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V ESPELEOLOGÍA
Hasta nuestros días no se ha creído en el país que las numerosas cavernas,
que se encuentran en nuestras montañas, pudieran contener nada que fuese digno
de estudio para et hombre. Nadie sospechó que en estas cuevas hubiese
encerrados, bajo el légamo diluvial, restos anteriores al diluvio, de especies
de animales que desaparecieron en aquel cataclismo universal y que desde
entonces no existen, y nadie suponía tampoco que en estos antros pudieran
encontrarse herramientas y objetos del uso del hombre, que vivió en aquellos
subterráneos en edades tan lejanas. No se creía que las cavernas pudieran servir
para otra cosa mejor que para fundar sobre su existencia leyendas fantásticas de
seres sobrenaturales que en ellas permanecían con las fauces abiertas para
tragarse á todos los curiosos que les importunaban con sus visitas. Si alguno
osaba penetrar en estas cuevas, lo hacía armado hasta los dientes, con aire de
luchador, para dar á los que presenciaban tan gallardo arranque, muestras de su
mucho valor y templanza, nunca para buscar en aquellas tinieblas ningún
resultado científico. Buena prueba de lo que venimos diciendo es el estado en
que se encontraban estas cuevas, hasta hace muy pocos años, repletas de
fantásticas figuras que ofrecían las estalactitas y estalagmitas, que fueron
formándose, gota á gota, á fuerza de siglos, y que se conservaban intactas, sin
que presentaran señales de haber llegado á ellas la mano destructora del hombre.
Hoy las circunstancias han variado completamente y el sabio penetra en
aquellos antros, con la antorcha en una mano, buscando en las paredes las
figuras que pintó el hombre prehistórico que vivió en aquella pétrea morada, y
con la azada en la otra, para levantar el légamo que depositaron las aguas
diluviales y buscar debajo los utensilios que empleara el hombre y los restos de
los animales que quedaron. cubiertos por el lodo hace más de 4.000 años.
Aunque las investigaciones que se han practicado en las cavernas de la
Provincia son escasas, si bien muy meritorias y laudables, ellas nos han
descubierto que han tenido su morada en nuestro suelo el oso, la hiena y el león
de las cavernas, especies que ya no existen, y el ciervo, el repo y el bisonte,
que hace mucho tiempo huyeron de nuestras montañas, según se puede comprobar por
los fósiles que se hallan recogidos en diferentes museos y especialmente en el
municipal de San Sebastián. Así bien, por los objetos trabajados, por el hombre
que se conservan en el mismo museo, se viene en cuenta de la mucha antigüedad de
los mismos.
Cavernas de Aitz-bitarte, en Landarbaso.-Pertenece á la jurisdicción
de Rentería. el lugar que en la antigüedad se titulaba pomposamerite «República
foral de Landarbaso», donde se hallan las cavernas de Aitzbitarte. que de
algunos años acá han adquirido mucha celebridad. Desde que el benemérito señor
Conde de Lersundi practicó en 1892, con tanto fruto, las excavaciones que dieron
por resultado el hallazgo de la magnifica colección de fósiles y objetos
trabajados, que se ven actualmente en el Museo Municipal de San Sebastián;
perfectamente clasificados por el eminente espeleólogo francés, de reputación
europea, Mr. Edouard Harlé, el renombre de estas cuevas ha ido en aumento,
habiendo contribuido también en gran parte que se extendieras su justa fama, la
propaganda que aficionados entusiastas de esta clase de estudios han hecho de
aquellas cuevas. entré los cuales bien merece que citemos su nombre D. Pedro
Manuel de Soraluce, infatigable propagandista de muchas cosas buenas que en
Guipúzcoa toman cuerpo, gracias á los constantes golpes que dá sobre el yunque
nuestro laborioso amigo.
Plano de la cueva de Aitz-bitarte: en
Landarbaso {Rentería)
Las cavernas de Landarbaso, por hallarse a corta distancia de San Sebastián,
/164/ suelen ser visitadas con frecuencia por muchos curiosos y hombres
de ciencia; y desde luego, no hay otras en Guipúzcoa que sean tan conocidas y
exploradas por el público. Debido á esta circunstancia han desaparecido las
vistosísimas estalactitas y estalagmitas que adornaban el interior de estas
grutas, y los fragmentos de aquellas han pasado, entre otros usos, á formar
parte de las fuentecitas que existen en los mostradores de los despachos de
vinos de San Sebastián y Rentería.
Entre los visitantes de estas cuevas, anotaremos en primer lugar, á S. M. el
Rey p. Alfonso XIII, que penetró en ellas el 12 de Agosto de 1903, y á Su
Alteza Real el Príncipe Doctor Don Luís Fernando de Baviera, quien las visitó el
9 Octubre de 1910. Entre los hombres de ciencia, sabemos que han revisado las
cavernas de referencia D. Telesforo Aranzadi, eminente antropólogo y etnólogo y
dócto catedrático de la Facultad de Farmacia en Barcelona; D. Emilio Rotondo de
Nicolau, sabio director del Museo Prehistórico de Madrid; Mr. Harlé, el 11 de
febrero de 1908 acompañado de varios entusiastas señores del país; el
inteligente ingeniero alemán Mr. Haile, en Agosto de 1912, y hay motivos para
creer que S. A. S. el Príncipe Soberano de Mónaco, es decir, su Instituto de
Paleontología Humana de París, trata de hacer un reconocimiento en toda
regla, con lo cual ganarán mucho, sin género alguno de duda, los estudios
prehistóricos de esta región.
