos y el
hombre se convierte en
agente y paciente de dicho deterioro, comienza a
preocuparse y toma
conciencia de los efectos catastróficos a corto y largo
plazo de una progresiva
contaminación, así como de sus implicaciones ecológicas y
sociales.
Pero, ¿será posible evitar futuras contaminaciones o
paliar las consecuencias
de los vertidos terrestres, acuáticos o a la atmósfera
realizados hasta
ahora? ¿Por qué seguimos introduciendo en nuestra sociedad
de consumo
sustancias químicas, aditivos o procesos industriales con
mayor celeridad que
la permitida para desarrollar estudios encaminados a
determinar su grado de
toxicidad o sus implicaciones ecológicas.? ¿Debemos
sacrificar el desarrollo
industrial por un nuevo ambiente no alterado?
Los avances tecnológicos de la especie humana han ido
siempre por
delante de sus conocimientos sobre el medio en el que
vive. Una recuperación
del entorno no excluye al desarrollo industrial, más bien
deberían ir acordes,
analizando las medidas oportunas para evitar cualquier
riesgo grave para el
ecosistema y desarrollando nuevos métodos para el
reciclaje de los contaminantes
propios de nuestra tecnología.
La contaminación no es privativa de los países
desarrollados, ya que el
agua y la atmósfera están sujetas a circulaciones que
arrastran los contaminantes
de unas zonas a otras. Así pues, el País Vasco se
encuentra dentro del
contexto de la problemática global, pero, por otra parte,
la alteración de su
medio es acusada al ser una zona fuertemente
industrializada. Aunque la
contaminación atmosférica llega a ser un problema grave en
el Gran Bilbao y
ha sido tratada en numerosas reuniones y publicaciones, la
contaminación
marina ha quedado relegada a un segundo plano y no se le
ha dado la
importancia que su deterioro puede causarnos.
El mar ha sido y sigue siendo considerado, en muchos
casos, como el
gran basurero de la Humanidad. A él van a parar, además de
los contaminantes
terrestres vertidos directamente por las ciudades costeras
o los que llegan
del interior por los ríos y colectores a través de la
línea de costa, aquellos
otros derivados del transporte o de la exploración y
explotación de los
recursos marinos.
La contaminación del mar ha sido definida por las Naciones
Unidas como
«La introducción por el hombre, en forma directa o
indirecta, de sustancias o
energía en el medio marino (incluidos los estuarios), con
efectos tan
perjudiciales que dañan a los recursos vivos, constituyen
un peligro para la
salud humana, crean impedimentos para las actividades que
se desarrollan en
los mares (entre ellas la pesca), van en detrimento de la
calidad del agua de
los mares y de la utilización de ese agua y reducen las
posibilidades de
esparcimiento».
A pesar de que la alteración del ecosistema marino afecta
al posible
empleo del océano en todo el mundo, no se le concedió
mayor importancia
hasta que en 1953 apareció la enfermedad de Minamata y la
Humanidad
intuyó trágicamente que una irracional política de
vertidos industriales sin
previo tratamiento al mar, podría acarrear su propia
destrucción. Con todo
ello, existe un gran vacío en el estudio de la
contaminación del mar, pues
además de los numerosos factores abióticos y bióticos
(TABLA 1) que llegan
hasta él y pueden contaminarlo, son numerosas las vías por
las que llegan al
medio marino y numerosos intereses económicos, políticos y
sociológicos
que obstaculizan la investigación e información sobre
dicho tema.
Trataremos a continuación de los contaminantes más
frecuentes en el País
Vasco o de aquellos otros que podrían presentar un peligro
potencial a medio
o largo plazo.
Los metales pesados son en la actualidad los elementos
potencialmente
más peligrosos para el hombre, ya que son producidos en
numerosos procesos
industriales y se acumulan en la cadena trófica (TABLA 2).
Entre ellos
citaremos el Mercurio, Cadmio y Plomo, ciñéndonos a su
presencia en el mar
aunque se encuentren trazas en todos los medios (TABLA 3).
Mercurio
La contaminación del mar y especialmente de algunos
grandes peces (atún
y pez espada) por el Mercurio y sus derivados es uno de
los temas que han
atraído la atención de oceanógrafos, médicos, pescadores y
medios de
comunicación social desde 1959 debido a su alta toxicidad.
Todo empezó en un pequeño pueblo de Japón, Minamata,
asentado en la
bahía del mismo nombre. Lo que en un principio fue un
suicidio masivo de
gatos, observado con curiosidad por los 50.000 habitantes
de este pueblo
pesquero, se transformó más tarde en una terrible
enfermedad que provocó en
muchos casos la muerte y en otros daños neurológicos
irreversibles en las
familias de pescadores cuya alimentación básica era el
pescado y marisco
capturado en la propia bahía. Se le da el nombre de
«Enfermedad de
Minamata» y a partir de este momento científicos de todo
el mundo se
vuelcan en el problema para encontrar el agente causante
del mal y paliar sus
consecuencias.
Se tardará seis años en encontrarlo, en 1959, el
departamento médico de
la Universidad de Kumamoto anuncia su conclusión final: Un
compuesto
orgánico del mercurio presente en los productos del mar es
el causante de la
enfermedad.
Diez años después de los primeros síntomas aparecidos en
la población,
se identifica el causante de la contaminación como un
derivado orgánico del
mercurio: el metil mercurio. La fuente contaminadora
resultó ser una
industria, asentada en la propia bahía, que producía
resina de PVC (cloruro de
polivinilo) y Dioctil ftalato (DOP) utilizando cloruro
mercúrico y sulfato
mercúrico como catalizadores. Aunque la empresa alegó que
en su vertido
figuraba únicamente mercurio inorgánico, y tras una larga
batalla judicial, se
le obligó a instalar una planta de tratamiento. Los
envenenamientos cesaron,
pero para entonces ya se habían declarado 121 casos y
habían fallecido 54
personas.
