PROPUESTA DE UN MODELO PRELIMINAR
DE ANALISIS GEOGRAFICO
PARA LA TOMA
DE DECISIONES
EN EL EQUIPAMIENTO
DE SERVICIOS EN GUIPUZCOA
CONSTANCIO
DE CASTRO
AGUIRRE
Mi intervención en este «Primer Encuentro de Geografía Euskal Herria Catalunya
» va a girar en torno a una provincia que conozco
profundamente: Guipúzcoa.
Creo que mis proposiciones básicas pueden extenderse sin
verse muy forzadas
al resto del territorio vasco, y aún tal vez más allá,
pero en realidad todas
ellas han surgido pensando en Guipúzcoa. Con Guipúzcoa
tengo una deuda sentimental;
aunque nacido en Alava toda mi infancia y juventud se
desenvuelve
dentro del marco guipuzcoano. Como muchos otros de mi
generación compartí las
experiencias escolares de San Sebastián con las vacaciones
rústicas del caserío. En
aquel ir y venir de todos los años del caserío de los
abuelos a la ciudad se forjaron
mis primeras imágenes del paisaje guipuzcoano.
Contrastadas estas imágenes de la
niñez con las actuales suscitan muchos interrogantes.
Nuestro nivel de vida hoy se
ha enriquecido ostensiblemente si lo llevamos a una
comparación de índices tales
como ingresos reales, acceso a la educación, equipamiento
doméstico, infraestructura
sanitaria, acceso a la locomoción, etc. Pero una pesadilla
nos acosa insistentemente;
algo se pierde en nuestro paisaje día a día sin que
sepamos detener las causas
del deterioro.
Incuestionablemente asistimos hoy día a una mayor
concienciación de los
problemas ambientales derivados del uso industrial, del
uso urbano, del uso residencial
y recreativo que hemos dado al territorio. Una toma de
posiciones al respecto
es hoy inaplazable. Creemos que el territorio no es para
conservarlo intacto,
creemos que es para utilizarlo al servicio del hombre. Por
eso mismo somos partidarios
de poner en juego todos los mecanismos tendientes a
implantar una
ordenación
del territorio. En mis años de infancia y juventud no creo
que se hubiera introducido
esta terminología; hoy es ya una voz común en manos de
políticos, economistas
y planificadores. Yo entiendo además que la ordenación del
territorio, aun
estando marcada esencialmente por un ingrediente político,
es una tarea abierta a
la ciudadanía. En este sentido creo que los planes de
ordenación deben alumbrarse
en el corazón de los ciudadanos y no pueden elaborarse en
los comités cerrados o
en los cenáculos que detentan las tecnologías. De acuerdo
con este credo mínimo
voy a exponer una perspectiva conceptual y de trabajo de
cara a la ordenación del
territorio. Conceptualmente mi versión del problema se
hará en unos términos correspondientes
a una corriente de pensamiento geográfico muy actual que
recibe
denominaciones diversas. Lo importante no es, según opino,
extendernos en una
discusión inacabable acerca de si procede mejor el
calificativo éste o aquél. Lo que
quiero dejar claro ante Uds. es el modelo conceptual con
que un geógrafo de
nuestros días afronta los problemas de ordenar el
territorio.
Cualquier política de ordenamiento espacial está
vertebrada en decisiones
que conciernen al equipamiento físico y social. Ahora
bien, para tal fin se considera
prioritario disponer de una plataforma de diagnóstico y de
una referencia
normativa. El geógrafo puede contribuir notablemente a
construir dicha plataforma
de diagnóstico. No se nos oculta que desde el punto de
vista ecológico hay
una secuela de «impacto» producida por las decisiones que
conciernen al equipamiento.
Se trata de «impactos de ocupación» innegables tal como
han sido definidos
en la literatura respectiva. (Cfr. Domingo Gómez Orea, El
Medio Físico y la
Planificación; CIFCA, Madrid, 1978; vol. I, pág. 17). Por
cierto al geógrafo
esta denominación le recuerda inevitablemente a Jean
Brunhes cuando proponía
como uno de los grandes grupos de actividad humana en el
espacio el de «Hechos
de ocupación improductiva del suelo» (Jean Brunhes,
Geografía Humana, Ed. Juventud,
Madrid, 1955, pág. 34). D e momento no está en nuestros
objetivos presentes
entrar en estas consideraciones, las cuales sin embargo
aplaudiremos que
sean incorporadas a la gestión del territorio.