Vista general de las entradas de las 2ª y 3ª cuevas de Landarbaso
/165/ Como consecuencia de la visita referida, hizo público Mr o Harlé
el resultado de sus investigaciones, que por provenir de tan ilustre
espeleólogo, tienen verdadera importancia. Empieza Mr. Harlé por decir que las
grutas son tres superpuestas. La inferior es una galería sin importancia, al
nivel del arroyo; la central es una gruta considerable, y la superior una vasta
y profunda caverna de largos pasillos que se empalman sobre las galerías
principales, haciendo sospechar que estas tres grutas se comunican entre sí. Al
clasificar los huesos y conchas que halló en la caverna, señala entre los
primeros algunos del ursus speloeus y de la Hirena speolea. Del
león de las cavernas halló un trozo de mandíbula con los dos premolares y
una primera falange, que á juzgar por su tamaño, provienen de un individuo de
talla muy grande. Sus, un molar que pertenece á un cerdo ó á un jabalí.
Bison et Bos, numerosos restos que pertenecen á bóvidos, sin que sea
posible afirmar, por los caracteres de estas muestras, si son de bisontes ó de
bueyes; pero se inclina á creer que los huesos viejos son de bisonte, porque en
esta parte de Europa, todos los restos completamente determinables que él ha
visto son de bisonte, y todos los grabados y pinturas representan bisontes.
Cervus elaphus, dos dientes, numerosos pedazos de madera y otras
muestras correspondientes todas al ciervo ordinario. Cervus tarandus.
También halló restos de Reno, de Rebezo y de Gamuza.
Vista general del territorio donde se hallan las cuevas de Landarbaso (Clisé
Frederic)
Objetos recogidos en las excavaciones
de 1892 de las cuevas de Landarbaso
Restos [paleontológicos] recogidos en
1892 por el Sr. Conde de Lersundi
Juntamente con los huesos, halló también una docena de lapas parecidas á las
que viven actualmente sobre la costa vecina del Océano. Supone que estas conchas
comestibles habrán sido traídas á la gruta por el hombre y son de talla menor
que las que se encontraron en la cueva de Altamira, en la provincia de
Santander.
Los objetos trabajados de Aitz-bitarte que posee el Museo Municipal de San
Sebastián, son muchos é interesantes. Entre ellos se cuentan cinco arpones con
dos filas de dientes, tres de los cuales corresponden á tres buenas piezas.
Posee también diez ó doce puntas de .flec1ias ó de saetas' y un bruñidor. Todos
estos utensilios son de madera de cérvidos ó de hueso, y pertenecen á una ó á
varias de las subdivisiones de la época llamada magdaleniana, como el lecho
prehistórico de Altamira. También posee el Museo citado algunos silex mal
tallados, que probablemente son magdalenianos, y dos pequeños objetos en bronce
que pertenecen á una época reciente.
Cree Mr. Harlé que los huesos y objetos trabajados dé Aitz-bitarte,
pertenecen á tres épocas. Los más viejos son probablemente los huesos de
Ursus speloeus, Hycena speloea y Felis speolea. Después vienen los restos de
ciervo y de reno, con los utensilios magdalenianos. Por fin, los huesos de cabra
ó de carnero, muchos de los huesos de bóvidos y algunos de los de caballo,
pertenecen, con los objetos de bronce, á tiempos muy próximos á los nuestros, y
resultan, por tanto, bastante modernos.
Esperemos que nuevas investigaciones nos dén á conocer otros restos y otros
objetos de edades pasadas, que sin duda alguna se guardan en las profundidades
de las grutas de Landarbaso. Por de pronto, podemos anticipar que Mr. Harle, en
la ligera visita que hizo á las cuevas indicadas, creyó ver pinturas semejantes
á las que se. hallaron en la provincia de Santander .
Pertenecen las cavernas de Landarbaso, en propiedad, á la villa de Rentería,
y bueno es que consignemos, en justa alabanza del Ayuntamiento que rige sus
destinos, que se esmera en dar todo género de facilidades á cuantos se presentan
á visitarlas con fines científicos. Una de estas grutas se halla arrendada á Mr.
Serben para la explotación y cultivo del champignon, desde el año 1908;
pero en las condiciones de arriendo tuvo buen cuidado la referida corporación
municipal, de reservar para sí todos los derechos que le competen, para los
casos en que se quiera proceder á la exploración de las cuevas.
Aizkirri. La caverna que lleva este nombre se halla situada
entre la villa de Oñate y el santuario de Aranzazu, más cerca de éste que de
aquélla, á 580 metros sobre el nivel del mar y 340 de la plaza de Oñate. Mide
180 metros de longitud y 6 de ancho, por término medio, siendo muy variable la
altura de la bóveda.