¿Cómo se convertía el mercurio en metil mercurio? En 1968,
un equipo
de investigadores, en Illinois, descubría que ciertas
bacterias eran capaces de
fabricar metil mercurio a partir de mercurio inorgánico en
un medio acuoso.
Estos microorganismos pueden ser agrupados en tres
categoría, según su
necesidad de Oxígeno: los aerobios, o sea los que degradan
los compuestos
por oxidación tales como
Pseudomonas fluorescens,
Klebsiella pneumoniae,
Bacillus megaterium y Escherichia coli;
los anaerobios estrictos, que
degradan
por reducción como
Clostridium cochlearum,
y los anaerobios
facultativos
que pueden realizarlo por oxidación o por reducción, entre
los que se
encuentran
Klebsiella pneumoniae
y
E. coli.
Por ello, un vertido industrial
cuyo afluente lleve mercurio inorgánico será mucho más
peligroso cuando se
realice simultáneamente con uno urbano de aguas fecales,
hecho que por
desgracia es muy frecuente en nuestro País.
Después de Minamata, todos los esfuerzos derivaron en
comprender la
razón de la toxicidad del metil mercurio en el sistema nervioso central.
Es
posible que el metil mercurio reaccione con los grupos
sulfidrilos para
inactivar un cierto número de enzimas indispensables para
la célula nerviosa,
que podría entrañar la muerte de la célula por lisis de la
membrana. Se ha
demostrado que el metil mercurio inhibe la adenil-ciclasa,
enzima que juega
un papel importante en la regulación metabólica al
controlar la tasa de glucosa
sanguínea. Por otra parte, reacciona con el grupo de
fosfolípidos, propios de
la membrana celular nerviosa, denominados plasmalógenos,
catalizando la
hidratación e hidrólisis de estos lípidos y liberando
aldehídos esteáricos y
palmíticos de largas cadenas. Los aldehídos pueden ser
tóxicos por sí
mismos, pero de todas formas, su liberación debilita sin
ninguna duda la
estructura de la membrana y favorece la lisis celular.
¿Existe algún mecanismo de defensa para contrarrestar la
acción tóxica
del mercurio? Se ha visto cómo la adición en la dieta de
Selenio disminuye la
toxicidad del metil mercurio. El Selenio es un elemento
tóxico que a dosis
relativamente bajas es letal para los organismos
superiores. Sin embargo
reacciona con el metil mercurio y produce dimetil selenio
que es liberado
rápidamente en los mamíferos por vía respiratoria.
Después de Minamata, intoxicaciones graves por compuestos
orgánicos
mercuriales tuvieron lugar en Niigata, Omata y Oyabe
Rivers en Japón, en Guatemala y México, en diferentes zonas de Pakistán y
más recientemente en Irak donde se produjeron más de 400 muertos debido a
la proliferación de fungicidas mercuriales altamente tóxicos (FIGURA 1). Y
es que son numerosas las fuentes de contaminación por mercurio ya que este
metal presenta un amplio abanico de utilidades entre las que destacamos:
a) Industrias de electrolisis, donde el mercurio es utilizado como cátodo
móvil para la producción de hidróxido de sodio y de cloro por electrolisis
del Clorato de sodio. Generalmente el mercurio es reciclado, pero se
pierden cantidades importantes.
b) En la fabricación de aparatos eléctricos de control
como baterías, pilas
de óxido-mercurio, termómetros, barómetros, etc. Como
ejemplo, en la
ruptura de termómetros médicos para hospitales, en Canadá,
se pierden por
término medio unas 6Tm./año de mercurio.
c) Además
el mercurio entra a formar parte de pinturas antifungicidas, en
amalgamas utilizadas en ortodoncia, en algunos derivados
farmacéuticos tales
como diuréticos, antisépticos, purgativos o drogas para el
tratamiento del
infarto de miocardio.
d) Utilizado también en la industria de fabricación de
papel con el fin de
preservar la pulpa húmeda de la biodegradación bacteriana
o fungicida.
e) En agricultura, entrando a formar parte de herbicidas y
fungicidas.
f) En explosivos, cuya fabricación utiliza mercurio, o en
la purificación
electrolítica de ciertos residuos nucleares.
Por lo que no es extraño el hallazgo que realizaron los científicos suecos
que al analizar tejidos de aves conservadas en los Museos de su país,
observaron que la cantidad de mercurio permanecía
constante en las aves
recogidas entre 1840 y 1940, pero a partir de este año
sufría un notable
incremento, lo que coincidía con el uso de metil mercurio
como desinfectante.
Sin embargo todos los datos disponibles sobre aguas
marinas, sedimentos
y organismos planctónicos indican que los niveles de
mercurio en alta mar
son relativamente bajos (más elevados en aguas profundas
que en las
superficiales) y que la contaminación por mercurio parece
estar reducida a las
zonas costeras, especialmente los estuarios.