Ordenar el territorio no es simplemente expresar buenos
deseos acerca del
mismo. A veces poco más que eso han sido nuestras
legislaciones. Nuestra inveterada
actitud mental ha confundido con frecuencia la materia
legislada con los hechos
observables de la vida social. Un joven economista
escribía hace pocos años:
«...en España estamos acostumbrados a admitir y reconocer
grandes distancias
entre lo que se dice, incluyendo por supuesto lo dicho en
el Boletín Oficial del
Estado, y lo que se hace. Lamentablemente los futuros
historiadores se basarán
más en lo escrito en el BOE que en lo vivido por la
población española.»
Alfonso G. Barbancho, Disparidades Regionales y Ordenación
del Territorio.Ariel, 1979, pág. 21.
La actitud de los historiadores a los que alude nuestra
cita es muy similar a la
de ciertos políticos. La beatería con respecto a la letra
impresa en el Boletín Oficial
del Estado llega a extremos de alucinación tales que hace
ver realidades donde
sólo existe, en el mejor de los casos, un buen deseo en
letra impresa. Se trata, yo
creo, de una constante muy latina y que aparece por
doquier a poco que se analice
la vida de nuestros pueblos. No creo que sea ajena a esta
actitud la antipatía de
nuestros «científicos sociales» hacia cualquier idea
impregnada de behaviorismo.
Cuando era estudiante en las aulas de la Universidad madrileña me llamaba
la atención este rechazo permanente y frontal al estilo de hacer
observaciones muy modestas y muy atenidas al dato; se consideraba un
estilo conceptual de poco vuelo y de frágil armadura filosófica. Casi
siempre por supuesto se trataba de un estilo frecuentado en el mundo
anglosajón y al que se tachaba despectivamente de positivista o
conductista. Ya que hemos aludido a los científicos sociales, entre los
cuales nos situamos quienes hemos venido a este Encuentro, quiero reforzar
con palabras más autorizadas que las mías el perfil más generalizado y
común de este
científico en nuestro ámbito latino. En 1961 un sociólogo
argentino bien conocido
de todos Uds., Gino Germani, escribió un prólogo muy
lúcido a un libro de
Wright Mills titulado la Imaginación Sociológica. El libro
de Mills, como casi todos
los suyos, era incisivo y muy rico en críticas agudas a la
forma de hacer en
EEUU ciencia social. El argentino Gino Germani hacía las
siguientes consideraciones
:
«En los países de América Latina nos encontramos en una
situación que es casi
opuesta a la existente en los Estados Unidos. El
ensayismo,
el culto de la palabra,
la falta de rigor son los rasgos más comunes en la
producción sociológica del
Continente. Lejos del
perfeccionismo y el
formalismo metodológico
yanquis escasea
o falta la noción misma-de método científico aplicado al
estudio de la realidad social...
Más a la vez no podemos olvidar aquellos elementos de la
tradición intelectual
latinoamericana que sin duda nos colocan en una posición
más favorable
que la existente en el país del norte: así no cabe duda
que el
pensamiento social de
América Latina presenta más de un hermoso ejemplo de lo
que Mills llama análisis
social clásico. La influencia profunda del historicismo y
algunas de las características
mismas de la cultura predisponen casi naturalmente a la
ubicación
de los problemas dentro del contexto mayor de la
estructura social percibida históricamente,
procedimiento que Mills recomienda con tanto énfasis. El
peligro
es en todo caso el opuesto: la incapacidad para los
detalles, la impaciencia hacia
el trabajo minucioso que inevitablemente, cualquiera que
sea el papel de la imaginación,
representa una parte inevitable del trabajo científico, el
retraso en el aspecto
organizativo y material de la investigacióna» Op. cit.
pág. 19-20.
Volviendo al núcleo de nuestro problema, la ordenación del
territorio no es
un fenómeno de papel impreso. Queremos insistir que si nos
acercamos al tema
con un auténtico espíritu geográfico hemos de verlo
fundamentalmente en términos
operativos conducentes a la transformación del paisaje.
Ordenar el territorio
no es únicamente legislar; es por supuesto eso y algo más.
Es avanzar hacia la
implementación material y tangible de lo legislado
incurriendo en algo que es muy
entrañable al lenguaje behaviorista: la toma de
decisiones. En el contexto espacial
en donde el hombre de nuestros días se mueve, se solicita
nuestra atención de científicos
sociales hacia ese mecanismo básico de la conducta
colectiva englobado
bajo la denominación de toma de decisiones.