Lo fragoso y abrupto de esta región se 'presta perfectamente á que las fieras
hayan elegido estos lugares para establecer sus guaridas, y no hay duda de que
así lo hicieron desde tiempos remotísimos, á juzgar por los restos que /169/
en, gran abundancia se han conservado hasta nuestros propios días, no tan sólo
en la caverna cuyo nombre encabeza estas líneas, sino en otras que hay en sus
proximidades.
Esta de Aizkirri á que nos referimos, ha sido la más visitada y explorada de
esta región, y de ella se han extraído buen número de fósiles de animales
antidiluvianos, pertenecientes en su mayor parte alUrsus speloeus; como
son cráneos, cúbitos, radios, tibias, peronés, húmeros, mandíbulas, etc.,
algunos de los cuales han ido, á parar á diferentes museos, y otros permanecen
en poder de particulares.
También se han encontrado, aunque en inferior escala, restos de herbívoros,
como el ciervo, y de otros animales que pudieron ser devorados por aquellos
mamíferos.
Puerta de entrada de la cueva de Aizkirri, en
Aranzazu (Oñate).
Clisé de los PP. Franciscanos del Convento de
Aránzazu.
[Ilustración no disponible]
En vista de las muchas excavaciones que en la cueva se iban efectuando, su
dueño don Marcos Mendía, vecino de Oñate, tuvo la buena ocurrencia de cerrarla
con puerta. de hierro, para preservar los restos que allí se conservaban de la
rapacidad del público, reservándolos para los hombres estudiosos que quisieran
practicar sus investigaciones sobre el terreno. Son varios los aficionados á los
estudios prehistóricos que han penetrado en la caverna de Aizkirri y han
escardado el légamo diluvial en busca de recuerdos de tiempos tan remotos. A
consecuencia de una de estas visitas, llevada á cabo en 1877 por el Excmo. Sr.
D. Miguel Rodríguez Ferrer, se escribió un interesante folleto titulado
Aizquirri y Aranzazu, con una descripción de la cueva y las exploraciones en
ella realizadas, de donde tomamos las noticias que siguen:
«No es nada ancha la entrada por donde hoy á esta cueva se penetra; pero era
mucho más angosta antes de regularizarla para ponerle su actual puerta. /170/
»Entonces al entrar había altos y bajos en el suelo, que con dificultad
permitían el tránsito, y su dueño actual, al quererla hacer más asequible, mandó
socavar unos puntos y rellenar otros, y haciendo esta operación fué cuando se
dió con los primeros cráneos, que llegaron á Madrid y que calificó de Orsus
Spelus el Sr. Vilanova, según lo consigna en su interesante obra titulada
Origen, naturaleza y antigüedad del hombre. Pasemos ahora á hablar de su
capacidad.
»Traspasado el umbral y encendidas las luces, lo primero que hicimos fué
reconocer el ámbito y disposición interior de esta caverna. Su pavimento,
trastornado por el tesoro que ciertos operarios quisieron encontrar en él, mejor
que huesos, impedía casi el recorrerla, y la humedad de las filtraciones sobre
la arcilla hacía también que los pies se quedasen pegados, todo lo que
imposibilitaba una medida. Mas aún así pudimos tomar las siguientes:
»Luego que en la caverna se entra, su ancho es de cinco metros. A los cuatro
de su boca, en donde esta cueva bifurca en dos galerías casi curvas y paralelas,
su extensión es ya de siete metros. Nosotros seguimos la más larga que es la de
la derecha, y este ancho continúa en parajes más aumentado hasta tocar en su
límite, cuyo largo, no siendo posible medirlo por los obstáculos de sus
machones, sus peñascos desprendidos, etc., sólo pudimos tomar su distancia
midiendo el espacio que andábamos por el reloj, el cual nos dió seis minutos sin
detenernos desde el final á la puerta. .. »
A más de doce metros de la entrada, en la galería de la derecha, observamos
en el flanco izquierdo una gran capa de estalagmita, á la que parecía coronar
una media columna ó estatua, y sobre esta capa dirigimos el empuje de la barra y
el pico de los canteros que nos acompañaban. Trabajo costó el fraccionarla; pero
se fué haciendo por partes y se levantó una capa de más de 16 centímetros de
grueso. Pues incrustados en ella y bajo de ella aparecía una brecha huesosa
entre porción de cantos rodados y de arcilla, ó sea, la formación diluvial que
dejamos indicada. No apareció ningún cráneo completo del Ursus, pero sí
pedazos, una quijada entera, porción de colmillos y huesos, fémures, vértebras y
todo lo perteneciente á sus correspondientes esqueletos, que debieron ser muchos
y quedar como hacinados... »Queda, pues, probado con este ligero reconocimiento
de la caverna de Aizquirri y por los fósiles que en ella se encuentran, que
pertenece á la edad paleolítica, cuando ya se habían presentado los grandes
mamíferos, siendo uno de los primeros el oso de las cavernas, del que son estos
despojos según la moderna ciencia; y que clasificadas las cavernas por los
geólogos en tres grupos, como son: 1º guaridas de animales carniceros; 2º
cavernas que han servido de habitación; 3º lugares de sepultura, ofreciendo cada
una de éstas su carácter propio, bien podemos referir al primer grupo de
Aizquirri, ya por los muchos huesos que contiene del Ursus y de otros que
fueron sus víctimas, ya por no encontrarse restos del hombre ni de su
industria... /171/ Sus restos paleontológicos, la fragosidad del terreno
y lo abrupto del país en que esta caverna se encuentra, todo está confirmando
que la caverna de Aizquirri es en nuestra España una de las estaciones más
antiguas para la ciencia arqueológica, hoy prehistórica, en virtud de las
razones aducidas».