Existen dos procesos que conducen a una disminución del
mercurio
contenido en el efluente que llega al mar. Por una parte
es absorbido por la
materia orgánica mientras que otra parte es concentrada
directamente por los
organismos. Estos pueden asimilar directamente de las
aguas las formas
inorgánicas de mercurio, pero la mayor parte proviene de
la forma metil-mercurio elaborada bacteriológicamente a nivel del
sedimento. Por ello, el
mercurio retenido en los tejidos de los peces está en su
mayor parte bajo la
forma de metil-mercurio, aunque en general, los altos
niveles entre 0,5 y 1
ppm (partes por millón) encontrado por especies situadas
en los últimos
eslabones de la cadena alimenticia, tales como el pez
espada, atún o
mamíferos marinos y aves, no pueden ser atribuidos
directamente a las
actividades humanas, excepto en animales que viven cerca
de una fuente de
contaminación o que se acercan a ella periódicamente.
Cadmio
Después del Mercurio, el Cadmio es considerado como el
metal más
tóxico tras los dramáticos acontecimientos ocurridos en la
bahía de Toyama
(Japón) donde súbitamente apareció otra misteriosa
enfermedad denominada
«Itai-Itai» entre sus habitantes cuya alimentación se
basaba igualmente en el
pescado y marisco recogido en la bahía. Los enfermos
sufrían un fuerte dolor
en los huesos y un movimiento muscular anómalo como
resultado de la
hiperexcitabilidad del sistema nervioso y muscular. Hasta
el año 1972 se
habían producido más de 125 casos de intoxicación y 40
muertos. Fue la
primera alerta sobre este peligroso metal que tarda más de
30 años en ser
eliminado del cuerpo humano.
El Cadmio se utiliza en:
a) La fabricación de piezas metálicas y su protección por depósito
electrolítico.
b) La preparación de amalgamas.
c) Fabricación de acumuladores y baterías.
d) Sus sales minerales son utilizadas como pigmentos para
pinturas.
e) Para la fabricación de productos utilizados en
agricultura y como
conservador y protector de semillas.
Conforme vamos ascendiendo en la cadena trófica los
niveles de cadmio
aumentan aunque las algas macrofitas y los moluscos son
las especies
acumuladoras por excelencia, pero al igual que el
mercurio, puede ser fijado
por las partículas en suspensión y arrastrado al fondo del
mar, encontrando
mayor concentración en el sedimento que en el agua misma.
Plomo
El Plomo entra en el medio marino a través de las aguas de
vertido y de la
atmósfera, principal vehículo de transporte de este metal.
En la actualidad, el
plomo que llega al mar por actividades humanas ha superado
las entradas
producidas por procesos naturales, pues se estima que de
las 400.000
Tm./año que entran en ese medio, más de 150.000 Tm. son de
origen
industrial, siendo transportado como aerosol.
El origen de la contaminación humana del plomo es variado,
pues se
utiliza para la fabricación de tuberías, acumuladores,
baterías, pinturas,
preparación de aleaciones y como aditivo de la gasolina
para aumentar su
eficiencia.
Los resultados obtenidos en diferentes análisis señalan,
que a diferencia
del mercurio y cadmio, el plomo no se concentra a través
de la cadena trófica,
pues su concentración decrece en el paso de un nivel
trófico a otro superior,
hallando una cantidad mayor en el Fitoplancton que en la
carne de los
animales superiores. Parece ser que este metal se
concentra preferentemente
en las algas macrofitas costeras y en moluscos fitófagos y
sus depredadores.
Las partículas de materia orgánica en suspensión y los
organismos
autótrofos fijan las formas solubles del plomo y su
emigración hacia el fondo
marino se efectuaría de esta forma, en particular en zonas
donde las aguas son
muy productivas (fuerte actividad fotosintética) y la
sedimentación importante.
Han sido señalados algunos de los efectos que produce el
plomo sobre los
organismos marinos que soportan elevadas concentraciones.
Se ha encontrado
que a dosis elevada se altera el mecanismo de la
fotosíntesis de numerosas
especies macrofitas infralitorales, así como alteraciones
en el desarrollo de las
larvas de ostras.
Situación de la contaminación por
metales pesados en el País Vasco
Ya hemos señalado anteriormente que el peligro de
contaminación por
metales pesados, principalmente por mercurio y cadmio,
radica en su
acumulación a lo’ largo de la cadena trófica (TABLA 3).
Por esta razón, para detectarlos no se recurre al agua de
mar, donde
existen en pequeña cantidad, sino a algas macrofitas o a especies marinas
bentónicas filtradoras, que por las características de su
hábitat, y alimentación,
reflejan fielmente la calidad del agua que les rodea.
El primer intento de analizar la concentración de Mercurio
en el País
Vasco fue realizado por HERNANDO et al. (1979), eligiendo
el mejillón
(Mytilus edulis)
como especie bentónica indicadora por las siguientes características:
1.—De ser una especie rara en el año 1935, hoy abunda en toda la costa
gracias a un aporte masivo de materia orgánica que le sirve de alimento.
2.—Permite establecer comparaciones con los valores
observados por
otros autores en diferentes zonas contaminadas del
Atlántico y del Mediterráneo.
3.—Porque, a pesar de que los sedimentos tienen una gran
afinidad por el
mercurio y el metil mercurio, las dificultades aparecidas
en la toma de
muestras hicieron desistir por el momento el realizar este
tipo de estudio.
Las conclusiones, en líneas generales fueron: Se puede
deducir que se
acumula mayor cantidad de mercurio en los especimenes de
mejillón de
mayor tamaño, aunque se presentan excepciones a nivel
local en cuanto que
mejillones adultos que viven en grietas muy angostas,
queda limitado su
crecimiento, pero la filtración que realiza puede ser
similar a la de los de
mayor tamaño.