Tradicionalmente el hombre ha procedido
en forma anarcoide con respecto al despliegue de su
actividad en el espacio.
Tal vez un efecto sensible de esta anarquía lo tenemos en
el actual paisaje de
Guipúzcoa. Como les decía en mis palabras introductorias,
los hombres de mi generación
hemos asistido a este espectáculo que ha acentuado el
deterioro físico de
nuestra provincia. Cuando hoy hablamos de ordenar el
territorio estamos aspirando
a poner un cauce a esa anarquía. Frente a la toma de
decisión del individuo
en pugna por implantar el poder del más fuerte va a surgir
la decisión política, es
decir, la decisión madurada en el ámbito de la comunidad
política. Las fricciones
de intereses individuales darán paso a un punto de vista
colectivo.
Cuando el geógrafo moderno se acerca a la toma de decisiones no es porque
intente suplantar al político que tiene un mandato de ejecución. Decíamos
antes
que los planes de ordenación deben alumbrarse en el
corazón de los ciudadanos;
queremos señalar con esta frase que la ordenación es un
tema que incumbe a la ciudadanía
de quien la clase política no es ‘sino una imperfecta
representación. La
clase política, según eso, no puede actuar por cuenta
propia sino por cuenta ajena.
En definitiva, la clase política ejecuta y da cumplimiento
a los deseos de la comunidad.
El geógrafo es un científico al servicio de la comunidad
de la misma manera
que el político es el ejecutor de sus deseos. Ambos se
asientan en el mismo pilar
de apoyo. La Geografía alcanza hoy un horizonte que va más
allá de los hechos
cumplidos, del análisis post factum; la Geografía moderna
se asoma al horizonte
del porvenir con la óptica propia de sus conocimientos y
destrezas. Por esta
razón la Geografía juega un papel en esa actividad
previsiva y prospectiva del
hombre moderno; una tarea inexcusable, quizás no más
inexcusable que otras, en
adelantar futuros, en esbozarlos y darles figura es ésta
de someter el territorio a un
ordenamiento. ¿C ual es en forma concreta y específica el
papel del geógrafo?
Es habitual representar la toma de decisiones conforme al
siguiente esquema
OBJETIVOS
INFORMACION retro-
EVALUACION alimen-
DECISIONES tación
Hay de comienzo unos objetivos bien perfilados que dejan
sentir la insatisfacción
del presente y aguijonean hacia la búsqueda de un futuro
más placentero.
Pero la toma de decisiones no consiste exclusivamente en
un duelo de deseos; hay
una etapa de indagación y recogida informativa; hay
también un proceso que evalúa
y pondera los datos. Las decisiones, tras este proceso, se
obligan a una
confrontación permanente con los objetivos. Dentro de este
esquema es fácil ubicar
al geógrafo y al político sin interferir sus esferas de
competencia. La tarea política
se sitúa en los dos extremos del esquema; por un lado
consiste en proyectar
el futuro, concebirlo como idea manejable; por otro lado
no puede conformarse en
un ejercicio hipotético y está impelido a elaborar
estrategias, a conducir programas
de acción. En el caso concreto del planificador
territorial el futuro que se quiere
implantar será responsable de las nuevas distribuciones en
el espacio; entre estas
distribuciones son importantes las masas de población, el
equipamiento de los servicios
sociales, la infraestructura del transporte y
comunicaciones, etc. Es evidente
que este planificador necesita a lo largo del tiempo una
información
evaluada del
contexto espacial; de acuerdo a esta información podrá
diseñar unas estrategias de
transición más o menos acertadas.
Nos encontramos pues como geógrafos inmersos en una tarea
de análisis espacial
que tiene dos frentes conceptuales distintos; un frente de
diagnóstico eminentemente
descriptivo y
un frente de evaluación eminentemente normativo.
A la
conjunción de ambos frentes hemos denominado una
información evaluada. Con
el fin de ser práctico voy a concentrarme en la
proposición de un modelo de trabajo,
incurriendo cuantas veces me sea posible en ejemplos
tomados de la realidad.
En este modelo, para ser más preciso en los alcances, voy
a tener presente el caso
de Guipúzcoa.
Arranquemos con el primer paso del esquema: los objetivos.
El planificador
está obligado a materializar los objetivos, a ir más allá
de unas declaraciones más o
menos risueñas; esto implica que se fijan
metas alcanzables.