Hasta aquí el señor Rodríguez Ferrer en su folleto ya citado. Todos los
naturalistas que han visitado esta caverna, están contestes en que es una de las
más interesantes de la Península.
Además de esta cueva de Aizkirri, hay en aquellas cercanías varias otras que
no tienen el renombre de la que hemos descrito, acaso porque no han sido
exploradas con el detenimiento que aquélla; pero esto no quiere decir
que en ellas no existan también restos de animales extinguidos y quién sabe
si esqueletos humanos. Por de pronto, con la autoridad del señor Adán de Yarza,
podemos señalar la caverna de Akategui, en la sierra de Aizgorri, donde se
encontraron restos de la misma especie que en la de Aizkirri.
Entrada de la cueva de Aitz-zuloeta, en Aranzazu
(Oñate).
Clisé de los PP Franciscanos del convento de
Aranzazu.
[Fotografía no disponible]
Aparte de estas dos cuevas de que queda hecho mérito, hay en aquei¡a región
la de San Elías, actualmente cerrada; Aitz-zuloeta; Guesalza; ltegui, en la
falda de Liztizábal; Antón-Kuebea; Gaizto-Zulo, en la cima de Aloña; Achuri,
etc. La sima de Gaizto-Zulo, que como tal se halla en sentido vertical, ya que
no puede ser habitada por fieras á causa de su posición, lo está por /172/
áves de la especie llanada grajo, que en vascuence significa bela-chinga
(47), y es espectáculo sumamente
interesante oír cómo suben al amanecer por aquel antro arriba muchos cientos de
grajos, con fuerte aleteo, que retumba en aquellos huecos con la violencia del
huracán, para pasar el día buscando alimento á la luz del sol y volver á bajar
al atardecer con la velocidad de la flecha á las guaridas subterráneas donde
pernoctan.
No ha faltado quien ha descendido á esta cueva, atado por la cintura con
largas cuerdas, sin conseguir su objeto de llegar hasta el fondo, del cual
distaba tanto todavía, que al bajar chocando contra las paredes de la sima, las
piedras que arrojara desde donde se hallaba, se oía el eco de los golpes durante
largo tiempo, señal inequívoca de la mucha distancia que aún le separaba del
límite que se había propuesto explorar.
Dado el gran número de aves que allí se cobija en la ,actualidad, y
suponiendo que hará muchos siglos que aquella sima habrá estado habitada por
otros volátiles de su clase, no será temerario sospechar que en la base de la
gruta existirán grandes cantidades de guano, que acaso con los medios que en el
día existen se pudieran explotar con provecho, á pesar del lugar despobladoen
que se encuentra, y esto podría dar lugar á una exploración en regla de la Cueva
de Gaizto-zulo, que seguramente no sería infructífera bajo el punto de
vista arqueológico.
Ya hemos visto que uno de los tres grupos en que los geólogos clasifican las
cavernas., comprende á aquellas que estaban destinadas á servir dé sepulturas al
hombre, y estimamos conveniente hacer constar en este lugar, para que pegue á
noticia de los que se dedican á estas meritorias labores y se tenga en cuenta el
día que se trate de llevar á cabo una exploración ordenada de estos depósitos de
edades remotísimas, que entre las muchas cuevas existentes en la región de
Aranzazu, hay algunas que han sido utilizadas con este destino, á juzgar por los
cadáveres que en ellas se han hallado. En un libro de Iztueta publicado en 1847
(48), se dice que unos años antes de la
fecha en que lo escribía, se encontraron, en una de aquellas cuevas, los restos
de 12 ó 14 personas, cubiertos de tierra, y tan bien colocados como pudieran
estarlo en una iglesia. No nos dice el citado autor el nombre de la gruta, y es
una lástima que se reservara dato tan interesante, porque con el transcurso del
tiempo; la memoria de este hallazgo se ha perdido en términos tales, que no ha
sido posible, al que estas líneas escribe., averiguar el lugar donde se hallaron
los expresados restos, por más pesquisas que ha practicado con la generosa ayuda
de los PP. Franciscanos que residen en el convento de Aranzazu. Sin embargo, las
gestiones practicadas no han sido del todo infructuosas, puesto que nos han
conducido á averiguar que en una cueva de Urrejola, llamada /173/
Ozkatsategi, hace próximamente diez años, se encontraron varios restos humanos,
y con ellos una lanza de bronce. ¿Pertenecerán estos restos humanos á la edad
paleolítica á que se remontan los restos de animales hallados en la cueva de
Aizkirri, ó serán de tiempos más próximos á los nuestros? Día llegará, á no
dudarlo, en que se esclarecerán éste y otros hechos importantes con
exploraciones más detenidas, que, andando los tiempos, no dejarán de
practicarse.