En zonas aparentemente polucionadas como Pasajes o la
desembocadura
del Oria, el contenido de Mercurio es del orden de 0,20
ppm sobre peso
fresco, mientras que en zonas aparentemente más limpias
como la desembocadura
del Bidasoa y del Urumea, estos valores se duplican.
Esto podría ser debido a que la materia orgánica y en
especial los
derivados de las industrias papeleras quelatan de alguna
manera los metales
pesados tales como el Mercurio que sedimentan en el lecho
del río y en las
desembocaduras, mientras que en donde se ha producido una
depuración de
ligninas estos metales son más fácilmente incorporados a
la cadena trófica del
mejillón.
Recientemente, autores japoneses como TATSUYAMA y otros
han
observado este fenómeno de eliminación de metales pesados
cadmio, cobre,
mercurio y plomo por productos derivados de la industria
papelera e incluso
en ciertos casos se empieza a contrarrestar la polución
debida a metales
pesados utilizando este tipo de sustancias.
Después de esta primera aproximación al extenso campo de
los metales
pesados, NAHLE & IBANEZ (1981), HERNANDO et al. (1982),
VALENCIA
& IBANEZ, abordaron un estudio más amplio, donde se
analiza la
concentración de Mercurio, Cadmio, Cobre, Cromo, Plomo y
Níquel, en el
alga macrófita
Fucus spiralis y
en lapas. La primera
especie, aunque no se
encuentra muy representada en el País Vasco dadas las
especiales condiciones
térmicas del agua de mar, se hallaba dispersa en el Puerto
de Bilbao y
abundante en la desembocadura del Bidasoa, frente a la Isla de los
Faisanes
(Behobia). Se consideró interesante analizarla por una
parte para establecer
los valores que podríamos tener en estas zonas y por otra
para comparar
dichas concentraciones con las existentes en otros lugares
europeos.
En cuanto a las lapas solamente señalar, que pese a las
dificultades en la
clasificación y separación de las cuatro especies
existentes, es un animal que
vive adherido a las rocas donde se alimenta de pequeñas
algas, contaminadas
o no, y que se encuentra ampliamente distribuida a lo
largo de toda la costa,
excepto en lugares muy contaminados como la bahía de
Pasajes y el Puerto de
Bilbao.
Los resultados obtenidos señalan que para el mercurio en
lapas, la
ordenación geográfica coincide aproximadamente con lo
observado por
HERNANDO et al. en el mejillón. Tanto en el alga macrófita
como en lapas,
los valores se sitúan en un rango normal con
concentraciones relativamente
bajas si las comparamos con los datos encontrados en
lugares muy polucionados
(Canal de Bristol).
En cuanto al Cadmio (FIGURA 2) los valores son también
bajos en todo
el País Vasco, excepto en zonas concretas como Zumaya,
Baquio y zonas
limítrofes con Bilbao, encontrándose en Sopelana la máxima
concentración.
Resulta extraño encontrar en Baquio estos valores, dado
que es una zona no
industrializada, considerada como área de reposo y
descongestión del Gran
Bilbao, siendo el sector agrícola la principal actividad
económica de la
población trabajadora.
La contaminación por Cobre (FIGURA 3) es baja y bastante
uniforme en
todas las zonas costeras, pero alcanza valores importantes
en los alrededores
del Gran Bilbao al estar fuertemente industrializados.
El Cromo se distribuye bastante regularmente y con valores
bajos por todo
el País Vasco desde Fuenterrabía hasta Bilbao (FIGURA 4),
pero en Pasajes
su concentración alcanza una alta cota.
Analizando la concentración de Plomo se observa cómo los
valores en
Fucus spiralis
son más elevados en Bilbao que en
Behobia y muy superiores a
los hallados en el Canal de Bristol y en algunas zonas de
Gran Bretaña. Cabe
pensar, según esto, que quizás su origen sea la
contaminación atmosférica
más que efluentes industriales. El segundo análisis
realizado en lapas
(FIGURA 5) presenta unos valores muy altos en aquellas
zonas de la costa
paralelas a la autopista Bilbao-Behobia, disminuyendo en
cuanto ésta
transcurre por el interior. Este segundo análisis apoyaría
la idea de que la
contaminación marina por plomo se realiza a través de la
atmósfera y es muy
acusada en aquellas zonas costeras próximas a lugares
urbanos fuertemente
polucionados por humos industriales o con un tráfico de
vehículos importante.
Los valores obtenidos para el Níquel son relativamente
elevados a lo largo
de toda la costa, aunque no podemos señalar los efectos
que este metal puede
producir en la biota marina o en el hombre dado la escasa
bibliografía que
existe sobre este contaminante.
En conjunto, podríamos señalar que en la provincia de
Guipúzcoa, la
contaminación por metales pesados, a excepción del Níquel,
que se encuentra
ampliamente distribuido, aumenta hacia el Este, mientras
que dentro de la
costa vizcaína la tendencia observada es hacia el Oeste.
Dichas tendencias
podrían estar relacionadas por una mayor densidad de
vertidos industriales al
mar en esas zonas geográficas y por el régimen
hidrodinámico de las
corrientes superficiales observado por IBAÑEZ (1979).
¿Cómo es posible que los animales vivan en zonas
fuertemente contaminadas
y no sufran las consecuencias de las dosis elevadas de
metales pesados?
Afortunadamente, aunque estos elementos pesados son
acumulativos, los
organismos pueden también eliminarlos aunque el período de
semieliminación
sea muy variable dependiendo del individuo de que se trate
o de la forma
en que se haya acumulado.