Hoy día el establecimiento
de metas para una política del territorio adopta fórmulas
casi estandarizadas.
Estas metas tratan de cristalizar las aspiraciones de la
comunidad hacia el bienestar.
Los organismos internacionales tales como Naciones Unidas
o Comunidad
Europea han trazado unos lineamientos básicos que se
extienden a través de siete
áreas para el establecimiento de criterios orientativos
del bienestar. Estas áreas son
las siguientes :
I. Ingresos, riqueza y empleo
II. Medio ambiente
I I I . Salud
IV. Educación
V. Orden Social
VI. Participación ciudadana
VII. Recreación y ocio
Ateniéndonos como geógrafos a estas áreas de servicio, podríamos pensar en
el trazado de unos buenos indicadores del equipamiento territorial
correspondiente.
En este sentido van dirigidas mis palabras. Más que a
ofrecer fórmulas expéditas
mi colaboración con Uds. se va a orientar en primer
término a llevarles
unas reflexiones; presumo que estas reflexiones nos serán
útiles a todos porque tratan
de agudizar una sensibilidad crítica y constructiva.
SOBRE LA CONFECCIÓN DE INDICADORES
TERRITORIALES
El indicador no está dado gratuitamente en la tarea que
acomete el geógrafo
bien sea en el trabajo de campo o en la recopilación de
datos de archivo. Confeccionar
un indicador implica una filosofía frente a la cual el
geógrafo moderno deberá
concienciarse so pena de perecer en un naufragio de cifras
cuya significación
no alcanza a ver. En 1963, cuando se realizó el Primer
Atlas Comercial de España
bajo los auspicios de las Cámaras de Comercio, Industria y
Navegación los
resultados concernientes a Guipúzcoa fueron de muy poca
significación (ver
Anexo 1). Se obtuvo una clasificación de núcleos de
población conforme a características
comerciales en donde pueblos como Segura y Tolosa quedaban
incluidos
en la misma categoría. Es evidente que esta clasificación
obedecía a unos criterios
y a unos indicadores laboriosamente confeccionados; de lo
que estamos seguros es
de que, introduciendo unos criterios más realistas en los
mismos datos originarios
de aquellas fechas, la clasificación resultante ya no
sería la misma. Con este
ejemplo quiero mostrar que el trabajo de elaborar
indicadores requiere más atención de la que habitualmente le hemos dado.
El indicador es un tipo de medida; el tema de la medida es
de suyo bastante
arduo y no podemos extendernos aquí sobre el particular.
Sacrificando un poco el
rigor conceptual yo diría que hay básicamente dos tipos de
medición: una llamada
representativa, ya que formalmente se ajusta a lo que en
Teoría de Medida se
llama el teorema de representación; la otra medición
podemos llamarla indicativa
puesto que se expresa a base de índices convencionalmente
aceptados. Aquí podemos
encontrar toda la gama de indicadores territoriales. En
estos índices lo importante
es que se constituya una
validez
con respecto al fenómeno que se
quiere «indicar,,.
Así por ejemplo el número de camas de hospital podría ser
un buen índice
de los servicios de Medicina Social. Pero , ¿qué se
entiende por validez?, ¿cómo
lograrla? He aquí un problema al que los científicos
sociales del pasado no le dieron
suficiente importancia; en la actualidad le prestan mucha
atención los planificadores
y analistas prospectivos. Si quisiéramos por ejemplo
elaborar indicadores
en cada una de esas áreas de bienestar antes mencionadas
sería muy sensato: a) obtener
un consenso de expertos respecto a la
pertinencia
de los indicadores y b) probar
la relevancia de los mismos en forma estadística. Estos
dos criterios significan
lo siguiente. La pertinencia obliga a desechar
todosaquellos indicadores que a juicio
de los expertos carecen de dimensión significativa en el
tema que se quiere medir.
Esta tarea es algo laboriosa puesto que obliga a preparar
unos cuestionarios ad
hoc y construir después unos coeficientes de concordancia.
Pero pueden existir
muchos indicadores pertinentes y es preciso por economía
de esfuerzo concentrarse
en aquellos que sean relevantes, es decir, aquellos que
pueden aportar una
correlación estadística sobresaliente en el tema de
interés.