Cueva de San Valerio, en Mondragón (Entrada)
(Clisé de la G. G. de P. V. N.)
[Fotografía no disponible]
Cueva de San Valerio, en Mondragón. - La cueva de San Valerio está en
jurisdicción de la villa de Mondragón, en el monte Udala y hacia la mitad
de su altura.
Esta cueva tiene su leyenda. Dícese que San Valerio, el célebre prelado
de Zaragoza, se refugió en ella cuando el gobernador romano Dacio le desterró de
aquella población aragonesa, y se añade que el santo terminó sus días en las
profundidades de la cueva que hoy lleva su nombre.
¿Tiene algún fundamento serio y razonado esta opinión? A primera vista parece
que no faltan motivos para sostenerla. En Mondragón hay una ermita dedicada á
San Valerio; obispo, «á quien los naturales de Mondragón y su distrito tuvieron
siempre gran devoción, si hemos de creer lo que el Diccionario
geográfico-histórico de la Real Academia dice. Garibay afirma que los muchos
mineros que por aquellos contornos trabajaban en tiempos del historiador
mondragonés, se abstenían /174/ de trabajar todos los jueves del año por
devoción al santo; que heredaron de sus antepasados. Y añade que tienen una
cofradía bajo la advocación de San Valerio en su propia iglesia, en la cual dice
haber leído el nombre del santo, escrito en una piedra con letras latinas
antiguas. Otro autor, Ambrosio de Morales, al ocuparse de esta opinión,
dice que quienes la sostienen, la fundamentan sobre base sólida y poseen
memorias antiguas que les dan la razón.
Cueva de San Valerio, en Mondragón (cortina
Septentrional)
Clisé de la G. G. del P. V.-N.
Sin embargo, ni Morales ha dicho donde se hallan esos documentos, ni nadie
los ha visto. y como por otra parte, las memorias de la santa iglesia de
Zaragoza y convenio de Roda afirman, sin duda de ningún genero, que San Valerio
vivió y murió cerca del castillo de Estada, y que desde él fué trasladado á
Roda, no hay más remedio que creer en la inexactitud de la tradición hablada,
popular en Mondragón; según las pruebas, ni San Valerio vivió en la cueva del
monte Udala, ni sus restos se hallan bajo las peñas de aquella montaña.
Como, sin embargo, siempre las tradiciones parecen llevar un fondo de
verdad-envuelto entre fantasías, Morales se inclina á creer que San
Valerio de que los mondragoneses hablan, no es el prelado de Zaragoza desterrado
por Dacio, sinv «otro insigne en letras, de. los postreros tiempos de los
godos».
No pretendemos aclarar. la duda: nuestro propósito era el de citar las
/175/ opiniones conocidas en pró y en contra de la leyenda. Conseguido nuestro
objeto, describamos en pocas palabras la cueva de San Valerio.
La entrada es angosta, estrecha y presenta muy reducido espacio á la luz
natural; por esta razón, para visitar la cueva hay que hacer uso de la luz
artificial desde el primer momento. Traspasado el umbral de la puerta, se entra
en una galería baja, cuyo techo obliga á humillar la cabeza para caminar por
ella; hay que descender por unos peldaños irregulares, húmedos, que por su poca
comodidad exigen toda la atención del visitante.
Cueva de San Valerio, en Mondragón (entrada á la
Cámara Regia)
Clisé de la G. G. del P. V. N
Al final de esta galería, cuando el descenso termina y queda tras el curioso
la escalera humedecida por el agua, que en gotas cae incesantemente del techo y
brota de las paredes, la cueva comienza a ensancharse y se amplía cada vez más,
hasta que en su extremidad alcanza notables proporciones.. El espacio total de
la cueva se halla subdividido en caprichosos recintos de irregulares paredes, de
las cuales algunas surgen del suelo, coronadas por erizadas puntas, y otras
penden del techo y parecen pugnar por llegar á la tierra y buscar apoyo en
ella. Y en todas las cámaras, en todas las galerías, como cíclopes
imperturbables ante la paciencia del hombre, distribuidos sin orden, al azar,
aparecen figuras pétreas, á las que la imaginación dibuja contornos humanos ó
siluetas de objetos y de árboles y de santos; la devoción de los visitantes ha
hecho un Pilar de la Virgen de un enorme bloque de piedra, en el que el
espíritu cristiano vió la traza de un pilar.
Y sobre todas las figuras, sobre todas las columnas, sobre las cabezas de
/176/los cíclopes de piedra y entre la afiligranada labor de los tejidos
admirables, el agua sigue su labor eterna, lenta y constantemente; gota á gota,
saturada de cal, cae sobre los fantasmas de la cueva sin interrumpir su tarea,
aunque los ruidos mundanales inunden el silencio de la cueva y aunque las luces
vengan á romper las tinieblas, en cuyo seno labra los primores que causan
asombro en el ánimo del hombre.