Otro mecanismo de defensa frente al mercurio y al cadmio
es la formación
de una proteína, la metalotioneína (descubierta en 1957),
con gran avidez por
estos metales e impidiendo que actúen a nivel enzimático
distorsionando el
metabolismo celular. Gracias a la existencia de esta
proteína el animal puede
sobrevivir en ambientes fuertemente polucionados, pero a
su vez tiene un
peligroso efecto para el hombre dado que posibilita una
mayor acumulación
de estos elementos en los animales marinos que pueden ser
consumidos por el
hombre.
Después de todo lo expuesto, se comprende que en el
estudio de los
metales pesados desde los ciclos geoquímicos hasta los
biológicos, su
acumulación en la materia viva, los efectos que producen y
su repercusión
sanitaria, deberían intervenir varias disciplinas
científicas: Geoquímica,
Bioquímica, Microbiología, Toxicología y Patología entre
otras. Las investigaciones
e investigadores deberán relacionarse entre si y sólo así
el problema
de los metales pesados será abordado en su conjunto,
pudiéndose prevenir
futuros accidentes.
RESIDUOS RADIACTIVOS
El origen de los isótopos radiactivos en los océanos puede
ser natural y
artificial. En el primer caso dichos isótopos son tan
antiguos como la misma
Tierra y fueron más abundantes en épocas pretéritas con
excepción del 40K
y
87Rb.
Trataremos a continuación de la radiactividad producida artificialmente.
Los radionúclidos artificiales son los producidos por el
hombre. Aparecieron
como contaminantes del medio marino durante y después de
la segunda
guerra mundial como consecuencia del uso y pruebas de
armas nucleares.
Hoy día, los elementos radiactivos penetran en el mar por
cuatro fuentes
principales: precipitación radiactiva por pruebas de armas
nucleares, descargas
desde plantas productoras o procesadoras de combustible
nuclear y
derrames de barcos con propulsión nuclear.
La producción de energía nucleoeléctrica y la
investigación, desarrollo,
producción y utilización de isótopos radiactivos con fines
industriales y
clínicos se están convirtiendo en importantes fuentes
productoras de desechos
radiactivos. Aunque puede afirmarse que ninguna otra
industria ha procedido
con tanto cuidado con la evacuación de sus residuos como
la nuclear, estando
sometida a controles rigurosos en todo el Mundo.
El uso futuro de plantas de energía nuclear para
desalinización en gran
escala y el uso de explosiones nucleares para excavar
canales y puertos
pueden representar fuentes adicionales de radiactividad
para el ecosistema
marino.
Clasificación de los residuos radiactivos
Hacer una clasificación de los residuos radiactivos es una
labor sumamente
compleja puesto que su origen, tipo de radiación emitida,
estado físico-químico,
toxicidad o período de desintegración es muy variado. Pero
casi todos
los Países coinciden en una catalogación atendiendo a su
estado físico,
clasificándolos en residuos gaseosos, líquidos y sólidos.
Los primeros pueden
ser descargados directamente a la atmósfera cuando su
radiactividad es baja o
sufrir tratamientos secundarios antes de ser evacuados.
Los residuos líquidos
son también vertidos directamente al medio mediante una
dilución controlada
o sufren un tratamiento pudiendo necesitar el equipo de
tratamiento de un
blindaje radiológico.
En cuanto a los residuos sólidos, la clasificación es más
complicada.
Pueden ser filtros y piezas de equipo contaminadas o
matrices sólidas, tales
como cemento, asfalto o plásticos donde se han fijado
residuos radiactivos
líquidos o gaseosos para que puedan soportar un
almacenamiento largo y
seguro.
La acumulación de los productos resultantes de las reacciones nucleares
está creando para la Humanidad presente y futura un progresivo aumento de
la radiactividad, con el agravante de que la actividad de
estos cuerpos no
puede eliminarse por procesos físicos o químicos sino
solamente por el lento
proceso de disminución de sus propiedades radiactivas. Son
numerosas las
formas de almacenamiento en espera que esto ocurra. Los
residuos líquidos y
cienos se transportan en vagones-cuba protegidos por plomo
para evitar la
acción nociva de las radiaciones. Estos residuos se llevan
hasta grandes
depósitos subterráneos rodeados de gruesas capas de
hormigón pesado y
refrigerados artificialmente para evitar el calor que
produce la radiactividad.
Por ejemplo, en Estados Unidos se están almacenando
actualmente unos 300
millones de litros de cienos y soluciones radiactivas en
200 tanques
subterráneos.
Otras veces, los residuos sólidos son almacenados en la
misma fábrica,
introducidos en recipientes de acero y en el interior de
almacenes con gruesas
paredes de cemento. Así es como operan algunas de las
centrales más grandes
de Europa como la de Windscale (Gran Bretaña), con una
actividad
acumulada de 250 millones de curios; o La Hague y Marcoule
(Francia), con
50 millones de curios. Este tipo de almacenamiento
necesita una vigilancia
continua, y teniendo en cuenta que para que la actividad
decrezca hasta
niveles aceptables deberán pasar siglos, es evidente que
no es la solución
ideal.
Los residuos sólidos de baja actividad se pueden evacuar
de diferentes
formas, desde trincheras de pequeña profundidad o
formaciones geológicas
estables profundas hasta su inmersión en alta mar.
¿Cómo entran los residuos radiactivos en la mar?
1. Explosiones nucleares
La mayor parte de la radiactividad artificial existente
hoy día en el mar es
debida principalmente a la contaminación producida por
explosiones nucleares
en la atmósfera. Los radionúclidos formados penetran en la
Troposfera y
Estratosfera desde donde precipitan en forma de «fallout»
sobre el océano de
manera más o menos uniforme.