A simple vista podría parecer que éste es un problema
totalmente resuelto en
los organismos mundiales cuando ofrecen largas series de
indicadores en las áreas
de bienestar que anteriormente hemos citado. Sin embargo
hay una regla de oro
que todo geógrafo debe tener presente: los indicadores de
uso generalizado deben
ser cuidadosamente administrados cuando se particulariza
su aplicación. Este es el
caso que en estos momentos nos ocupa. Aun dando por bueno
un determinado repertorio
de indicadores no olvidemos que tenemos que ver con
distribuciones
espaciales
dentro de una parcela territorial diminuta como es el caso de Guipúzcoa.
La distribución espacial implica dos cosas fundamentales : 1) un conjunto
de variables operacionalmente definidas (tales podrían ser los
indicadores) y 2) una determinada definición de unidad espacial que nos
servirá de elemento estadístico de soporte para la asignación de las
variables. En el caso de Guipúzcoa estas unidades espaciales pueden ser
indudablemente los municipios. Pero nuevamente debemos ponernos alerta
ante un uso equívoco de esta definición. Es claro que a veces nos
encontraremos con variables que con propiedad no pueden asignarse a la
extensión total del municipio sino a su cabeza o núcleo de población. Así,
por ejemplo, al estudiar ciertos indicadores de densidad debiéramos en
rigor hacer referencia al núcleo de población. Véanse los casos de Oñate y
Azpeitia con una población muy similar pero con una extensión municipal
diferente. ¿Tiene algún sentido el proporcionar las cifras de densidad en
atención a esta extensión? ¿No sería más sensato hablar de una densidad
referida al casco o superficie en donde se asienta el núcleo de población
mayoritario ? Según este criterio, que defendemos con todo
calor, no tiene sentido que todas las publicaciones
oficiales nos acostumbren a unas
cifras que tienen muy poco que ver con la realidad cuando
nos dicen que Azpeitia
tiene una densidad de 176 habitantes por kilómetro
cuadrado mientras Oñate, en
cambio, apenas pasa de los cien habitantes (datos de
1976).
El hecho de adoptar los municipios como unidad de base
tiene un serio fundamento
que quisiéramos poner de relieve. Toda política
territorial es una actividad
que empieza y termina en el hombre. En este sentido es
bueno partir de los
mínimos niveles de agregación en el espacio. Al ir a los
grandes niveles de agregación
se diluye la observación cotidiana del individuo humano
moviéndose en su
entorno habitual. A veces aun el mismo municipio habrá que
desmenuzarlo como
ocurre en las grandes concentraciones. El caso de San
Sebastián por ejemplo
puede requerir una fragmentación; esto cae de lleno en el
análisis urbano que es de
por sí un tema específico en cuya consideración no
entramos ahora. Por consiguiente
la consideración de los municipios como elementos de
soporte estadístico
no es simple asunto de conveniencia derivado del hecho de
que los municipios son
las unidades mínimas en la administración del país.
Ciertos indicadores de uso común en los repertorios de los
organismos tipo
Naciones Unidas o Comunidad Europea no admiten la
asignación a unidades municipales.
Así, por ejemplo, indicadores tales como camas de hospital
o Institutos
de Secundaria u Oficinas de Registro Público con una
referencia per cápita no
pueden ser registrados a niveles municipales. Según esto
aparentemente el equipamiento
social de la provincia no puede ser medido a niveles
municipales en toda su
gama y riqueza de servicios. Esta es una limitación
evidente de los indicadores per
cápita, los cuales no pueden utilizarse como panacea. Aquí
deben intervenir indicadores
de nuevo cuño no existentes en los grandes repertorios y
para los cuales hará
falta algún esfuerzo imaginativo. Considérese a manera de
ejemplo la elaboración
de indicadores sobre accesibilidad a los servicios de la
salud; creo que éste podría
constituir un análisis monográfico interesante para
Guipúzcoa. Desde esta perspectiva
sigue siendo válida la asignación de algunas magnitudes a
los municipios. Un
primer indicador que viene a la mente de todos es la
distancia física; de este modo
se calcularía la distancia física existente de los
municipios a los Centros asistenciales
de la provincia. Pero indudablemente sería un indicador
muy pobre; cabría
pensar en los medios de transporte existentes, su
frecuencia y capacidad. En este
sentido es posible que el acceso de algunos puntos a los
Centros asistenciales estuviera
erizado de dificultades sobre todo al compararlo con otros
puntos de acceso
rápido y capaz. Para cada punto de cabecera municipal
podría establecerse además
el número de servicios asistenciales clasificados que
pueden alcanzarse en distintos
intervalos de tiempo; por ejemplo, número de servicios de
radiología alcanzables
en un intervalo de 15 minutos desde Oñate, desde Oyarzun,
etc.