Al terminarse la galería principal, entre los recintos que el agua y la cal
formaron, hay uno que merece principal atención. Es de pequeñas dimensiones', y
se le distingue con el nombre de Cámara Regia, á causa de los recuerdos
que de visitas de personas leales guarda. La reina Isabel II y su augusta madre,
hallábanse el año 1845 tomando los baños y aguas del balneario de Santa Águeda,
hoy convertido en Casa de Salud, y aprovecharon su estancia en Mondragón para
visitar un día la cueva. El mismo año, pocos días después que Isabel II y su
madre, visitó la Cámara Regia la infanta María Luisa Fernanda. Como
recuerdo de estas vísitas, se ha colocado una lápida, en la que sobre fondo
negro y grabada con letras de oro, se lee esta inscripción:
Isabel II
y su augusta madre Dª María Cristina
21de
Agosto de 1845
La Serma.
lnfanta Dª María Luisa Fernanda
28 de
Agosto de I845
También D. Carlos de Borbón visitó la gruta durante la última guerra civil, y
cifró la lápida con su espada.
La cueva de San Valerio es bastante visitada y es una de las más renombradas
de Guipúzcoa. En muchas casas los curiosos conservan caprichosas piedras
arrancadas en esta cueva, y una colección de ellas figura también en et Gabinete
de Historia Natural de Madrid.
Cuevas de Iturmendi é Iturregui, en Hernani.- En esta villa tenemos
las cuevas denominadas Jentil-Zulo de Iturmendi y Jentil-Zulo de
Iturregui, que se hallan situadas á un kilómetro escaso del casco de la
población. La entrada que antes tenía la primera de las cuevas citadas era tan
angosta, que apenas permitía el paso á un hombre á rastras, hasta nuestros días,
en que se espacio ésta por medio de un desmonte. Tiene una galería que se
bifurca á unos seis metros de la entrada. La galería de la derecha cuenta con
más de 100 metros de longitud Y. 3 metros de ancho, por término medio, y una
plazoleta en el curso de ella, de 7 á 8 metros de radio. La galería de la
izquierda es bastante más estrecha que la anteriormente descrita, especialmente
en su parte final, en la que apenas cabe un hombre. Hoy se halla dedicada esta
caverna, al igual que las de Landarbaso, al cultivo de champignons, por
D. A. Vildosola, sin que en los trabajos de arreglo y relleno, practicados con
el expresado motivo, se haya encontrado ningún resto ni objeto especial.
Tampoco se ha encontrado nada que merezca mencionarse en la caverna /177/
de Iturregui, que tiene unos 200 metros de extensión, con un paso angosto.
Dentro de la cueva nace la regata de Latzumbe.
Además de las cavernas de que hemos hecho mención, hay otras muchas en
Guipúzcoa, de las cuales vamos á señalar algunas, en la imposibilidad de recoger
aquí los nombres de todas las que existen (49),
.
La cueva de la Dama, en Murumendi, acerca de la cual se conserva
fantástica relación en el país, recogida y relatada' magistralmente poi D. Juan
Venancio de Araquistain; la de Jentil-Zuloa, en Machimbenta~ la de
Akoa. en Cestona;las de Aitz-bel/z, en Soravilla; la de Zezentegui,
en Fuenterrabía (50), etc., etc.
No hay duda de que si algunas de las cavernas que quedan citadas y otras que
se habrán escapado á nuestra investigación, se exploraran debidamente, se
encontrarían restos prehistóricos de la importancia de los hallados en la de
Landarbaso y en las de Aranzazu. Es de sentir que alguna sociedad científica no
dé ,impulso á este género de investigaciones, que podrían enseñarnos muchos
ignorados secretos. En nuestros mismos días, se han descubierto en la cueva de
Altamira, cerca de Santillana, en la provincia de Santander, pinturas rupestres
que hoy son célebres en el mundo de la arqueología prehistórica y que se suponen
obra del hombre de la época magdaleniense. ¿Será temerario esperar que una
minuciosa investigación de las cuevas existentes en Guipúzcoa nos reserve
idénticas sorpresas? Es de advertir que al descubrimiento de las pinturas de la
cueva de Altamira, ha seguido el de otras pinturas de la misma época
prehistórica en otras cuevas de la referida provincia de Santander .
Además de las cavernas naturales y de las galerías y pozos abiertos
antiguamente para la explotación de minas, existen otras grutas ó cuevas que se
han abierto para guardar nieve, de la cual se hacía mucho uso en refrescos,
durante el verano, y á esta clase pertenece la nevera que se abrió en peña viva
junto á la casa de Gabiri-zar, en Gaviria, por mandato del corregidor D.
Bernardo de Otalora Guevara, el año 1673, según escritura que poseemos.
Ya que de restos prehistóricos hemos hablado en este capítulo con motivo de
las cavernas, no nos parece fuera de propósito apuntar en este lugar, que en el
castillito de Mendizut, en el monte Hernio, se han practicado, en 1911 , algunos
trabajos de exploración por el Sr. Rotondo Nicolau y D. lsaac López de
Mendizábal, de Tolosa, habiendo desenterrado varias carretadas de huesos de
terneras, bueyes grandes, jabalíes, etc., pero no de animales antidiluvianos, al
parecer, ni de hombres. Aparecieron en las excavaciones verificadas, una llave
muy curiosa, pedazo de espada, puntas de dardo, clavos y otros pedazos de
hierro, cuyo uso se desconoce.