Los valores máximos de esta polución radiactiva en el mar
y de los seres
vivos que en él habitan se produjeron entre los años 1962
y 1963, cuando
varios países experimentaron explosiones nucleares, A
partir del Tratado de
Prohibición de Pruebas Nucleares firmado en Moscú (1963)
sobre limitación
de estos experimentos, se observó una progresiva
disminución del fallout
radiactivo y un retorno a niveles más bajos de isótopos
radiactivos en los
animales marinos.
2. Vertidos de Centrales
En un segundo lugar habría que colocar los vertidos por los efluentes de
las centrales nucleares que producen elementos radiactivos tales como
85Kr,
90Sr,
131I,
140Ba,
58Co,
137Cs,
etc. El porcentaje de emisión de estos
elementos varía mucho de unas centrales a otras e incluso
en la misma central
a lo largo del tiempo.
Los desechos radiactivos sólidos de actividad media o
baja, convenientemente
acondicionados, han sido evacuados al océano desde 1946.
Durante
este período inicial, la mayor parte del residuo fue
colocado en tanques de
unos 2101. de capacidad, sin tapa muchos de ellos y
lastrados suficientemente
para asegurar su hundimiento en el Atlántico Norte. En
diciembre de 1971
Estados Unidos desautorizó la eliminación en el mar de sus
residuos
radiactivos, disponiendo de lugares de eliminación en
tierra. Sin embargo,
desde el punto de vista internacional, el problema sigue
en pie, pues
numerosos países de gran densidad demográfica y con pocas
posibilidades de
organizar almacenes en zonas aisladas o geológicamente
favorables, siguen
eliminando residuos radiactivos al océano. Así, la central
nuclear de
Windscale (Gran Bretaña) descarga mensualmente en el Mar
de Irlanda, a
unos 3,2 km. de la costa, alrededor de 8.000 curies de
productos de fisión. En
1969- 1971, el Organismo Europeo de Energía Nuclear (OEEN)
realizó dos
vastas operaciones de eliminación en el Atlántico Norte, a
300 millas al NW
de La Coruña y a 5.000 m. de profundidad, de 60.000
recipientes con un total
de 30.000 Curios de actividad beta y ganma. (1 Curio es
una cantidad de
material radiactivo que produce 3,7 x 1010
desintegraciones por
segundo).
El Golfo de Vizcaya ha sido también testigo mudo en
numerosas
ocasiones de lanzamientos de bidones radiactivos en sus
aguas. Se consideró
que este diseño y la forma de presentarse los desechos
evitaría la liberación de
los isótopos durante un tiempo razonable que permitiera su
transformación
parcial en átomos estables del mismo u otro elemento. Este
método
aparentemente efectivo a corto plazo puede presentar
problemas a medio y
largo plazo y parece ser que en la actualidad muchos
países procuran evitar
los vertidos en el océano.
En un reciente trabajo, KAUTSKY (1977) encuentra en
superficie, en alta
mar, unos valores más altos de
137Cs
entre los paralelos 20 y 40ºN, así como
unos incrementos anormales en la radiactividad debida a
este elemento en las
aguas profundas (1.000 m. de profundidad) en el paralelo
70ºN y entre el
Golfo de Vizcaya y las Azores.
Ciclo bio-geológico de los radionúclidos
Cuando los elementos radiactivos entran a formar parte del
Océano,
comparten el destino de los elementos químicos no
radiactivos que se
encuentran en ese medio acuoso: serán dispersados,
transportados y acumulados
por los organismos.
La dispersión física se realiza desde su lugar de entrada
en el Océano y
puede ser horizontal y vertical. La primera se produce
gracias a corrientes
irregulares, pequeñas y costeras o a corrientes oceánicas
de carácter general.
Estos movimientos del agua no se encuentran limitados a la
superficie de los
mares sino que también se producen en capas más profundas
y pueden ir
acompañados de afloramiento o hundimientos de elementos
nutritivos.
El transporte biológico puede ser pasivo o activo, según
que el radionúclidos
sea transportado por organismos que derivan con las
corrientes o por los
que se mueven activamente en el agua. Este último caso
puede ser más
importante en algunos lugares y para determinados isótopos
que la dispersión
física o hundimientos de partículas.
Efectos que producen los elementos radiactivos
Si los elementos radiactivos son peligrosos se debe a su
acumulación
biológica. Los organismos marinos se encuentran en
equilibrio dinámico con
el medio que habitan, produciéndose un intercambio
metabólico entre el ser
vivo y el agua de mar. Los radionúclidos participan por
tanto en este
intercambio cual elemento químico y por ello algunos
elementos como el
137Cs y el
90Sr
resultan particularmente peligrosos para el organismo dado que
se comportan en forma similar al Potasio y Calcio,
elementos indispensables
para el ser vivo.
La regulación bioquímica del Cesio (y por tanto del
isótopo 137Cs)
es
llevada a cabo por los mecanismos de regulación del
Potasio. Este Cesio se
acumula preferentemente en los músculos (53%) y en la piel
de los peces.
La acumulación depende de la edad y del estado fisiológico
del organismo
considerado. Así, la capacidad de fijación puede variar en
los distintos
estados larvarios de un organismo, de la concentración de
otros elementos
presentes en el agua de mar, del estado físico-químico del
elemento que se
analiza o de la presencia de sustancias quelantes.
Los efectos biológicos que dosis altas de radionúclidos
producen en los
organismos son de todos conocidos. Por una parte, están
los efectos
somáticos que se visualizan en el cuerpo de los organismos
expuestos a ella, y
por otra parte, más importante que la anterior, las
alteraciones genéticas que
se reflejan en los descendientes de las especies
irradiadas.