Siguiendo en la misma línea de confeccionar indicadores
no-convencionales,
es preciso señalar algo nuevo. Hasta hace pocos años la
Geografía no se había
ocupado de los esquemas de comportamiento de la
colectividad. Indudablemente
existen hábitos de conducta espacial; por ejemplo el
itinerario habitual de la
compra en las amas de casa, las líneas de transporte más
frecuentadas, puntos de
incidencia más alta en el tráfico, etc. Estos esquemas de
comportamiento revisten
el paisaje físico de contenido humano. De la misma manera
existen esquemas mentales
(cognitivos, preferenciales) que son indicativos de la
percepción que el
hombre tiene del espacio en donde despliega sus habituales
movimientos. La utilidad
comparativa que los individuos ven a los desplazamientos,
las preferencias residenciales,
el conocimiento real de oportunidades configuran un nuevo
tipo de indicadores
en la Geografía actual. Resultan bastante elocuentes las
siguientes palabras
de dos especialistas, Downs y Stea, el uno profesor de
Geografía en la Universidad
de Pennsylvania y el otro profesor de Planeamiento Urbano
en la Universidad
de California, Los Angeles :
«El reciente interés en expansión de los mapas cognitivos
—decían en 1973— se
debe a varios factores complementarios. Entre los factores
más generales pueden
contarse los estrechos vínculos interdisciplinarios entre
Geografía, Planeamiento,
Diseño ambiental y Ciencias Sociales. Entre los más
específicos hay que
contar por un lado la aparente bancarrota del enfoque
regional descriptivo junto
al brote del así llamado enfoque behaviorista en las
Ciencias del Espacio y por
otro lado el rechazo de las fórmulas económicas que
descansaban en el concepto
del hombre racional o “económico”».Downs & Stea, Image and Environment: Cognitive Mapping and
Spatial Behavior,
Aldine, 1973, pág. XVII.
Lo que ocurre con estos datos, a diferencia de los que
habíamos considerado
hasta aquí, es que tienen fuentes diferentes; hasta ahora
habíamos ido en busca de
hechos físicamente plasmados en el territorio. Esta vez
tenemos que ir en busca de
hechos más fugaces y aún de existencia totalmente
subjetiva. En unos casos, en los
comportamientos, será posible establecer pautas de
observación para registrar el
dato en su meteórica existencia sobre la superficie
terrestre. En otros casos el dato
sólo tendrá alojamiento en la mente de los individuos y su
captura estará condicionada
a la respuesta de los individuos ante un cuestionario. El
levantamiento de
este tipo de datos exige un laborioso trabajo de campo al
que hay que añadir un
no menos laborioso proceso de análisis; el diseño de una
muestra, el entrenamiento
de observadores y entrevistadores y un abundante bagaje de
técnicas de análisis y
representación cartográfica constituyen hoy día
ingredientes inexcusables del oficio
de la Geografía Humana.
REVISION DE TRABAJOS Y UNA PROPUESTA ALTERNATIVA
Hasta aquí nos hemos entretenido en unas reflexiones
orientativas. Hay una
intención subyacente en estas reflexiones: es la de llevar
a las nuevas promociones
de geógrafos una actitud de rechazo frontal al uso ciego
de los indicadores numéricos.
Hemos tenido a mano tres trabajos importantes destinados
de una u otra
forma al tema que nos ocupa en esta intervención. Uno, el
más antiguo, el trabajo
que efectuó Doxiadis Ibérica por encargo de la Diputación de Guipúzcoa en
1964. Otro el trabajo de Inventica 70 realizado para la
Cámara de Industria, Comercio
y Navegación de Guipúzcoa y, finalmente, el más reciente,
que se publicó
bajo los auspicios de la Diputación Foral de Navarra con
el título «Estudio de
Prospectiva: Navarra 2000».
El trabajo de Inventica 70 consiste en un inventario
físico de los servicios
existentes en Guipúzcoa. Aun cuando ofrece algunos puntos
de vista de carácter
normativo, éstos se refieren a las plantas físicas
consideradas en sí mismas como
módulos arquitectónicos. El informe carece de una
perspectiva de análisis espacial,
la cual si está incorporada a los otros dos trabajos
mencionados. El informe de
Doxiadis abunda en elaboración de indicadores que en
muchos casos se han trasladado
a la cartografía (ver Anexo II). En mi opinión merecen la
pena dos observaciones.