NOTAS
(47) Indebidamente llamamos grajo en
Guipúzcoa, al ave que en vascuence denominamos eskiñoso; siendo así que
el nombre propio de ésta es el de rendajo ó
arrendajo.
(48) Guipuzcoaco Condaira, pág. 7;2.
(49) Del Compendio historial, de Isasti,
pág. 243, copiamos lo siguiente: «En el año de 1611, en el término de la villa
de Verastegui, que está á dos leguas de Tolosa, se descubrió una cueva notable
en la heredad de Miguel Goyenechea; llamada Tellaechea, metiéndose en ella una
zorra, que iba huyendo de los perros que la seguían, que excavando el hoyo donde
se metió, hallaron la cueva en forma de bóveda de piedra blanca, que parece
alabastro, con columnas blancas de arriba abajo como carambanos, y á un lado una
entrada por donde se vá grande trecho, que nadie osa llegar al cabo. Por medio
de ella corre un arroyo de agua buena y cristalina. Fueron á verla muchas gentes
de Tolosa y de otras partes; y por el daño que hacían al dueño de la heredad
pasando por las tierras sembradas, atajó el paso é hizo cerrar la entrada de la
cueva. Lo mismo en la montaña de Ibarra, en Zarbala y Obelabieta.
En el término de Astigarraga hay pozos muy hondos, que
están cubiertos de espinos y zarzales porque no caiga nadie, que echando una
piedra de arriba abajo, baja haciendo el ruido de los golpes hasta el profundo,
que es cosa maravillosa.
En la falda de la montaña de Hernio, jurisdicción de
Asteasu, hay muchas cuevas á donde se ven calaveras de muertos, y pasa un arroyo
de una parte á la otra de Vidania á Alquiza, debajo de tierra, al riachuelo
Aquescua, que entra en el río Oria.
(50) Esta cueva, situada en la orilla del mar,
entre Fuenterrabía y Pasajes~la hizo famosa un sujeto que habita en ella durante
ocho meses, haciendo vida completamente salvaje, ni más ni menos que aquellos
otros que en las cuevas de Landarbaso habitaron en las épocas lejanas á que
pertenecen los objetos hallados en las mismas. Por esta razón, hemos creído que
podría tener cierto interés en este lugar, la narración de algunas
particularidades de la estancia de este extraño individuo en aquel aislamiento,
á fin de que los lectores puedan tener una idea aproximada de la manera de ser
del antiguo habitante de las cavernas, y con este objeto hemos hecho que nos
explique el propio interesado, que aún vive, la manera en que se procuraba el
sustento en aquel desierto. Prudencio San Sebastián (alias Soñu),
procedía de la casa de Maternidad de la ciudad de San Sebastián, y fué más tarde
vecino de Oyarzun. De naturaleza débil, por la mala configuración de su cuerpo,
no pudo vivir del trabajo y se dedicó á la postulación. Su carácter apocado no
le consentía tampoco sufrir las brusquedades que esta nueva profesión le
proporcionaba en muchas casas, de donde le ahuyentaban diciéndole que más le
valiera trabajar que andar holgazaneando en tan buena edad, y el muy timorato,
sobrecogido á consecuencia del mal trato que recibía, no encontró recurso más
adecuado á su temperamento, destituido de energía y fuerza, que ir á esconderse
entre los peñascos del monte Jaizkibel, en las proximidades del mar, y
alimentarse de los mariscos que pescase en las rocas.
Así pasó, en efecto, los primeros días, sustentándose
de lapas, lampernas y cangrejos, dando preferencia á las primeras, cobijándose
por la noche en una reducida cueva muy cercana al mar, pero la debilidad que le
sobrevino como consecuencia del uso exclusivo de este género de alimentación tan
poco nutritiva, por una parte, y por otra la poca seguridad de obtenerla
diariamente, porque cuando la mar estaba agitada, cubría el agua las rocas de
manera que no se podía pescar en ellas, le hicieron pensar en procurarse otros
alimentos con que llenar las necesidades de la vida. Afortunadamente, en el
monte Jaizkibel pacen más de un rebaño de ovejas, y tienen por costumbre éstas,
bajar á la orilla del mar á lamer la sal que el agua deja en las rocas que baña,
y aprovechando la bajada de aquellas á las cercanías de su morada, cogió una, la
mató y despellejó, valiéndose de un cuchillito que llevaba consigo, y dió
principio á este nuevo recurso que la casualidad le deparara. Carecía de
cerillas para hacer fuego, ni quería llamar la atención de los pastores con el
humo y empezó por comer en crudo, primero, las partes duras, tales como piernas,
etc., con el ansia del que padece hambre, pero no le fué posible digerir, y
estuvo enfermo varios días, sin auxilios de ningún género, acurrucado en el
fondo de la cueva, sobre la yerba que consiguió apilar, viendo como las ratas se
aprovechaban de las carnes que él preparó. Quiso Dios que curara, y en adelante,
cuando cazaba una oveja, comía primero las partes blandas, hígado, corazón,
etc., y las partes duras las metía en palos, como en asador, y las conservaba a
mientras despachaba aquéllas, colocándolas al aire libre, de modo que no
pudieran llegar las ratas, que abundaban en aquel lugar, atraídas por el olor de
la sangre y de la carne. Con este cambio de táctica, conseguía dos cosas: que
las partes blandas, fáciles de entrar en putrefacción, se aprovechasen mejor, y
que las partes duras se ablandasen con el trascurso del tiempo. Cada oveja le
proporcionaba alimento para 15 ó 20 días.