Los efectos somáticos se traducen por un retraso en el
crecimiento,
vitalidad disminuida, longevidad prematura y tumores en la
piel. El daño
somático depende de la proporción de la dosis y no de la
radiación
acumulativa. Este daño somático producido a la vida marina
bien por
radiación artificial o natural es en la actualidad muy
pequeño.
La alteración genética, más peligrosa y difícil de prevenir, afecta a las
células reproductoras produciendo mutaciones a nivel de los cromosomas,
irreversibles, que afectan a la descendencia. Las dosis que las producen
son lo suficientemente bajas como para no evidenciar efectos nocivos en
los organismos, de ahí su peligrosidad. Dada la alta tasa reproductora de
la mayoría de las especies marinas, y a través de la selección natural, se
pueden
mantener las poblaciones libres de formas aberrantes. A
pesar de ello, las
poblaciones pueden quedar disminuidas produciéndose
desequilibrios ecológicos,
y existe una transferencia de radionúclidos presentes en
los organismos
marinos hasta los eslabones finales de la cadena trófica
cuyo cenit lo ocupa el
hombre.
HIDROCARBUROS
De todos los contaminantes que afectan al medio acuático,
los hidrocarburos
y el petróleo son los que han despertado en la opinión
pública una
conciencia «antipolución», ya que por sus efectos
destructivos sobre la fauna
y la flora marinas así como sobre el paisaje costero
fueron reconocidos desde
1953 como los más destructivos para la vida acuática.
Los hidrocarburos penetran en el medio marino por
numerosas vías
naturales o producidas por el transporte y utilización del
crudo. Además de
los escapes que pueden producirse en los yacimientos de
petróleo submarinos
a través de fallas en sus capas de cobertura, como sucede
en la plataforma
californiana, existen organismos marinos biosintetizadores
de hidrocarburos
que son liberados al medio por vía metabólica o por
autólisis y descomposición
del organismo muerto, aunque estos hidrocarburos no
representan
ningún tipo de contaminación.
La demanda mundial de petróleo, que aumenta cada año,
agrava el
problema, pues resulta virtualmente imposible evitar
pérdidas en el ambiente
por las múltiples etapas que atraviesa hasta su
comercialización, desde el
comienzo de la perforación del pozo, transporte marítimo y
descarga hasta los
humos producidos por coches y chimeneas.
Si de los hidrocarburos que entran al mar la tercera parte
corresponde a las
pérdidas ocasionadas en su transporte, no es menos cierto
que el proceso de
limpieza de los tanques contribuye con más del 50%
Pero lo que realmente llama la atención por su
espectacularidad son las
famosas «mareas negras» producidas por accidentes de
petroleros. El primer
gran desastre que alerta a la opinión pública mundial es
el accidente del
«Torrey Canion» el 18 de marzo de 1967. Los efectos
inmediatos de esta
contaminación fueron conocidos por todos: playas y zonas
de baño quedaron
inutilizadas, los animales costeros murieron y las aves
marinas casi desaparecen,
pues se calcula que más de 7.000 fueron recogidas con vida
de las
flotantes manchas de petróleo dejadas por el «Torrey
Canion» y sólo
sobrevivieron 100.
Después de este primer accidente, muchos otros se sumaron a la
contaminación de las aguas con el consiguiente riesgo ecológico. Hoy día
existen sofisticados métodos para paliar la contaminación que produce una
marea negra, además de los consabidos dispersantes químicos, aunque parece
ser que lo más efectivo para la biota costera es la mano de obra humana,
es
decir personas que con un cubo y una pala vayan recogiendo
las masas y
pelotas de petróleo. Se ha observado que zonas tratadas
con detergentes y
«spráis» emulsionantes para facilitar la limpieza de las
rocas perdieron su
fauna y flora característica y la recuperación del
ecosistema fue mucho más
lenta que en aquellas otras en las que se había eliminado
manualmente la
mancha de petróleo.
Cuando se produce una marea negra, la mancha de petróleo
se extiende
rápida y circularmente cuando el mar está calmado. Pero no
siempre ocurre
así. Los accidentes son más corrientes cuando existe mala
mar, y en este
caso, por la acción de las olas se produce una emulsión
del petróleo en agua
que aumenta extraordinariamente su viscosidad y reduce la
velocidad de
propagación. También es importante la evaporación que
sufre el crudo
aunque depende del tipo que sea, de la temperatura y de
las condiciones del
viento y de las olas.
Se debe considerar igualmente la degradación biológica por
las numerosas
bacterias que son capaces de oxidar los productos
petrolíferos, pero el
régimen de destrucción varía con el número y tipo de
microorganismo, con la
disponibilidad de oxígeno y con la temperatura y forma de
dispersión en el
océano.
El grado de toxicidad de los distintos tipos de
hidrocarburos sobre el
hombre y sobre la biota marina ha sido investigado durante
años. Tendríamos
que destacar el efecto cancerígeno de la mayoría de los
hidrocarburos,
principalmente de los aromáticos de bajo peso molecular.
El efecto tóxico se
acentúa al acumularse estas sustancias en la cadena
trófica de forma que la
concentración en los animales marinos puede ser un millón
de veces superior
a la del agua de mar. Afortunadamente para el hombre, el
sabor que el
petróleo confiere a los productos del mar es tan
desagradable y característico
que inmediatamente se desecha cualquier producto marino
que tenga este
inconfundible sabor.