Primera, los indicadores de Doxiadis son de muy desigual
valor; algunos
como los indicadores de densidad de obreros por Ha de
industria son enteramente
rechazables. El concepto de densidad tiene algún valor en
la medida que lo tenga
la hipótesis de uniformidad que trata de expresar; es
decir en el cociente Población/
Superficie se juega con la hipótesis de una población
uniformemente repartida
en la superficie. Es esta hipótesis la que debe tener un
sentido plausible para
que a su luz los resultados empíricos hallados puedan ser
interpretables. Así como
la densidad por Ha de vivienda puede ser muy iluminadora,
en cambio la densidad
de obreros por Ha industrial no deja de ser un artificio
carente de sentido. Es
evidente que una planta industrial obedece a criterios
muy variables,
en cuanto a su
incidencia, en puestos de trabajo. La segunda observación
se refiere al valor del
Informe desde una perspectiva de análisis espacial. En el
anexo II se dan algunas
ilustraciones cartográficas elaboradas por Doxiadis.
Véanse por ejemplo las referentes
a población y crecimiento, a distribución de empleados por
ramas de industria
y a consumo de agua de la población urbana. Echamos en
falta por
ejemplo, sin ninguna pretensión exhaustiva en nuestra
crítica, una distribución de
la extensión urbanizable por municipios; una densidad
municipal tomando como
base esta superficie urbanizable; un análisis más
penetrante de las desigualdades territoriales
como el que podría darnos una curva de Lorenz utilizando
variables tales
como la porción de población
VS.
la porción de suelo urbanizable; algún índice
de la población diseminada por municipios; algún índice
sobre el kilometraje de
carreteras y caminos asignados a los municipios; algún
análisis paralelo a la intensidad
del tráfico de carretera utilizando la comunicación
telefónica; algún análisis
sobre la concentración espacial de los servicios.
Curiosamente, a pesar de su evidente
importancia, tampoco hemos visto ningún esfuerzo por
estudiar la accesibilidad;
hay que descartar de la responsabilidad de Doxiadis los
estudios de accesibilidad
muy incipientes en la década del 60. ¿Qué decir del
estudio navarro? Traemos
a colación este estudio por la difusión que ha alcanzado
en todo el territorio
vasco. Su intención es eminentemente prospectiva y en este
sentido desarrolla algunas
técnicas peculiares cuya consideración no nos incumbe en
este momento.
Presenta el informe sin embargo un estudio sobre
comarcalización y zonificación
que creemos conveniente comentar. Comparte con el informe
de Doxiadis una
profunda idolatría a las cifras, elaborando sin ningún
escrúpulo metodológico indicadores
redundantes de poca o ninguna capacidad discriminativa. La
recogida de
información por ejemplo “por una vía estadística y otra
no-estadística» (págs. 20
y ss) muestra un grave desconocimiento de lo que bajo un
prisma de Teoría de
Medida constituye el pórtico de una Metodología de
Investigación, o sea, la conformación
del dato. Para una constatación de lo que estoy diciendo
oriento a los
autores hacia la consulta de Krantz, Luce, Suppes &
Tversky, Foundations of
measurement, Academic Press 1971; en castellano puede
verse mi Teoría de la
Medida, Caracas 1978. La aplicación que hacen los autores
del análisis factorial
abunda en el mismo fallo; se desconoce el modelo lógico
que está en juego en la
técnica del análisis factorial y consiguientemente los
resultados numéricos obtenidos
son de muy dudosa interpretación.
Todas estas críticas que se presentan con una clara y
decidida voluntad de
colaboración nos exigen de nuestra parte una propuesta
alternativa. Esta propuesta,
ni que decir tiene, se somete a su vez a la consideración
crítica de los interesados.
La propuesta consiste en un modelo de trabajo que
presentamos a través de
cuatro ángulos que nos permiten visualizar de alguna
manera el todo y las partes,
así como la convergencia de elementos materiales y
formales. Estos cuatro ángulos
de visualización son los siguientes:
I. Integración del Análisis Espacial, dentro de un
contexto de Gestión del Territorio.
Nacidos al calor de la toma de decisiones nuestro rol está
situado como plataforma
de información.
II. Delimitación de elementos informativos del Esquema
Descriptivo —y su impacto
en el Esquema Normativo— con miras al Equipamiento Social
del Territorio .