Cuando no tenía carne de oveja y el temporal no le
permitía pescar mariscos en las rocas, cosa que ocurre con frecuencia en esta
costa, se alimentaba de cierta clase de yerba, que también comía por gusto en su
vida pastoril, aunque la del Jaizkibel le resultaba de peor calidad que la de
las montañas de Oyarzun. Hé aquí explicadas las clases de carne, pescados y
verdura de que hacía uso el fugitivo de la cueva de Zezentegui.
Perdió pronto la noción del tiempo, y para apreciar la
estación en que se hallaba, se valía de los objetos que la mar arrojaba á la
orilla. De este modo, si el agua traía manzanas, calculaba que sería Septiembre
ú Octubre; si flotaban las cañas de maíz, Noviembre, etc. Al decirle que en
tiempo de manzanas, tendría un gran recurso con las que el mar le traía á las
puertas de su morada, contestaba que las ratas se las arrebataban antes de que
se pusieran al alcance de su mano.
Para beber, se valía de un pocito que se formaba en el
hueco de una peña, próxima á la cueva, con un hilito de agua que bajaba de la
montaña, en pequeñísima cantidad, pero cuando la mar se embravecía, de las olas
que se levantaban al chocar en las rocas, llegaban las salpicaduras hasta el
depósito, y se salaba el agua, de la cual tenía que seguir surtiéndose, hasta
que pasara el temporal y el pequeño caudal de agua que venía al hueco de la
peña, la fuera endulzando muy paulatinamente. También esos días de temporal,
penetraba el agua en la cueva, en forma de lluvia.
Las rocas donde fué á parar Prudencio, suelen ser
bastante visitadas por los pescadores de Fuenterrabía, y de día solía andar
pescando en la orilla, como uno de tantos, tomando las debidas precauciones para
no llamar la atención de éstos por su mala ropa y largas melenas, las cuales
solía levantar y esconder debajo de la boina.
Los pastores venían apercibiéndose de que les faltaban
sus ovejas, y habían practicado varias pesquisas por el monte buscando al
ladrón, fuese hombre ó fuese animal, pero no les dió resultado alguno, porque el
cazador solía tener buen cuidado de arrojar al mar todos los restos que podían
denunciarle. En uno de esos registros, se encontró el pastor con un pedazo de
oveja colgado del palo, puesto para secar cerca de la cueva, y sospechando que
el ladrón estaría en la gruta y que éste sería hombre, fué á dar la noticia á
sus compañeros, y reunidos varios de ellos con los carabineros del puesto de
Herencin, bajaron á la boca de la cueva. Por orden del cabo, uno de los números
penetró en la gruta á rastras, obligado por la estrechez de la entrada, y al
recorrer á tientas el interior de aquélla, notó que pisaba en blando en un
rincón de la caverna, donde se hallaba agazapado Prudencio, y sin darse por
enterado, salió aquél al exterior, contando el caso á los que impacientes le
esperaban. Entonces, enfilando los fusiles cargados á la boca de ]a cueva,
llamaron que saliese el que allí se hallaba, sino quería ser fusilado donde
estaba, y una voz de hombre sonó dentro llamando !no tirar, no tirar!. Con el
ansia que es de suponer, esperaban pastores y carabineros á que saliera el
fantasma, cuando vieron que arrastrándose por el suelo se asomaba una bola de
pelo, que más parecía parte de un animal fantástico, que cabeza de criatura
humana, y era que después de muchos meses de destierro, el pelo y la barba
habían crecido en proporciones tales, que en la forma en que salió de la gruta,
ocultaban completamente las facciones del desterrado voluntario. Una vez que
sacó de la cueva todo el cuerpo, viéronle contrahecho y casi desnudo, tiritando
de miedo, en la creencia de que no se escaparía de una buena paliza por las
fechorías cometidas. El cabo le preguntó si era alemán, inglés, francés, etc., y
viendo que á todo hacía signos negativos con la cabeza, le gritó: ¿pues de dónde
eres?, á lo que contestó en mal castellano, que era guipuzcoano. Acto seguido le
llevaron al cuartel con todo género de consideraciones, le prestaron ropa con
que cubrirse y le presentaron en la casa concejil de Fuenterrabía, donde fué
pasto de la curiosidad pública. Fué atendido bondadosamente por la autoridad
municipal y comió perfectamente cuanto le dieron, sin que extrañara para nada el
cambio de alimentación. Se sacaron fotografías suyas en el estado en que se
hallaba para ponerlas á la venta, se ocupó de él la prensa del país y fué
recogido al Hospital de San Antonio Abad de San Sebastián, donde estuvo algún
tiempo, volviendo luego á Oyarzun, en cuyo valle vive actualmente; dedicado á la
postulación.
Ocho meses estuvo en la gruta de Jaizkibel, haciendo la
vida que dejamos dicha, o sea desde Abril hasta' el día 5 de Diciembre de 1903,
y tenía 27 años cuando fué recogido.
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