Si ya de por si es triste que se produzca una marea negra
más
imperdonable es que estemos contaminando nuestros puertos
y bahías con
residuos de hidrocarburos vertidos al mar desde
embarcaciones pesqueras, de
carga o de simple recreo. Si analizamos la cantidad de
hidrocarburos que
existe en el Puerto de Pasajes por este hecho, nos
encontraremos con valores
que quintuplican la concentración hallada en un puerto tan
importante como
el de Cádiz y 30 veces mayor que la hallada en Castellón.
Esta contaminación
ha producido la desaparición de las formas típicas de vida
bentónica siendo
sustituidas por otras que podríamos denominar
«oportunistas» que se desarrollan
bien cuando no tienen competidores pero que en condiciones
normales se
encuentran presentes en pequeña cantidad. El número de
especies diferentes
que pueden proliferar en estos fondos de la Bahía de
Pasajes, altamente
contaminados por numerosos vertidos industriales, urbanos
y por hidrocarburos,
es bajo y por lo tanto la comunidad asentada tiene una
diversidad baja,
muy empobrecida, difícilmente recuperable.
Tanta importancia como los métodos de lucha tienen los de
prevención.
No olvidemos que el tráfico de crudos en el Puerto de
Bilbao durante el año
1979 fue de 14 millones de Tm., y si no se adoptan medidas
para proteger los
recursos biológicos marinos contra esta contaminación,
pueden causarse
daños irreparables al ecosistema que se reflejaría desde
nuestro punto de vista
egocéntrico en una disminución de los productos del mar
utilizados como
alimento.
CONTAMINACION BIOTICA
La polución bacteriana del agua de mar es debida al aporte
directo o a
través de los ríos de las aguas residuales y domésticas de
las ciudades. Se ha
calculado que en una ciudad de 300.000 habitantes se
vierte aproximadamente
1,5 m.3
de aguas residuales por
segundo, con una carga bacteriana de 2 a 3
millones de gérmenes por cm.3.
Cuando estos gérmenes llegan al medio marino no mueren
sino que se
diluyen y permanecen en este medio durante un cierto
tiempo, condicionado
por la cantidad y calidad del alimento disponible. Por
otra parte, el agua de
mar posee una temperatura baja y una salinidad muy alta,
condiciones poco
favorables para el crecimiento bacteriano patógeno, pero
numerosas publicaciones
confirman que al menos permite una supervivencia larga de
los
microbios que conservan toda su virulencia. Por lo menos,
el agua de mar no
es un medio estéril para la vida bacteriana.
De las bacterias existentes se analiza
el Escherichia coli
como el germen
indicador de contaminación de las aguas marinas destinadas
al baño, por ser
una bacteria típica del intestino de todos los animales de
sangre caliente,
incluido el hombre.
En la reunión de Bilthoven, convocada en octubre de 1974
por la
Organización Mundial de la Salud, los distintos países de
Europa aportaron
sus criterios sobre los límites máximos permisibles de
contaminación bacteriana
para determinar si una zona litoral podía ser utilizada
con fines
recreativos. Se estableció por unanimidad el límite de
1.000 Escherichia
coli
por 100 ml. como el máximo aceptable para clasificar a una
playa como zona
adecuada para el baño, aunque se insistió que no debería
considerarse
insalubre ningún litoral a no ser que el microbismo de sus
aguas produjera
riesgos en la población que acude a sus playas. Pero es
casi imposible
determinar si un brote epidémico bacteriano ha sido
producido por el baño,
pues son muchos los factores que intervienen en las
enfermedades bacterianas
estivales y numerosos los datos que se escapan a los
controles sanitarios. Por
ello es interesante adoptar las medidas adecuadas sin
esperar a que aparezcan
los síntomas en la población, y conseguir un saneamiento
total de las zonas
utilizadas como baños.
En el País Vasco se realizan con frecuencia análisis bacteriológicos del
agua de mar y de las arenas, sobre todo durante la época estival. Los
resultados obtenidos durante varios años, indican la
existencia de puntos
negros en la costa, muy contaminados, y donde existe un
riesgo posible para
aquellas personas que los utilicen como baños. Entre estas
zonas destacaremos
en Guipúzcoa la Bahía de Pasajes en toda su extensión
(Embarcadero de
San Juan, Roquetas, Puntas) considerada como zona
altamente peligrosa, la
playa de Gros (San Sebastián), la playa de Oribarzar
(Orio), playa de Jesuitas
(Guetaria), playa de Santiago (Zumaya), playa de
Saturrarán (Motrico). Si
analizamos despacio la situación de estas playas, nos
damos cuenta de que
todas ellas poseen en sus cercanías regatas que
transportan aguas fecales y
que muchas veces desembocan en la misma playa.
Aunque ya hemos señalado anteriormente que no existe una
evidencia
clara entre el baño en zonas contaminadas y la aparición
de enfermedad,
encuestas sanitarias realizadas entre los bañistas asiduos
a dichas playas han
revelado afecciones frecuentes de micosis, alergias
variadas, diversos tipos
de conjuntivitis, sinusitis, rinitis y diarreas.
CONCLUSIÓN
Toda la vida terrestre depende de un sistema ecológico
viable. El océano
es decisivo para la supervivencia en cuanto que nos
proporciona el agua, el
oxígeno, regula el clima y de él obtenemos parte de
nuestro alimento. El
objetivo supremo de una política oceánica nacional o
mundial debe ser la
conservación del sistema ecológico. No debemos olvidar que
la vida, hace
muchos años surgió en el mar y si él muere, también la
vida del planeta azul
morirá con él.