Habida cuenta de los objetivos que nos hemos impuesto —Equiparamiento
Social del Territorio— delimitamos el acarreo informativo
a tres áreas de estudio:
la ubicación de los servicios, la distribución de los
usuarios o destinatarios de los
servicios y las infraestructuras de acceso.
III. Soporte instrumental y esquema coordinativo.
Un aspecto que no queremos descuidar es la labor material
y costo económico
del acarreo informativo. En vista de quelas publicaciones oficiales, por
un lado, no ofrecen la información al nivel de desagregación necesario y
de que, por otro lado, los informes realizados hasta la fecha procedentes
de las firmas de Consulting tienen corta vigencia en el tiempo, proponemos una
fórmula que capitalice
todas las inversiones que se vayan a hacer en la recogida
de información. Esta
fórmula denominada Banco de Datos exige para su eficiencia
ajustarse a algunas
características.
— Toda la información se codifica en un formato; este
formato debe permitir
el registro de cuanta observación se considere pertinente
y debe estar
abierto a los cambios que se consideren oportunos en el
futuro. Por consiguiente
el formato debe ajustarse a unos principios «formales» en
la elaboración
de los datos; es decir deben contemplarse en el mismo
tanto los niveles
de medición como las unidades en que vengan registradas
las informaciones.
Esto quiere decir que las dimensiones del formato podrán
ir variando
sin que ello suponga ninguna modificación en la naturaleza
o
forma de registro informativo, que ya había sido prevista.
— El Banco permitirá el alojamiento acumulativo de datos;
es decir tendrá
incorporada una dimensión temporal al mismo. Esto
significa que en la
«forma» del dato deberá incluirse una identificación
histórica o temporal
del mismo.
— Archivado y tratamiento informático. Dadas las
facilidades modernas de
la informática el Banco debe ser totalmente manipulado
mediante ordenadoras.
De este modo se logran las siguientes ventajas: una gran
economía
de espacio; búsquedas instantáneas de datos; confección de
listados y clasificaciones
incorporadas a la búsqueda; eliminación de pérdidas, etc.
La construcción de un Banco de Datos sobre estas
características requiere la
conjugación de dos equipos profesionales totalmente
diferentes. De ahí que señalamos
como necesaria una labor de coordinación.
IV. Soporte conceptual.
Mediante este ángulo de presentación queremos señalar el
aporte del Análisis
Espacial moderno a nuestra propuesta. Se conjugan unos
principios de observación
empírica con elementos formales del análisis. Entre estos
elementos señalamos
y destacamos algunas nuevas aportaciones de literatura
metodológica, tales
como espacios métricos, análisis de proximidades y grafos
dirigidos de evidente
impacto en el Análisis Espacial. Está claro que no se
excluyen otros elementos formales
de uso convencional y generalizado. Algo característico de
esta conjugación
de lo empírico y lo formal es que da lugar a la
constitución de modelos de la realidad
observable definidos mediante condiciones métricas muy
explícitas. Y como
resultado final manejable para la gestión del territorio
se producen valores sobre
centros gravitatorios, despliegues de isocontornos para
delimitar ámbitos de dependencia,
índices de accesibilidad, mapas poeferenciales, etc.
ANEXO I
CLASIFICACION EN TRES CATEGORIAS DE LOS NUCLEOS
COMERCIALES
GUIPUZCOANOS.
ATLAS COMERCIAL DE ESPAÑA (1963)
NUCLEOS COMERCIALES Iª
CATEGORIA
San Sebastián, Eibar, Irún
NUCLEOS COMERCIALES 2ª CATEGORIA
Clase A
Andoain, Azcoitia, Azpeitia, Beasain, Cestona, Deva,
Elgoibar, Fuenterrabía,
Hernani, Mondragón, Motrico, Oñate, Pasajes, Plasencia,
Rentería, Segura, Tolosa, Vergara, Villabona, Villafranca,
Zumárraga,
Zumaya, Zarauz
Clase B
Alegría de Oría, Arechavaleta, Ataun, Cegama, Legazpia,
Oyarzun
NUCLEOS COMERCIALES 3ª CATEGORIA
Anzuola, Aya, Elgueta, Escoriaza, Lezo, Orio, Villarreal
de Urrechua,
Zaldivia |
ANEXO II
ALGUNOS EJEMPLOS DE CARTOGRAFIA ILUSTRATIVA.
DOXIADIS IBERICA (1964)
[No incorporado en la versión digital]
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